Una historiadora busca respuestas a los silencios familiares en torno al entierro de la biblioteca de su padre durante tiempos de la Dictadura, y para ello, la desentierra 42 años después y encuentra respuestas en otros lazos sobre esta historia que es intrínseca a la sociedad argentina.
En 2018 la historiadora e investigadora rosarina María Julia Blanco se sintió impulsada por el interrogante sobre qué ocurrió con toda una biblioteca que su padre, militante socialista, había enterrado durante la dictadura cívico militar en San Gregorio, un pueblo de la suela de la bota de Santa Fe, y sobre por qué él nunca decidió volver para desenterrarla.
Este viernes será el flamante estreno del resultado de esa investigación: “Desentierros. Los libros que no heredamos”, un largometraje documental, y tendrá tres funciones durante el Festival. Será en la sección Panorama Argentino, de proyección fuera de competencia, en un espacio para mostrar nuevas voces y formas del audiovisual nacional.
Este viernes será su estreno internacional en La Feliz, con la presencia del equipo de rodaje.Foto: gentileza
El documental de Julia Blanco es su ópera prima, con la producción de Agustín del Carpio y Pamela Carlino. Es una de las cuatro películas santafesinas que participan, junto a “Romeo y Ofelia” de Gustavo Postiglione” (que se verá en la competencia de Largometrajes Argentinos), “El obituario incompleto” de Jésica Aran y Francisco Matiozzi Molinas (en la competencia de Cortometrajes Argentinos), y “Eco y reverberancia” de Fernanda Taleb (que se verá en la sección Historias Breves).
Se podrá ver en Paseo Aldrey (Sala Aldrey 2) el viernes 22 a las 16:50; el sábado 23 a las 22:50 (estas dos funciones con presencia del equipo del film para dialogar luego de la proyección); y el domingo 23 de noviembre a las 13:50. Las entradas pueden adquirirse en la página web del Festival.
“Desentierros, los libros que no heredamos” indaga en la memoria sobre esos libros ocultos, siguiendo el relato de la familia de Julia, que permanecieron escondidos durante 42 años junto a las vías del ferrocarril de ese pueblito, donde se evidencia “otra historia nacional enterrada”.
Historiadora de profesión, cientista y biblióloga por elección, Julia es directora y protagonista con una narrativa donde expone el método, la exposición y el análisis de esos libros como prueba tangible de una historia familiar y que es nacional. En el deterioro de esos libros que recuperó se evidencian las grietas de silencios y olvidos en la transmisión de los relatos de la historia argentina.
En este largometraje, lo que no se dice también tiene un lugar, y sus personajes, incluida su propia directora y protagonista, se autocensuran. “En mi caso particular, esa es mi pelea, sacar lo que está contenido y llevarlo a una contradicción entre personaje y realizadora, que puede decir en off lo que no puede comunicar en persona”, explicó Blanco. Sobre esos silencios y sobre todo el proceso de producción, la historiadora y cineasta dialogó con Mirador.
-Los personajes se autocensuran y vos reconocés ese asunto en torno a lo que ocurrió con tu historia familiar.
-Hacer el documental fue obligarme a salir de la autocensura. Abordar los temas que se había aceptado que no se hable demasiado. En el film se nota bien que hay lugares a los que no voy. No busco incomodar más de lo que ya se hace al llevar una cámara. Juego con eso, aceptar que nos cuentan hasta cierto punto, y queda el espacio para analizar e imaginar. No espero resolver la cuestión de la autocensura, sino pensar si eso se hereda también.
-Los silencios familiares son recurrentes en estas generaciones que escaparon de las guerras mundiales y la Shoá, así como las que vivieron la Dictadura. Como historiadora, ¿tenés una reflexión sobre esto tan recurrente como “trauma social”?
-Es interesante el problema del trauma histórico, y que traigas la Shoá como antecedente. Hay algo de eso en el documental. Por un lado, está la cuestión de la dificultad de transmisión para quienes vivieron situaciones muy traumáticas, ilustrar con palabras, recuerdos o imágenes aquello que vivieron. Muchas veces es tomado por ellos como un imposible, y eso dificulta mucho la transmisión a las nuevas generaciones, encontrar las palabras. Primo Levi fue un referente en la materia, sobre entender ese trauma en particular y los límites para el sobreviviente. La figura del que sobrevive también es interesante con sus contradicciones, se vive con culpa de haber sobrevivido, y no hay lo que reivindicar.
"Vivimos en épocas en las que es difícil pensar la memoria si sos víctima en términos literales. Los matices a los que Primo Levi refiere son difíciles de narrar. Y para quien vivió la última Dictadura intentaban “una vida normal” en medio de que había desapariciones en centros clandestinos de detención".
"Desde la historia es fácil mostrar cómo funcionan los genocidios y tensiones, pero desde la experiencia familiar y la comunicación de padres e hijos es mucho más difícil. La memoria está hecha de olvidos y silencios ruidosos, a veces más que la narración. A veces hay imágenes muy duras, y pocas veces son experiencias de primera mano para nuestras generaciones".
Este viernes será su estreno internacional en La Feliz, con la presencia del equipo de rodaje.Foto: gentileza
No hay duda que la última Dictadura es un trauma histórico del que no se sale porque es una cicatriz. Exploramos esa cicatriz y nos llegaron sus consecuencias, impactos y maneras de construir “la pos-dictadura”.
-¿Cómo pensaste la idea de postular tu film en este prestigioso festival de cine del país pero internacional? ¿Y cuál es tu expectativa?
-La decisión de presentarnos en este, así como en otros festivales fue porque evaluamos con los productores, y por el prestigio del festival, significa un capital simbólico muy grande estrenar allí. Llegamos a esta edición llena de polémicas y dificultades porque el cine argentino está en riesgo. Estamos contentos que este sea el arranque de circulación del film, aunque a la vez estamos entristecidos y preocupados porque no es el mismo festival en términos de presupuesto, organizaciones y personas del cine que se bajaron. Pero apostamos a la continuidad del festival, con orgullo de ser parte de eso.
"También iremos al festival de cine que se hará allí en simultáneo, Contracampo, para ver otras proyecciones. Es importante para nosotros estar en ambos lados sosteniendo el cine. Nuestro posicionamiento está en la propia película. Estamos contentos de que se vea en el festival lo que tenemos para decir".
-Tu carrera como historiadora te llevó a historizar algo de tu propia familia, y el formato que le diste es el del audiovisual. ¿Por qué este recurso, al que imagino fuiste conociendo en el camino, llevó a que esta investigación termine siendo un largometraje documental?
-Las ganas de que sea un documental estaban al comienzo. Decidimos llevar una cámara al desentierro de los libros. En ese punto no sabía bien para qué iba a servir ese material, pero sí entendía que el registro audiovisual iba a ayudar a narrar cuestiones en relación al libro, las bibliotecas con las que crecimos y los fantasmas de esa biblioteca.
"El documental fue creciendo después en la medida que surgió el interés en otras personas. Productores que quieran narrar la historia, pensar un guion. Sirvieron los subsidios de formación del INCAA y el Recurso Puente de la Municipalidad de Rosario, y los procesos de desarrollo del Laboratorio Audiovisual de Documental de Creación Señal Santa Fe, Incubadora Documental INCAA, Nuevas Miradas de la Escuela Internacional de Cine y TV (CUBA), FIDBA, Territorios, Conecta (Chile) y Pulsar Santa Fe".
Encontramos gente del mundo documental que dialogaba con los intereses narrativos de este género en la actualidad. Eso nos llevó a trabajar en muchas instancias de desarrollo y Work in Progress, donde aparecían preguntas que nos reformulaban para aclarar lo que queríamos contar. Estas cosas nos llevaron a que estemos confiados de que esto sea un largometraje.
El desentierro fue filmado en el 2018, y fue largo el proceso de ir encontrando nuevas preguntas y diálogos con los públicos que encuentran en el audiovisual maneras de explorar los silencios y los tiempos no lineales, que son maneras de contar más claras que un libro o un paper.
-Cuando la comenzaste a filmar me contabas acerca de esa intención tuya de rescatar esos restos de libros “prohibidos” de tu padre, pero contar esta historia más allá de lo particular del vínculo con tu papá, como una historia universal de lo que se hereda familiarmente después de una Dictadura, de qué difícil es esa transferencia de la memoria y los silencios que los hijos buscan reconstruir. Sin ánimo de spoiler, ¿a qué reflexiones arribaste a lo largo de la exploración y del resultado de este documental?
-Fue ordenar qué cosas son de mis viejos y cuáles son mías. Qué elegimos heredar y a veces elegimos libros que estaban enterrados, que no estaban en sus planes que heredemos. Es lo sorpresivo de nuestra elección, y eso es parte del tono de la película.
Somos hijos de una generación con nuestros propios rasgos generacionales, y no buscamos cerrar ninguna descripción de quienes son ellos y nosotros, pero sí lo que nos pasa con lo que hemos recibido, y quizás renovar las preguntas.
Cuando empezamos a desarrollar la película nos decían “otra película sobre la dictadura”. Supongo que por la cantidad de documentales que hay de hijos de desaparecidos. Fuimos viendo que les debemos mucho a esas películas que nos antecedieron, pensando las nuevas generaciones donde el trauma aparece de costado, y las víctimas no aparecen como tales.
El resultado es más general, busca acercarse a una experiencia extendida a la Dictadura. Lo que nos interesaba no solo era la persecución a quienes militaban sino también como lo procesaban sus familias. Hay algo de la experiencia de quienes tomaron decisiones sin demasiadas herramientas políticas para pensar aquello que vivían, y hay algo también ahí para contar. Es decir, los padres y hermanos, que ayudan (por ejemplo, a esconder los libros), son vínculos que se refuerzan en ciertos contextos más allá de lo ideológico, lo que es más profundo y extendido que la cuestión de la militancia.
Duración: 87 min.
Dirección y guion: María Julia Blanco
Producción: Agustín del Carpio y Pamela Carlino
Montaje: Marina Sain (EDA)
Dirección de Sonido: Lautaro Zamaro (ASA)
Asistente de Dirección: Esteban Trivisonno
Postproducción de imagen: Alejandro Coscarelli
Color: Yami Brando.