Lila Gianelloni.
Foto:Gentileza.
Hagar Blau Makaroff
Un total de 14 cuentos fugaces que dan la sensación de detener el tiempo con cada escena, todos llenos de micromundos de lazos rotos que a su vez se conectan en el misterio del mundo natural. Sucede que su autora, Lila Gianelloni, pareciera ser ella misma una protagonista de sus cuentos, en su mirada hacia el cielo como si hubiera pajaritos y su sonrisa transparente.
El sábado 5 de noviembre a las 19 será la presentación de su último libro Camino a casa (Editora Obloshka), y “no podía ser en otro lugar que ese patio hermoso del Museo de la Ciudad, porque quise que fuera en el lugar más natural y abierto posible porque así son estos cuentos, y me gusta el verde”, afirmó Gianelloni a Mirador.
“Mis personajes se desmarcan de la sociedad y miran hacia la naturaleza”, explicó, y justamente un distintivo es el lugar que tienen los animales en muchos de sus cuentos. “Es que yo a ellos los he hermanado. Me gusta inventar sus pensamientos, porque tienen conciencia como nosotros”.
Es un libro de mucho hermanamiento, porque “hay más de un cuento con protagonistas que son hermanos, y aparecen las dificultades en esos vínculos, los caminos divergentes que se eligen y que es difícil comprender”. Son cuentos para personas, grandes y chicos, pero también para animales, para las plantas, porque su afrenta al mundo cotidiano y conflictivo es con los mundos posibles. Y sus mundos posibles se suceden entre bosques y patios frondosos, y tienen sapos, serpientes o gallinas entre los personajes, en un paralelo que va y viene entre las constelaciones familiares y el misterio del mundo.
Al leer un cuento de Lila, ese micromundo brilla en lo salvaje, logrando frenar a la vorágine del tiempo. Lila piensa en torno a esto como “romper el continuum dictado del tiempo, como decía Ítalo Calvino en ‘El arte de empezar’, una obra inconcluso a suya en su libro Seis propuestas para el nuevo mileno”.
La advertencia a los obsesivos buscadores de explicaciones debe hacerse: todos los cuentos tienden al misterio y a lo inconcluso como norma. Algo que se parece bastante a lo inefable de la realidad. “Me gusta la búsqueda de la incertidumbre, no decir lo que se debe pensar sobre el cuento, la moralina. No todo se puede decir y tampoco callar, y eso es lo que me gusta mostrar: se presenta el caos, el problema espinoso”, apuntó.
Un paralelismo con el realismo mágico latinoamericano muestra los colores vibrantes de lo natural y las mariposas, pero también está el componente de los miedos más humanos a lo desconocido e inexplicable, que inserta a la autora que reside en el sur rosarino en la nueva corriente de escritoras talentosas del país, entre los misterios litorales de Selva Almada y los terrores familiares de Samanta Schweblin.
Sobre el contenido en su nuevo libro, Lila adelantó: “Son cuentos muy actuales y otros de hace unos diez años, y por eso el hilo es común es un camino. La editora Silvia Itkin me consultó por el nombre del libro y le dije que simplemente ‘Camino a casa’ me encontró, y no lo podíamos tocar, y así quedó”.
La relación de Lila con la poesía, bien de cerca
Lila Gianelloni recuerda haber escrito siempre, desde su temprana adolescencia cuando esbozaba las primeras poesías, y aseguró que ese es el género en el que se asienta. “Es que pienso la vida como poema, con esa economía, esa musicalidad y ese misterio”. Y por estos días, luego de haber publicado su último de cuentos, adelantó que está trabajando en su primer libro de poesía que lleva hace un tiempo macerando.
Aunque escribiera siempre, entre literatura teatral y poética, ella comenzó a publicar de grande. “No es fácil el proceso de publicar tu libro porque aunque sea ficción, una se expone por más que invente, a que la gente critique o interprete cosas del autor”. Pero la ficción no tiene límites, para ella “es un campo de libertad infinita, donde las reglas son la carpintería”.
Esto en la escritura como también en el teatro: “Hice mucho actuación en los 90, un tiempo tan horrible que nos quedamos con la inventiva y lo simbólico. La creación para el ser humano es indispensable, nos salva de la realidad”.
Empezó este camino de escritora de grande porque trajo al mundo cuatro hijos, y debió tener hasta tres trabajos para sostener la vida. “Y viviendo en zona sur, es lejos de donde se cocina todo en la ciudad. Estar creando lleva su tiempo, y es complicado para una mujer con niños y una economía espacial. Con los hijos pequeños yo escribía en los intersticios, en el colectivo, era difícil encontrar tiempo”.
Algo de esto se asemeja a la historia de la también rosarina de zona sur Angélica Gorodischer, sobre la cual precisó: “La he visto escribiendo en su habitación con la máquina, así como escribo yo”, y se echó a reír del paralelismo. Aseguró haber tenido la fortuna de conocerla de chica. “Yo estudié arquitectura con su hijo Horacio, he ido a los 18 a su casa a estudiar, y de grande claro que tuve buen diálogo pero aunque vivía acá a la vuelta, nunca quise visitarla para no molestar”.
Sobre la primera presentación de su nuevo libro hace una semana, junto a la editorial Obloshka, contó que “hubo una red de afectos enorme, que a la larga es lo único que importa. Vinieron muchos que me habían leído el libro anterior, y Liliana y Mauricio Koch fueron muy divinos con sus palabras. Ella me hizo leer el cuento Perdido, que es tremendo. La editorial es de Buenos Aires y tiene un muy buen catálogo de autoras y autores que son extraordinarios”.
Un total de 14 cuentos fugaces que dan la sensación de detener el tiempo con cada escena, todos llenos de micromundos de lazos rotos que a su vez se conectan en el misterio del mundo natural. Sucede que su autora, Lila Gianelloni, pareciera ser ella misma una protagonista de sus cuentos, en su mirada hacia el cielo como si hubiera pajaritos y su sonrisa transparente.
El sábado 5 de noviembre a las 19 será la presentación de su último libro Camino a casa (Editora Obloshka), y “no podía ser en otro lugar que ese patio hermoso del Museo de la Ciudad, porque quise que fuera en el lugar más natural y abierto posible porque así son estos cuentos, y me gusta el verde”, afirmó Gianelloni a Mirador.
“Mis personajes se desmarcan de la sociedad y miran hacia la naturaleza”, explicó, y justamente un distintivo es el lugar que tienen los animales en muchos de sus cuentos. “Es que yo a ellos los he hermanado. Me gusta inventar sus pensamientos, porque tienen conciencia como nosotros”.
Es un libro de mucho hermanamiento, porque “hay más de un cuento con protagonistas que son hermanos, y aparecen las dificultades en esos vínculos, los caminos divergentes que se eligen y que es difícil comprender”. Son cuentos para personas, grandes y chicos, pero también para animales, para las plantas, porque su afrenta al mundo cotidiano y conflictivo es con los mundos posibles. Y sus mundos posibles se suceden entre bosques y patios frondosos, y tienen sapos, serpientes o gallinas entre los personajes, en un paralelo que va y viene entre las constelaciones familiares y el misterio del mundo.
Al leer un cuento de Lila, ese micromundo brilla en lo salvaje, logrando frenar a la vorágine del tiempo. Lila piensa en torno a esto como “romper el continuum dictado del tiempo, como decía Ítalo Calvino en ‘El arte de empezar’, una obra inconcluso a suya en su libro Seis propuestas para el nuevo mileno”.
La advertencia a los obsesivos buscadores de explicaciones debe hacerse: todos los cuentos tienden al misterio y a lo inconcluso como norma. Algo que se parece bastante a lo inefable de la realidad. “Me gusta la búsqueda de la incertidumbre, no decir lo que se debe pensar sobre el cuento, la moralina. No todo se puede decir y tampoco callar, y eso es lo que me gusta mostrar: se presenta el caos, el problema espinoso”, apuntó.
Un paralelismo con el realismo mágico latinoamericano muestra los colores vibrantes de lo natural y las mariposas, pero también está el componente de los miedos más humanos a lo desconocido e inexplicable, que inserta a la autora que reside en el sur rosarino en la nueva corriente de escritoras talentosas del país, entre los misterios litorales de Selva Almada y los terrores familiares de Samanta Schweblin.
Sobre el contenido en su nuevo libro, Lila adelantó: “Son cuentos muy actuales y otros de hace unos diez años, y por eso el hilo es común es un camino. La editora Silvia Itkin me consultó por el nombre del libro y le dije que simplemente ‘Camino a casa’ me encontró, y no lo podíamos tocar, y así quedó”.
La relación de Lila con la poesía, bien de cerca
Lila Gianelloni recuerda haber escrito siempre, desde su temprana adolescencia cuando esbozaba las primeras poesías, y aseguró que ese es el género en el que se asienta. “Es que pienso la vida como poema, con esa economía, esa musicalidad y ese misterio”. Y por estos días, luego de haber publicado su último de cuentos, adelantó que está trabajando en su primer libro de poesía que lleva hace un tiempo macerando.
Aunque escribiera siempre, entre literatura teatral y poética, ella comenzó a publicar de grande. “No es fácil el proceso de publicar tu libro porque aunque sea ficción, una se expone por más que invente, a que la gente critique o interprete cosas del autor”. Pero la ficción no tiene límites, para ella “es un campo de libertad infinita, donde las reglas son la carpintería”.
Esto en la escritura como también en el teatro: “Hice mucho actuación en los 90, un tiempo tan horrible que nos quedamos con la inventiva y lo simbólico. La creación para el ser humano es indispensable, nos salva de la realidad”.
Empezó este camino de escritora de grande porque trajo al mundo cuatro hijos, y debió tener hasta tres trabajos para sostener la vida. “Y viviendo en zona sur, es lejos de donde se cocina todo en la ciudad. Estar creando lleva su tiempo, y es complicado para una mujer con niños y una economía espacial. Con los hijos pequeños yo escribía en los intersticios, en el colectivo, era difícil encontrar tiempo”.
Algo de esto se asemeja a la historia de la también rosarina de zona sur Angélica Gorodischer, sobre la cual precisó: “La he visto escribiendo en su habitación con la máquina, así como escribo yo”, y se echó a reír del paralelismo. Aseguró haber tenido la fortuna de conocerla de chica. “Yo estudié arquitectura con su hijo Horacio, he ido a los 18 a su casa a estudiar, y de grande claro que tuve buen diálogo pero aunque vivía acá a la vuelta, nunca quise visitarla para no molestar”.
Sobre la primera presentación de su nuevo libro hace una semana, junto a la editorial Obloshka, contó que “hubo una red de afectos enorme, que a la larga es lo único que importa. Vinieron muchos que me habían leído el libro anterior, y Liliana y Mauricio Koch fueron muy divinos con sus palabras. Ella me hizo leer el cuento Perdido, que es tremendo. La editorial es de Buenos Aires y tiene un muy buen catálogo de autoras y autores que son extraordinarios”.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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