Foto:Gentileza.
Alvaro Javier Marrocco
Oscar Fariña irrumpió en la escena literaria con un libro malevo titulado El Guacho Martin Fierro allá por el 2011 proponiendo una re-lectura en clave cumbia del Martin Fierro de José Hernadez. ¿Como concebió esa idea? Oscar comenta que antes de ese libro, ya había escrito para entonces un librito de poemas titulado “Pintó el arrebato”, que buscaba experimentar con eso que él toda la vida lo colmó de alegría: el canto del pueblo, el pulso atorrante de su voz.
Y algunas de las devoluciones que más lo halagaron se referían a una posible filiación de ese librito con la serie de la poesía gauchesca. Había violencia, era festiva. “Entonces con eso en la cabeza una tarde aburrida en la librería donde trabajaba me topé con una edición muy fea del Martín Fierro que debía acomodar y el gaucho de la tapa con el rebenque al aire y el caballo encabritado me convocó de tal modo en su absoluta estereotipicidad que tuve que hacerme de un papel y copiarlo con algunas variaciones: salía el caballo y entraba una moto haciendo willy, volaba el rebenque y aparecía una cartera recién arrebatada. Ese era mi tono. El gaucho pasaba a lucir visera”.
En el libro El guacho Martín Fierro (Ed Interzona) en una de las estrofas dice: Aquí me pongo a cantar / al compás de la villera, / que el guacho que lo desvela, /una pena extraordinaria, / cual camuca solitaria con la kumbia se consuela. Semejante resignificación tumbera del clásico poema gauchesco le permitió a Oscar Fariña (1980) tener cierta relevancia literaria, allá por el 2011. Agrega Oscar: “Al mismo tiempo se gestó la intuición de una verdad (literaria, política) tras el chiste. Y la necesidad de llevarla a término con la mayor seriedad posible. Pierre Menard fue el modelo. Tocar lo mínimo para potenciar el efecto. Con Leónidas: asumir la distorsión (del Sistema), y devolverla multiplicada”.
Si uno revisa la biografía de Fariña, su obra publicada empieza con: “Pintó el arrebato” (Chapita, 2008), “Mamacha” (Felicita Cartonera, 2008), Un ballet de policías en el agua (Cartonerita Solar, 2009) y El velo hermafrodita de la lengua (La Propia, 2009), “El Guacho Martin Fierro” (2011), “El Negro Atari” (Gigante-Fadel & Fadel); ¿Se considerará un poeta, más que un escritor? Oscar comenta que todos los libros mencionados son volúmenes de poemas. Luego agrega que él se autopercibe, sobre todo, borgeano. “Sobre todo por vago”. El Maestro preguntaba: ¿para qué estirar a doscientas páginas un argumento fácilmente despachable en siete? Genial, ¿mas por qué detenerse en siete? Que sean tres nomás. Que sea una sola. Mejor aún: ni completemos la extensión de la hoja. Mejor aún: ni completemos la extensión de los renglones. Hete aquí el poema: un denso concentrado de literatura que se debe paladear con la extasiada lentitud de un vago.
-En general le prestás mucha atención a seguir la estética turra no sólo en el lenguaje sino en la tapa o los dibujos ¿De donde viene el interés por la cultura marginal y esa fruición por la poesía y la literatura?
-Soy hijo de una empleada doméstica, madre soltera, inmigrante paraguaya. No tuve documentos hasta los 11 años. Siempre vivimos con lo puesto, de pensión en pensión. La cultura marginal es mi lengua materna. Después aprendí otras, a medias. Pero la lengua literaria tiende a la corrección, a la rigidez de la norma, y las expresiones populares se renuevan de modo constante. Encuentro ahí una energía libidinal menos mediada.
Claro que todo debe apreciarse en contexto. Pinto el arrebato es del 2008. La primera edición de El guacho Martín Fierro del 2011. En el medio, la cultura turra se ha vuelto mainstream y las canciones que canta toda una generación hablan casi con exclusividad de la empresa narco, sin presentar ningún tipo de conflicto. Compra, venta, consumo. La distorsión del capital se ha multiplicado. Entonces habría que estudiar el cómo seguir investigando este registro, ahora que ya no es disruptivo ni marginal.
Yo, decía, vengo de una familia de laburantes y en el paisaje de mi infancia no hubo nunca una biblioteca. Así que arranqué un poco tarde y de costado. Empecé a leer con los oídos. A los 14, 15 años descubrí que algunas letras de las bandas que escuchaba me provocaban algo muy intenso. Algo que podía recortarse de la música, de la perfo en vivo. Algo que habitaba en las palabras. Babasónicos. Peligrosos gorriones. Demonios de Tasmania. Los libros vinieron después.
-En El Negro Atari hay una búsqueda de lo retro desde la poesía: el Pacman, el Tetris, el Mario Bros… ¿Que juego poético quisiste establecer con esos cruces de lenguajes?
-En esos poemas trabajé el goce básico del anacronismo, de un doble anacronismo enfrentado, para afirmar algo a partir de esa doble negación. Contra el impulso nostálgico, reactivo, de habitar el pasado, una apuesta por el disparate del presente, este cambalache donde todo se mezcla en infinitas combinatorias posibles. Entonces ahí están los 80, la infancia del videojuego, aportando el tema. La forma a tratarlo será la del soneto. Una tecnología con más de 500 años de antigüedad.
-Durante tus procesos de escritura, ¿qué libros están en tu mesa de trabajo? ¿Cómo es tu relación con la escritura?
-Esa pila hipotética es de imposible recuperación, pues va mutando de proyecto en proyecto, y no siempre me resulta consciente. Quiero decir: permanezco permeable a cualquier influencia, que sólo ocasionalmente proviene de los libros. Lo que sí se puede afirmar con absoluta seguridad es su existencia, dado que siempre trabajo con alguna referencia a mano. Sólo sé caminar acompañado de muletas.
Mi relación con la escritura es tortuosa, neurotizada. No me alcanza el día o la voluntad. Estoy enfermo de literatura, pero soy de clase trabajadora y vivo al día. Tengo una de 6 en primer grado, otro de 7 meses. Tengo que pensar en la plata todo el tiempo. Quise desarrollar una obra y me interrumpió la felicidad.
-Hace más de diez años que publicaste tu primer libro, ¿qué sentís que aprendiste en todos estos años como escritor?
-Aprendí a tener paciencia, a descartar, a evitar facilismos. Aprendí a evitar a cierta gente. Aprendí a leer. Igual, lo más importante, es no anquilosarse en lo aprendido.
-¿En que proyectos estas metido? ¿Y qué te depara el 2023?
-Estoy preparando una traducción de Marianne Moore en colaboración con Guadalupe Alfaro. Otra de Anne Carson. Otra de John Ashbery. Estoy corrigiendo dos conjuntos separados de poemas. Tengo que llevar a mis hijxs al doctor cada tanto; y a la mayor, todos los días, a la escuela.
Agenda
El domingo 11 de septiembre a las 20, estarán presentes varios escritores para conversar bajo un mismo tema: “Martín Fierro. Una lectura en clave contemporánea” alli participarán Oscar Fariña (El guacho Martín Fierro – Ed Interzona), Guillermo David (Biblioteca Nacional) Matías Casas (Como dijo Martín Fierro - Ed. Prometeo) y Sara Iriarte (FHumyA-UNR). Primer Piso Sala Beatriz Guido.
Bio
Oscar Fariña (Asunción, Paraguay, 1980) reside desde niño en Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Comunicación y Letras en la UBA. Publicó los libros de poesía Mamacha (2008), Pintó el arrebato (2008), El velo hermafrodita de la lengua (2009), Un ballet de policías en el agua (2009), El guacho Martín Fierro(2011), El desmadre (2012) y El Negro Atari (2016).
Oscar Fariña irrumpió en la escena literaria con un libro malevo titulado El Guacho Martin Fierro allá por el 2011 proponiendo una re-lectura en clave cumbia del Martin Fierro de José Hernadez. ¿Como concebió esa idea? Oscar comenta que antes de ese libro, ya había escrito para entonces un librito de poemas titulado “Pintó el arrebato”, que buscaba experimentar con eso que él toda la vida lo colmó de alegría: el canto del pueblo, el pulso atorrante de su voz.
Y algunas de las devoluciones que más lo halagaron se referían a una posible filiación de ese librito con la serie de la poesía gauchesca. Había violencia, era festiva. “Entonces con eso en la cabeza una tarde aburrida en la librería donde trabajaba me topé con una edición muy fea del Martín Fierro que debía acomodar y el gaucho de la tapa con el rebenque al aire y el caballo encabritado me convocó de tal modo en su absoluta estereotipicidad que tuve que hacerme de un papel y copiarlo con algunas variaciones: salía el caballo y entraba una moto haciendo willy, volaba el rebenque y aparecía una cartera recién arrebatada. Ese era mi tono. El gaucho pasaba a lucir visera”.
En el libro El guacho Martín Fierro (Ed Interzona) en una de las estrofas dice: Aquí me pongo a cantar / al compás de la villera, / que el guacho que lo desvela, /una pena extraordinaria, / cual camuca solitaria con la kumbia se consuela. Semejante resignificación tumbera del clásico poema gauchesco le permitió a Oscar Fariña (1980) tener cierta relevancia literaria, allá por el 2011. Agrega Oscar: “Al mismo tiempo se gestó la intuición de una verdad (literaria, política) tras el chiste. Y la necesidad de llevarla a término con la mayor seriedad posible. Pierre Menard fue el modelo. Tocar lo mínimo para potenciar el efecto. Con Leónidas: asumir la distorsión (del Sistema), y devolverla multiplicada”.
Si uno revisa la biografía de Fariña, su obra publicada empieza con: “Pintó el arrebato” (Chapita, 2008), “Mamacha” (Felicita Cartonera, 2008), Un ballet de policías en el agua (Cartonerita Solar, 2009) y El velo hermafrodita de la lengua (La Propia, 2009), “El Guacho Martin Fierro” (2011), “El Negro Atari” (Gigante-Fadel & Fadel); ¿Se considerará un poeta, más que un escritor? Oscar comenta que todos los libros mencionados son volúmenes de poemas. Luego agrega que él se autopercibe, sobre todo, borgeano. “Sobre todo por vago”. El Maestro preguntaba: ¿para qué estirar a doscientas páginas un argumento fácilmente despachable en siete? Genial, ¿mas por qué detenerse en siete? Que sean tres nomás. Que sea una sola. Mejor aún: ni completemos la extensión de la hoja. Mejor aún: ni completemos la extensión de los renglones. Hete aquí el poema: un denso concentrado de literatura que se debe paladear con la extasiada lentitud de un vago.
-En general le prestás mucha atención a seguir la estética turra no sólo en el lenguaje sino en la tapa o los dibujos ¿De donde viene el interés por la cultura marginal y esa fruición por la poesía y la literatura?
-Soy hijo de una empleada doméstica, madre soltera, inmigrante paraguaya. No tuve documentos hasta los 11 años. Siempre vivimos con lo puesto, de pensión en pensión. La cultura marginal es mi lengua materna. Después aprendí otras, a medias. Pero la lengua literaria tiende a la corrección, a la rigidez de la norma, y las expresiones populares se renuevan de modo constante. Encuentro ahí una energía libidinal menos mediada.
Claro que todo debe apreciarse en contexto. Pinto el arrebato es del 2008. La primera edición de El guacho Martín Fierro del 2011. En el medio, la cultura turra se ha vuelto mainstream y las canciones que canta toda una generación hablan casi con exclusividad de la empresa narco, sin presentar ningún tipo de conflicto. Compra, venta, consumo. La distorsión del capital se ha multiplicado. Entonces habría que estudiar el cómo seguir investigando este registro, ahora que ya no es disruptivo ni marginal.
Yo, decía, vengo de una familia de laburantes y en el paisaje de mi infancia no hubo nunca una biblioteca. Así que arranqué un poco tarde y de costado. Empecé a leer con los oídos. A los 14, 15 años descubrí que algunas letras de las bandas que escuchaba me provocaban algo muy intenso. Algo que podía recortarse de la música, de la perfo en vivo. Algo que habitaba en las palabras. Babasónicos. Peligrosos gorriones. Demonios de Tasmania. Los libros vinieron después.
-En El Negro Atari hay una búsqueda de lo retro desde la poesía: el Pacman, el Tetris, el Mario Bros… ¿Que juego poético quisiste establecer con esos cruces de lenguajes?
-En esos poemas trabajé el goce básico del anacronismo, de un doble anacronismo enfrentado, para afirmar algo a partir de esa doble negación. Contra el impulso nostálgico, reactivo, de habitar el pasado, una apuesta por el disparate del presente, este cambalache donde todo se mezcla en infinitas combinatorias posibles. Entonces ahí están los 80, la infancia del videojuego, aportando el tema. La forma a tratarlo será la del soneto. Una tecnología con más de 500 años de antigüedad.
-Durante tus procesos de escritura, ¿qué libros están en tu mesa de trabajo? ¿Cómo es tu relación con la escritura?
-Esa pila hipotética es de imposible recuperación, pues va mutando de proyecto en proyecto, y no siempre me resulta consciente. Quiero decir: permanezco permeable a cualquier influencia, que sólo ocasionalmente proviene de los libros. Lo que sí se puede afirmar con absoluta seguridad es su existencia, dado que siempre trabajo con alguna referencia a mano. Sólo sé caminar acompañado de muletas.
Mi relación con la escritura es tortuosa, neurotizada. No me alcanza el día o la voluntad. Estoy enfermo de literatura, pero soy de clase trabajadora y vivo al día. Tengo una de 6 en primer grado, otro de 7 meses. Tengo que pensar en la plata todo el tiempo. Quise desarrollar una obra y me interrumpió la felicidad.
-Hace más de diez años que publicaste tu primer libro, ¿qué sentís que aprendiste en todos estos años como escritor?
-Aprendí a tener paciencia, a descartar, a evitar facilismos. Aprendí a evitar a cierta gente. Aprendí a leer. Igual, lo más importante, es no anquilosarse en lo aprendido.
-¿En que proyectos estas metido? ¿Y qué te depara el 2023?
-Estoy preparando una traducción de Marianne Moore en colaboración con Guadalupe Alfaro. Otra de Anne Carson. Otra de John Ashbery. Estoy corrigiendo dos conjuntos separados de poemas. Tengo que llevar a mis hijxs al doctor cada tanto; y a la mayor, todos los días, a la escuela.
Agenda
El domingo 11 de septiembre a las 20, estarán presentes varios escritores para conversar bajo un mismo tema: “Martín Fierro. Una lectura en clave contemporánea” alli participarán Oscar Fariña (El guacho Martín Fierro – Ed Interzona), Guillermo David (Biblioteca Nacional) Matías Casas (Como dijo Martín Fierro - Ed. Prometeo) y Sara Iriarte (FHumyA-UNR). Primer Piso Sala Beatriz Guido.
Bio
Oscar Fariña (Asunción, Paraguay, 1980) reside desde niño en Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Comunicación y Letras en la UBA. Publicó los libros de poesía Mamacha (2008), Pintó el arrebato (2008), El velo hermafrodita de la lengua (2009), Un ballet de policías en el agua (2009), El guacho Martín Fierro(2011), El desmadre (2012) y El Negro Atari (2016).
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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