Diego Margutti ofrece su segundo poemario, reunido por el cuidadoso trabajo del sello Eneroeditorial. Un conjunto de casi cincuenta textos que expanden la palabra hacia adelante y hacia atrás, como mapa para vencer la encerrona de la selva contemporánea.
Diego Margutti desde hace años es rosarino por adopción, pero no se olvida de su DNI que dice que nació en Venado Tuerto, hace más de cuatro décadas. Es amante de las plazas y da a conocer que tiene dos buenos hábitos: beber ocho litros de agua al día y la lectoescritura solitaria y grupal de poesía. Esto último lo llevó a formar parte de Perfeito.Ediciones, un colectivo que desde hace unos años publica no sólo producciones poéticas propias y de la ciudad, sino que comienza a expandir su rico universo.
Recientemente, Diego acaba de publicar con el sello eneroeditorial su segundo libro de poemas, Supervivencia, que se suma a Fósforo, su anterior producción hija directa de la colección de Perfeito.
Supervivencia es un libro que el autor trabajó en el devenir de los textos con Beatriz Vignoli, poeta encargada de escribir la reseña de contratapa además de marcar una gran influencia.Foto: gentileza
Supervivencia es un libro que el autor trabajó en el devenir de los textos con Beatriz Vignoli, poeta encargada de escribir la reseña de contratapa además de marcar una gran influencia. El libro está compuesto de cuarenta y ocho textos que se reagrupan en torno a un texto bisagra “supervivencia” que rompe la paridad en cuarenta y nueve escritos, que sin ser autobiográficos, definen una autorreferencia.
En el fulgor de fuegos de artificio, los versos en prosa de Diego iluminan con ironía y de forma lúdica la vida infantil que se fue y la adolescencia costumbrista de Venado Tuerto, como brújula hacia el futuro. Tapón: “inserto en herida de bala/ se ensancha y obtura” en el presente situacional de una Rosario que lo abraza en la vida adulta.
“Mi viejo, en su taller de carpintería, haciendo molduras/ a una tabla con el tupí, perdió el pulgar derecho./la máquina escupió ralladura de dedo. Tuvo que aprender a martillar con la otra mano”, escribe Diego en el poema “taller de poesía”, con el guante de una ironía que maneja con astucia lúdica, porque como escribe el maestro Gabriel García Márquez: “En última instancia, la literatura no es más que carpintería. Con ambas trabajás con la realidad, un material tan duro como la madera”.
-¿Cuándo comenzaste a escribir estos textos?
-Los textos de este libro fueron escritos desde la mitad de pandemia, en adelante, donde armé un grupo textual bastante más grande, de unos setenta textos, y fui viendo si había algo que integre un cuerpo. Los compartí con muchas amistades, estoy acostumbrado a escribir de manera colectiva.
-El libro encuentra la mirada de la maestra Vignioli, ¿cómo fue la experiencia?
-Sí, los trabajé en taller con Beatriz Vignioli, que se llamaba ARS POETICA, a través de la plataforma hola@casadelapoesia.com . Es un taller que hicimos de grupos textuales, donde trabajamos mucho el libro en sí. Trabajarlo con ella fue darle un viraje. El grupo de textos se llamaba en principio “sillas” y ella me hizo hincapié en el texto que se llama “supervivencia”, que casualmente es el más disímil del resto.
Cuándo me explicó que sentía ella con el texto y por qué le parecía potente, volví hacia atrás y puse ese escrito en el medio, como texto bisagra y fui colocándole otros adelante y atrás. Así lo fui trabajando y encontré que tenía muchos escritos que hacían referencia a una mirada de la niñez y adolescencia, con referencia a Venado Tuerto, a las costumbres y momentos de mi pueblo. Luego coloqué textos que tienen que ver más con la vida adulta, particularmente con lo que me atraviesa a mí, aunque no son escritos autobiográficos.
El taller era virtual, y había escritores de distintos lugares del país. Había una escritora de Buenos Aires que al tiempo me escribió diciendo que tenía una editorial conocida, que estaba buscando ampliar su colección de poesía, con voces que no sean de Buenos Aires. Así llegué a estar en contacto con eneroeditorial.
-¿Con qué editorial te encontraste?
-Encontré una editorial con una sensibilidad muy parecida a la que tenemos en Perfeito, por como nos importa el libro objeto, en tanto artístico, desde la tapa, gráficos internos, tipografías y su seguimiento. Un concepto que hablamos mucho es el de nacer y el de maternal un libro. Nacer un libro es escribirlo, publicarlo y después que suceda lo que suceda. Maternal un libro es no abandonarlo una vez que se publica, acompañarlo y hacerle un seguimiento ya sea en las presentaciones, en las librerías, ferias, en los medios, etc.
Con la edición del libro la editorial me devolvió una reseña con la cual recogieron palabras claves y con ellas generaron el gráfico de mapa en mano alzada. La hoja donde está el diseño se le llama “Hoja de cortesía” y la misma expande la sensibilidad de los textos, y eso es hermoso.
-¿Qué vivenciás del trabajo de lectoescritura grupal?
-Vivencio que el compartir talleres, escritura, lecturas y el trabajo colectivo genera esta red, como hacemos también en la editorial Perfeito. Las redes van moviéndose cuando ponemos en juego lo que leemos y lo que escribimos, que para mí son la misma cosa. Yo siento que hay una parte mía que es la lectoescritura y una parte particular de leer que es la lectura en talleres, es decir, la lectura colectiva donde hay otras fibras alternativas que se mueven.
-¿Cómo definís tu presente en relación a la poesía?
-Mi presente está latente en todo momento con la editorial Perfeito, donde tenemos seis libros a publicar en futuro. Creo que nos va a llevar todo el año que viene. Dos son traducciones y cuatro libros de voces rosarinas. La editorial es un gran canal de poesía que me lleva a flote. Lo que más me da la escritura es todo lo lúdico y el juego. Mantengo en la escritura mi espacio de diversión, pero teniendo en cuenta toda la seriedad que es el juego. El jugar de niño, es jugar de una manera seria, y siento eso. En supervivencia se ve, porque hay textos generados a partir de textos científicos. El primero es un texto de definición de una hormiga. Hay un texto que se llama “hay pista firme”, que está basada en una nota periodística de hace muchos años, de un diario del pueblo donde yo vivía. En “asado” lo que hice fue trabajar palabras que orbitan en un asado, agarre un diccionario y puse la palabra “forma” y lo que hay en un costado de cada palabra es diferentes definiciones de la palabra “forma”. Es decir, el libro está muy cargado de elementos lúdicos.
Trazos de un camino que, también, desafía mandatos y se opone a lo que se sabe. Un mapa que se dibuja con un lápiz, que deja una huella indeleble de los pliegues, las estrías. Plano topográfico del relieve de la superficie de la dermis, de una región de lo que se piensa, de una zona que palpita, del mundo que habita en la memoria, de lo que se olvida, del territorio que se elige y se desecha. Un mundo que es único, una tierra desconocida y que se explora y se ocupa con lo que se tiene, a pequeños pasos, a tientas intermitente. Se avanza y se retrocede. Se trepa y se anuda. Un mundo que nace irrepetible, asombra, inquieta, se mece entre los vacíos.
Supervivencia es un mapa que se dibuja a mano alzada sobre un calco que se superpone a otros mapas rígidos y disciplinados. Es una piel delgada que sutil se expande e ilumina.
Diego Margutti (Venado Tuerto, 1981) vive en Rosario y es miembro de una editorial de poesía de gestión colectiva que se llama Perfeito, con la que publicó su primer poemario Fósforo. Es amante de los espacios abiertos, y considera no solo el aspecto lúdico de la escritura, sino también el colectivo, ya que “a escribir se llega junto a otras personas”.