Recuerdos

El hombre que vio un Ángel con pelota y lo hizo volar hasta lo más alto

A horas de la final de la Copa América que marcará la despedida de Di María de la Selección Argentina, Rubén Tomé, el descubridor y primer entrenador de “Fideo”, recuerda los primeros pasos del futbolista y sueña con volver a verlo con la camiseta de Rosario Central.


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Sobre la calle Pedriel al 2000 un pequeño de tan sólo cuatro años hacía jueguitos con una pelota sobre la calle. Su habilidad ya dejaba entrever el talento natural de quien con el correr de los años se transformaría en un emblema de la Selección Argentina. Rubén Tomé se dirigía hacia el Club El Torito y vio como ese niño se desvivía por el fútbol. “En la cancha, tan chiquitito, era un animal, era diferente”, le dijo a este medio el descubridor y primer entrenador de “Fideo”.

La final de la Copa América de este domingo marcará, entre otras cosas, el retiro de una de las estrellas de la Selección Argentina, Ángel Di María. Títulos por doquier y un sin número de laureles que logró en su inmensa trayectoria profesional. “La carrera del futbolista es cortita. Lo hemos disfrutado, defendió los colores de nuestro país con todo el amor del mundo y a mí, que lo tuve de chiquitito, me llena de orgullo”, contó Tomé, emocionado hasta las lágrimas.

Pero la historia del gigante jugador se remonta a principios de los 90, cuando con tan sólo cuatro años de edad “Fideo” empezaba a sacar a la luz su genio. “Un día iba hacia el club, pasé por su casa y lo vi haciendo jueguitos con la pelota en la calle de tierra. Me acerqué, hablé con su madre y le pregunté si lo podía llevar a practicar. Me dijo que sí, pero que en realidad él ya lo estaba haciendo. Ahí me di cuenta de que el flaquito entrenaba con los chicos más grandes, de categoría 1986, porque no había nenes de su edad, división 1988”, recordó Tomé con lujo y detalle.

Di María se transformó en el primer pequeño categoría 1988 en El Torito y fue el propio Tomé, el que lo había descubierto, quien se dio el lujo de armar el equipo para los niños de su edad. “Tuve la suerte de organizar esa división y tenerla a mi cargo durante dos años. En la cancha, tan chiquitito, era un animal, era diferente. Siempre llegaba primero a las prácticas, lo llevaba la mamá en bicicleta. Inflábamos las cinco pelotas que teníamos y él se desesperaba para hacer torneos de dominadas”, contó.

El “flaquito”, como lo recuerda con todo el amor su primer formador, dio cuenta que su apodo de “Fideo” era una descripción exacta de aquel pequeño gigante. “Venía con sus piernitas y manos sucias de carbón. El padre tenía una carbonería y él lo ayudaba. Cuando jugábamos los fines de semana que le poníamos el conjunto del club, como no había medias tan chiquititas para esa época, se las teníamos que atar con un cordón para que no se les caigan”.

Todavía persiste en su memoria el momento en que Angelito dejó El Torito para comenzar a desplegar sus alas. “Un día llegó el papá y me dijo: ‘Rubén tengo una mala noticia’, pensé lo peor. Y ahí me comunicó que se lo llevaba Rosario Central a cambio de 10 pelotas, algo que todavía estamos esperando”.

Sobre el final, Tomé no escondió su fanatismo por Rosario Central y dejó entrever su sueño de volver a verlo con la camiseta Canalla. “Tengo la ilusión de que regrese. Sería terminar de cerrar una hermosa historia con este flaquito que tantas alegrías nos dio a los argentinos”.


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