Hugo Marcucci se presenta el próximo domingo como precandidato para la banca de senador provincial por el departamento La Capital, que ocupó entre 2007 y 2011, desplazando por primera vez al peronismo. En el interín fue diputado nacional y concejal santafesino. En un diálogo en la redacción de El Litoral, recuerda cada uno de esos desafíos, y también aquéllos que lo llevaron a la política en vísperas de la recuperación democrática, cuando ingresó a la facultad de Ciencias Económicas en la época en que todavía regían cupos y aranceles en la Universidad pública, y no había centros de estudiantes.
Precisamente esa carencia lo llevó a participar del proceso por generarlos, estableciendo grupos, trabajando en la confección de estatutos y participando de asambleas, en un momento en que estaban restrigidas las libertades. “Lo que hicimos fue ponernos de acuerdo con otros estudiantes, que eran de distintas fuerzas políticas, para que se elijan dos delegados por cada curso. A mí me tocó ser elegido por primer año; diría que ese fue mi bautismo. Por quinto año fue elegido Omar Perotti, y por entonces también estaba cursando Walter Agosto”, rememora.
Luego fue sucesivamente presidente del Centro de Estudiantes, integrante del Consejo Superiro, titular de la FUL y finalmente de la FUA, una experiencia “muy interesante, porque estábamos acostumbrados al diálogo entre fuerzas políticas”, y también a participar a nivel internacional en la interacción con otros movimientos, en plena época de la caída del Muro de Berlín y de la recuperación de las libertades en muchos países, con participación de los movimientos estudiantiles.
En esta nueva etapa, busca acudir a esa gimnasia de diálogo para articular acuerdos entre distintos sectores, y afrontar problemas de fondo como la inseguridad, partiendo de la base de que la primera condición es “cambiar esta concepción kirchnerista de que las víctimas son los delincuentes, y pensar en el uso de la fuerza para generar la paz, la convivencia, la libertad. Que la presencia policial en la calle no es un pecado, sino producto de la necesidad de que la ley sea ley, y que eso es lo natural”. Y que para ello es fundamental la debida articulación entre los distintos niveles del Estado.
“Estamos dispuestos a acompañar un plan que vaya a fondo con el narcotráfico, y que se vincula a otro paradigma de lucha contra la inseguridad. Es decir, que los que tengan miedo sean los delincuentes, y no los hombres de bien. Lo primero que tiene que garantizar el Estado es la libertad para poder caminar, no tener que estar pendientes de lo que nos puede pasar a nosotros o a nuestros familiares. Y en vez de eso, todavía estamos discutiendo si se puede usar o no las pistolas Taser”, razona.