Nicolás García | [email protected]
Este jueves, la ciudad de Paraná se tiñó de un gris oscuro, difícil de respirar y que saturaba de olor a quemado todo lugar, cerrado o abierto. Durante el fin de semana se habían visto columnas de humo y fuego en campos santafesinos, frente a la costanera paranaense. El repudio fue total, pero como viene pasando desde hace ya varios años, la palabra no alcanza y las acciones se hacen esperar.
Esta vez el viento rotó al sur y además de traer un frente frío también trajo la ceniza y el humo de los humedales al sur de la provincia. Algo que se podría haber evitado pasó y el ambiente se hizo pesado y lúgubre. La fugacidad impuesta por la cotidianeidad en las que estamos sumergidos aplasta cualquier cosa, incluso el ecocidio de los humedales. Era el segundo día sin colectivos urbanos, un paro que finalizaría comenzado el viernes, y la celeridad de las personas a pie, trabajadores y trabajadoras, madres y padres que llevaban o retiraban a su niño o niña de la escuela, marcaba el ritmo del día. Un ritmo que no dejaba tiempo a detenerse, pensar y reflexionar acerca de la época en la que vivimos.
Hoy, sin humo y con el horizonte más claro y a pesar de que el ritmo de vida sigue siendo apresurado y las horas que marca el reloj de nuestro celular nos corre, podemos frenar y ver todo el panorama. La quema de los humedales es una catástrofe que aún no se tiene en cuenta como tal. Además de la toxicidad del humo, que puede provocar serios problemas en personas enfermas y generar nuevas en personas sanas, el incendio y la devastación de estas zonas es incalculable.
En cuanto a la salud humana, la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la Universidad Nacional de Rosario en un comunicado publicado el 9 de agosto de este año expresó que la cantidad de consultas por tos, dificultad para respirar, ardor en los ojos y dolor en el pecho se multiplicaron en el último tiempo. Las micropartículas que se desprenden de los incendios, ingresan en el sistema respiratorio y según la FCM pueden provocar padecimientos respiratorios y cardiovasculares y tienen implicancias en enfermedades metabólicas y pueden producir cáncer.
Lo que se está quemando es un patrimonio natural. Los humedales representan, hoy en día, el 6% de la superficie del planeta y según estudios en Argentina hay entre 336.000 y 600.000 kilómetros cuadrados. Es el lugar del 40% de los seres vivos del planeta, son el depósito de carbono más eficaz, mantienen la flora endémica, filtran la contaminación, abastecen de agua dulce a la población, amortiguan las inundaciones y muchas cuestiones más que podrían llenar de caracteres a esta nota. Sin embargo, a pesar de su significancia son territorios que en nuestro país no se les da la importancia que requieren.
Leyes que no alcanzan y no se cumplen
En Argentina, las leyes y normativas que regulan a los humedales y a las actividades que se realizan allí son varias, aunque para los sectores ambientalistas no son suficientes o no se ponen en práctica. La más importante es la Ley N° 23.919, promulgada en abril de 1991, que aprueba la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, firmada en Ramsar y que se centra en el uso racional de los humedales, que implica la conservación y uso sostenible de los servicios que proporciona esta zona. Por otro lado, también existen otras leyes como la N° 25.675, Ley general de Ambiente, la N° 26.562 que regula las actividades de quema y la Resolución N° 80/2021 que promueve la creación del Programa de Humedales a cargo de la Dirección Nacional de Gestión Ambiental del Agua y los Ecosistemas Acuáticos.
Todo este compendio de leyes, normas y resoluciones no brindan una solución a una problemática histórica como es la quema de pastizales. La tradición que envuelve a estas acciones es la generación de pasto nuevo que sirva de alimento para el ganado que luego se transforma en carne destinada al consumo humano. Pero como es tradición no se toca. Sin embargo, es momento de repensar prácticas de este tipo y el proyecto de ley de humedales que se encuentra en la cámara de Diputados parece ser el horizonte buscado para encontrar soluciones que provoquen cambios escalonados y significativos. Según investigadores y académicos de universidades nacionales y del Sistema Científico Nacional, el tratamiento de esta ley es dilatado por gobernadores que sostienen que no puede haber un marco regulatorio que prohíba actividades productivas que brindan puestos de trabajo e ingresos. Sin embargo, los más de 1800 investigadores y académicos que acompañan este proceso desde la media sanción de 2013 desmienten estas posiciones y sostienen que son “argumentos falaces inscriptos en intereses sectoriales”.
“La única verdad es la realidad” y la realidad es que se está prendiendo fuego el país. La construcción de esa verdad es un proceso de lucha y encuentro de la sociedad toda. El humo ya llegó a CABA, Rosario y Córdoba, las ciudades más importantes del país. A pesar de eso las lenguas de fuego y las columnas de cenizas se siguen viendo desde las costas y la migración de animales autóctonos, el peligro de desaparición de flora endémica, las enfermedades producidas y la amenaza de los humedales siguen ocurriendo. Es momento de accionar, de mover la brújula de las necesidades y establecer nuestro propio norte.
Este jueves, la ciudad de Paraná se tiñó de un gris oscuro, difícil de respirar y que saturaba de olor a quemado todo lugar, cerrado o abierto. Durante el fin de semana se habían visto columnas de humo y fuego en campos santafesinos, frente a la costanera paranaense. El repudio fue total, pero como viene pasando desde hace ya varios años, la palabra no alcanza y las acciones se hacen esperar.
Esta vez el viento rotó al sur y además de traer un frente frío también trajo la ceniza y el humo de los humedales al sur de la provincia. Algo que se podría haber evitado pasó y el ambiente se hizo pesado y lúgubre. La fugacidad impuesta por la cotidianeidad en las que estamos sumergidos aplasta cualquier cosa, incluso el ecocidio de los humedales. Era el segundo día sin colectivos urbanos, un paro que finalizaría comenzado el viernes, y la celeridad de las personas a pie, trabajadores y trabajadoras, madres y padres que llevaban o retiraban a su niño o niña de la escuela, marcaba el ritmo del día. Un ritmo que no dejaba tiempo a detenerse, pensar y reflexionar acerca de la época en la que vivimos.
Hoy, sin humo y con el horizonte más claro y a pesar de que el ritmo de vida sigue siendo apresurado y las horas que marca el reloj de nuestro celular nos corre, podemos frenar y ver todo el panorama. La quema de los humedales es una catástrofe que aún no se tiene en cuenta como tal. Además de la toxicidad del humo, que puede provocar serios problemas en personas enfermas y generar nuevas en personas sanas, el incendio y la devastación de estas zonas es incalculable.
En cuanto a la salud humana, la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la Universidad Nacional de Rosario en un comunicado publicado el 9 de agosto de este año expresó que la cantidad de consultas por tos, dificultad para respirar, ardor en los ojos y dolor en el pecho se multiplicaron en el último tiempo. Las micropartículas que se desprenden de los incendios, ingresan en el sistema respiratorio y según la FCM pueden provocar padecimientos respiratorios y cardiovasculares y tienen implicancias en enfermedades metabólicas y pueden producir cáncer.
Lo que se está quemando es un patrimonio natural. Los humedales representan, hoy en día, el 6% de la superficie del planeta y según estudios en Argentina hay entre 336.000 y 600.000 kilómetros cuadrados. Es el lugar del 40% de los seres vivos del planeta, son el depósito de carbono más eficaz, mantienen la flora endémica, filtran la contaminación, abastecen de agua dulce a la población, amortiguan las inundaciones y muchas cuestiones más que podrían llenar de caracteres a esta nota. Sin embargo, a pesar de su significancia son territorios que en nuestro país no se les da la importancia que requieren.
Leyes que no alcanzan y no se cumplen
En Argentina, las leyes y normativas que regulan a los humedales y a las actividades que se realizan allí son varias, aunque para los sectores ambientalistas no son suficientes o no se ponen en práctica. La más importante es la Ley N° 23.919, promulgada en abril de 1991, que aprueba la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, firmada en Ramsar y que se centra en el uso racional de los humedales, que implica la conservación y uso sostenible de los servicios que proporciona esta zona. Por otro lado, también existen otras leyes como la N° 25.675, Ley general de Ambiente, la N° 26.562 que regula las actividades de quema y la Resolución N° 80/2021 que promueve la creación del Programa de Humedales a cargo de la Dirección Nacional de Gestión Ambiental del Agua y los Ecosistemas Acuáticos.Todo este compendio de leyes, normas y resoluciones no brindan una solución a una problemática histórica como es la quema de pastizales. La tradición que envuelve a estas acciones es la generación de pasto nuevo que sirva de alimento para el ganado que luego se transforma en carne destinada al consumo humano. Pero como es tradición no se toca. Sin embargo, es momento de repensar prácticas de este tipo y el proyecto de ley de humedales que se encuentra en la cámara de Diputados parece ser el horizonte buscado para encontrar soluciones que provoquen cambios escalonados y significativos. Según investigadores y académicos de universidades nacionales y del Sistema Científico Nacional, el tratamiento de esta ley es dilatado por gobernadores que sostienen que no puede haber un marco regulatorio que prohíba actividades productivas que brindan puestos de trabajo e ingresos. Sin embargo, los más de 1800 investigadores y académicos que acompañan este proceso desde la media sanción de 2013 desmienten estas posiciones y sostienen que son “argumentos falaces inscriptos en intereses sectoriales”.
“La única verdad es la realidad” y la realidad es que se está prendiendo fuego el país. La construcción de esa verdad es un proceso de lucha y encuentro de la sociedad toda. El humo ya llegó a CABA, Rosario y Córdoba, las ciudades más importantes del país. A pesar de eso las lenguas de fuego y las columnas de cenizas se siguen viendo desde las costas y la migración de animales autóctonos, el peligro de desaparición de flora endémica, las enfermedades producidas y la amenaza de los humedales siguen ocurriendo. Es momento de accionar, de mover la brújula de las necesidades y establecer nuestro propio norte.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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