Norbert Bilbeny, filósofo español.
Foto:Wikipedia.
Para algunos, la decadencia económica de Argentina comenzó en 1930. Con la caída de los precios de los productos agropecuarios que nuestro país exportaba comenzó aquel año una era de crisis financieras y políticas (incluido el primer golpe de Estado del siglo XX en Argentina) que, salvo momentos puntuales, persisten hasta hoy. La perspectiva es que esto no se alterará próximamente. Por lo menos, eso es lo más probable que suceda al analizar el presente argentino. Para algunos, este panorama gris está relacionado más con la crisis moral que con la cuestión macroeconómica. Para hablar de este tema y de otros relacionados con el comportamiento humano, el barcelonés Norbert Bilbeny es una voz autorizada. Él es filósofo, autor de gran cantidad de libros y catedrático de Ética dentro de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
- Usted en su libro de 1993 El idiota moral desarrolla este concepto sobre aquellos que carecen de ética. ¿Puede explicar esta idea?
- El título es El idiota moral. Y el subtítulo es La banalidad del mal en el siglo XX. Ese concepto de banalidad del mal es el que manejaba la filósofa alemana Hannah Arendt, que tiene un libro que se titula Eichmann en Jerusalén (basado en el juicio a este jerarca nazi en 1961). Y aprovecha este libro para desarrollar su idea de la banalidad del mal. Yo tomo esa idea de Arendt de la banalidad del mal y la conecto con la personalidad psicopática. Eso no lo trata Hannah Arendt. Yo digo que (Adolf) Eichmann y tantos otros, no sólo del régimen nazi, sino de otros ámbitos de la política, de la economía, del ejército, etcétera tienen una personalidad psicopática. Por lo tanto, su concepción y ejecución del mal es la del mal banal. No es un mal deliberado. No es un mal que previamente se haya calculado como la comisión de un acto que vaya expresamente a perjudicar a alguien, sino que los psicópatas son gente que no sienten el dolor del otro. Son insensibles. Pueden y suelen ser personas inteligentes. Vamos, que no son estúpidos. A pesar de su inteligencia no tienen sensibilidad moral. No sufren con el sufrimiento del otro ni sienten contradicción interior. En otras palabras, sentido de culpa, ni de remordimiento cuando agreden, fustigan a otras personas.
- ¿Sobre este tema hay algún cambio en el siglo XXI?
- No. En absoluto. Hay investigaciones sobre las posibles causas somáticas, cerebrales de la psicopatía, pero no se ha llegado a ninguna especial conclusión. Se considera que el origen es cultural. Que personas por su entorno, por su educación o falta de educación no proceden a pensar con sentido moral. Son personas que no tienen capacidad de sentimiento. No piensan, dice Hannah Arendt. No son capaces de reflexionar, de sopesar sus propias acciones. En el siglo XXI, prosigue la psicopatía. Hay comportamientos psicopáticos en muchos ámbitos. En un porcentaje muy bajo afortunadamente. Los idiotas morales no delinquen, pero no tienen sensibilidad moral. Muestran esa crueldad por no sentir la culpa. Lo vemos en muchos ámbitos. Tanto de gente que tiene una formación universitaria como de personas que no la tienen. Se encuentra un porcentaje destacado de psicopatía en determinados oficios y profesiones. Por ejemplo, entre el ejército, la policía, las personas dedicadas al tráfico de drogas, los hackers.
- ¿Vivimos en la actualidad un proceso de decadencia moral o la falta de ética es algo inherente al ser humano en la historia?
- En el ser humano es inherente la ética y la falta de ética. Es inherente la ética en tanto que la especie humana es sociable. Desde luego hay conductas agresivas. La agresividad forma parte de la naturaleza humana en muchos individuos. En comportamientos egoístas extremos que conducen incluso hasta la violencia. En toda la especie humana hay egoísmo como hay altruismo. En toda la especie humana no hay una potencialidad para actuar de forma cruel ni belicosa. Estas formas son un extremo dentro de la conducta egoísta. En política, pueden tener un alcance muy grande. Como pasa en los genocidios, en las dictaduras. En los dictadores se encuentra un componente psicopático importante. Eso es parte de la preocupación de la ética. La cual no existiría si no fuera para ir frenando esas conductas más egoístas que contradicen lo que es propio de nuestra especie que es la sociabilidad. Somos la especie más altamente sociable. La tendencia egoísta y la altruista conviven por entero en la especie humana. Los más nocivos son minoritarios.
- ¿Cuál es el rol del ciudadano de a pie frente a la decadencia moral? ¿Qué es lo que puede hacer frente a eso el ciudadano común?
- Armarse de coraje. Y hablar cuando corresponde. Contradecir al adulto que bendice la corrupción o bendice comportamientos que causan un mal evidente a otras personas. Y decir: "El narcotráfico no está bien", "la crueldad no está bien", "ser partidario de una política genocida o xenófoba no está bien". No hace falta ser un intelectual ni un científico. Hace falta ser persona. Tener una sensibilidad hacia el dolor del otro. Es esa ambivalencia de la naturaleza humana en que algunas veces somos egoístas y otras veces somos altruistas.
- ¿El empresario irresponsable frente a la sociedad se podría catalogar como un idiota moral?
- Puede haber este componente, pero no necesariamente. Puede ser alguien que por interés propio, ahí no nos encontraríamos con un idiota moral, pero puede haber casos que sí. Que la persona sea de una frialdad e incapaz de tener empatía con sus empleados, con sus compañeros, incluso con sus rivales. Y tratar de eliminar a sus rivales sin sentir, como un mercenario, ninguna contradicción. Puede ocurrir, pero no suele ser el caso. Suele ser por egoísmo, por un cálculo estratégico, interesado de provecho propio.
- ¿Entonces el político tampoco es un idiota moral?
- Puede serlo. Depende. Hay que observarlo bien. Los políticos de las dictaduras suelen tener un componente psicopático.
- ¿Por qué a nosotros, los latinos, nos cuesta tanto respetar las normas para hacer una sociedad más justa?
- Una cosa es tener normas, otra es tener conocimiento de las normas y en último lugar otra cosa será obedecer las normas. Son tres niveles. La aquiescencia, su conocimiento y su cumplimiento. Yo ahí veo dos peligros. El primero, considerar que eso es inamovible, que es algo fijo. Creo que eso no es bueno. No es una cuestión racial. No es una cuestión étnica o de pertenecer a una sociedad con su cultura propia. Hemos de evitar eso. Detrás de cada sociedad hay diferentes grupos y diferentes individuos. Hay unos que cumplirán las normas y otros que no. Y hay también diferentes fases históricas, diferentes momentos históricos. Cuando una población se siente más unida y está más motivada tiende más a obedecer la norma social porque se identifica con ella. Cuando la población se encuentra en un momento de crisis, de hundimiento de las ilusiones colectivas y por lo tanto, en un momento más propenso a las conductas individualistas, entonces se tiende más a la desobediencia. En aquellas épocas de reforma social en que han conseguido unir a la ciudadanía con un proyecto común, suele haber menos delitos, menos desobediencia a la norma. Eso que dicen que la cultura anglosajona y protestante es más rigurosa, y las culturas latinas son más laxas, también por la influencia del catolicismo no se puede mantener a rajatabla. No es exactamente así. Hay ciertas influencias, pero eso no hace que necesariamente tengamos que seguir actuando desobedeciendo la norma en los países latinos. Es demasiado esquemático.
- ¿Esto seguirá por los siglos de los siglos?
- Claro que no. Depende de muchos factores. Económicos, sociales, políticos, culturales. Dentro del mismo barrio habrá gente joven que unos serán más cumplidores de las normas y otros serán más incumplidores. Va a depender de su familia, de su educación, de las oportunidades que hayan tenido, de su talante personal. La conducta social tiene unas estadísticas, pero no es científicamente predictible.
- ¿Cómo se ve desde España a Argentina actualmente en términos de ética?
- Desde hace años hay una preocupación por la crisis económica. Básicamente por eso. La aparición de focos de pobreza. Como en otros países, incluso en España desde luego. No deja de preocuparnos que se hayan intensificado por desgracia estos focos en que hay menos recursos, más dificultad de acceso a la educación, algo también de delincuencia, pero es algo que sucede en otros países. No sólo en los latinoamericanos. Sucede en el mismo París, capital de Europa. Hacia Argentina siempre ha habido mucha simpatía. No sólo por afinidades históricas de lengua, de cultura, etcétera, sino por el nivel intelectual en general de la población argentina. Su afición por las librerías, los ateneos, los literatos. La colonia argentina que tenemos en Barcelona es muy apreciada. Son gente de nivel intelectual. Es una comunidad instruida y sociable.
- ¿Podría ser que el problema acá, en Argentina, es una cuestión moral más que una cuestión económica, circunstancial?
- Puede ser que la falta de moral, como en otros países, sea una de las causas de la crisis económica y en parte política, pero a la vez es un efecto. A la vez es consecuencia de la situación económica. Es una relación de reciprocidad. Es casi como el pez que se muerde la cola, pero por algo habrá que empezar. Y la actitud moral es muy importante para la recuperación. Decir: "Voy a ser intransigente. Esas cosas no las voy a permitir", "no voy a permitir la estafa, la corrupción", "vamos a tener que unirnos". Es también una reforma moral. Está al alcance de la población. Es importante infundir esperanza. El espíritu de seriedad, de responsabilidad. Hay que tejer desde la base.
Pandemia y ética
- ¿La pandemia que tanto afecta a Europa y al resto del mundo cambió las condiciones de la ética?
- No. En Europa, en el contexto catalán y español no especialmente. Se ha sacado a la luz la potencialidad de la moral, la fuerza de la moral de la gente. La fuerza para resistir, para reaccionar solidariamente. La fuerza para unirse y combatir lo que es una adversidad común. Eso sigue siendo una experiencia muy interesante. Cómo la mayoría de la gente está reaccionando de manera cívica y solidaria. Eso quiere decir que la moral funciona. ¿Qué quedará de eso en un sentido más negativo? Ya lo veremos. Es posible que como la pandemia nos obliga a tomar distancia física, nos invita a cierta suspicacia o sospecha de otros que pueden estar contagiados. No sé si de ello van a resultar unas conductas más individualistas en el futuro próximo. Es posible que se asienten ciertas conductas individualistas que ha provocado la pandemia. Alejarse del otro. Esperemos que eso no tenga ninguna consecuencia. El pueblo ha estado más a la altura que los responsables políticos con su paciencia, con su acción solidaria, con su resistencia. No sólo en Europa, en todas partes.
- Usted en su libro de 1993 El idiota moral desarrolla este concepto sobre aquellos que carecen de ética. ¿Puede explicar esta idea?
- El título es El idiota moral. Y el subtítulo es La banalidad del mal en el siglo XX. Ese concepto de banalidad del mal es el que manejaba la filósofa alemana Hannah Arendt, que tiene un libro que se titula Eichmann en Jerusalén (basado en el juicio a este jerarca nazi en 1961). Y aprovecha este libro para desarrollar su idea de la banalidad del mal. Yo tomo esa idea de Arendt de la banalidad del mal y la conecto con la personalidad psicopática. Eso no lo trata Hannah Arendt. Yo digo que (Adolf) Eichmann y tantos otros, no sólo del régimen nazi, sino de otros ámbitos de la política, de la economía, del ejército, etcétera tienen una personalidad psicopática. Por lo tanto, su concepción y ejecución del mal es la del mal banal. No es un mal deliberado. No es un mal que previamente se haya calculado como la comisión de un acto que vaya expresamente a perjudicar a alguien, sino que los psicópatas son gente que no sienten el dolor del otro. Son insensibles. Pueden y suelen ser personas inteligentes. Vamos, que no son estúpidos. A pesar de su inteligencia no tienen sensibilidad moral. No sufren con el sufrimiento del otro ni sienten contradicción interior. En otras palabras, sentido de culpa, ni de remordimiento cuando agreden, fustigan a otras personas.
- ¿Sobre este tema hay algún cambio en el siglo XXI?
- No. En absoluto. Hay investigaciones sobre las posibles causas somáticas, cerebrales de la psicopatía, pero no se ha llegado a ninguna especial conclusión. Se considera que el origen es cultural. Que personas por su entorno, por su educación o falta de educación no proceden a pensar con sentido moral. Son personas que no tienen capacidad de sentimiento. No piensan, dice Hannah Arendt. No son capaces de reflexionar, de sopesar sus propias acciones. En el siglo XXI, prosigue la psicopatía. Hay comportamientos psicopáticos en muchos ámbitos. En un porcentaje muy bajo afortunadamente. Los idiotas morales no delinquen, pero no tienen sensibilidad moral. Muestran esa crueldad por no sentir la culpa. Lo vemos en muchos ámbitos. Tanto de gente que tiene una formación universitaria como de personas que no la tienen. Se encuentra un porcentaje destacado de psicopatía en determinados oficios y profesiones. Por ejemplo, entre el ejército, la policía, las personas dedicadas al tráfico de drogas, los hackers.
- ¿Vivimos en la actualidad un proceso de decadencia moral o la falta de ética es algo inherente al ser humano en la historia?
- En el ser humano es inherente la ética y la falta de ética. Es inherente la ética en tanto que la especie humana es sociable. Desde luego hay conductas agresivas. La agresividad forma parte de la naturaleza humana en muchos individuos. En comportamientos egoístas extremos que conducen incluso hasta la violencia. En toda la especie humana hay egoísmo como hay altruismo. En toda la especie humana no hay una potencialidad para actuar de forma cruel ni belicosa. Estas formas son un extremo dentro de la conducta egoísta. En política, pueden tener un alcance muy grande. Como pasa en los genocidios, en las dictaduras. En los dictadores se encuentra un componente psicopático importante. Eso es parte de la preocupación de la ética. La cual no existiría si no fuera para ir frenando esas conductas más egoístas que contradicen lo que es propio de nuestra especie que es la sociabilidad. Somos la especie más altamente sociable. La tendencia egoísta y la altruista conviven por entero en la especie humana. Los más nocivos son minoritarios.
- ¿Cuál es el rol del ciudadano de a pie frente a la decadencia moral? ¿Qué es lo que puede hacer frente a eso el ciudadano común?
- Armarse de coraje. Y hablar cuando corresponde. Contradecir al adulto que bendice la corrupción o bendice comportamientos que causan un mal evidente a otras personas. Y decir: "El narcotráfico no está bien", "la crueldad no está bien", "ser partidario de una política genocida o xenófoba no está bien". No hace falta ser un intelectual ni un científico. Hace falta ser persona. Tener una sensibilidad hacia el dolor del otro. Es esa ambivalencia de la naturaleza humana en que algunas veces somos egoístas y otras veces somos altruistas.
- ¿El empresario irresponsable frente a la sociedad se podría catalogar como un idiota moral?
- Puede haber este componente, pero no necesariamente. Puede ser alguien que por interés propio, ahí no nos encontraríamos con un idiota moral, pero puede haber casos que sí. Que la persona sea de una frialdad e incapaz de tener empatía con sus empleados, con sus compañeros, incluso con sus rivales. Y tratar de eliminar a sus rivales sin sentir, como un mercenario, ninguna contradicción. Puede ocurrir, pero no suele ser el caso. Suele ser por egoísmo, por un cálculo estratégico, interesado de provecho propio.
- ¿Entonces el político tampoco es un idiota moral?
- Puede serlo. Depende. Hay que observarlo bien. Los políticos de las dictaduras suelen tener un componente psicopático.
- ¿Por qué a nosotros, los latinos, nos cuesta tanto respetar las normas para hacer una sociedad más justa?
- Una cosa es tener normas, otra es tener conocimiento de las normas y en último lugar otra cosa será obedecer las normas. Son tres niveles. La aquiescencia, su conocimiento y su cumplimiento. Yo ahí veo dos peligros. El primero, considerar que eso es inamovible, que es algo fijo. Creo que eso no es bueno. No es una cuestión racial. No es una cuestión étnica o de pertenecer a una sociedad con su cultura propia. Hemos de evitar eso. Detrás de cada sociedad hay diferentes grupos y diferentes individuos. Hay unos que cumplirán las normas y otros que no. Y hay también diferentes fases históricas, diferentes momentos históricos. Cuando una población se siente más unida y está más motivada tiende más a obedecer la norma social porque se identifica con ella. Cuando la población se encuentra en un momento de crisis, de hundimiento de las ilusiones colectivas y por lo tanto, en un momento más propenso a las conductas individualistas, entonces se tiende más a la desobediencia. En aquellas épocas de reforma social en que han conseguido unir a la ciudadanía con un proyecto común, suele haber menos delitos, menos desobediencia a la norma. Eso que dicen que la cultura anglosajona y protestante es más rigurosa, y las culturas latinas son más laxas, también por la influencia del catolicismo no se puede mantener a rajatabla. No es exactamente así. Hay ciertas influencias, pero eso no hace que necesariamente tengamos que seguir actuando desobedeciendo la norma en los países latinos. Es demasiado esquemático.
- ¿Esto seguirá por los siglos de los siglos?
- Claro que no. Depende de muchos factores. Económicos, sociales, políticos, culturales. Dentro del mismo barrio habrá gente joven que unos serán más cumplidores de las normas y otros serán más incumplidores. Va a depender de su familia, de su educación, de las oportunidades que hayan tenido, de su talante personal. La conducta social tiene unas estadísticas, pero no es científicamente predictible.
- ¿Cómo se ve desde España a Argentina actualmente en términos de ética?
- Desde hace años hay una preocupación por la crisis económica. Básicamente por eso. La aparición de focos de pobreza. Como en otros países, incluso en España desde luego. No deja de preocuparnos que se hayan intensificado por desgracia estos focos en que hay menos recursos, más dificultad de acceso a la educación, algo también de delincuencia, pero es algo que sucede en otros países. No sólo en los latinoamericanos. Sucede en el mismo París, capital de Europa. Hacia Argentina siempre ha habido mucha simpatía. No sólo por afinidades históricas de lengua, de cultura, etcétera, sino por el nivel intelectual en general de la población argentina. Su afición por las librerías, los ateneos, los literatos. La colonia argentina que tenemos en Barcelona es muy apreciada. Son gente de nivel intelectual. Es una comunidad instruida y sociable.
- ¿Podría ser que el problema acá, en Argentina, es una cuestión moral más que una cuestión económica, circunstancial?
- Puede ser que la falta de moral, como en otros países, sea una de las causas de la crisis económica y en parte política, pero a la vez es un efecto. A la vez es consecuencia de la situación económica. Es una relación de reciprocidad. Es casi como el pez que se muerde la cola, pero por algo habrá que empezar. Y la actitud moral es muy importante para la recuperación. Decir: "Voy a ser intransigente. Esas cosas no las voy a permitir", "no voy a permitir la estafa, la corrupción", "vamos a tener que unirnos". Es también una reforma moral. Está al alcance de la población. Es importante infundir esperanza. El espíritu de seriedad, de responsabilidad. Hay que tejer desde la base.
Pandemia y ética
- ¿La pandemia que tanto afecta a Europa y al resto del mundo cambió las condiciones de la ética?
- No. En Europa, en el contexto catalán y español no especialmente. Se ha sacado a la luz la potencialidad de la moral, la fuerza de la moral de la gente. La fuerza para resistir, para reaccionar solidariamente. La fuerza para unirse y combatir lo que es una adversidad común. Eso sigue siendo una experiencia muy interesante. Cómo la mayoría de la gente está reaccionando de manera cívica y solidaria. Eso quiere decir que la moral funciona. ¿Qué quedará de eso en un sentido más negativo? Ya lo veremos. Es posible que como la pandemia nos obliga a tomar distancia física, nos invita a cierta suspicacia o sospecha de otros que pueden estar contagiados. No sé si de ello van a resultar unas conductas más individualistas en el futuro próximo. Es posible que se asienten ciertas conductas individualistas que ha provocado la pandemia. Alejarse del otro. Esperemos que eso no tenga ninguna consecuencia. El pueblo ha estado más a la altura que los responsables políticos con su paciencia, con su acción solidaria, con su resistencia. No sólo en Europa, en todas partes.
Además tenés que saber:
+ Noticias
La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
Dejanos tu Comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
En Portada / Santa Fe
En Portada / Entre Ríos