Las playas, el sol y ese candor que despierta Miami, se rinden ante este equipo de Scaloni que buscará un nuevo título de América ante Colombia. Se juega este domingo, a las 21, de Argentina.
Nos vamos acercando a otro hecho histórico para el fútbol argentino. Las palpitaciones y el deseo de volver a ver a Messi levantar una copa no cambian. Pero confieso que la antesala, las vísperas, se viven más relajadas, sin esos temores y ansiedades de otras finales, cuando tanto costaba llegar a la cima. No es subestimación al rival ni mucho menos exceso de confianza. Puede ser acostumbramiento. Este proceso virtuoso por donde se lo mire, con una racha de 36 partidos invictos en su momento, o estas apenas dos derrotas en 62 partidos, con cuatro finales en apenas tres años (y las tres ya jugadas, también ganadas), han provocado un estado de tranquilidad que modifica aquellos ánimos alterados, fervorosos y con tantos deseos de un éxito que se postergaba en los otros tiempos, cuando había finales perdidas y procesos que nos llevaban al fracaso.
Esta “máquina de ganar” como he definido a la selección de Scaloni, naturaliza todo. Obvio que para llegar al éxito hay que transitar un camino, pero ese camino de Argentina apenas tuvo un sobresalto en esta Copa América y fue el partido en Houston con Ecuador. Nunca estuvimos en riesgo cierto de perder como en ese partido, en la definición por penales y cuando Messi picó la pelota y la estrelló en el travesaño. Luego, el andar de Argentina tuvo dos características bien claritas: 1) el no brillo; 2) la sensación de que al partido se lo ganaba en cualquier momento. Insisto, salvo aquella noche calurosa y húmeda de Houston.
Cierro los ojos y hay recuerdos varios de choques ante Colombia. El que salta a la vista tiene que ver con la derrota y es el 5 a 0 en el Monumental. Ese equipo de Pacho Maturana puso en jaque la clasificación a Estados Unidos 94, precipitó el retorno de Diego Maradona y el sufrido e indeseado repechaje ante los australianos. Pero también hay momentos felices, como el gol del Piojo López a Mondragón o aquél de Biglia en una tarde insoportable en Barranquilla. O también esa victoria con una actuación notable de Messi, cuando la selección dio vuelta el resultado en Colombia y Messi, que entró silbado a la cancha, se fue ovacionado por miles y miles de colombianos. Y también el tiro libre fantástico en San Juan, por Eliminatorias.
Colombia nos espera con técnico argentino y con el fútbol más pulcro y continuo que se vio en esta Copa América que va terminando en medio de polémicas y las muy duras declaraciones de Marcelo Bielsa, que señaló un montón de verdades, arrancando por una organización que ha dejado muchísimas grietas: campos de juego en mal estado, quejas continuas, campos de entrenamiento que también motivaron enojos, etcétera. Todo esto a dos años de la organización de un Mundial y en un país que, por sobre todas las cosas, no se destaca precisamente por la improvisación, el desorden o la imprevisión.
Pero Colombia también nos espera con un invicto de 28 partidos, de los cuáles hay 25 de ellos que son responsabilidad de Néstor Lorenzo, un ex marcador central de buena presencia que arrancó en Argentinos Juniors allá por los 80, que hoy tiene 58 años, que jugó en Europa y luego volvió al país para ponerse la camiseta de Boca (entre otras) y que además disputó la final del Mundial de Italia de 1990, que, justamente, fue su último partido con la celeste y blanca. Después, lanzado a la carrera de entrenador, fue ayudante de campo de José Néstor Pekerman, un hombre muy importante para el desarrollo y crecimiento del fútbol argentino desde su proyecto en juveniles. Y con él, dirigió a Colombia. Allí le vieron la “pasta” y resolvieron contratarlo para llevar adelante este proceso. No se equivocaron.
Scaloni se ha destacado por hacer siempre cambios. Pasó en el Mundial (nombres y esquemas), está pasando en esta Copa América. Daría la impresión de que este será el partido en el que menos retoques habrá. Scaloni parece no temerle al buen juego aéreo de Colombia, porque en ese caso pensaría en tirar a Otamendi a la cancha; tampoco en la buena generación de juego en el mediocampo, porque se inclinaría por Paredes o algún volante con más capacidad de recuperación. No se sabe a ciencia cierta cuál será el equipo, en definitiva, pero la posibilidad de repetir los once es una chance cierta y abierta. Montiel está recuperado, confía en ese terceto ofensivo con Messi, Di María y Julián Álvarez (el mismo de la final con Francia en Qatar) y utiliza, un año y medio más tarde, gran parte de la base de la formación que nos llevó a la gloria. Por no decir a todos.
Los recambios son muy importantes, necesarios y fundamentales. Scaloni ha mechado juventud en este plantel, pero los que enarbolan las banderas del éxito siguen siendo los mismos. Eso es hambre de gloria, algo que pudo haber faltado en los otros seleccionados nacionales campeones del mundo. Cuando Menotti llegó a la cima, al año siguiente le fue mal en la Copa América y fracasó en el Mundial 82 contando con el “refuerzo” de Diego Maradona. Luego, con Bilardo pasó lo mismo: campeón del mundo en el 86 y triste cuarto puesto en la Copa América del 87, que se jugó en la Argentina y que esa selección cayó justamente ante Colombia en el partido por el tercer puesto.
Hay otra copa al alcance de la mano. Otro título que se espera con más tranquilidad, sin desbordes, con mucho júbilo y entusiasmo, pero sin presiones. Se disfrutará y mucho, aunque nada podrá igualar a aquello de Qatar, que fue lo máximo. Ya nadie se acuerda de ese Messi “que no ganaba nada con la selección”, ya nadie le reprocha que “con Barcelona hace lo que no hace con la selección”. Él es el gran capitán de un grupo de jugadores que supieron auto potenciarse unos a otros. A nadie le pesa la camiseta, todos entran y rinden, todos mejoran hasta lo que hacen en sus propios clubes cada fin de semana y tienen una mentalidad ganadora como nunca antes se vio, al menos en los últimos tiempos y hasta involucrando también a aquellas selecciones que llegaron al mayor de los éxitos, que fue el de ganar un Mundial.
Será el cierre de Di María en la selección (toda una leyenda), será también el partido que –en caso de ganarse– ponga a Argentina en soledad, arriba, en el primer lugar del podio de ganadores de la Copa América, una de las competencias más antiguas del mundo. Le dará un título más a este grupo que está haciendo historia. Y que este domingo, cuando se levanten, volverán a sentir seguramente ese mismo cosquilleo previo del inolvidable 18 de diciembre de 2022 que jamás olvidaremos.