Concordia

Su valentía llevó a la cárcel al "sanador" que abusaba de menores

Aldana fue la primera que se animó a denunciar a un parapsicólogo conocido en su ciudad. La causa avanzó y hubo tres testimonios más. El hombre fue condenado a prisión.


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El 26 de diciembre de 2024, pasadas las 8 de la mañana, Ramón Ángel Zabala, de 74 años, fue condenado a 19 años de cárcel tras un juicio que llevó unos meses, pero que resultó liberador de traumas y dolores que jóvenes mujeres cargaron por años.

El hombre había sido detenido tras la denuncia de una joven que se animó a contar su historia, luego aparecieron tres testimonios más que terminaron de complicar su situación judicial.

En apariencia, Zabala es un anciano que parece inofensivo, pero detrás de esa máscara de supuesta inocencia se esconde un verdadero monstruo. Aprovechando su fama de parapsicólogo “sanador” recibía en su “consultorio” a mujeres jóvenes, casi todas menores de edad que vivían situaciones confusas o dolorosas y buscaban respuestas. Una vez que entraba en confianza, después de algunas “sesiones de terapia”, aprovechaba el estado de dolor para saber cómo atacar y abusaba de ellas, en ocasiones incluso se dieron abusos sexuales con acceso carnal. Todo esto ocurrió, en algunas ocasiones, hace más de 15 años. Eso le dio la confianza suficiente para seguir atendiendo, hasta 2023, con el mismo modus operandi.

Lo que cambió la historia no fue una inspección, ni un control de ese “consultorio”, sino la valentía de una joven mujer, Aldana Pesis Liand, quien en abril de 2023 se animó a acercarse a la sede de Tribunales para realizar la denuncia ante la Justicia.

Aldana vivió el juicio con entereza. Fue a cada una de las audiencias y vivió con emoción la última, en la que finalmente condenaron al abusador que le quitó la inocencia. El camino no fue fácil, pero tomó la decisión porque no quería que le ocurriera a otras mujeres, especialmente comenzó a luchar luego de que fue mamá.


EL CAMINO


En diálogo con Mirador Entre Ríos, aseguró que, tras el juicio, siente que va a poder “descansar tranquila” y tomar dimensión de lo que logró luego de ver al abusador esposado y yendo a la cárcel.

“La decisión de denunciar la tomé hace casi siete años, cuando quedé embarazada de mi primera hija, que fue cuando pude contárselo a mi familia. Una de las cosas que él me dijo después de abusarme fue que no iba a poder tener hijos nunca. Me puse a investigar y me encontré con que no fui la única víctima de este hombre, así que empecé el camino para desenmascararlo y lograr que lo juzguen”, contó.

En su caso, el abuso se dio cuando tenía 13 años, y no comprendía bien lo que ocurría. “Él tenía un consultorio en la zona céntrica y muchísimos pacientes. A veces podías ir a las 5 de la tarde y recién te atendía a las 10 de la noche. Siempre remarcaba que él tenía muchos clientes, mucho poder, que incluso venían famosos a atenderse en Concordia y eso generaba un poco de miedo. Se aprovechaba de la vulnerabilidad de nosotras, aprovechaba que éramos muy chicas y nos dejaba mudas, no entendíamos bien qué pasaba, no lográbamos saber que eso no era correcto, yo tenía 13 años, pero ahora crecí y me animé a hablar. Quizás nunca se imaginó eso, pero agradezco a Dios que ahora a las mujeres se nos escucha”, indicó.

Acerca de su caso, detalló: “Mi papá falleció de cáncer cuando tenía 4 años y me llevó mucho tiempo el duelo. Caí en su consultorio porque estaba deprimida, tuve una etapa de mucha rebeldía y él encontró ahí, disfrazado de parapsicólogo y diciéndome que podía hablar con mi papá, el espacio para abusar de mí, para hacer cosas horribles”.

“No quiero ese mundo para mis dos hijos. No quiero que ellos vivan en la misma ciudad que un tipo que abusa, que ataca. Creo que dando el paso de hacer la denuncia yo demuestro que se puede confiar en la Justicia, que se puede denunciar para que esto no vuelva a pasarle a nadie jamás, que es lo que deseo”, detalló luego.

Al referirse a lo que le diría a otras personas que puedan estar pasando por lo miso, expresó: “Mi consejo es que hagan escuchar su voz, no importa el contexto, ni la edad, ni el tiempo que pasó. Los abusos no discriminan género, ni mucho menos edad. Necesitamos una Justicia que investigue, que acompañe a víctimas, que sigan con los procesos cuando su familia no sabe o no quiere acompañar. Antes de mi denuncia, en enero del 2022, a Zabala lo denunció una menor de edad, pero eso quedó en la nada por falta de acompañamiento familiar hacia la niña. Si en ese momento la Fiscalía ponía en foco lo que pasaba en ese consultorio, muchas se podrían haber salvado, pero no fue así, fuimos las cuatro denunciantes que llegamos después las que sacamos a la luz las atrocidades que esta persona hizo a lo largo de su vida”.


CONFORME CON EL PROCESO


Tras la condena, Aldana se mostró contenta, aunque considera que podría haber habido una pena mayor. “Estoy conforme. Si bien creo que él merece una condena mucho más alta por los antecedentes a lo largo de 40 años que tiene, logramos sacar de las calles una persona que hizo mucho daño y que nunca se iba a detener. Se tuvieron en cuenta tres de los cuatro casos de abuso por los que fue denunciado porque uno de los hechos fue en 2008 y la causa ya no estaba vigente”, aseguró.

–¿Tuvieron algún tipo de contención mientras se llevaba adelante el proceso?
–Contención tuvimos de forma privada cada una de nosotras. El Estado no nos brindó ningún tipo de ayuda psicológica, pero sí fuimos contenidas de alguna manera por los fiscales que llevaban en caso y por el equipo de la ETI (Equipo Técnico Interdisciplinario) al momento de las pericias.

–¿Te pidieron ayuda otras mujeres en medio del juicio?
–A lo largo de estos 2 años donde fui haciendo público cada paso que daba la causa me encontré con muchas personas tanto de Concordia como de otros lugares del país que me contaban lo que les había pasado. Hay muchos más casos de abusos no denunciados que los que se presentan ante la justicia. Gran parte de ellos se dan en un contexto familiar. Si bien yo como víctima ayudé a guiar y aconsejar a otras víctimas, muchas no denuncian por miedo.


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