Conrado Berón [email protected] Daniel Chaparro tiene 49 años, nació y vivió toda su vida en Santa Elena. Después de la secundaria, comenzó a estudiar la carrera de magisterio, pero no le gustó. Luego de trabajar en la municipalidad como contratado, donde recorrió entre otras cosas un trabajo en la parroquia con un plan del gobierno, se enteró que se había abierto la carrera de Profesorado de Biología en su ciudad.
Su sueño estaba cerca, no lo dudó ni un instante y en ese 2012 se inscribió. Pero la realidad lo frenó, porque no le coincidían los horarios entre el cursado y el trabajo, por lo que tuvo que abandonar lo que su vocación le dictaba.
Tozudo, en 2017, con el propósito de no abandonar por nada del mundo, volvió a comenzar. En ese momento nada ni nadie podía presagiar que el mundo se paralizaría tres años después, con una pandemia.
Le pasó de todo, le dijeron de todo, pero él nunca aflojó y unas semanas atrás, a poco de cumplir la mitad de siglo, se recibió de profesor de Biología.
La noticia corrió como reguero de pólvora por Santa Elena y la región. Su alegría es un ejemplo para muchos y en MIRADOR ENTRE RÍOS quisimos conocer más detalles de esta historia de superación, contados por el protagonista en esta charla desde su ciudad natal.
–¿Cómo y cuándo se te ocurrió estudiar para profesor?
–Era un sueño que tenía desde adolescente, cuando comencé la secundaria allá por el año 1988. Elegí Biología porque las Ciencias Naturales siempre me gustaron. De chico, las Ciencias Elementales Básicas era la materia que más me gustaba. Siempre fui un amante de la naturaleza, me encantaba ir caminando o ir en bicicleta a la escuela. Un día me dije que no solo había que amar la naturaleza, sino que también consideré que había que transmitir esos conocimientos y ese amor por la naturaleza.
Cambios
–¿Cómo transcurriste el estudio durante la pandemia?
–La pandemia fue algo que nos afectó mucho a todos, pero creo que tuvo aspectos muy positivos para mí, porque yo me sentía tecnofóbico y el parate me obligó a amigarme con la tecnología a través del whatsapp o el zoom, cosa que tenía relegadas y por eso me adapté, lo que es muy necesario para un docente. Las cosas cambiaron en relación a los años donde yo estudiaba.
–¿Qué trabas tuviste?
–Seguro que las mismas que mis compañeros, fueron las económicas, ya que si bien es una institución del Estado, hay muchos costos entre fotocopias y la tecnología necesaria, además de la ropa y el calzado que teníamos que tener. Tuve que lidiar con esa parte de los costos.
–¿Cómo lo tomaban tus compañeros y qué relación tuviste con ellos?
–En primer año, por ser el más grande de todos, no fui muy aceptado por la mayoría de mis compañeros, aunque hubo muchos que me dieron una mano desde el primer día. Pero a veces existe la envidia y la competencia, cosa con la que yo no comulgo. De esos que me ayudaron aprendí mucho y hoy tenemos buena relación con todos. Seguramente el tiempo nos ayudó a madurar. Igualmente, terminé mis estudios con un grupo que arrancó en 2018, en esa camada me sentí muy aceptado y desde un principio me trataron muy bien.
–¿Pensaste que recibir el título iba a tener esta repercusión?
–No pensé que iba a tener la repercusión que tuvo el hecho de recibirme. No sólo en los medios, sino que también cuando llegué a un curso que estoy haciendo de viverista, me recibieron con una ovación y eso fue una gran alegría.
–¿Cómo te fue en las prácticas?
–Debo reconocer que me imaginé una cosa en relación a las prácticas, pero terminaron siendo otra. Pensé que iban a ser fáciles, pero todas las prácticas fueron muy difíciles para mí. Tuve que completar trayecto y eso me ponía un poco triste, ya que no había alcanzado conocimientos necesarios, pero al hacerlo, sabía que las iba a superar.
Con ganas y empeño
–¿Cuál es tu nuevo objetivo de aquí en más?
–No quiero quedarme con lo que he aprendido. Quiero seguir capacitándome, porque la educación y la ciencia son dinámicas y un docente tiene que estar siempre aprendiendo, por respeto a sus alumnos. Es un deber capacitarse permanentemente. Mi objetivo no es solo dar clases dentro de un aula, sino también para cualquier persona que necesite de mi ayuda, incluso sin dinero de por medio, sino que por amor a la profesión. Me encanta servir a los demás.
–¿Cuál fue el peor momento de la carrera?
–Muchos me decían que esto no era para mí, que ya estaba grande para esto. Esos momentos me ponía triste, pero con ganas de demostrar que sí podía.
–¿Qué enseñanza te deja todo esto?
–La enseñanza es que si uno tiene ganas y pone empeño, siempre se puede. Por eso no hay que tenerle miedo al fracaso, cuando las cosas no se dan puede estar viniendo algo mejor, no hay que rendirse, si no se puede en la primera se va a poder en la segunda. Hay que perseverar y no dejarse llevar por lo que algunos te dicen.
–¿Cómo ves a las generaciones futuras en relación a la profesión?
–Las veo igual que cómo éramos nosotros en nuestros tiempos, pero también las veo buscando saber qué es lo que quieren. Más allá de que hoy ellos tienen muchas herramientas para obtener el conocimiento, me animo a decirles que no las desaprovechen y que no esperen a tener 49 años como tengo yo. Tienen que darse la oportunidad, así como también les digo lo mismo a los adultos, que se animen y no se queden.
Lo viejo y lo nuevo
–¿Cómo te gustaría ser como profesor?
–Me gustaría combinar lo positivo de los viejos y de los nuevos profesores. Creo que los de antes eran diferentes a los de ahora, pero quiero rescatar cosas buenas de ambos. Porque hay que ‘aggiornarse’, sin dudas. Los de antes eran rígidos y a mí me gustaría mantener la disciplina en el aula, pero siempre teniendo una relación cercana con los alumnos, que me respeten y respetarlos a ellos.
Trataré de aplicar algunos métodos nuevos para que los chicos y las chicas se comprometan con la materia, hacerlos participar de forma activa de las clases para que aporten siempre.
