El primer acercamiento formal que tuvo con las artes visuales fue mientras estudiaba comunicación audiovisual en Venezuela, en la materia de fotografía.

“Recuerdo exactamente la sensación de estar en el laboratorio de revelado, pasar por el cuarto oscuro, mezclar químicos y medir el tiempo para hacer aparecer imágenes sobre papeles con sales de plata” rememora el artista plástico y visual Tirco Matute (Maracay, Venezuela, 1988).

Matute es de Maracay (Venezuela). Consultado acerca de sus recuerdos de infancia y el arte dijo: “Maracay es una ciudad pequeña, muy cerca de Caracas. Al mismo tiempo, es un valle rodeado de montañas. De un lado, atravesando esas colinas, llegás a la playa, y del otro lado se conecta con la capital de Venezuela. Funciona mucho como una ciudad "de paso". Creo que esa sensación de interludio me dio la capacidad de desvincularme de ella también. Lo que sí recuerdo son las vacaciones que pasaba en la casa de mi tía Teresa, quien me enseñaba a hacer manualidades: combinar colores, tejer, pintar, hacer cerámica. Ella creo que fue mi primera maestra”.

Entorno fantasma. Trabajo en proceso.Foto: Gentileza.

-¿Cómo llegaste a Buenos Aires y quiénes te ayudaron para comenzar con tu carrera artística?

-Conocí Buenos Aires en 2007, cuando viajé de vacaciones con unos amigos. Me interesaba conocer la ciudad y, cuando estuve allí, supe que era un lugar donde me gustaría vivir. Al regresar de ese viaje, trabajé mucho para reunir dinero y mudarme finalmente en 2011. En ese momento, la migración venezolana no era lo que es ahora, pero sí existía la alianza de Mercosur, lo que facilitaba mucho la llegada. Conocía solo a un par de personas que habían llegado de Venezuela y quienes me ayudaron a realizar los trámites y a ubicarme un poco en la ciudad. Me presentaron algunos de sus amigos, y esas personas ya estaban haciendo cosas relacionadas con el arte, la música, el diseño, etc. Cuando llegás a un lugar por descubrir, cada persona que uno va conociendo te deja alguna enseñanza y te presenta un panorama de la escena. Eso creo que fue lo que sentí, y en ese sentido, mi intención era ir descubriendo cuál era mi lugar en este nuevo espacio.

-Trabajaste en varios programas de artistas. ¿Cómo fueron esos procesos? ¿Cuál recuerdas con mayor énfasis?

-En Argentina, la formación artística tiene la particularidad y la gran ventaja de ser plural, abierta y, en muchas ocasiones, pública. Mi primera clínica, como se suelen llamar muchos de esos programas de enseñanza y formación, fue en el Centro Cultural Ricardo Rojas, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires, donde cursé los dos talleres anuales dictados por Alberto Goldenstein. Alberto fue otro artista que me enseñó mucho sobre la fotografía contemporánea y el pensamiento crítico en la producción de la obra de arte. Luego, realicé durante más de un año la clínica particular que lleva a cabo Eduardo Gil, llamada T.E.F. (Taller de Estética Fotográfica), un espacio intenso, activo, en el que participan personas con miradas muy heterogéneas sobre la producción de imágenes. Luego, apliqué al programa de artistas de la Di Tella. Fue el último año en que el programa fue dirigido por Inés Katzenstein, y las clínicas de obra las realizábamos con Carlos Huffmann, quien luego pasó a ser el director del programa. El programa de artistas fue el que me permitió expandirme y reconocerme como artista más allá de la fotografía, iniciando mis primeros acercamientos a las instalaciones, los objetos y el video.

-En tu carrera, has expuesto en muestras colectivas e individuales. ¿Cuáles fueron las que más te gustaron? ¿O las que menos te interesaron?

-Las muestras colectivas tienen la particularidad de poder desarmar o rearticular las obras como dispositivos de pensamiento. Por eso, pienso que en cada muestra colectiva en la que participé, el mayor desafío fue que la obra no fuera un mero préstamo para ocupar un espacio, sino que se pensara qué espacio era necesario para albergar esa obra. Me interesa la relación entre la obra y el espectador, y en esa relación, el espacio es determinante. Lo mismo sucede con mis muestras individuales: el espacio es, a veces, la estructura, o por lo menos para mí es un factor importante como dispositivo de señalamiento de lo que se quiere decir. Es por eso que suelo intervenirlo, modificarlo o hacer un señalamiento que lo convierta en parte de la experiencia expositiva. En ese sentido, pienso que cada exposición es como un capítulo; yo no escribo libros, pero hago muestras, y cada muestra podría ser el capítulo de un extenso libro.

-En varias de tus obras/dibujos trabajas aspectos relacionados con lo espacial, las texturas, la luz. ¿Qué encuentras en esos temas?

-Son pistas, es lo que apreciamos a simple vista. Pero eso me interesa para señalar lo que no es evidente. Quizás una sola obra a veces no es suficiente, y eso no tiene nada de malo. Por eso te decía lo de los capítulos. Nunca te preguntaste: ¿por qué hay algo en lugar de nada?

-¿Qué artistas contemporáneos te gustan y seguís (vida y obra)?

-Es evidente que siempre nos gustan artistas que conocemos y otros con los que no tenemos tanta cercanía, y que seguramente sea mejor nunca conocer a fondo sus vidas, ya que con sus obras es suficiente. El arte es en gran parte una ficción en sí misma. A veces no es necesario desarticularla y conocerla del todo; es mejor creer que entender cada detalle, porque la coherencia no es un eslabón fundamental en lo que hacemos. Más que vida y obra, sigo a artistas que me interesan por sus procesos, la posición que toman frente al mercado y las instituciones, y la capacidad crítica que muestran con sus obras frente al mundo. Suena un poco grandilocuente, pero a veces un simple gesto es suficiente.

-¿Qué planes tenés para este 2025?

-No suelo organizarme por ciclos de calendario anual. El cambio de año para mí es como un cambio de mes. Tengo proyectos de mediano y largo plazo, y seguramente vayan surgiendo otros que son intempestivos. Actualmente, estoy estudiando filosofía en la UBA. A esto le estoy dedicando más tiempo de lo que esperaba, y lo digo en un buen sentido. Mientras tanto, sigo produciendo algunas obras que están en proceso de desarrollo material para encontrar la mayor potencia conceptual que deseo que condensen. También hay planes de una muestra en Caracas, que me hace mucha ilusión. Sería mi primera exhibición en el país donde nací.

Bio

Tirco Matute (Maracay, Venezuela, 1988) produce objetos, videos, imágenes e instalaciones en los que suele incluir textos y recursos del diseño, situando su práctica dentro de los pliegues de la fotografía contemporánea. Recibió la Beca de Viaje de la Colección Oxenford, Edición XIII, el Fondo Metropolitano de las Artes de la Ciudad de Buenos Aires y la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes. Además, fue invitado a participar en la residencia de artistas "De al Lado" en Lima, Perú.

Entre sus exposiciones individuales se destacan: Falso paso en falso en Casa Proyecto Galería (Buenos Aires, 2023), Extraños efectos deformables en Smol (Buenos Aires, 2022) y La forma etérea en Hilo Galería (Buenos Aires, 2018).