El nombre Radamés es en homenaje al personaje con discapacidad, quien tiene una mirada profética sobre lo que sucede, en la obra teatral “Stéfano” de Armando Discépolo. Estos realizan talleres de actuación y producción de material escénico y audiovisual, siempre desde el juego teatral y el humor. El equipo es dirigido por Andrea Alberto, Vanina Piccoli y Adrián Giampani, con la colaboración permanente de María Laura Silva.
Tras conocer que su compañía fue la seleccionada por este galardón español, Adrián Giampani relató en diálogo con Mirador sobre cómo se compone este proyecto, su historia de dos décadas, y cómo vive la experiencia: “Nuestra filosofía es el trabajo en red. Hacemos talleres para formar y entrenar actores y actrices en el oficio de la actuación, todo encarados desde el humor. Es una de nuestras referencias permanentes, como decisión consciente, porque el humor nos permite abordar temas existenciales profundo desdramatizándolos, quitándoles peso y generando la posibilidad de reflexionar sobre lo que se está riendo”.
En los talleres participan personas con discapacidad o con alguna problemática de salud mental, pero también participan personas que no tienen discapacidades: estudiantes de teatro, acompañantes terapéuticos, estudiantes de psicología o psicólogos que les interesa participar del taller.
“Esto lo celebramos porque la idea es mezclarnos, que la trayectoria de aprendizaje sea mezclando las diferentes capacidades. De esta manera invertimos el paradigma de la inclusión: buscamos que haya un número más chico de personas sin discapacidad que haga la adaptación, aprender los códigos para que entiendan trabajar con el otro como un par”. Los alumnos potencian la expectativa con mucha adrenalina, con “distintas formas de resoluciones de conflictos, improvisaciones, y son tanto talleres como producciones: con muestras de nuestras producciones, o participamos en producciones como invitados, hemos coproducido videos con la escuela de teatro, o invitados en sus muestras. Todo eso enriquece en el aprendizaje del oficio”.
Mirador: -¿Cuál es la importancia de un teatro inclusivo?
Adrián Giampani: -Trabajamos para que la palabra “inclusivo” vaya desapareciendo, así que es un poco paradigmático. Ponemos la palaba para que las personas con discapacidad entiendan que son convocadas. Pero es extraño porque muchas veces termina siendo exclusivo a personas con discapacidad. Hacemos un trabajo extra para convocar a personas sin discapacidad, es un problema que encontramos en este tránsito. Actualmente, el paradigma es la convivencia, incluir, porque estamos todos dentro de esta comunidad en la que convivimos. Es el concepto, pero no es fácil pasar de la palabra a la acción. El teatro te da la palabra, o por lo menos asi es nuestra trayectoria de aprendizaje. Trabajamos con improvisaciones, mucho mas que trabajar un texto. El teatro te da la palabra, el protagonismo en una situación ficcional, permite poner el cuerpo, los sentimientos, las limitaciones, angustias, dificultades, límites a los que enfrentarse. Tanto una persona con discapacidad o no. Eso habilita un universo muy rico. Y después sabemos que muchas cosas se trasladan a su vida cotidiana, al cuestionar, argumentar, enfrentar los conflictos (el teatro es conflicto). Empiezan a defender su deseo en su entorno cotidiano. Eso es lo que aporta el teatro inclusivo.
-Contá cómo nació el proyecto de teatro inclusivo, con quiénes y dónde, hace más de 20 años.
-El proyecto nació en Capitán Bermúdez, de donde vengo. Durante mi infancia visité con asiduidad espacios donde había personas con discapacidad porque mis padres colaboraban en un hogarcito. Eso hizo que yo jugara con personas con discapacidad de niño. Después empecé a hacer teatro, y en algún momento entendí que ahí había algo para mezclar, que no lo veía en ningún lado. Arrancamos en Bermúdez en algunas experiencias en la municipalidad de allá, con Cristian Arsanto, Piero Arsanto, y Haydee Calzone. Ella continuó allá en Bermudez también. Fuimos aprendiendo sobre la marcha. Las personas con síndrome de down que ya teníamos vínculo nos enseñaron mucho a vincularnos, encontrar sus modos particulares subjetivos. Después se sumaron más personas que tenían otras discapacidades, y fuimos sumando actores rosarinos que iban para allá. En 2001 hicimos una muestra, y entendí que era por acá. Los actores venían fascinados viendo cómo algunos les pasaban el trapo en la improvisación. Era sorpresivo. Había una expectativa en actuar con los actores que sumaba adrenalina. Sumamos clases abiertas en facultades, en Paraná, en Rosario, en Casilda. Ahí las personas venían a escuchar y terminaban actuando. Hacíamos ejercicios y luego escenas, una celebración muy hermosa. Eso nos fue conectando con instituciones. Me vine a vivir a Rosario y acá repliqué la experiencia de Bermúdez, y alumnas que tenia allá se volvieron colaboradoras en la coordinación: Vanina Piccoli, Andrea Alberto, María Laura Silva y yo coordinamos hasta hoy.
-Contá un poco de qué se trata el premio Josep Clusa de España.
-Llegamos a la convocatoria porque en Barcelona hay un encuentro que se llama Laltre Festival, sobre el cual un grupo comenzó a replicar acá en 2019, con un festival que se llama El Otro Festival. Es un festival de artes escénicas y salud mental, del que siempre participamos. Nos acercaron la convocatoria, y decidimos presentarnos. Nos pusimos a trabajar en un racconto de nuestra historia, y propuestas de producción como compañía de teatro independiente, con la idea de llevarla a poblaciones cercanas. El premio Josep Clusá que ahora ganamos nos dará un apoyo económico para que llevemos adelante el proyecto. Es un apoyo económico para que el proyecto pueda crecer. Éramos el único grupo extranjero que participamos, y ganamos. Estamos felices celebrando y aprovechando a dar visibilidad a este tipo de emprendimientos.