Pasión cinéfila

Cine Club Musidora, una invitación al encuentro

El proyecto que ya cuenta con más de 10 años propicia la reunión del público amante del cine de Paraná. Mirador Entre Ríos pudo encontrarse y charlar con Pablo Russo y Carlos Pagés, los organizadores del Cine Club.


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La noche del primer miércoles de julio fue interceptada por uno de esos vientos frescos del sur que anuncian heladas y nubes oscuras por las próximas semanas. A todo esto, en una sala de teatro ubicada en calle Feliciano de Paraná, Pablo y Carlos esperaban a que el espacio esté disponible para comenzar con la organización de la función cinéfila que sostienen hace 10 años. Pasadas las 20, las puertas de Saltimbanquis siguen cerradas a la espera de quienes, en pocos minutos, se agolparían en el pasillo principal. Ante el poco movimiento, toco el timbre y me abre una de las seguidoras del proyecto: “¿Vos venís a la película?” me pregunta. Le digo que algo así, en realidad iba a conocer uno de los Cine Club más renombrados de la región.


CAPÍTULO 1: EL ANTES


El viento hacía mover los enormes árboles de calle Feliciano y la invitación de esta cinéfila me pareció perfecta para protegerme del frío. Entro y camino unos pocos metros hasta encontrarme con la sala que, media hora más tarde, estaría totalmente a oscuras y en silencio. Allí, Carlos y Pablo se encargan de ordenar sillas, cerrar cuestiones técnicas, preparar los telones y llenar de mística al lugar.

Carlos Pagés y Pablo Russo son quienes, desde el 2014 y en La Hendija, decidieron crear este proyecto que nombrarían Cine Club Musidora. La pasión cinéfila con cierta característica de culto por las grandes obras cinematográficas, unió a estos dos amigos que ya venían con algunos recorridos y experiencias en otros ciclos de cine. Esos primeros años fueron de mucho trabajo, esfuerzo y, artesanalmente, fueron llenando un nicho en torno al cine que en la historia paranaense fue sostenida por innumerables grupos de trabajadores, estudiantes, amigos y apasionados por la pantalla grande.


CAPÍTULO 2: LA LLEGADA


Algunos minutos habían pasado de las 20.30 cuando Carlos caminó esos metros del pasillo hasta la puerta principal para abrirla y recibir a quienes ese día formarían parte del auditorio del Cine Club Musidora. Para cada una de las funciones, el grupo cobra un bono contribución de $1.000 que, además de ser simbólico, permite la compra de enchufes, alargues y otros elementos técnicos para el sostenimiento del proyecto, además de brindar un porcentaje a la sala que los alberga.

Más de 25 personas esperaban afuera de la sala para ingresar y ocupar uno de esos asientos dispuestos para la ocasión. Varios equipos de mate acompañaban y hacían frente a los escasos cuatro grados de temperatura, acompañados de gorros de lana, abrigos gruesos y algún que otro calentador de lana por encima del pantalón. Una vez abonada la entrada se fueron ocupando y, sin prisa pero sin pausa, se fue llenando la sala.


CAPÍTULO 3: LA FUNCIÓN


Los murmullos se hacían sentir y, como siempre sucede, a medida que aumentan dejan de ser murmullos para ser charlas normales. Así pasaba también esa noche hasta que Pablo se dispuso frente al auditorio y, luego de algún que otro chascarrillo para ambientar al grupo, informó sobre la película de turno.
Tocó una película de la directora japonesa Naomi Kawase, titulada Una Pastelería en Tokio, de 2015. Según Pablo, desde La Hendija que no proyectaban material de esta autora, que se caracteriza por historias íntimas en búsqueda de la identidad, muchas veces autobiográficas. Casi dos horas después, donde las risas, los asombros, la ternura y las emociones no faltaron, se prendieron las luces y se dio por concluida esta última función previa al parate de dos semanas por las vacaciones de invierno.


LA IMPORTANCIA DE SOSTENER ESPACIOS


El Cine Club Musidora cumplió 10 años en mayo y desde entonces proyectan materiales audiovisuales por fuera de las grandes carteleras de los cines comerciales. Según Pablo, “buscamos películas que no estén en los cines. Si bien a veces nos pisamos, nunca lo hacemos cuando están en cartelera. En un momento decíamos que pasamos películas que no estaban en las plataformas, pero ahora llegaron y hay más acceso. Ahora buscamos propiciar el encuentro entre cinéfilos”.

Después de una década a puro cine, el Cine Club fue creando su propio público que lo sigue desde sus primeros años. Sin embargo, este grupo integrado por apasionados del cine, también se fue transformando con el tiempo. “Recibimos amigos y conocidos desde hace muchos años, pero también se fueron sumando grupos de jóvenes que se acercaron en alguna función y que les gustó el ambiente. Hemos llegado a ser 60 en algunas jornadas”, dijo Pablo”. Y agregó que “el proyecto busca seguir sumando a la rica historia de los Cine Club en Argentina, que cuenta con más de 100 años”. Estos espacios permiten el vínculo con la industria cinematográfica desde una postura no comercial sino más bien de culto y de encuentro. “Entendemos que nuestra función es generar el espacio. Sabemos que esto, además de ser un hecho social, también es político”, cerró Pablo.

La puerta se abrió y el frío se volvió a sentir. El saludo previo entre amigos antes de dividirse en sus caminos no faltó, como tampoco lo hizo la promesa de volver a reunirse y encontrarse el miércoles 24 de julio, que será la próxima función del Cine Club Musidora.


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