Dos organizaciones sociales de Concordia se unieron y crearon una ONG que busca educar e insertar a los “postergados” en la sociedad. Su trabajo valió una nominación a un premio nacional.
En medio de un barrio con calles de tierra hay un salón, lleno de niños y no tan niños leyendo, practicando sumas y restas, riéndose. Allí, en el medio de un barrio lleno de necesidades hay voluntarios que se acercan para tratar de dar un futuro a quienes se atreven a soñar, aunque “no tengan los recursos”.
“Volando alto” es una ONG que se conformó el año pasado, cuando se unieron dos organizaciones sociales: “Ángeles callejeros” y “Toda una vida”. Los integrantes de estas organizaciones decidieron trabajar juntos y formaron el grupo que ahora se hace presente en los barrios para poder dar una ayuda y algo más a quienes parecen ser invisibles.
Concordia lleva el estigma de ser una de las ciudades más pobres del país. A pesar del trabajo que llevan adelante desde el Estado y las organizaciones sociales, esa estadística negativa sigue vigente, y en tiempos de crisis, más que nunca.
La ONG que busca dar alas a personas de zonas carenciadas para que puedan llegar lejos trabaja en dos barrios en los que la pobreza se hace sentir: Benito Legerén y el asentamiento de La Bianca. A los salones (Centros de Desarrollo de Oportunidades) asisten unas 160 personas de 4 a 18 años, pero también adultos. “Buscamos que puedan complementar aprendizajes para volver a la escuela o que puedan conseguir un nuevo trabajo o comenzar una nueva carrera”, aseguran. Pero además de la enseñanza, brindan programas complementarios y también talleres de alimentación saludable, ESI e inglés.
DERECHOS VULNERADOS
Felicitas Silva es una de las integrantes de la ONG. Aunque nació en Buenos Aires, decidió vivir en Concordia y tratar de cambiar la realidad que encontró en los barrios. Durante uno de sus días de trabajo, contó a Mirador Entre Ríos cómo funciona el grupo que integra y por el que está nominada a un premio.
–¿Qué es Volando Alto y por qué se formó?
–Nos encontramos en un festival del día del niño con Franco Bollini, que estaba en este camino con su organización Ángeles Callejeros, necesitábamos tener más fuerza y nos unimos. Soñamos con que nuestros protagonistas puedan volar alto y tener un proyecto de vida para salir adelante de su realidad. Lamentablemente en Concordia tenemos un 69% de pobreza infantil y fuimos la ciudad más pobre. La realidad es muy compleja y hay mucha gente que sufre. Trabajamos con chicos que tienen muchos derechos vulnerados, por eso buscamos que puedan tener herramientas a través de la educación y que sea la llave para transformarse. Ellos cambian, se sienten abrazados, acompañados y pueden soñar con volar alto.
–¿Cómo trabajan con esos chicos con realidades tan difíciles?
–Tenemos el programa cimientos, que es de alfabetización, en el que los chicos empiezan a leer y escribir, y también hay clases de matemática. También tenemos lo que llamamos alfabetización digital, porque estamos preparando a los chicos del futuro y sabemos que el entorno digital y las habilidades digitales son claves, así que trabajamos con plataformas. La mayoría de las familias de los chicos de los barrios en que trabajamos no tienen computadora en su casa, la realidad es que siquiera tienen teléfono, hay poco acceso a la tecnología y eso genera una brecha no solo para hoy, sino para el futuro, por eso comenzamos con el programa para brindar oportunidades a través de herramientas digitales.
DESDE LA RAÍZ, LA EDUCACIÓN
–¿Cuándo decidiste volcarte a esto?
–Desde chica el trabajo social me motivó mucho, creo que cuando nos encontramos con el otro corazón a corazón las cosas se transforman. Estudié durante dos años Trabajo Social y me encontré con que siempre agarramos tarde los problemas, y ahí entendí que la educación es la herramienta para llegar antes. Creo que es la semilla para que puedan ir creciendo brotes de luz, de esperanza.
Mi historia personal tiene que ver también. La escuela primaria me costó mucho y de grande descubrí que tenía dislexia, que ahora se habla de eso, pero antes no. A mí me costaba mucho todo, tenía mucha frustración, mucho enojo, le ponía mucha dedicación y mi madre me acompañaba, pero no fue fácil. Al tiempo, estudiando en el profesorado descubrí que había chicos que no podían leer y escribir, pero que con una semana de enseñanza sistematizada y acompañada avanzaban rápidamente, entonces notaba que no había problemas específicos de aprendizaje, sino que necesitaban acompañamiento para ir gradualmente.
Cuando vine a Concordia encontré chicos grandes que no sabían leer ni escribir. Esa es una deuda muy grande, pensaba en el futuro del país si hay personas tan grandes que no saben leer o no comprenden lo que leen. Imaginaba un país en el que las personas no tengan comprensión. Todo eso me parecía desalentador, pero cuando veo el avance de los chicos, cómo progresan, esa desesperanza se convierte en luz.
–Al no ser de Concordia ¿Qué es lo que más te impactó y movió a ayudar?
–Soy de Buenos Aires y me mudé a Concordia hace tres años con este proyecto, así que empecé a conocer. Cuando vimos que los chicos que no sabían leer en marzo tampoco sabían hacerlo en diciembre empezamos con el proyecto en nuestro Centro de Desarrollo de Oportunidades. A mí me impactó la cantidad de derechos vulnerados que hay. Nacemos en un contexto y tenemos ciertas oportunidades que otros no. Por ejemplo, cuando empezás a conocer los problemas por la pobreza estructural te impactan y entendés la gravedad del asunto. Hay chicos que vienen a buscar un abrazo por situaciones de violencia en su casa, otros que quedan afuera de muchas cosas por estar sucios y vos entendés que es porque no tienen baño, porque tienen que pedir a un vecino, entre otras cosas. Hay niños que no tienen el derecho a jugar, que deben crecer de repente, eso muestra que nos está pasando algo muy grave y supe que había que actuar.
NOMINACIÓN
Como representante de la ONG, Felicitas está nominada al premio Abanderados por una Argentina Solidaria, de la Fundación Noble. Según explican quienes nominan “es un premio anual que reconoce a aquellos argentinos que se destacan por su dedicación a los demás, difundiendo su ejemplo para inspirar a toda la comunidad”.
Aunque siente alegría por la nominación, destaca que es una oportunidad para dar a conocer en otro ámbito a “Volando alto”. “A mí me postularon mis amigas y un hombre que conoce nuestro trabajo. Desde ahí tuve que presentar un formulario y papeles que avalen todo. Para mí es un honor enorme que nos mencionen y den a conocer lo que hacemos, porque somos una organización que empezó hace poco, pero estar todos los días poniendo el cuerpo y ver que tiene resultados es el verdadero regalo, más allá de que esta oportunidad de ganar este premio es linda también”, mencionó. “En el premio abanderados se nombra a uno, pero sin mi equipo no sería nada. Somos tres cofundadores, pero sin los voluntarios, que ponen el corazón y el alma no podríamos hacer nada”, aseguró luego.
El jurado designó a los ocho postulantes, de Entre Ríos está solamente la ONG de Concordia y debe votar la gente. La votación comienza el 8 de noviembre en la página web de Abanderados. “Dejaremos el código de votación en nuestro Instagram, así la gente puede ingresar y ayudarnos”, concluyó Felicitas.