Foto:Ignacio Izaguirre.
El protagonismo de Unión, su mayor ambición y el hecho de haber buscado durante todo el partido, no tenía relación con el resultado. Sólo la eficacia de haber atacado dos veces y convertir esos avances en goles, más la acumulación de jugadores de mitad de cancha hacia atrás que le quitó espacios al rival, hacía que San Lorenzo se estuviera llevando un premio exagerado. Pero llegó el desborde de Castrillón (una de las figuras) y la aparición del Rayo González para meter el cabezazo en la agonía del partido que le dio justicia total al resultado.
Lo único que tuvo de “grande” San Lorenzo (o de jerarquía si cabe mejor el término) en el primer tiempo, fue haber aprovechado las únicas jugadas de peligro que supo crear para ponerse en ventaja. Seguramente, Insúa sabe que “cocina con grasa, que es lo que hay y que no puede ni debe jugar como la historia de grandeza de San Lorenzo lo exige. Metió línea de cinco atrás, jugó a esperarlo a Unión, le regaló pelota y terreno, apostando a la practicidad y eficacia. Pocos argumentos para justificar una victoria previa por la cuál había hecho los goles y nada más.
Premio excesivo, exageradísimo. El primero de los goles como consecuencia de una muy buena maniobra colectiva entre Fernández Mercau y Martegani por el costado izquierdo; el segundo, en un contragolpe letal luego de una mala habilitación de Portillo a Esquivel que capitalizó San Lorenzo para armar un rápido contragolpe que terminó con un remate desde afuera del área de Barrios que no pudo ser retenido por Mele cuando daba la impresión de que no era una pelota muy complicada para atajar. Una jugada rápida que contó con el mal escalonamiento defensivo, la ausencia de Esquivel y la lentitud de Polenta, espacios que San Lorenzo pudo aprovechar para convertir el 2 a 0 que era demasiado para premiar la exclusiva virtud de San Lorenzo de ser muy práctico y eficaz: dos llegadas, dos goles.
Unión parecía el local y San Lorenzo la visita. Se jugaba más en el campo de San Lorenzo que en el de Unión. Faltó profundidad en Unión o un poco de mejor puntería cuando Castrillón (el jugador del que se podía esperar algo diferente), que fue por derecha esta vez y metió dos remates que se encontraron con la buena respuesta de Torrico cuando el partido estaba 1 a 0.
No fue el trámite más conveniente para Unión. La dupla Esquivel-Zenón no tuvo muchas posibilidades de superar a Giay por el sector izquierdo del ataque tatengue. Pero esa disposición de San Lorenzo, desde lo táctico, de poner cinco defensores, hizo que los espacios se reduzcan considerablemente. Y eso es lo que a Unión no lo favorece. Todo lo contrario, es lo que lo complica. Y máxime cuando el rival encuentra, a base de pura eficacia y contundencia, la posibilidad de llegar al gol.
La posibilidad de cambio se hizo difusa. Esa acumulación de defensores que propuso San Lorenzo era una barrera infranqueable para Unión. Por eso, Munúa no demoró demasiado y a los 8 minutos puso a Gerometta por Vera y a Tomás González (debut absoluto) en el lugar de Zenón. Enseguida, insúa lo metió a Leguizamón por el sector izquierdo, para evitar lo que seguramente buscaba Munúa: la subida de Vera por derecha para ver si funcionaba mejor el tándem con Castrillón. Y llegó el descuento a tiempo de Unión: córner, media vuelta de Peralta Bauer en el palo y rebote que capitalizó Polenta, adentro del área chica, para acercarse en el marcador. Y también para convertir en más realista el resultado del partido, porque no había dos goles de diferencia.
Castrillón intercambió enseguida posiciones con González y el colombiano pasó a jugar por izquierda, donde se siente más cómodo. Y promediando el segundo tiempo, le llegó el turno a Roldán, para darle mejor salida al equipo desde el medio y también a Troyansky, para ver si se podía encontrar una mejor referencia de área.
De tanto ir, Unión ya estaba mereciendo llegar al empate. Y si algo no se le podía cuestionar al equipo, era la voluntad constante para vender cara la derrota, hasta que Munúa tuvo que agotar la cuota de cambios con la entrada de Corvalán por un nuevo lesionado, Agüero, que se retiró con un fuerte dolor en el muslo derecho.
El partido quedó perfecta y definitivamente “dibujado” en esa parte final: San Lorenzo esperando con todo el equipo metido en su propio campo y apostando a algún contragolpe; Unión haciendo el gasto, empujando a San Lorenzo contra Torrico.
No le alcanzaba. Esas dos “manos de nocaut” que le metieron en el primer tiempo parecían letales y decisivas. San Lorenzo jugó como un equipo “chico”, especulando, esperando y con la única virtud de ser muy eficaz. Unión lo buscó, asumió protagonismo y terminaba rendido ante esa mayor “inteligencia” del rival para llevar el partido al terreno más conveniente. Pero nadie muere en las vísperas. Unión, de la mano de Castrillón, con garra uruguaya y la aparición decisiva del Rayo González en el día de su debut, consiguió lo que merecía: empatar el partido.
Lo único que tuvo de “grande” San Lorenzo (o de jerarquía si cabe mejor el término) en el primer tiempo, fue haber aprovechado las únicas jugadas de peligro que supo crear para ponerse en ventaja. Seguramente, Insúa sabe que “cocina con grasa, que es lo que hay y que no puede ni debe jugar como la historia de grandeza de San Lorenzo lo exige. Metió línea de cinco atrás, jugó a esperarlo a Unión, le regaló pelota y terreno, apostando a la practicidad y eficacia. Pocos argumentos para justificar una victoria previa por la cuál había hecho los goles y nada más.
Premio excesivo, exageradísimo. El primero de los goles como consecuencia de una muy buena maniobra colectiva entre Fernández Mercau y Martegani por el costado izquierdo; el segundo, en un contragolpe letal luego de una mala habilitación de Portillo a Esquivel que capitalizó San Lorenzo para armar un rápido contragolpe que terminó con un remate desde afuera del área de Barrios que no pudo ser retenido por Mele cuando daba la impresión de que no era una pelota muy complicada para atajar. Una jugada rápida que contó con el mal escalonamiento defensivo, la ausencia de Esquivel y la lentitud de Polenta, espacios que San Lorenzo pudo aprovechar para convertir el 2 a 0 que era demasiado para premiar la exclusiva virtud de San Lorenzo de ser muy práctico y eficaz: dos llegadas, dos goles.
Unión parecía el local y San Lorenzo la visita. Se jugaba más en el campo de San Lorenzo que en el de Unión. Faltó profundidad en Unión o un poco de mejor puntería cuando Castrillón (el jugador del que se podía esperar algo diferente), que fue por derecha esta vez y metió dos remates que se encontraron con la buena respuesta de Torrico cuando el partido estaba 1 a 0.
No fue el trámite más conveniente para Unión. La dupla Esquivel-Zenón no tuvo muchas posibilidades de superar a Giay por el sector izquierdo del ataque tatengue. Pero esa disposición de San Lorenzo, desde lo táctico, de poner cinco defensores, hizo que los espacios se reduzcan considerablemente. Y eso es lo que a Unión no lo favorece. Todo lo contrario, es lo que lo complica. Y máxime cuando el rival encuentra, a base de pura eficacia y contundencia, la posibilidad de llegar al gol.
La posibilidad de cambio se hizo difusa. Esa acumulación de defensores que propuso San Lorenzo era una barrera infranqueable para Unión. Por eso, Munúa no demoró demasiado y a los 8 minutos puso a Gerometta por Vera y a Tomás González (debut absoluto) en el lugar de Zenón. Enseguida, insúa lo metió a Leguizamón por el sector izquierdo, para evitar lo que seguramente buscaba Munúa: la subida de Vera por derecha para ver si funcionaba mejor el tándem con Castrillón. Y llegó el descuento a tiempo de Unión: córner, media vuelta de Peralta Bauer en el palo y rebote que capitalizó Polenta, adentro del área chica, para acercarse en el marcador. Y también para convertir en más realista el resultado del partido, porque no había dos goles de diferencia.
Castrillón intercambió enseguida posiciones con González y el colombiano pasó a jugar por izquierda, donde se siente más cómodo. Y promediando el segundo tiempo, le llegó el turno a Roldán, para darle mejor salida al equipo desde el medio y también a Troyansky, para ver si se podía encontrar una mejor referencia de área.
De tanto ir, Unión ya estaba mereciendo llegar al empate. Y si algo no se le podía cuestionar al equipo, era la voluntad constante para vender cara la derrota, hasta que Munúa tuvo que agotar la cuota de cambios con la entrada de Corvalán por un nuevo lesionado, Agüero, que se retiró con un fuerte dolor en el muslo derecho.
El partido quedó perfecta y definitivamente “dibujado” en esa parte final: San Lorenzo esperando con todo el equipo metido en su propio campo y apostando a algún contragolpe; Unión haciendo el gasto, empujando a San Lorenzo contra Torrico.
No le alcanzaba. Esas dos “manos de nocaut” que le metieron en el primer tiempo parecían letales y decisivas. San Lorenzo jugó como un equipo “chico”, especulando, esperando y con la única virtud de ser muy eficaz. Unión lo buscó, asumió protagonismo y terminaba rendido ante esa mayor “inteligencia” del rival para llevar el partido al terreno más conveniente. Pero nadie muere en las vísperas. Unión, de la mano de Castrillón, con garra uruguaya y la aparición decisiva del Rayo González en el día de su debut, consiguió lo que merecía: empatar el partido.
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