Hace una semana, desde Mendoza, señalábamos que “Saralegui quiere algo que no se ve”. El concepto partía de una premisa: la intención de poner la pelota contra el piso. Y el equipo sólo había tirado pelotazos. Fórmula que se repitió bastante en la cálida noche santafesina ante el limitado Sarmiento. Y que no se modificó mucho cuando el equipo mejoró en el complemento en base, casi exclusiva, a un cambio de actitud que, de todos modos, alcanzó para ponerlo al equipo al borde del empate, haciendo figura a Meza, el arquero rival.
Este equipo ha mostrado muchas falencias, tanto en el armado como en la preparación. No sólo no hay una línea de juego, una identidad, un estilo claro, sino que se nota demasiado la lentitud, la falta de sorpresa y la escasa posibilidad de tener individualidades que puedan darle frescura y desequilibrio.
Una pálida imagen dejó el conjunto santafesino, sobre todo en el primer tiempo.Foto: Manuel Fabatía
Más de una vez se dijo que el título de campeón ha sido un punto de llegada y no el punto de partida. El plantel de Colón se fue desjerarquizando progresivamente, no se pudieron reemplazar jugadores muy importantes en el funcionamiento del equipo, con fuerte ascendencia en el grupo y referentes para los más jóvenes. Y ahora, con una “caja” que se achicó mucho, con escasos recursos, se salió al mercado a sabiendas de que se iban dos jugadores importantes del medio hacia arriba como el Pulga Rodríguez y Bernardi, más un Wanchope Abila sin un estado físico adecuado ni la gravitación esperada en función de su chapa, su jerarquía y sus pergaminos. Y si esto fuera poco, Facundo Farías lesionado y sin posibilidades de volver por las próximas semanas.
La situación se agrava teniendo en cuenta la proximidad del clásico, que es un partido que modifica humores y pone plazos a los técnicos cuando vienen tambaleantes. Es así en esta ciudad futbolera. Ganar el clásico no debiera ser, jamás, un objetivo en sí mismo. Pero está claro que no se trata de un partido más, sino del partido que no se puede ni se debe perder.
Más allá de eso, la preocupación radica en la falta de respuesta que tiene el equipo. Ni siquiera la imagen mejorada en actitud del segundo tiempo (lo mejorcito del equipo en este arranque paupérrimo del campeonato) alcanza para algo. Se perdió, el primer tiempo fue otra vez muy malo y la bronca del hincha se manifestó claramente como la consecuencia no sólo de una nueva derrota, sino también de otra actuación muy floja.
Para Saralegui, seguir implica saber de antemano que el clásico es el plazo inmodificable y que posiblemente ni siquiera un empate pueda alcanzarle. Jugando de esta manera, los resultados definen todo. No hay otra cosa de qué agarrarse para justificar la continuidad de un entrenador cuando el equipo no responde ni muestra algo que genere una expectativa clara de que el panorama puede cambiar. Saralegui tomó un fierro caliente el año pasado, al rojo vivo, metió tres victorias consecutivas pero también se vieron algunos cambios que pusieron su nombre en el tapete para definir una continuidad que no parecía tan segura cuando llegó y que muy posiblemente se haya visto también favorecido por la decantación de algunos nombres buscados, sobre todo el de Ricardo Zielinski, un DT con el que hubo contactos concretos.
Saralegui rescató la imagen del segundo tiempo, habló de siete u ocho situaciones (no fueron tantas), dijo que se siente dolido como la gente, que el equipo pecó de lentitud extrema en el primer tiempo y que va a dirigir el clásico, porque se quiere ir en ganador. Vignatti lo respaldó antes del partido, pero también la dirigencia está metida en la bolsa de los reclamos y, en definitiva, es la encargada de la toma de decisiones. El presidente dijo que “Saralegui decidirá su futuro sin que nosotros interfiramos”. Si se mantiene en esa postura, Saralegui será el entrenador de Colón en el clásico. Para cambiar la historia, deberá ganar o al menos no perder con Unión. Para ello, el equipo tendrá que jugar a otra cosa, distinto. La gran pregunta es si podrá y si Saralegui logrará ese cambio de rumbo, algo que en estos tres partidos no consiguió.