CEFERINO AZAMBUYO
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A la llegada de la caravana de peregrinos a caballo, el prelado pronunció una bendición para quienes recorrieron los barrios de la ciudad, arribando a la plaza 25 de Mayo, en la celebración este martes 30 de agosto, en Villaguay.
Primero se realizó una extensa procesión con la imagen histórica, que superó las cuatro cuadras y recorrió las calles de la ciudad, partiendo desde el templo parroquial, arribando por calle San Martín hacia el altar que lució finamente ornamentado con los colores rosa, amarillo y blanco en un trabajo que cada año realiza con suma dedicación el artista Antonio Villagra.
Al momento de la homilía, monseñor Puiggari mencionó en relación a la vida de Santa Rosa, que “la Santa marca de algún modo especial a la comunidad que está bajo su protección y de acuerdo al Evangelio del día, las dos parábolas de Jesús marcaron la vida de Rosa porque descubrió el Tesoro y vendió todo para quedarse con ese Tesoro”.
“Rosa era una mujer acomodada, tenía un buen poderío humano, si podemos llamarlo así, con su belleza que llamaba la atención, pero descubrió a Jesús, su tesoro y dejó todo para seguirlo. Valió la pena por seguir al Maestro. Ella nos quiere decir que sepamos descubrir el Tesoro de Jesucristo en nuestra vida, piedra angular sobre la que construimos la vida personal y comunitaria como lo es en esta parroquia”.
En el tramo final citó al Papa Benedicto XVI, quien decía que este siglo que comenzaba “necesitaba una revolución”, en el siglo XX hubo grandes revoluciones como el comunismo, el nazismo que llevó a la muerte. Hace falta una gran revolución de la caridad, el amor. Francisco retoma el mismo tema y lo llama “la revolución de la ternura. Ante un mundo tan herido necesitamos curarlo con el amor, el amor que no busca quedarse con todo, el amor que da porque es donación, el amor que no cierra los puños, sino que los abre siempre para darle una mano al hermano, el amor que está más pendiente del otro que de uno mismo”.
“Cuánto necesitamos hoy los argentinos sanar nuestras heridas, cuanta división entre nosotros y como debe dolerle a Jesús que nos hizo hermanos en la cruz, nos hizo hijos de Dios y hermanos entre nosotros al vernos tan peleados, tan irreconciliables, con tanto odio”, aseveró, para agregar que “el gran propósito y tal vez el compromiso que podríamos tener con Santa Rosa es ser instrumentos de paz, donde haya odio ponga yo amor, donde haya ofensa ponga perdón, que sanemos las heridas y descubramos siempre en el otro a un hermano que puede pensar distinto que yo, tener preferencias distintas en lo político, deportivo y tantas otras cosas pero que nunca sea enemigo porque tiene el mismo Padre que es Dios, un mismo hermano mayor Jesucristo y una misma madre María Santísima”.
Finalmente, el obispo enfatizó en que “la urgencia de Argentina es descubrirnos como hermanos, ser capaces de reconciliarnos y perdonar buscando siempre la mansedumbre y el óleo, el aceite que cure las heridas como lo hizo Santa Rosa con tantos enfermos y tantos pobres”.
La imagen de la Santa Patrona se retiró de la celebración entre una manifestación de fe conmovedora con alabanzas y cánticos, pañuelos en alto y feligreses que la acompañaron hasta el templo.
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A la llegada de la caravana de peregrinos a caballo, el prelado pronunció una bendición para quienes recorrieron los barrios de la ciudad, arribando a la plaza 25 de Mayo, en la celebración este martes 30 de agosto, en Villaguay.
Primero se realizó una extensa procesión con la imagen histórica, que superó las cuatro cuadras y recorrió las calles de la ciudad, partiendo desde el templo parroquial, arribando por calle San Martín hacia el altar que lució finamente ornamentado con los colores rosa, amarillo y blanco en un trabajo que cada año realiza con suma dedicación el artista Antonio Villagra.
Al momento de la homilía, monseñor Puiggari mencionó en relación a la vida de Santa Rosa, que “la Santa marca de algún modo especial a la comunidad que está bajo su protección y de acuerdo al Evangelio del día, las dos parábolas de Jesús marcaron la vida de Rosa porque descubrió el Tesoro y vendió todo para quedarse con ese Tesoro”.
“Rosa era una mujer acomodada, tenía un buen poderío humano, si podemos llamarlo así, con su belleza que llamaba la atención, pero descubrió a Jesús, su tesoro y dejó todo para seguirlo. Valió la pena por seguir al Maestro. Ella nos quiere decir que sepamos descubrir el Tesoro de Jesucristo en nuestra vida, piedra angular sobre la que construimos la vida personal y comunitaria como lo es en esta parroquia”.
En el tramo final citó al Papa Benedicto XVI, quien decía que este siglo que comenzaba “necesitaba una revolución”, en el siglo XX hubo grandes revoluciones como el comunismo, el nazismo que llevó a la muerte. Hace falta una gran revolución de la caridad, el amor. Francisco retoma el mismo tema y lo llama “la revolución de la ternura. Ante un mundo tan herido necesitamos curarlo con el amor, el amor que no busca quedarse con todo, el amor que da porque es donación, el amor que no cierra los puños, sino que los abre siempre para darle una mano al hermano, el amor que está más pendiente del otro que de uno mismo”.
“Cuánto necesitamos hoy los argentinos sanar nuestras heridas, cuanta división entre nosotros y como debe dolerle a Jesús que nos hizo hermanos en la cruz, nos hizo hijos de Dios y hermanos entre nosotros al vernos tan peleados, tan irreconciliables, con tanto odio”, aseveró, para agregar que “el gran propósito y tal vez el compromiso que podríamos tener con Santa Rosa es ser instrumentos de paz, donde haya odio ponga yo amor, donde haya ofensa ponga perdón, que sanemos las heridas y descubramos siempre en el otro a un hermano que puede pensar distinto que yo, tener preferencias distintas en lo político, deportivo y tantas otras cosas pero que nunca sea enemigo porque tiene el mismo Padre que es Dios, un mismo hermano mayor Jesucristo y una misma madre María Santísima”.
Finalmente, el obispo enfatizó en que “la urgencia de Argentina es descubrirnos como hermanos, ser capaces de reconciliarnos y perdonar buscando siempre la mansedumbre y el óleo, el aceite que cure las heridas como lo hizo Santa Rosa con tantos enfermos y tantos pobres”.
La imagen de la Santa Patrona se retiró de la celebración entre una manifestación de fe conmovedora con alabanzas y cánticos, pañuelos en alto y feligreses que la acompañaron hasta el templo.
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