Gisela Mesa
Como diría David Fricke, uno de los personajes con más influencia en la escena musical, el cubrimiento de los artistas han cambiado, ¿Quién ahora se ocupa de escuchar a los artistas? ¿Quién se toma tiempo para conocer la vida del artista? En conversación con Mirador Provincial, el músico y compositor chileno, Pedro Salinas, nos habla de lo fascinante y difícil que es el oficio de ser músico. Sin más preámbulo, disfruten de esta agradable charla con Pedro Salinas.
-¿Cuándo surge el interés por la música?
-Nace desde muy niño con el regalo por parte de mi mamá y papá de una pianola y una guitarra, en torno a los 6 o 7 siete años. Ahora mucho tiempo estuve tocando música de otros, primero con folclore latinoamericano y luego escuchando mucho pop latino e inglés de las
década de los 80 y 90. No fue sino hasta hace unos 8 años que me decidí a comenzar a hacer mi propia música
-¿Qué idea estética buscás en tus videos?
-Han ido variando en el tiempo de acuerdo a las canciones. Creo que mi primer video, “Esos días”, del disco “Colección privada”, fue un video interesante porque lo hicimos con colaboración de usuarios de YouTube que nos cedieron parte de sus contenidos para generar una especie de reciclaje de imágenes. El carácter de ese video es totalmente naif y creo que eso se nota también en una estética “home-made” que le va a bien al carácter intimista del primer disco. Creo que con la versión acústica de lo que dices de mí pasa algo similar. Ahora con “Fuego artificial”, trabajé en otro nivel de producción con el director franco chileno, John Gabriel Biggs, que ha trabajado con muchísimos músicos en Francia y con gente muy conocida como Katy Perry. La idea de este video era jugar, todo el rato es un juego con la cámara, manteniendo una estética minimalista en blanco y negro, donde la maestría de Gabriel Biggs estuvo en la edición y manejo de la cámara.
-¿Te gusta experimentar en la música, o sos más metódico a la hora de componer?
-En general mis composiciones son muy matemáticas. He tratado incluso de salirme un poco de eso, pero finalmente la música tiene mucho de matemáticas. A nivel sonoro si me gusta experimentar mucho más y fuego artificial, la primera canción que produzco íntegramente y en la que toqué buena parte de la instrumentación creo que fue un buen ejercicio. Pero recordaba un poco dos referentes musicales. Uno, Cerati, quien en una entrevista que le vi decía que primero iba con la música, la línea melódica de la voz y luego la letra. El otro es Drexler, quien parece que parte por un esquema lírico primeramente. Yo estoy del lado de Cerati. La base melódica es fundamental para mí y sobre eso hago el montaje de una letra.
-¿Cómo describirías Fuego artificial con tus propias palabras?
-Fuego artificial es una canción dedicada a una ex pareja que en tiempo de pandemia y aislamiento atravesó una depresión muy fuerte. Ella, colega mía de profesión a todo esto, psicóloga, estaba muy consciente de su estado, pero a veces la depresión es literalmente un extravío de uno mismo. De ahí que muchos pacientes refieran una suerte de extrañamiento con respecto a la propia vida o derechamente una enajenación. Para mí, fuego artificial es eso, es una bengala en la noche que invita a recordar el camino de regreso a casa, a las cosas que importan, a aquello que es fundamental en la vida. Después me di cuenta que no era necesario estar en depresión para que eso pase, que muchas veces es un estado cotidiano de muchas personas en su vida y en que yo también había estado. También es una canción que me recuerda mi propio regreso a casa, al centro o al sí mismo.
-¿Qué aspectos de tu biografía se reflejan en tus canciones?
-En mi primer disco, creo que lo que hay ahí soy yo, mi infancia, mi adolescencia hasta los 30 años. Es un periodo largo de tiempo en el que creo que se condensan esa especie de seis capítulos que se llaman “colección privada” como disco. Yo creo que una constante es el tema de los afectos, sin duda. En este segundo disco, sin embargo, hay canciones que se abren a otros temas políticos, particularmente con una canción que se llama “carnaval”. Si bien escuchando algunas de las primeras canciones, uno podría decir que son canciones de amor, creo que en ninguna de mis letras aparece la palabra “amor”. Para mí son experiencias de encuentros, desencuentros, esperanzas, ilusiones, basadas en cosas que he vivido o que he visto. A veces soy yo el que canta sus experiencias y en otras solo me ha tocado ser testigo de algo.
Una mirada desde la psicología
-Como psicólogo, ¿qué opinión tenés sobre la importancia desde el estado a la salud mental?
-Bueno, es un tema interesante, porque se han hecho muchos estudios en relación con la figura del “genio”. Ciertamente, muchos genios creativos y artísticos han atravesado momentos complejos a nivel psicológico, pero al mismo tiempo, periodos profundamente creativos. Esto es lo que Freud llamaba “sublimar”. Transformar, de alguna forma, la energía pulsional o la angustia existencial, incluso, en productos socialmente aceptados como la ciencia o el arte. El punto es que no todas las personas poseen los recursos para sublimar y transformar el dolor en una obra plástica o una canción. Otros estudios señalan que la creatividad está en el lado opuesto de la locura, cosa con la que concuerdo, pero es actividad humana que flirtea muy de cerca con la melancolía, el rito, la necesidad expresiva y, en ocasiones, con la angustia, como señalaba. En definitiva, creo que los estados mentales son claves a la hora de desarrollar cualquier actividad artística y el asunto, en el fondo, es como los utilizamos para hacer tal o cual cosa. En mi caso la música es un neuregulador del que no puedo prescindir.
-Hoy en día encontramos a musicólogos, psicólogos y musicoterapéutas realizando, entre otras investigaciones, la influencia de la música en las emociones o cómo la música puede paliar ciertos dolores, ¿Qué opinas sobre esto?
-Creo que la música es el lenguaje del alma. Muchas veces escuchamos una canción e inmediatamente nos produce sensaciones, emociones, estados mentales, imágenes incluso. Pasa en ocasiones, sin siquiera entender una letra por estar en un idioma extranjero, para algunas personas. Hasta este punto, está suficientemente comprobado que la música tiene un efecto en nuestro estado de ánimo e incluso, hasta en nuestro sistema inmune. Por eso quizás no es de extrañar que en muchas culturas orientales o medios orientales la música se utilizara como un medio de curación, tan importante como la medicina propiamente tal.
-¿Cuál es tu cable a tierra?
-La paternidad, sin duda. El ser padre ha sido la experiencia más maravillosa y potente que he experimentado. No quisiera dejar el hecho del ser padre solo en la imagen idealizada, porque finalmente la paternidad es un ejercicio enorme de deponer la propia vida, los propios intereses, los propios tiempos en favor de otro que te necesita. Creo que ese ejercicio de vivir la vida menos auto centrado, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Agradezco infinitamente a mi hija por estar conmigo, porque sin duda me ha hecho una mejor persona y eso es algo que te lleva a practicar todos los días el amor incondicional, el cuidado, la preocupación, la paciencia. Siento que mucha gente lo vive como una resignación de ciertos aspectos de sí mismo, pero para mi ha sido la más feliz de las resignaciones y marca un antes y un después en mi vida. Creo que la paternidad y la maternidad nos muestran otra dimensión del amor que, personalmente, creo que no se puede equiparar en magnitud e intensidad con ningún otro vínculo humano.
-¿Tenés momentos de introspección con vos mismo?
-¡Siempre! Desde que me doy una ducha por la mañana hasta que me acuesto. Mi cabeza no para de formular ideas, teorías, melodías. El asunto es que hay muchas cosas que me ocupan además de todo lo que pasa en mi cabeza. El ser papá, profesor en la facultad, ser psicólogo entre otras cosas, y ahora, estoy haciendo más espacio para el músico, cosa que me tiene muy pleno.
-David Fricke dice “La música cambia a las personas y luego las personas cambian al mundo”, ¿coincidís?
-Absolutamente! No concibo la vida sin música, como pensaba Nietzsche. Creo que somos lo que escuchamos. Es tan importante que podamos tener acceso a la música desde niñas y niños! Yo agradezco que mi madre me llevara al teatro municipal de Santiago de Chile a escuchar opera, conciertos y otras expresiones musicales más doctas, por así decirlo, porque mis padres también, me presentaron luego a The Beatles, Violeta Parra, Víctor Jara, Mercedes Sosa, León Gieco, por ejemplo. ¡Es tan importante entender la música también como un acto político! Tener cosas que decir y que aporten en cierto sentido al mundo. Podemos, con todo derecho, solo expresar nuestros sentimientos, pero a veces escucho tanta música urbana que exalta el dinero, el consumo, la mercancía en el sentido más puro, incluyendo el cuerpo de la mujer mercantilizado, que me pregunto qué imagen de mundo se construirá un niño o niña que solo tiene acceso a esa música. Es poco probable, sin querer prejuiciar, que los chicos jóvenes que delinquen con violencia, vayan escuchando Bach mientras roban un auto. Creo que hay cierto tipo de música que puso una narrativa e imágenes en ellos que, si bien, pudieron reflejar su realidad social, en caso alguno ayudan a salir de ella. Me preocupa la música que exalta ciertas formas de vida que parecen ser contrarias a ciertos valores que hemos construido socialmente, y por otro lado, extraño el idealismo de la canción de protesta que tanta influencia e impacto tuvo en países como Chile o Argentina cuando era necesario demandar ciertos cambios sociales.
-¿Cómo ves el cubrimiento periodístico actual de la música?
-Creo que las mejores entrevistas me las he llevado al otro lado de la cordillera, y con esto no quiero parecer oportunista. Me parece que en Chile, al menos, los medios masivos cubren la música de una forma totalmente carente de reflexión. La música ha caído en el imperio de los números y las redes sociales. “Mientras más, mejor” y eso hace que artistas que quizás tienen discursos no tan facilistas escasamente sean cubiertos por medios masivos, y no lo digo por mí, porque creo que mis letras y melodías dentro de todo están de lleno en el pop. Pero hay una cierta liviandad o ligereza en la forma en que los grandes medios cubren la música. El arte de la crítica cultural, aguda, inteligente y reflexiva, creo que van en franca retirada en Chile, pero me da esperanzas, por ejemplo, esta entrevista u otra que recientemente me hicieron en Córdoba. Siento que aún ustedes están resguardando la nobleza del oficio periodístico, cosa que en Chile o en EEUU la he ido viendo en retroceso, a diferencia de lo que pasa en Europa en medios no tan masivos pero que tienen unos lujos de entrevistas.
-¿Qué diferencia hay entre la escena musical de antes y la de ahora?
-¡Uf! Qué compleja pregunta. Creo que la “gran era del Rock” y de las grandes bandas, de la música de vanguardia y de los grandes nombres terminó con Radiohead, y en Latinoamérica se acabó con Cerati. Puede ser conservador, pero no me deja indiferente ver a los músicos más tocados en Spotify haciendo espectáculos sin un solo músico en escena. Solo veo baile, fuegos artificiales, playback, pistas. Para mí eso es espectáculo, y está muy bien, pero no todo espectáculo tiene que ser artístico. Cuando uno ve por ejemplo la gira de Peter Gabriel de 1995, “Secret World Tour”, uno se da cuenta que no es solo música, que hay un artista que pensó y repensó un concepto, llevado a cabo con excepcionales músicos y una gran puesta en escena. Toda una experiencia no solo para los sentidos. Creo que la esperanza ahora está puesta en los muchísimos excelente músicos, que ya no aspiran a la vanguardia, pero que resguardan el oficio de hacer buena música y buenas canciones, aunque quizás saben que jamás llenarán un estadio, pero tampoco les interesa.