El equipo rojiblanco no supo sacar ventaja de la superioridad numérica, ni tampoco el hecho de haberse puesto en ventaja con el gol de Orsini. Le hicieron un gol de media cancha y luego amontonó delanteros, pero sin claridad.
Quedó un sabor amargo y la impresión de que en lugar de ganar un punto, Unión terminó perdiendo dos. Era un partido para ganar. Unión se puso en ventaja, le metieron un golazo de media cancha pero el rival se quedó con diez para disputar todo el segundo tiempo. Pareció más un partido en Santa Fe que en Córdoba, por cómo se jugó esa parte complementaria. Pero la falta de claridad en los últimos metros y también de eficacia, le impidieron llevarse los tres puntos a Santa Fe.
No iban dos minutos cuando Lautaro Vargas metió la pelota al medio y Orsini se demoró mucho para darse vuelta y así se desaprovechó una ocasión inmejorable. Pero esa jugada fue la muestra de lo que luego vendría: un mejor comienzo de Unión, progresando bien en el campo de juego por el costado izquierdo en base al empuje de Corvalán y Bruno Pittón, más la cuota de fútbol que imponía Luna Diale por ese sector.
Instituto lo emparejó en base a tiros de esquina y a pelotazos que buscaron casi siempre las espaldas de un Vargas algo complicado en la marca con las apariciones de Acevedo y de Bay por ese costado, más algunas diagonales de Suárez. Unión había empezado bien el partido, fue una ráfaga, un ratito inicial positivo. Enseguida, Instituto se encargó de apretar un poco más las marcas y el partido entró en un terreno de absoluta paridad.
La antesala del gol de Unión fue un remate de Mauro Pittón que rebotó en un defensor, descolocó a Roffo, se fue al córner y todo Unión pidió un supuesto penal por una mano que no vio Zunino ni tampoco el VAR. Fue el preaviso, el anuncio de lo que llegaría un par de minutos después, cuando el mismo Mauro habilitó a Orsini, se metió en diagonal al área, dejó un hombre en el camino, enfrentó a Roffo y remató. La pelota entró “pidiendo permiso” luego de rozar en el arquero, dándole a Unión una ventaja que apenas alcanzaba a justificar en el trámite, que tuvo más pasajes de paridad que de dominio de alguno de los dos, aunque Unión había sido algo más que Instituto, sobre todo en la parte inicial del partido.
Pero duró poco la alegría
El culpable fue Santiago Rodríguez, que metió un bombazo desde el círculo central, advirtiendo que Tiago Cardozo ataja siempre adelantado y lo “colgó”. Un excelente remate de Santiago Rodríguez, no se discute, pero también la complicidad de un arquero sorprendido y con escasa reacción.
Pero todavía faltaba algo al primer tiempo. Y fue la fuerte infracción de Acevedo a Luna Diale que derivó en su expulsión. Quedaron 11 contra 10 para disputar el segundo tiempo, con el marcador igualado y con la sensación de que, con inteligencia y paciencia, al partido se lo podía ganar.
Unión veía el negocio por izquierda e inclinaba mucho el juego por ese costado, aunque las dos o tres veces que intentó por el otro sector no se quedó atrás. Y por allí nació la jugada del gol de Orsini. Pero evidentemente, esa salida de Acevedo podía desembocar en la disputa de “otro partido”. Dependía en buena forma de Unión.
Y lo demostró desde el arranque, abriendo la cancha e insistiendo, como en el primer tiempo, atacando por la izquierda. Instituto tuvo que resignar a Rodríguez a que se abra por el costado izquierdo cuando el equipo debía retroceder para intentar que Unión no lo encuentre mal parado en defensa u ofreciendo espacios que pudieran aprovecharse.
Cuando iban diez minutos, el Kily arriesgó. Ya no se justificaba dejar tanta gente atrás y sacó a Paz para que le deje lugar a Gamba, en tanto que Roldán lo hizo por Mosqueira, moviendo piezas en el medio porque Mauro Pittón fue a la posición de volante central, en tanto que Roldán se paró de volante por derecha. El dominio territorial era de Unión. Había que cristalizarlo llevando peligro en las inmediaciones del arco de Roffo.
La postura de ambos equipos quedó claramente definida. Unión y la pelota, dueño del terreno y buscando, en ese permanente movimiento del balón, el espacio para que alguno de sus delanteros quede en posición de gol. Instituto, en tanto, replegado, con Suárez corriendo a los defensores rivales en la salida y el resto achicando espacios del medio hacia atrás, siendo más directo a la hora del intento ofensivo que, como era de suponer, se dosificaba muchísimo.
Ante esta circunstancia, Dabove metió a Cuello por izquierda, en lugar del autor del golazo y a Russo de punta. Y el pantallazo inicial de los cambios le dieron resultado. Al menos, Instituto encontró resto físico para complicar con dos jugadores obligados a picar permanentemente y a jugar en inferioridad numérica con los defensores rivales.
Se veía venir en Unión el ingreso de Vera por Vargas. El motivo era doble: más aire para atacar por el costado derecho y una mejor marca para que Cuello deje de complicar con sus piques constantes por el costado izquierdo.
En eficacia, Unión fallaba. Corvalán y Gamba tuvieron dos cabezazos muy claros –sobre todo el de Gamba luego de una pelota que “peinó” Orsini- que no pudieron definirse de la mejor manera y se fueron por encima del travesaño. Y casi lo sufre con un remate de Puebla entrando por izquierda que se fue por arriba. Las variantes lo mejoraron a Instituto. Y Unión entró en un lapso en el que intercambió vacilaciones primero e impotencia después, producto de la falta de claridad en los últimos metros de la cancha.
El último esfuerzo desde el banco lo hizo el Kily con el ingreso de Domina por Mauro Pittón. Delantero por volante defensivo. “Toda la carne al asador” como se dice en la jerga futbolera, sumando muchos delanteros para tratar de conseguir el gol que le asegure una victoria que quiso, pero por la que no hizo las cosas lo suficientemente bien para lograrlo.