En su flamante novela, la escritora chilena sintoniza las pasiones alegres de los pueblos oprimidos con el tironeo entre la capital y una isla tan verosímil como cautivante.
Se presenta. Iñche Daniela Catrileo Cordero pingen. Escritora y profesora de Filosofía nacida en Santiago de Chile. El apellido paterno, Catrileo, proviene de las palabras "katrü" (corte) y "lewfü" (río). Río cortado. Integra el colectivo mapuche de la diáspora champurria, Rangiñtulewfü, y el equipo editorial de la revista Yene (ballena en mapudungún o mapuzugun).
Obtuvo el Premio Municipal de Santiago con "Guerra florida" (2018) en tanto que "Piñén" fue reconocido como Mejor Obra Literaria en la categoría Cuento de los Premios Literarios del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile. De visita en la Argentina, en el marco de la 48ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la autora atendió vía zoom a este medio.
Arrancándome
Daniela se estaba mudando a Valparaíso cuando la tomó por asalto un texto. "Para huir de la tesis de posgrado", se encarga de aclarar. Arrullado por la maresía y la cadencia del mar, fue abriéndose paso un poema largo sin otras pretensiones. "Jugué con una voz poética que no era mía; empezó a tener un cuerpo y se convirtió en Mari. El relato se fue transformando en una novela, pero siempre arrancándome de esa otra escritura más académica, que permitió que esto naciera como un juego, como algo exploratorio".
Explica la autora que Marina llega a la trama por una nueva huida: la de la jerarquía de los ojos como fuente de conocimiento. "Ella es un personaje sensible, afectado por el mundo. Y ese mundo es la naturaleza. Quería que las otras formas de conocimiento -el goce, el mito, lo háptico, lo que está alrededor de la sinestesia de los sentidos- fueran parte de ella". El aroma la perfora. Opera como eco u onda electroacústica, límbica figura entre el don y la torcedura. Anida un goce cuando paladea los platos de su abuela Flor. Se detiene en la danza de las manos de su familia de mujeres, de su awicha. Enfrente (o afuera), hombres ausentes y falaces.
La vida de Mari transita de la capital de Chile (La Chimba y Centro Histórico) a Chilco Puel. En la capital se desempeña en el Museo de Historia Natural y Social. Cuando arriba a los pagos de su amado Pascale, ella se rarifica, se desenfoca. "Su forma de donar la percepción sensible y de dialogar con la isla, es tratar de entender el lenguaje del territorio. Pero hay algo que siempre se le va a arrancar -y es lo que se nos arranca a todos-: solamente conocemos el mundo a partir del lenguaje. Tratamos de verbalizar ese lenguaje, pero nos frustramos porque no podemos nominar todo tan bien. Por eso, yo creo que Mari está conmovida ante ese mundo que conoce".
Ballenas
Cuando supo el género, apareció la imagen final. Ballenas nadando. Desde niña, Daniela está obsesionada con dicho animal marino. "Un animal de fuerza, sagrado en la cosmovisión mapuche", acota con respeto.
Entrelíneas hay un mito al que se aferra la poeta y novelista: el epew de las Trempulcahue. "Un epew es un relato pequeño en el mundo mapuche. Las Trempulcahue son las ballenas azules que cruzan desde el continente a Isla Mocha", explica Catrileo. "Esas ballenas te cruzan de un lado a otro como puentes de un mundo hacia la muerte. Son machis, chamanes, personas mayores, ancestros que te guían en todo tu camino".
Chilqueño de cabo a rabo, el personaje Pascale representa, a su modo, un cetáceo. Su corazón es grande como el de una ballena. "No voy a decir qué le pasa a Pascale", comenta Catrileo. "Me encantaría que cada quien lo pueda interpretar como quiera. Pero creo que en el mito de las Trempulcahue, puede haber varias lecturas que evidencien lo que le sucede".
Herida-herencia
"Hay un cúmulo de islas que podría ser Chilco", apunta la escritora y activista chilena. Podría ser Isla Mocha, Chiloé, el archipiélago Juan Fernández o el universo de Robinson Crusoe. "Es un poco de todas y de ninguna. En el fondo, lo que me ayuda a generar este territorio es una idea de subvertir el relato hegemónico, de pensar que la isla a lo largo de la literatura universal ha representado la otredad. Yo quise donarle una historia anticolonial y de resistencia a esa isla. Que no fuera el típico lugar rousseauniano del buen salvaje, de los bárbaros exóticos; sino un lugar con una historia profunda de luchas y de formas de vida".
En voz alta
Una voz pastorea el pensamiento, la de Nadia Prado, citada al inicio del libro. "El lenguaje es el tallo de la ruina". Sobre esa ruina, crece la flor de la risa, tesoro de la comunidad de los nadies. "Las formas lúdicas, gozosas, de la risa también son parte de ese dolor. Es decir, son los modos de resistencia. Pero, claro, la novela después va exigiendo otras cuestiones que se me arrancan del humor y se va oscureciendo la trama; son partes de convivir con cuerpos y con pueblos que también celebramos la vida".
Siguiendo por la vía lingüística, la autora concluye que la oralidad está presente. "Chilco" es un libro "escrito en voz alta". Y de fondo, ¿qué sonaría? ¿Cantos de ballenas? ¿Voces de poetas muertos de Chilco? ¿Un recitado de Adriana Pinda? ¿Los Destellos y su guajira andina? ¿O Los Saicos, como una hipotética banda sonora del presente? No hay una respuesta posible, tal vez todas las opciones sean correctas. No estaría mal, en todo caso, sumar a un crédito argentino como Aquelarre. En 1972, la banda desprendida de Almendra dejó sellado un mantra. Y, porque aplica, titula lo escrito hasta aquí.