El homenaje de La Paz a Carlos Vila, con la escuela que lleva su nombre.
Foto:Melisa Curá
Conrado Berón
[email protected]
La gesta de Malvinas tiene muchas aristas; sobresalen palabras como patriotismo, honor, soberanía. Pero detrás de ellas, están las historias de quienes ofrendaron todo, hasta su vida. De los 34 soldados entrerrianos que murieron en Malvinas, nueve pertenecían a la tripulación del crucero General Belgrano. Uno de ellos, paceño; su nombre: Carlos Daniel Vila.
Nacido el 21 de mayo de 1950, Vila tenía recorrido dentro de las fuerzas armadas y era un marinero por vocación. Hijo de Juan José Vila y Elba Lamboglia, vivió su infancia en la casa ubicada en la zona de calles San Martín y 9 de Julio, y cursó sus estudios en la Escuela San Martín.
Su sueño era navegar en el mar. Sus padres no estaban muy de acuerdo, pero él insistió y perseveró, hasta que una tía que vivía en Paraná, lo apoyó en lo que le gustaba y así partió. Ingresó en la Escuela de Marinería (Isla Martín García) el 15 de marzo de 1969.
Ascendió a Marinero de Primera en 1970, a Cabo Segundo en 1971, a Cabo Primero en 1975 y a Cabo Principal en 1979. Prestó servicios en el Centro de Formación de Marineros, en el Rompehielos A.R.A General San Martín, en la Base Naval Puerto Belgrano, en la Fragata A.R.A Libertad, en la Lancha Hidrográfica A.R.A Cormorán, en la Secretaría General Naval y en el Crucero A.R.A General Belgrano, icónica embarcación donde encontraría su final.
Hoy, su nombre se encuentra en lo alto de la fachada de la escuela número 109, en La Paz, que acompaña a la capilla de Santa Rita, en el populoso barrio Puerto Márquez, también conocido como barrio Belgrano. Además, en ese mismo barrio se encuentra una calle con su nombre.
Para conocer algunos datos de Carlos Vila reproducimos un fragmento de una entrevista realizada por el recopilador histórico de La Paz, doctor Belén López, a la esposa de Vila, Lady María Ojeda. Ella, paceña también, hoy residiendo en la ciudad de Paraná, cuenta que Carlos amaba La Paz, siempre extrañaba su río y el andar en piragua con su hermano Juan Alberto.
–¿Tuviste contacto antes del hundimiento?
–Nos comunicamos antes de zarpar, el crucero tuvo inconvenientes, en tres ocasiones tuvieron inconvenientes para partir. Era como que me preparó, como que el barco no quería salir. Se fueron un 16 de abril, para siempre.
–¿Pudiste recoger algún testimonio sobre él, de los sobrevivientes?
–Su foja de concepto era 10. Muy querido por sus camaradas. En el momento del hundimiento, Carlos alcanzó a sacar a todos los soldados que tenía a cargo. Pero en vez de subir a las balsas de salvataje, él se volvió para ver si quedaba alguien y Dios se lo llevó. Hoy en día, cada 2 de mayo, la familia concurre a la escuela donde se realiza el acto conmemorativo a la persona que, con valentía y vocación por la patria, dejó su vida en una embarcación que fue un símbolo de la marina argentina y cuyo hundimiento rompió todos los tratados establecidos.
Los 1.093 tripulantes del crucero General Belgrano se aprestaban a soportar el mal clima. Nubarrones, oscuridad, vientos fuertes. Era 2 de mayo de 1982, por la tarde, en plena Guerra de Malvinas. Sin previa alerta, el buque se sacudió violentamente. Se sintió una tremenda explosión y se cortó la energía. De pronto, comenzó a elevarse por una de las puntas, cuando se escuchó una segunda explosión: faltaban 15 metros de barco en la proa. El fuego y el olor a quemado invadieron a los marinos argentinos.
En medio del caos ensordecedor y la oscuridad, comenzaron a utilizarse las balsas salvavidas. Los heridos se contaban por todas partes, siendo llevados en hombros por quienes conservaban el equilibrio, cuando el barco alcanzaba una inclinación ya de 20 grados y era necesario agarrarse de cuanto estuviera amarrado a la estructura, hasta que sin demora, se escuchó el grito de “¡Abandonen el buque!” y, minutos más tarde, mientras el hundimiento proseguía, con ruido de explosiones y una humareda blanca que se perdía en el cielo cada vez más oscuro, desde las balsas que habían podido alcanzarse se escuchaba: “¡Viva el Belgrano!”
A mediados de marzo de 1982, el Crucero ARA General Belgrano, con 44 años de funcionamiento y convertido en buque insignia de la Flota de Mar, se encontraba en mantenimiento, luego de un largo viaje, cuando le fue anunciado el alerta de la posible guerra con los ingleses. A poco de que las tropas argentinas pisaran suelos malvinenses, el 16 de abril, el buque zarpó hacia Islas de los Estados, en las aguas de Ushuaia, a fin de defender la línea de la costa, vigilar los accesos desde el sur a la zona de las islas e interceptar la flota enemiga de ser requerido. Mientras tanto, se aceleraba el entrenamiento y prueba de artillería. No faltó tampoco un nuevo atraque en puerto de Ushuaia y la asistencia, luego, de dos destructores y un buque petrolero de YPF.
El primer día de mayo, el crucero se encontraba rumbo a posiciones de guerra, pero en la mañana del 2, las órdenes fueron cambiantes, llamando a tomar posición de espera, al sur de las islas, fuera del área de exclusión declarada por Gran Bretaña. No obstante ello, el gobierno inglés da órdenes al submarino atómico Conqueror de torpedear y hundir el crucero General Belgrano. En su hundimiento, fallecieron 323 personas, casi la mitad del total de muertos argentinos en la guerra.
Fuentes consultadas:
http://escuela109delapaz.blogspot.com
www.elhistoriador.com.ar
[email protected]
La gesta de Malvinas tiene muchas aristas; sobresalen palabras como patriotismo, honor, soberanía. Pero detrás de ellas, están las historias de quienes ofrendaron todo, hasta su vida. De los 34 soldados entrerrianos que murieron en Malvinas, nueve pertenecían a la tripulación del crucero General Belgrano. Uno de ellos, paceño; su nombre: Carlos Daniel Vila.
Nacido el 21 de mayo de 1950, Vila tenía recorrido dentro de las fuerzas armadas y era un marinero por vocación. Hijo de Juan José Vila y Elba Lamboglia, vivió su infancia en la casa ubicada en la zona de calles San Martín y 9 de Julio, y cursó sus estudios en la Escuela San Martín.
Su sueño era navegar en el mar. Sus padres no estaban muy de acuerdo, pero él insistió y perseveró, hasta que una tía que vivía en Paraná, lo apoyó en lo que le gustaba y así partió. Ingresó en la Escuela de Marinería (Isla Martín García) el 15 de marzo de 1969.
Ascendió a Marinero de Primera en 1970, a Cabo Segundo en 1971, a Cabo Primero en 1975 y a Cabo Principal en 1979. Prestó servicios en el Centro de Formación de Marineros, en el Rompehielos A.R.A General San Martín, en la Base Naval Puerto Belgrano, en la Fragata A.R.A Libertad, en la Lancha Hidrográfica A.R.A Cormorán, en la Secretaría General Naval y en el Crucero A.R.A General Belgrano, icónica embarcación donde encontraría su final.
Hoy, su nombre se encuentra en lo alto de la fachada de la escuela número 109, en La Paz, que acompaña a la capilla de Santa Rita, en el populoso barrio Puerto Márquez, también conocido como barrio Belgrano. Además, en ese mismo barrio se encuentra una calle con su nombre.
Para conocer algunos datos de Carlos Vila reproducimos un fragmento de una entrevista realizada por el recopilador histórico de La Paz, doctor Belén López, a la esposa de Vila, Lady María Ojeda. Ella, paceña también, hoy residiendo en la ciudad de Paraná, cuenta que Carlos amaba La Paz, siempre extrañaba su río y el andar en piragua con su hermano Juan Alberto.
–¿Tuviste contacto antes del hundimiento?
–Nos comunicamos antes de zarpar, el crucero tuvo inconvenientes, en tres ocasiones tuvieron inconvenientes para partir. Era como que me preparó, como que el barco no quería salir. Se fueron un 16 de abril, para siempre.
–¿Pudiste recoger algún testimonio sobre él, de los sobrevivientes?
–Su foja de concepto era 10. Muy querido por sus camaradas. En el momento del hundimiento, Carlos alcanzó a sacar a todos los soldados que tenía a cargo. Pero en vez de subir a las balsas de salvataje, él se volvió para ver si quedaba alguien y Dios se lo llevó. Hoy en día, cada 2 de mayo, la familia concurre a la escuela donde se realiza el acto conmemorativo a la persona que, con valentía y vocación por la patria, dejó su vida en una embarcación que fue un símbolo de la marina argentina y cuyo hundimiento rompió todos los tratados establecidos.
El hundimiento
Los 1.093 tripulantes del crucero General Belgrano se aprestaban a soportar el mal clima. Nubarrones, oscuridad, vientos fuertes. Era 2 de mayo de 1982, por la tarde, en plena Guerra de Malvinas. Sin previa alerta, el buque se sacudió violentamente. Se sintió una tremenda explosión y se cortó la energía. De pronto, comenzó a elevarse por una de las puntas, cuando se escuchó una segunda explosión: faltaban 15 metros de barco en la proa. El fuego y el olor a quemado invadieron a los marinos argentinos.
En medio del caos ensordecedor y la oscuridad, comenzaron a utilizarse las balsas salvavidas. Los heridos se contaban por todas partes, siendo llevados en hombros por quienes conservaban el equilibrio, cuando el barco alcanzaba una inclinación ya de 20 grados y era necesario agarrarse de cuanto estuviera amarrado a la estructura, hasta que sin demora, se escuchó el grito de “¡Abandonen el buque!” y, minutos más tarde, mientras el hundimiento proseguía, con ruido de explosiones y una humareda blanca que se perdía en el cielo cada vez más oscuro, desde las balsas que habían podido alcanzarse se escuchaba: “¡Viva el Belgrano!”
A mediados de marzo de 1982, el Crucero ARA General Belgrano, con 44 años de funcionamiento y convertido en buque insignia de la Flota de Mar, se encontraba en mantenimiento, luego de un largo viaje, cuando le fue anunciado el alerta de la posible guerra con los ingleses. A poco de que las tropas argentinas pisaran suelos malvinenses, el 16 de abril, el buque zarpó hacia Islas de los Estados, en las aguas de Ushuaia, a fin de defender la línea de la costa, vigilar los accesos desde el sur a la zona de las islas e interceptar la flota enemiga de ser requerido. Mientras tanto, se aceleraba el entrenamiento y prueba de artillería. No faltó tampoco un nuevo atraque en puerto de Ushuaia y la asistencia, luego, de dos destructores y un buque petrolero de YPF.
El primer día de mayo, el crucero se encontraba rumbo a posiciones de guerra, pero en la mañana del 2, las órdenes fueron cambiantes, llamando a tomar posición de espera, al sur de las islas, fuera del área de exclusión declarada por Gran Bretaña. No obstante ello, el gobierno inglés da órdenes al submarino atómico Conqueror de torpedear y hundir el crucero General Belgrano. En su hundimiento, fallecieron 323 personas, casi la mitad del total de muertos argentinos en la guerra.
Fuentes consultadas:
http://escuela109delapaz.blogspot.com
www.elhistoriador.com.ar
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