En los últimos diez años, de Martino para acá, el club rosarino experimentó con distintos perfiles de entrenadores y no tuvo éxito, salvo en esporádicas buenas rachas. Ahora se fue Larriera y comienza para la dirigencia el duro desafío de encontrar un conductor que le devuelva la ilusión a los hinchas.
Newell’s lleva una década de frustraciones, decepciones y fiascos futbolísticos. Salvo en esporádicos lapsos de tiempo, al club del Parque de la Independencia de Rosario le costó horrores concretar un ciclo positivo en el fútbol de primera división. Y eso que probó con todo tipo de recetas a la hora de elegir entrenadores: algunos técnicos formados en la casa y otros de la vieja escuela; ex futbolistas que festejaron títulos con la camiseta “rojinegra” y arriesgadas aventuras; conductores nacionales y extranjeros; hombres que conocían de adentro la matriz del fútbol rosarino y otros que no estaban contaminados por esa pasión muchas veces autodestructiva.
En fin; de todos los gustos, ideologías y perfiles, pero ninguno pudo llevar a la “Lepra” de nuevo a sus ya lejanas épocas de gloria. El miércoles pasado, horas después de la derrota en cancha de Banfield, la comisión directiva echó al uruguayo Mauricio Larriera. Y ahora se inicia el duro camino de encontrar el técnico indicado para volver a encender la llama de la esperanza “rojinegra”.
Después de aquella inolvidable etapa bajo la dirección técnico de Gerardo Martino, en la que Newell’s festejó menos de lo que mereció, la dirigencia de aquel entonces se sintió en la cresta de la ola del fútbol argentino y creyó que era el momento para darles pista a entrenadores formados en las divisiones inferiores de la “Lepra”, más allá de sus pasados como jugadores de la institución. Primero tuvo su oportunidad Alfredo Jesús Berti, que arrancó con mejores números que el “Tata” y se desinfló en la recta final, después de perder el primer clásico de lo que ahora es una interminable racha a favor de Central. El equipo de barrio Arroyito recién volvía después de tres años en el infierno del descenso y Newell’s minimizó el enfrentamiento con su eterno rival. Las consecuencias de aquella actitud altanera, hoy están a la vista.
Berti dejó su cargo tras quedar eliminado en la Copa Libertadores de 2014 y, después de muchas semanas de cavilaciones, los dirigentes anunciaron a otro hombre de la casa: Gustavo Raggio, un ex campeón con Newell’s que tristemente falleció este año. “Carozo” también arrancó con buen pie, pero terminó peor que Berti. Una nueva derrota en el clásico -recordada por el papel con indicaciones que le hizo llegar a Lucas Bernardi en pleno partido- fue el detonante de su salida.
La leyenda cuenta que hubo un momento en ese año 2014, que Marcelo Gallardo, que venía de dirigir en Nacional de Uruguay y era muy amigo de Bernardi, tenía todo arreglado para ser el nuevo técnico de la “Lepra”. Camino a Rosario para firmar su contrato, el “Muñeco” recibió un llamado de Enzo Francescoli ofreciéndole el cargo de DT de River porque Ramón Díaz había renunciado. La historia de Gallardo en el “Millonario” ya se conoce. La de Newell’s podría haber sido otra.
Después de Raggio, la dirigencia del club rosarino, que había gastado casi todo el crédito del exitoso ciclo de Martino, decidió recurrir a la épica y contrató a Américo Rubén Gallego, once años después de la inolvidable vuelta olímpica en cancha de Independiente, en medio de una histórica peregrinación de hinchas “rojinegros” de Rosario a Avellaneda. Pero el “Tolo” ya había perdido la autoridad de tiempos pasados, nunca pudo comulgar con los jugadores de experiencia del plantel y se tuvo que ir con más pena que gloria.
A esa altura, la racha de clásicos perdidos empezaba a ser un laberinto sin salida para Newell’s. Tomó la conducción Lucas Bernardi, que poco tiempo atrás había colgado los botines. Llegó con ideas supuestamente revolucionarias y le inyectó avances tecnológicos al trabajo del día a día, pero su equipo nunca levantó vuelo y se fue antes de que lo empezaran a insultar, algo que nunca está bien que suceda con los ídolos de un club.
En medio de dos interinatos de Juan Pablo Vojvoda, que hoy dirige con éxito en el fútbol brasileño y siempre se menciona como opción cuando Newell’s despide a un entrenador, en 2016-2017 se desarrolló el ciclo más efectivo de los últimos diez años en la “Lepra”. Fue la etapa de Diego Osella, que sacó una parva de puntos, peleó un campeonato hasta la última fecha y fue el técnico de aquel equipo “rojinegro” que al menos por un día cortó la racha negativa en clásicos, ganando aquel inolvidable duelo en cancha de Central con gol de Maxi Rodríguez en el minuto 93.
Después de aquel buen tiempo, todo fue en declive para Newell’s. La primera decisión del nuevo presidente de la institución, Eduardo Bermúdez, que al principio bancó a Osella, fue darle una nueva oportunidad a Juan Manuel Llop. El “Chocho” nunca engranó, el clásico volvió a manos de Central y esa etapa finalizó más temprano que tarde. El promedio empezaba a preocupar y la directiva fue por Omar De Felippe, que había sacado muchos puntos en todos los equipos en que había trabajado. Alternó buenas y malas, pero su equipo estuvo casi un año sin ganar de visitante y selló su suerte cuando Central eliminó a Newell’s de la Copa Argentina en cancha de Arsenal, en 2018. Para colmo, el “Canalla” dirigido por Edgardo Bauza, luego fue campeón de ese certamen.
Con Frank Darío Kudelka, Newell’s volvió a tener un plan de juego y la cosecha fue buena, pero otra vez las derrotas en los clásicos contaminaron su ciclo. Hasta que Newell’s se embarcó en la experiencia más exótica de esta última década: se la jugó por Germán “Mono” Burgos y, como era de esperarse, salió muy mal.
Javier Sanguinetti puede levantar la mano y decir con orgullo lo que casi ningún entrenador de Newell’s pudo decir en los últimos 11 años: que derrotó a Central en un clásico. Fue otra vez en territorio rival -hace de 2008 que no festeja en su cancha ante su eterno adversario-, con el gol de “Juanchón” García, trazando un hilo conductor con aquel grito agónico de la “Fiera” seis años antes.
El club del Parque de la Independencia tuvo elecciones e Ignacio Astore fue elegido presidente. Arrancó con todo, porque fue a buscar y consiguió al técnico que todo Newell’s quería: Gabriel Heinze. El “Gringo” llegó dispuesto a poner el club patas para arriba, a revolucionar el fútbol profesional pero también el de las divisiones inferiores. También a pelearse mucho con la prensa y con los dirigentes que no aceptaban sus destratos. Eligió muy mal a sus refuerzos -en un mercado de pases trajo a tres laterales derechos y ninguno terminó en el equipo titular- y se encaprichó con futbolistas que no estaban para jugar en la primera de la “Lepra”. Generó una expectativa enorme, casi a la misma altura de la decepción que dejó cuando se fue.
El ciclo de Mauricio Larriera, el primer DT extranjero de Newell’s de Martino para acá -Burgos casi lo era porque vivió más de la mitad de su vida en España-, está latente y no hace falta explicar por qué sumó un nuevo eslabón a la cadena de fracasos. Adrián Coria será el DT interino el jueves ante Instituto en el “Coloso” y después habrá un receso que a la dirigencia y al director deportivo les vendrá muy bien para elegir al próximo conductor “leproso”. Luego de una década de frustraciones, la tarea no parece sencilla.