En diálogo con Mirador Provincial, el escritor Javier Núñez (Rosario, 1976) nos cuenta sobre su próxima participación en FIL Lima 2023, que, en su vigésimo séptima edición, se lleva a cabo en la capital peruana hasta el 6 de agosto. Repasa, además, su trayectoria literaria, desde la publicación de La risa de los pájaros (cuentos, 2009) en la editorial rosarina Ciudad Gótica y de Praga de noche (cuentos, 2012), en la también rosarina El ombú bonsái.
Sus obras
Con anterioridad a sus primeras publicaciones, a fines de la década del 90, Núñez colaboró con la revista rosarina Ciudad Gótica como narrador e ilustrador. Además, publicó algunos de sus cuentos en otras revistas literarias como Oliverio, Axolotl y No Retornable (Buenos Aires) y Letralia (Venezuela). Entre 2010 y 2011 fue colaborador frecuente en la sección contratapa del suplemento Rosario/12 del diario Página/12, en la que continúa escribiendo.
En 2011 fue finalista del Premio Emecé y en 2012, su novela La doble ausencia ganó el Premio Latinoamericano a Primera Novela “Sergio Galindo” convocado por la editorial de la Universidad Veracruzana (México), transformándose así en el primer escritor argentino en obtener tal distinción. En 2022 su novela Hija de nadie (definida como “la historia distópica de dos mujeres que resisten a una realidad áspera y cruel”) obtuvo el Premio Casa de las Américas.
Entre sus publicaciones figuran también Tríptico (crónicas, 2013), Eduvim; Después del fuego (novela, 2017), Le Pecore Nere; La feroz belleza del mundo (cuentos, 2018), Casagrande, y Postales de un mapa imposible (relatos, 2021), Listocalisto.
Feria de Lima y próximos proyectos
-Vas a formar parte de la Feria del Libro de Lima. ¿Tu participación tiene que ver con el premio que recibiste en Casa de las Américas o con otro proyecto o publicación?
-No tiene que ver directamente con el Premio de Casa de las Américas. Si bien de algún modo mi primer contacto con la Cámara Peruana del Libro fue el año pasado a raíz del premio, ahora mi presencia en la FIL tiene que ver con la presentación de una edición para Perú de La doble ausencia a través de Colmena Editores.
-Hace más de una década recibiste otro reconocimiento importante: el Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo. ¿Qué podés comentarnos acerca de aquella experiencia y de la primera publicación de La doble ausencia en México?
-Creo que los concursos abren puertas: pueden servir para empezar a publicar o para ampliar el horizonte de lectores cuando uno ya tiene cierto recorrido. En ese caso, para mí, fue una especie de punto de partida. Sobre todo lo tomé así: como algo iniciático, un hito fundacional. En esa época yo tenía apenas un libro de cuentos autopublicado, y esta era la primera novela que escribía. Creo que ponerla a concursar fue una manera algo ingenua de ver cómo se las arreglaba por su cuenta y cómo se desenvolvía ante la valoración de lectores calificados. Digo algo ingenua porque la verdad es que uno no tiene feedback del jurado, salvo que la novela llegue al final. Pero me fue bien. Por lo general, un premio ayuda: te otorga cierta dosis de visibilidad circunstancial. No te hace más o menos escritor ni te brinda el oficio o el talento que no tengas: te otorga, a lo sumo, la posibilidad de empezar un camino, o te ayuda a mantenerte en marcha en un oficio que sabe ser ingrato o frustrante con bastante frecuencia. Y eso no es poco. Después la novela hizo su propio recorrido. A la distancia, eso es lo que más valoro. Que siga viva, que se siga publicando, que siga encontrando lectores en diferentes lugares: primero en México, después también acá en Argentina, en Uruguay, y ahora en Perú.
-Escribís narrativa (cuentos, novela). Dentro de tu producción, ¿cómo definirías las contratapas publicadas en el suplemento Rosario/12 de Página 12, como crónicas literarias?
-Es un género algo indefinible que resulta de la escritura del momento, en el que se cruzan la crónica, el ensayo, la reflexión y la vocación de contar historias sin ser ninguna de todas esas cosas. Son textos regidos por la contingencia, por el azar de esas pequeñas cosas que convocan la mirada del que escribe, pero al mismo tiempo un poco atemporales. Me gusta decir que es literatura de ocasión. De ocasión porque responde al fulgor de un momento y, también, porque es de segunda mano: por ahí lo que se cuentan son historias ajenas vueltas a contar porque me permiten hablar de algún tema que me conmueve o me interesa. El amor, la memoria, la escritura, algún viaje o lo que sea. Aunque es un tipo de escritura que descubrí en el camino —y aunque seguramente siga siendo más escritor de ficción que cualquier otra cosa— es un formato donde me siento cómodo. Digo que apareció en el camino porque hubo una búsqueda que tenía que ver con correrme de la ficción y encontrar un registro y un formato nuevos, algo que me permitiera tomar un tema o contar una situación real usando elementos de la crónica, el ensayo o la reflexión personal. Pero encontré una voz personal que tomó cuerpo. Puede que ese sea el más auténtico de los muchos que soy cuando escribo.
-¿Cuáles son tus libros más recientes -además de los mencionados- y cuáles, tus actuales proyectos de escritura?
-Los más recientes son dos libros que salieron publicados el año pasado. La música de las cosas perdidas es una novela un poco intimista sobre el viaje que emprenden un abuelo y su nieto adolescente tras los pasos de la madre del chico, que lo abandonó cuando tenía dos años y a la que el tipo no ve desde que se fugó de su casa a los diecisiete. Una novela de vínculos, de pérdidas, de lo que los personajes consiguen hacer con lo que el mundo hizo con ellos. El otro fue El pulso secreto de las cosas, que reúne y selecciona una serie de contratapas escritas para Rosario/12 a lo largo de los últimos 10 años.
No tengo un proyecto de escritura concreto en este momento. Cada tanto le doy forma a un libro que reúne una serie de cuentos extraños que comparten una especie de clima o espíritu afín, y que tienen lugar en tiempos y espacios que nunca están definidos del todo, en una especie de geografía imaginaria, y a veces tomo notas para una idea de novela a la que le estoy dando vueltas desde hace unos meses pero que no deja de ser un esbozo. Salvo cuando estoy embarcado en la escritura de algo concreto, no tengo rutinas fijas. Digamos que escribo en los paréntesis que voy a abriendo entre las cosas que hago para vivir, en los huecos que me deja el día, y hay épocas enteras en las que se me hace difícil hacerme esos espacios. Pero de algún modo siempre hay algo que se transforma en una historia, y es un período en que eso se impone a todo lo demás.