Los cielos fragmentados del ayer

Alejandro Hugolini presenta el libro Viaje a la luna

La muerte y la infancia, instancias aparentemente alejadas, se revelan paralelas cuando la que muere es la madre. Las sensaciones enterradas en la memoria adulta, domesticada, algo cansada, retornan de forma siniestra al cuerpo. Se pliega el tiempo frente a la gran ausencia y el mundo cabe en un patio a la hora de la siesta. “¿Se termina el niño/cuando muere la madre?” se pregunta Alejandro Hugolini en Viaje a la luna (poesía, 77 p.), un regreso a los cielos fragmentados del ayer.
30-11-2021 | 16:26 |

Foto:Gentileza.
Damián Pettinari


Alejandro Hugolini, licenciado en Periodismo (UNR), es colaborador de los diarios Rosario/12 y La Capital de Rosario. Publicó anteriormente Llueve sobre rieles (Baltasara Editora, 2014) y La montaña y la noche (2020, Casagrande). Campos arados, tractores, alambrados, las chapas de un silo, imágenes agrestes que se entremezclan con montañas mágicas de un verano cordobés y fotos cuadradas de una Kodak, en un deambular liviano por el pasado, menos melancólico que asombrado. Pero también hay un otro deambular, más grave, de palabras inevitables: terapia intensiva, bata verde, pasillo blanco. Palabras llenas de dolor.

Como cantaba Trent Reznor de Nine Inch Nails “I hurt myself today / To see if I still feel / I focus on the pain / The only thing that’s real” (“Hoy me hago daño / Para ver si sigo sintiendo / Me concentro en el dolor / Lo único que es real”). Nos encontramos con versos descarnados que se resuelven con metáforas descriptivas: “La ansiedad de papá / devoraba los caminos / en un 404: / avisaba el viaje / dos horas antes, / cruzaba cinco provincias / en diez días, / fumaba tres paquetes diarios, / mordía la ruta y el horizonte / para encontrar siempre / los mismos problemas. / Nosotros detrás, / como una bandera / deshilachada”.

“Pienso en vos, / luna sobre el cielo / desfondado de Ibarlucea, / nuestra pequeña patria, / donde los abuelos / se doblaron / sobre el surco, / sobre la tierra / ancha y ajena.”, sin adjetivos inútiles Hugolini recuerda a sus antepasados, sangre de tierra y trabajo.

El reconocimiento al sacrificio materno como condición de posibilidad para su vinculación con la literatura se podría relacionar con el surgimiento de la figura del escritor y asalariado en las clases medias y populares de comienzos del siglo XX: “Me diste una infancia / con olor a tinta, / el primer Verne / y el primer Salgari. / Todo el día tejías, entramabas con paciencia / los pulóveres y el sustento”.

Viaje a la luna, libro impreso en el taller de artes gráficas El Molinillo de la Editorial Biblioteca Popular C. C. Vigil y de exquisita encuadernación artesanal, se presenta el jueves 2 de diciembre a las 19 en la misma Biblioteca Vigil (Alem 3.078, Rosario).

Alejandro Hugolini en primera persona
-¿Cuáles son las influencias que reconoces al escribir poemas?

-Los poetas que uno admira y que lee a lo largo de los años son los que terminan influyendo, a veces de modo muy indirecto, en la escritura. En el caso de la poesía, en un primer libro, ya quisiera yo encontrar marcas de los poetas que siento más cercanos: Leopoldo Marechal, Héctor Viel Temperley y Rogelio Barufaldi. La poesía, en tanto literatura, es infinita, inabarcable. Uno termina siendo siempre parcial, porque nombré a tres y no están muchos otros y otras con sobrados méritos. Más acá en el tiempo y en plena producción de su obra no puedo dejar de nombrar a Elena Anníbali, Julieta Lopérgolo y por supuesto Beatriz Vignoli.

-¿Cómo definirías tu poesía?
-Como un intento desesperado por atrapar ciertas epifanías, cierta memoria, por plasmar en palabras lo que inevitablemente se lleva el tiempo. La escritura siempre da esa ilusión de perdurabilidad, de eternidad, de poder convocar con la palabra ciertas personas, lugares y momentos que son importantes para la propia experiencia, para la propia vida. Sobre todo en este momento tan vertiginoso del mundo, donde la naturaleza se nos va haciendo más lejana, más inalcanzable. Y a cierta edad, también, las pérdidas suelen darnos un aviso repetido de nuestra finitud.

-¿Cuánto tiempo estuviste trabajando en Viaje a la luna?
-El tiempo de trabajo fue de aproximadamente un año, aunque la primera versión la escribí en un par de días. Yo atravesaba un duelo, bastante mal llevado, por la muerte de mi madre. Empecé a anotar gestos, palabras y recuerdos que temía olvidar, a veces en detalle, a veces como una palabra clave que me garantizaba la memoria. En ese momento leí un libro, luminoso para mí, llamado “Para que exista esa isla”, de Julieta Lopérgolo. Hablé con ella y, con mucha generosidad, Julieta me alentó a escribir y me asistió en cada etapa creativa. En ese ida y vuelta entre Rosario y Montevideo nació “Viaje a la luna”.

- ¿A qué responde la decisión formal de dividir el libro en cuatro capítulos: Tiempo, Mujer, Niños y Aire?
- Acaso el libro sea un largo poema narrativo, y como tal, lo cronológico está presente. Como es la historia de un vínculo, según creo cada parte del libro se titula en relación con lo narrado, con lo de mayor peso existencial. Fue curioso comprobar que los epígrafes de cada parte provienen de dos novelas, una crónica y finalmente un poema. Tiempo convoca a Leopoldo Marechal, Mujer a Daniel Moyano, Niños a Vasco Pratolini y Aire a Rogelio Barufaldi. Como en los relatos autobiográficos de León Tolstoi, podrían llamarse “Infancia, adolescencia, juventud”. Aquí se agrega la muerte, no la propia, naturalmente, sino de la madre, de la luna. Es esa la razón del viaje.



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