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Un puerto para la Colonia San José

Diseñado para dar respuesta a una vasta región, el puerto de Colón fue clave para la consolidación urbana y el desarrollo productivo. Su apogeo y declive se explican desde la variabilidad de los contextos económicos, pero hay marcas del proceso que transcendieron y permanecen.
18-08-2020 | 23:33 |

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Erigida en medio de un claro, la vieja Estación Fluvial es una referencia de lo que fuera el Puerto de Colón.


Mariana Melhem
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En una provincia como la nuestra que debe su nombre a los ríos que la abrazan, pero también al que la atraviesa, los puertos, inicialmente rudimentarios embarcaderos, han sido por mucho tiempo las puertas de acceso al territorio.

En Entre Ríos, casi todas las ciudades ribereñas cuentan con su respectivo puerto. Y en algunos casos registran más de uno, en función de su rol y las necesidades de expansión.

Podemos reconocer diferentes períodos a lo largo de la historia, no sin hacer notar que los primitivos se instalaron en las desembocaduras de los arroyos, verdaderas caletas naturales donde amarrar las embarcaciones.

Es cierto que el sistema de puertos alcanzó su esplendor cuando se integró a los ferrocarriles. Esa alianza estratégica permitió transportar los productos de la tierra para su comercialización, desde fines del siglo XIX hasta la declinación del servicio ferroviario a fines del siglo XX.

No obstante, el caso de la ciudad de Colón es singular puesto que su fundación brindó un puerto y servicios urbanos a la Villa San José, nacida como Colonia Agrícola promovida por el Estado hacia 1857 de la mano de Alejo Peyret.

La Villa Colón

En el sitio donde desembarcaron los colonos de San José, conocido como Calera de Espiro, se estableció el puerto de la Villa Colón. La historia reconoce hitos, como que en 1860 se creó formalmente, se la ubicó geográficamente y hasta se dispuso que sea el agrimensor Carlos Souriges quien realizara el trazado y la subdivisión necesaria para la posterior venta de las tierras a los colonos y empresarios que quisieran sumarse al emprendimiento. Dos años llevó que el congreso provincial sancione la Ley. La promulgación operó el 12 de abril de 1863, fecha que es considerada fundacional.

Luego hay que esperar hasta 1899 para dar con un decreto que ordena la iniciación de las obras para la construcción del Puerto, basadas en estudios previos realizados sobre el cauce del río Uruguay. Ahí el proceso se acelera: ese año se publica la licitación para la construcción del Muelle, Edificio de Aduana y Casa de empleados. Como director de obra se designó al ingeniero Julio Henry.

Así, en 1903 se inaugura el nuevo muelle de madera que sustituye el antiguo espigón de hierro. El intenso movimiento registrado, exige que en muy poco tiempo (1908) deba ser ampliado para dar respuesta a las necesidades de transporte de productos y de pasajeros, lo que más tarde motivó la construcción de un edificio que oficiara como estación Fluvial.

En efecto, en “El estado de Entre Ríos”, del catalán José Barcón Olesa, se consigna que en 1911 el movimiento portuario registraba un equilibrio entre ingreso y egreso de embarcaciones (a vapor y a vela) destacándose las exportaciones de los productos derivados de la carne como cuero, sebo, grasa y conservas, en primer lugar; seguidos por piedra de construcción y pedregullo, seleccionados de una larga lista de productos locales. En tanto las importaciones registraban productos manufacturados: hierros, cristales, textiles, entre otros.

Un salto

A fines de la década de 1950 se desarrolló la explotación de canto rodado y en paralelo, una gran cantidad de arena acumulada durante años permitió el nacimiento de los balnearios, que se articulan con la actual Costanera y el Parque Escolar Quirós.

Pocos años más tarde comienza a funcionar la auto-balsa uniendo Colón con la vecina Paysandú (ROU) con un servicio diario.

Así podemos distinguir las diversas capas del paisaje cultural que configuran el área portuaria de la ciudad entendiéndolo en los términos en que lo caracteriza Joaquín Sabaté Bel: “la huella del trabajo sobre el territorio, un memorial al trabajador desconocido”.

Merecen destacarse algunos rasgos propios como las veredas sobreelevadas que responden a las características topográficas, conjugadas con la mano del hombre a través de construcciones de diferentes períodos, para múltiples usos, con materiales característicos del lugar que se combinan con los saberes de los constructores.

Las obras de contención y terraplenamiento han sido realizadas con muros de piedra mora y colorada típicas del lugar. Por cierto, los lenguajes de las diversas obras de arquitectura son variados: reúne a los típicos funcionalistas para galpones de acopio; italianizantes para las viviendas y almacenes; y pintoresquista para la Estación Fluvial.

Referencia

Precisamente, el edificio donde hoy funciona la Secretaría de Turismo, es un mojón. Con su singular altura -que alcanza tres niveles- y un acceso sobreelevado a partir de una escalinata, permite referenciar el puerto dentro del paisaje urbano, reforzado por el conjunto de palmeras que lo flanquean. Fue construido como sala de espera, merced a las gestiones que hiciera el Dr. Herminio Quirós en 1927.

Para su implantación se aprovechó la diferencia de nivel construyendo un sótano al que se puede acceder desde la playa. Con esta decisión proyectual se refuerza la idea de basamento revestido con piedras y sostenido por arcos lográndose que el acceso principal se realice directamente al plano noble del edificio mediante la escalinata.

Grandes ventanales enmarcan las vistas hacia el río. Se destacan el portal galería de acceso con balcón de balaustradas, las ventanas revestidas con piedras y los aleros perimetrales de tejas que a su vez dejan ver el coronamiento de balaustradas. Se trata de una obra de un pintoresquismo ecléctico que reúne componentes clásicas como el orden y las balaustradas, junto a elementos propios del pintoresquismo regional como las piedras del lugar y las tejas.
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