En Rosario esta banda de dos, de indiscutible trayectoria con 22 años de propuestas electro pop con letras de pensamiento hondo, supo renovar su piel en cada época cual serpiente, y este viernes presenta en vivo su disco nuevo “Bailando en la tempestad” bajo esas dos premisas: en un tiempo social turbulento, apostar a seguir el baile, sin dejar de pensar la realidad con mirada crítica.
A lo largo de su larga carrera, Matilda ha recorrido gran parte de la Argentina, telonearon a Erasure y a Babasónicos, y se distingue cada vez en seguir ese impulso vital que es bailar siempre, aunque se esté en plena tempestad, como propone su propio cantante con sus movimientos distintivos en cada show, causando furor en su público.
Ahora estrenan el séptimo disco, de diez canciones donde la dupla de Juan Manuel “Checho” Godoy e Ignacio Molinos, explora géneros como el italo disco, el kraut rock y el retro lounge desde una particular forma de entender la música. Allí se cuestionan sobre si es posible “auscultar la oscuridad y la incertidumbre de los tiempos que tocan vivir” y proponen “catalizar el desasosiego y el hastío cotidiano, en un baile liberador”.
La cita donde sonarán con “Bailando en la tempestad” será el sábado 28 de octubre a las 21 en el Galpón 11 (Estévez Boero 980), en la Franja Joven del río, Rosario. Y en la ciudad de Santa Fe, un mes después, el 25 de noviembre a las 21, en el Centro Cultural y Social El Birri.
El álbum fue producido por el dúo entre 2021 y 2023, a mezcla y el mastering a cargo de Carlos Altolaguirre en Estudios Penny Lane. Contaron con la participación de músicos invitados como Patricio Oneto en cuica y percusión, Natalio Rangone en sintetizador, Pauline Fondevile de Perro Fantasma y La Negra Sonido Cerfoglio de Mundialmente Famosas en coros. Contaron con la colaboración estelar de Litto Nebbia en “Lejos del centro”. “Bailando en la tempestad” fue grabado en Mansión Mutante por Ignacio Molinos y en Estudio Oznerol por Lucas Lorenzo. El diseño de la portada fue diseñado por Juan Manuel Godoy con la colaboración de Rodrigo Jávega.
Mirador dialogó con Chacho Godoy sobre los nuevos estilos que exploraron y sobre el concepto del disco nuevo, tan arraigado con la realidad social que se percibe en Rosario y en la sociedad en general.
- El dúo de ustedes suele tener mucho vínculo con la realidad en sus canciones, como en “Amanecí” (sobre la alienación laboral), en “Una visión”, “Amuletos”, y en la estrenada previamente con Lito Nebbia “Lejos del centro”. Y con esa faceta -se puede decir conciencia social- quizás se diferencian de una banda de pop electrónico bailable “tradicional”. ¿Cómo ven ese vínculo de sus canciones con la sociedad?
-Tanto Ignacio como yo somos personas que venimos de familias de clase trabajadora. En mi caso me crié en zona sur y trabajé, hasta hace pocos meses, durante 24 años, en un centro de salud de Villa Moreno. Por otro lado, ambos hemos participado en experiencias colectivas, como Planeta X en mi caso, y la Biblioteca Anarquista en el caso de Nacho. No nos da lo mismo decir una cosa que otra. Creemos que las canciones son vehículos muy poderosos y nosotros elegimos visibilizar ciertas ideas e historias que no suelen ser las usuales en la música pop. Nos gusta que nuestras canciones puedan tener esa dualidad, por un lado se pueden bailar y son gancheras, y por otro lado si les prestas atención a la letra hay una data que quizá no sea tan complaciente.
- El propio disco lleva el nombre de “Bailando en la tempestad”, donde plantean que se vive en plena tormenta pero la propuesta es bailar por más metidos que estemos en ella. Contá un poco sobre eso del baile, de lo distintivo de Matilda que es el ritmo que hace mover las entrañas. Y de cuándo recordás que se empezaron a hacer populares tus pasos en los shows, que generan furor en el público, algo que también es distintivo desde la propuesta escénica.
- Cuando tenía 8 o 9 años los sábados a la tarde iba al cine de mi barrio en zona sur que se llamaba Cine Coliseo- Pagando una entrada veías dos películas, y una de las que ví allí fue “Breakdeance”. Una película donde sus protagonistas participan de una batalla de baile estilo hip hop y break dance en ese New York bien ochentas. Yo salí del cine y estaba prendido fuego y me la pasaba tratando de sacar esos pasos, y de a poco fui adquiriendo mi propio estilo para bailar, y hasta me animaba a tirar unos pasos en las fiestas que hacíamos con los compañeros de la escuela, convirtiéndome de esa manera en “el freak” de la noche.
Ese aprendizaje quedó en algún lugar, y cuando arrancamos a tocar, de poco con el correr de los años, me fui animando a sumar ese baile a nuestros shows y se fue volviendo una marca distintiva de nuestros recitales, donde el baile sucede arriba y abajo del escenario. En cuanto al título del álbum, bailar es una metáfora de moverse, de improvisar, de inventar nuevas formas y obviamente es una expresión de vitalidad, acciones muy necesarias cuando los tiempos que corren son difíciles.
-Ya tienen más de 20 años de historia haciendo música. Es increíble la vigencia y cómo supieron leer cada época permaneciendo como una de las bandas locales de culto. ¿Querés contar un poco cómo nacieron, y cómo fue evolucionando incluso el vínculo junto a Ignacio?
-Si bien somos conscientes de que es mucho tiempo, al no haber parado nunca y mantener una regularidad, no lo percibimos tanto. Siempre estamos entretenidos haciendo algo o tramando algún proyecto futuro. Lo mejor del paso del tiempo es darnos cuenta de lo que fuimos aprendiendo, la gente que hemos conocido durante todos estos años, los viajes y experiencias vividas. La música transformó nuestras vidas, y estamos muy agradecidos. Yo estudié cine y televisión en la EPCTV en los ‘90, donde conocí amigos de comunicación social con quienes hacíamos un fanzine y participábamos en una asociación de historietistas llamada Ahiros (Asociación de historietistas Rosarinos). En las reuniones de esa asociación participaba Ignacio Molinos, y también era parte de ese grupo de amigos Maximiliano Falcone, quien fuera en nuestros inicios integrante de Matilda.
Yo en la adolescencia había incursionado en alguna banda de rock de mi barrio y componía canciones, pero lo hacía sin mucha expectativa. Nacho tocaba en una banda punk con algunos de estos amigos del mundo del fanzine, y en algún momento, como sabían que yo hacía unas canciones, me invitaron a abrir un show de ellos en un bar. Cuando terminó mi recital, Maxi que estaba entre el público y le habían gustado las canciones que yo había tocado, me propuso hacer algo juntos y hacerles una producción electrónica a esas canciones. Era el año 2001 y la propuesta era bastante extraña para Rosario, pero a mí me encantó.
El proyecto fue madurando y en algún momento en la víspera de lo que fuera nuestro primer recital convocamos a Nacho para que se sumara. En pocos meses logramos tocar bastante, y al poco tiempo, ya estábamos grabando nuestro primer EP “Tres corazones rotos y un ordenador” (2001). Dicha grabación la hicimos nosotros tres en una casa abandonada que nos habían prestado, con una computadora hogareña, un micrófono e instrumentos de muy dudosa calidad. Por suerte al poco tiempo tocamos por primera vez en la casa del sello Planeta X, lugar que luego sería nuestro refugio artístico y social, y conocimos a Charlie Egg, un pionero de la electrónica de nuestra ciudad, quien nos ayudó a mezclar y terminar de producir ese álbum.
Ese material tuvo mucha circulación, inclusive en radios muy comerciales de la ciudad y el país, lo cual nos ayudó a consolidarnos como grupo. Unos años después Maxi dejó el grupo para dedicarse más al mundo de las historietas, y partir de ahí con Nacho delineamos las bases de lo que sería el grupo: un proyecto electro pop bailable, con letras con contenido social y existencial.
De a poco fuimos expandiendo nuestro circulo, armando fechas en Rosario y otras ciudades, sosteniendo un ritmo de ediciones regular a lo largo de los años y aprendiendo en el andar a hacer canciones y dar shows en vivo. Un trabajo de hormiga, autogestivo y afectivo que aún nos tiene acá haciendo los más nos gusta.
Mirador: - En los nuevos temas escuché mucho electrónico aunque también algo de balada, como en “Cuando todo”, pero me interesó esto de que tomaron un poco sobre estos géneros musicales, el ítalo disco, el kraut rock y el retro lounge. ¿Qué aportaron al concepto de este nuevo disco?
Checho Godoy: -Al no tener una educación musical formal y ser básicamente autodidactas somos muy poco puristas en cuanto a géneros, si bien usamos la canción y el electro pop como columna vertebral de nuestro proyecto, siempre nos gusta ir agregando detalles tímbricos, arreglos o sonidos de otras músicas. Hay canciones que son más deudoras del post punk, otras más funk, en el disco anterior hasta coqueteamos con una cumbia electro. Obviamente estos géneros los abordamos desde nuestra manera de entenderlos y solemos ser poco respetuosos con sus reglas. Cada canción desde su armonía, su ritmo y su letra nos va sugiriendo cómo producirla, y es ahí cuando aparece en acción la memoria musical y de las músicas que alguna vez escuchamos, como una especie de caja de herramientas.
Discografía
Tres corazones rotos y un ordenador (2002)
Formas de inventar nuestro destino (2005)
Para ser movimiento (2008)
Las acciones cotidianas (2012)
El río y su continuidad (2016)
Imaginario popular (2019)
Bailando en la tempestad (2023)
Singles
Lejos del centro feat Litto Nebbia (2022)
Una visión (2023)