El cabezazo impecable del delantero le dio el triunfo a Unión, pero antes, el propio Orsini había marrado un tiro penal y se estaba ganando la reprobación de la gente. Cambió silbidos e insultos por euforia descontrolada.
09-10-2023 | 7:49 |
El delantero Nicolás Orsini festeja su tanto, el único de la tarde en el 15 de Abril.
El fútbol es así. Tiene estas cosas. Sabe de estas cosas. A Orsini no le perdonaban el penal marrado. En un partido cerrado y con tanta angustia contenida de la gente, se le había caído el estadio encima al centrodelantero que llegó de Boca prometiendo jerarquía y goles. El partido se iba. Era la última jugada y ahí apareció Orsini, pasando de villano a héroe por ese cabezazo limpio, impecable, que le dio a Unión una victoria necesaria y merecida, porque fue el que hizo el gasto del partido y el que siempre quiso ganarlo, pese a no jugar bien.
Sacando un par de momentos de paridad, todo el primer tiempo se jugó con el campo inclinado hacia el arco de Devecchi. Sobre todo en el último cuarto de hora, cuando Unión apretó un poco más arriba e impidió que Sarmiento hiciera correr la pelota en su campo defensivo, como intentó en los primeros minutos de un partido que tuvo escasas jugadas de peligro en esa parte inicial.
La claridad y el desequilibrio de Zenón –el mejor del primer tiempo- no tenía interlocutores válidos en el resto de sus compañeros. Vera no terminaba bien lo que insinuaba por derecha, Luna Diale no lograba darle claridad a su juego y apenas si inquietó con un remate de media distancia que Devecchi no pudo retener y apareció Morales para rematar, de derecha, por encima del travesaño en la jugada que se convirtió en la más clara de gol del primer tiempo.
Sarmiento hizo su negocio. Línea de cinco atrás, mucha movilidad en Quiroga, su número 10 que buscaba espacios por todo el frente de ataque y algo de peligrosidad en Marinelli, que apenas iniciado el partido dio lugar a una buena intervención de Campisi (tuvo dos buenas intervenciones en esa parte inicial).
Fue más Unión, pero sin profundidad. El poco peso que tuvo adentro del área terminó siendo la razón fundamental por la que ni siquiera pudo aprovechar un par de situaciones que no se produjeron por maniobras claras o fluidas, pero que se pudieron capitalizar para abrir un partido cerrado y complejo.
No cambió casi nada en el segundo tiempo, salvo que Orsini tuvo la ocasión de que la tarde no se convierta en dolorosa y angustiante para la gente. Penal clarito por mano que Echavarría vio adentro del área. Penal. Iban 24 minutos del segundo tiempo. Debía patear Luna Diale, se acercó Zenón (la figura) pero a la pelota la agarró Orsini. Se tenía fe. Tiró una “masita” que Devecchi (el mejor de Sarmiento, el que estuvo a punto de venir a Unión), detuvo arrojándose a su izquierda.
Parecía que se le caía el mundo encima. A Orsini y a Unión. Tenía la pelota y el terreno ante un rival muy opaco, que se dedicó exclusivamente a defenderse y a esperar que pasara el tiempo, jugando con la desesperación de Unión. El Kily pedía a gritos que no se apresuraran, que hicieran correr la pelota, pero los espacios no aparecían y el tiempo se empezaba a convertir en el segundo rival, además de Sarmiento.
El Kily aprovechó el calambre de Pardo para recurrir a Del Blanco y armó línea de cuatro en el fondo, liberando al juvenil para que subiera por izquierda, generando allí una sociedad con Zenón y la subida de Corvalán, que en la jugada del gol de la victoria tomó la lanza, se fue al ataque y generó el córner que terminó con el cabezazo de Orsini.
Unión hacía el gasto, pero no había caso. El cansancio, la impotencia, la postura ultra defensiva de un rival que apenas pasó tímidamente dos o tres veces la mitad de la cancha, impedían que Unión tuviera el premio que merecía. Hasta que llegó la última jugada del partido. Córner excelente de Zenón desde la izquierda y el cabezazo impecable, seco, limpio, bien colocado de Orsini, que desató la euforia descontrolada en el 15 de Abril.
Nicolás Orsini se convirtió en villano y héroe. Los insultos, los silbidos le llegaban. La gente estaba al rojo vivo porque la situación preocupa y exaspera. Por eso, haber marrado el penal se convertía en un pecado irredimible para Orsini. Sin embargo, el cabezazo agónico, en la expiración del partido, puso el 1 a 0 merecido.
Unión no jugó bien. Para nada bien. Pero, ¿qué importa, si ganó?, ¿qué importa, si lo hizo de la manera que lo hizo?. Había que ganar y ganó. Y fue merecido, más allá de que le faltó claridad, que tiene muchos problemas para convertir goles, que cuando le regalan pelota y terreno se le complica. Pero Unión va. Es un equipo que, como alguna vez dijo el técnico, se “vacía”, deja todo por más que no sea demasiado. Y transforma, como lo hizo en la excelente tarde santafesina, la angustia, la desesperación, la urgencia y los temores, en alegría indescriptible. Y lo consiguió Orsini. El villano no querido, que se convirtió en héroe y generó una explosión de euforia incontenible en la avenida.
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