Foto:Gentileza.
Leonel Giacometto
Toda ciudad, toda zona humana, todo país posee sus arraigos socio-culturales en personas, personajes, profesionales de variopintas disciplinas (legales o no), héroes accidentales, mártires, cruzados y artistas cuyas creaciones y vidas, mal que les pese o no, escriben el formato que da como resultado la idiosincrasia que va pasando de generación en generación, casi impoluta de forma, pero siempre con leyendas y anécdotas que las van retroalimentando. Pero, otra vez la tentadora conjunción adversa, antes de pergeñar con el lenguaje cómo Liliana Gioia y Héctor Ansaldi, en su flamante estreno Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), hacen de sí mismos, pero no, pero al mismo tiempo, también, sí, antes de eso, sería, al menos, una deliberada omisión, ahora, no decir que no es del todo así de simple y lineal el contenido del párrafo anterior. Las hebillas que sostienen los hilos de lo que se expone como una cosa u otra, en ciudades como Rosario, depende de factores tanto políticos, sociales, como, a fin de cuentas, humanos: estamos todos en el mismo torbellino de rusticidad, apuros, decididas, malas intenciones, y, de vez en cuando, alguna reparación pos mortem. Mientras tanto, hay creadores teatrales que, ya pisando los setenta años, siguen resignificándose su propio hacer sin toldos ni parasoles, dejándose llevar por sus propios recuerdos y vivencias, y haciendo de esto, no sólo el medio de vida pública, sino la refulgencia del fulgor que implica, en el cuerpo humano, con el paso del tiempo y el talento, hacer teatro.
Duelo de dos y la cola de zanahoria
Con la pandemia como motivo de retraso, Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), que iría a estrenarse en marzo de 2020, se estrenó hace dos semanas, después de un año donde esta lucha de actores entre sus propios recuerdos, gustos y emociones, fingidas o no, se daban con todo por internet subiendo videos donde, tanto Gioia como Ansaldi, prometían reunirse nuevamente en escena, después de más de cuarenta años, cuando eran compañeros del mismo grupo que por entonces lo unió en el azar de todos los días. Después, pasada la última dictadura cívico militar, vino la época donde el teatro y los programas televisivos infantiles, según cuentan en Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), estaba lleno de muñecos gigantes, títeres y gente adulta vestida de infantes. Ahí se separaron, y, el motivo, como el impresionante final de Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), es mejor no contarlo acá, e insistir en un dato no menor: se puede hacer humor como se nos cante, hablando y diciendo lo que se nos cante, con esos tonos que la violenta corrección social relegan a mucha gente a no saber que sí, que se puede hablar de la muerte y hacer uso de ella con humor, aun en pandemia, sin pensar por eso que “la gente” no quiere escuchar eso.
Tofito, Nazofortti, Pola, Pelopincho, Popina, Sabina, y la risa en Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente) no hay ni una evocativa ni una emocionante colección de recuerdos y querencias entre dos actores, sino hay risa. Mucha, tanta que, sin abrazarse por si quieren o querían o se reencuentran, la ingeniosa manera de transformar la risa en victoria (y, por tal, en emoción), impacta en un final donde Héctor Ansaldi firma su dramaturgia con la pulsión desordenada igual (o más impactante) a la que hay en su actuación. Y en la de Gioia. Es la risa, la misma que Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859-ibidem, 4 de enero de 1941) se interrogaba en su libro La risa: “¿Qué significa la risa? ¿Qué hay en el fondo de lo risible? ¿Qué puntos en común encontraríamos entre la mueca de un payaso, un juego de palabras, un enredo de vodevil, una escena de fina comedia? ¿Qué destilación nos dará la esencia, siempre la misma, a la que tantos y tan variados productos le deben su indiscreto olor o su delicado perfume?”.
El factor Piripincho Rigatuzzo
Un personaje, si no vive en el papel o en la pantalla, habita en un lugar complicado: el cuerpo del actor. El personaje más resonante de Héctor Ansaldi pertenece a la infancia de quien suscribe, y a la flora y fauna cultural y social de la ciudad de Rosario. Cumplió treinta y cinco años y no envejece, como Los Simpson, pero de verdad. Piripincho Rigatuzzo es un nene dientudo, tal vez demasiado grande como para algunas cosas que hace o dice. O demasiado honesto para la media nacional. Nunca podemos estar seguros si lo que dice Piripincho, que es colorado, despeinado y mirón, es una brutal cachetada al mundo adulto, o la inocentada de un “nene grande”, con una sonrisa chistosa, un cuerpo descontrolado y un amor incondicional que no conoce el paso del tiempo, el público y los actores. Su corazón es de alcaucil según sabemos. Insulta con frases como “¡Salame de Milán!”, y cuando te encuentra te pregunta “¿Có te va?”. Los primeros dientes de Piripincho, Héctor Ansaldi se los robó a sí mismo de un personaje que estaba haciendo por entonces en una obra de Griselda Gambaro (Nada que ver) dirigida por Mirko Buchín. Esta maravilla, como todo don, tiene un revés. Como le sucede a muchos (pero no a tantos), con el tiempo la relación amor-odio entre el actor y su personaje va y fue fluctuando a medida, quizás, que el actor pueda mancomunar lo que está dado, el personaje conquistado, con todo lo otro que seguramente pide un cuerpo a la hora de actuar. La actuación siempre pide cuerpos, y los cuerpos siempre quieren más al actuar. Como la risa, sobre la que Bergson, otra vez, escribió: “Nuestra excusa, al decidirnos a afrontar nosotros también dicho problema, es que no intentaremos encerrar la fantasía cómica en una definición. Vemos en ella, ante todo, algo vivo. La trataremos, por muy ligera que sea, con el respeto que se le debe a la vida. Nos limitaremos a observar cómo crece y se desarrolla. Forma tras forma, mediante imperceptibles gradaciones, sufrirá delante de nuestros ojos muy singulares metamorfosis. No desdeñaremos nada de lo que hayamos visto. De hecho, tal vez ganemos con este contacto permanente algo más flexible que una definición teórica; un conocimiento práctico e íntimo, como el que nace de una larga camaradería. Y tal vez nos parezca también que hemos adquirido, sin quererlo, un conocimiento útil”.
Ficha técnica
Título: Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente).
Textos: Héctor Ansaldi, Liliana Gioia.
Dramaturgia y dirección: Héctor Ansaldi.
Personajes: En el personaje de Ansaldi (y otros que no se pueden develar): Héctor Ansaldi. En el personaje de Gioia, Porota Mancuso (y otros imposibles de revelar): Liliana Gioia. El personaje siniestro traspintado (que no se puede identificar -salvo de espaldas-): Marcos Giordano. Actor invitado (como doble de cuerpo) Richard Gere. Actrices invitadas (por designo divino): Vicky Fernández, Hania Betcher, Marilena Repicandida, Tana Difrancesco, María José Sesma Ledesma, Pocha Preiss.
Técnico sonidista musicalizador y off voice (inasible por naturaleza): Manuel Lafranchi.
Diseño de luces (a pesar de carecerlas): Marcos Giordano.
Realización, edición de videos y operación lumínica (sin anestesia): Matías Monestés.
Diseño gráfico (extrapatriarcal): Fausto Ansaldi.
Coach de canto (desahuciado): Manuel Ansaldi.
Dirección general: Constantin Vslov Meyerlavsky.
Agradecimiento especial: Mirko Buchín, por su humor y paciencia infinita.
Prensa: Carina Culasso (3415317560).
Funciones: sábados a las 21, teatro Caras y Caretas, Corrientes 1.518, Rosario.
Reservas: 3413395398.
Toda ciudad, toda zona humana, todo país posee sus arraigos socio-culturales en personas, personajes, profesionales de variopintas disciplinas (legales o no), héroes accidentales, mártires, cruzados y artistas cuyas creaciones y vidas, mal que les pese o no, escriben el formato que da como resultado la idiosincrasia que va pasando de generación en generación, casi impoluta de forma, pero siempre con leyendas y anécdotas que las van retroalimentando. Pero, otra vez la tentadora conjunción adversa, antes de pergeñar con el lenguaje cómo Liliana Gioia y Héctor Ansaldi, en su flamante estreno Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), hacen de sí mismos, pero no, pero al mismo tiempo, también, sí, antes de eso, sería, al menos, una deliberada omisión, ahora, no decir que no es del todo así de simple y lineal el contenido del párrafo anterior. Las hebillas que sostienen los hilos de lo que se expone como una cosa u otra, en ciudades como Rosario, depende de factores tanto políticos, sociales, como, a fin de cuentas, humanos: estamos todos en el mismo torbellino de rusticidad, apuros, decididas, malas intenciones, y, de vez en cuando, alguna reparación pos mortem. Mientras tanto, hay creadores teatrales que, ya pisando los setenta años, siguen resignificándose su propio hacer sin toldos ni parasoles, dejándose llevar por sus propios recuerdos y vivencias, y haciendo de esto, no sólo el medio de vida pública, sino la refulgencia del fulgor que implica, en el cuerpo humano, con el paso del tiempo y el talento, hacer teatro.
Duelo de dos y la cola de zanahoria
Con la pandemia como motivo de retraso, Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), que iría a estrenarse en marzo de 2020, se estrenó hace dos semanas, después de un año donde esta lucha de actores entre sus propios recuerdos, gustos y emociones, fingidas o no, se daban con todo por internet subiendo videos donde, tanto Gioia como Ansaldi, prometían reunirse nuevamente en escena, después de más de cuarenta años, cuando eran compañeros del mismo grupo que por entonces lo unió en el azar de todos los días. Después, pasada la última dictadura cívico militar, vino la época donde el teatro y los programas televisivos infantiles, según cuentan en Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), estaba lleno de muñecos gigantes, títeres y gente adulta vestida de infantes. Ahí se separaron, y, el motivo, como el impresionante final de Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente), es mejor no contarlo acá, e insistir en un dato no menor: se puede hacer humor como se nos cante, hablando y diciendo lo que se nos cante, con esos tonos que la violenta corrección social relegan a mucha gente a no saber que sí, que se puede hablar de la muerte y hacer uso de ella con humor, aun en pandemia, sin pensar por eso que “la gente” no quiere escuchar eso.
Tofito, Nazofortti, Pola, Pelopincho, Popina, Sabina, y la risa en Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente) no hay ni una evocativa ni una emocionante colección de recuerdos y querencias entre dos actores, sino hay risa. Mucha, tanta que, sin abrazarse por si quieren o querían o se reencuentran, la ingeniosa manera de transformar la risa en victoria (y, por tal, en emoción), impacta en un final donde Héctor Ansaldi firma su dramaturgia con la pulsión desordenada igual (o más impactante) a la que hay en su actuación. Y en la de Gioia. Es la risa, la misma que Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859-ibidem, 4 de enero de 1941) se interrogaba en su libro La risa: “¿Qué significa la risa? ¿Qué hay en el fondo de lo risible? ¿Qué puntos en común encontraríamos entre la mueca de un payaso, un juego de palabras, un enredo de vodevil, una escena de fina comedia? ¿Qué destilación nos dará la esencia, siempre la misma, a la que tantos y tan variados productos le deben su indiscreto olor o su delicado perfume?”.
El factor Piripincho Rigatuzzo
Un personaje, si no vive en el papel o en la pantalla, habita en un lugar complicado: el cuerpo del actor. El personaje más resonante de Héctor Ansaldi pertenece a la infancia de quien suscribe, y a la flora y fauna cultural y social de la ciudad de Rosario. Cumplió treinta y cinco años y no envejece, como Los Simpson, pero de verdad. Piripincho Rigatuzzo es un nene dientudo, tal vez demasiado grande como para algunas cosas que hace o dice. O demasiado honesto para la media nacional. Nunca podemos estar seguros si lo que dice Piripincho, que es colorado, despeinado y mirón, es una brutal cachetada al mundo adulto, o la inocentada de un “nene grande”, con una sonrisa chistosa, un cuerpo descontrolado y un amor incondicional que no conoce el paso del tiempo, el público y los actores. Su corazón es de alcaucil según sabemos. Insulta con frases como “¡Salame de Milán!”, y cuando te encuentra te pregunta “¿Có te va?”. Los primeros dientes de Piripincho, Héctor Ansaldi se los robó a sí mismo de un personaje que estaba haciendo por entonces en una obra de Griselda Gambaro (Nada que ver) dirigida por Mirko Buchín. Esta maravilla, como todo don, tiene un revés. Como le sucede a muchos (pero no a tantos), con el tiempo la relación amor-odio entre el actor y su personaje va y fue fluctuando a medida, quizás, que el actor pueda mancomunar lo que está dado, el personaje conquistado, con todo lo otro que seguramente pide un cuerpo a la hora de actuar. La actuación siempre pide cuerpos, y los cuerpos siempre quieren más al actuar. Como la risa, sobre la que Bergson, otra vez, escribió: “Nuestra excusa, al decidirnos a afrontar nosotros también dicho problema, es que no intentaremos encerrar la fantasía cómica en una definición. Vemos en ella, ante todo, algo vivo. La trataremos, por muy ligera que sea, con el respeto que se le debe a la vida. Nos limitaremos a observar cómo crece y se desarrolla. Forma tras forma, mediante imperceptibles gradaciones, sufrirá delante de nuestros ojos muy singulares metamorfosis. No desdeñaremos nada de lo que hayamos visto. De hecho, tal vez ganemos con este contacto permanente algo más flexible que una definición teórica; un conocimiento práctico e íntimo, como el que nace de una larga camaradería. Y tal vez nos parezca también que hemos adquirido, sin quererlo, un conocimiento útil”.
Ficha técnica
Título: Ansaldi vs. Gioia (una comedia efervescente).
Textos: Héctor Ansaldi, Liliana Gioia.
Dramaturgia y dirección: Héctor Ansaldi.
Personajes: En el personaje de Ansaldi (y otros que no se pueden develar): Héctor Ansaldi. En el personaje de Gioia, Porota Mancuso (y otros imposibles de revelar): Liliana Gioia. El personaje siniestro traspintado (que no se puede identificar -salvo de espaldas-): Marcos Giordano. Actor invitado (como doble de cuerpo) Richard Gere. Actrices invitadas (por designo divino): Vicky Fernández, Hania Betcher, Marilena Repicandida, Tana Difrancesco, María José Sesma Ledesma, Pocha Preiss.
Técnico sonidista musicalizador y off voice (inasible por naturaleza): Manuel Lafranchi.
Diseño de luces (a pesar de carecerlas): Marcos Giordano.
Realización, edición de videos y operación lumínica (sin anestesia): Matías Monestés.
Diseño gráfico (extrapatriarcal): Fausto Ansaldi.
Coach de canto (desahuciado): Manuel Ansaldi.
Dirección general: Constantin Vslov Meyerlavsky.
Agradecimiento especial: Mirko Buchín, por su humor y paciencia infinita.
Prensa: Carina Culasso (3415317560).
Funciones: sábados a las 21, teatro Caras y Caretas, Corrientes 1.518, Rosario.
Reservas: 3413395398.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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