Cuando dos equipos piensan más en destruir que en construir, sale lo que salió en ese primer tiempo de chatura extrema, sin situaciones de peligro frente a los arcos y apenas “sacudido” por esa jugada en la que ese muy mal árbitro llamado “Lobo” Medina le dio un penal inexistente a Independiente Rivadavia que, afortunadamente, el VAR corrigió y el propio árbitro subsanó el error desestimando el tiro de los doce pasos luego de una mano totalmente accidental de Pardo, con el brazo colocado en posición totalmente natural y sin espacio ni tiempo para evitar que el centro le pegue en la mano izquierda sin ninguna intención.
El partido se jugó dentro de un ámbito de muy poco juego, casi nada de claridad, algo de pierna colocada más fuerte de lo habitual y sin espacios para ninguno de los dos. Unión sintió la ausencia de Luna Diale, no tuvo fútbol en el medio y exageró del pelotazo en la búsqueda de Orsini o de Balboa, que trabajaron complementándose (cuando uno iba a buscar el pelotazo, el otro le picaba a las espaldas o llegaba por detrás para intentar armar un ataque que nunca existió).
Unión mantuvo la posición de líder del torneo junto a tres equipos y está en el lote de los clasificados a la Copa Sudamericana.Foto: gentileza Marcelo Ruiz
La ausencia absoluta de jugadas de peligro. Y casi me animo a decir de remates al arco, hizo que el partido se juegue en medio de una mediocridad absoluta. Por eso, como muchas veces se dice, esta vez el 0 a 0 terminó configurando con claridad lo que fue un partido muy opaco, sin brillo, cortado de manera permanente y sin nada que pudiera entusiasmar a nadie.
Unión trabajó con su habitual solidez en el fondo, más allá de algunos problemas por el sector de Vera que obligó al cierre permanente de Paz cuando Palacios u Ostchega se volcó por su sector para establecer algún tipo de sociedad con Reali, que amagó con convertirse en el delantero más peligroso de los mendocinos hasta que los defensores visitantes le tomaron la mano.
En Unión, poco desborde por afuera, escasa claridad en el manejo del balón en el medio, donde ni Mauro Pittón ni tampoco Simón Rivero consiguieron darle la cuota de fútbol necesaria y allá quedaron, casi huérfanos, los dos puntas para ver si se las podían arreglar con esos pelotazos largos que llegaron desde el fondo.
Así, con mucho forcejeo, algo de pierna fuerte de los dos lados y la pelota generalmente volando por el aire y no corriendo por el piso, el partido se hizo tedioso, sin acciones de peligro frente a los arcos y, por ende, extremadamente aburrido y con un empate tan justo como previsible.
Todo lo contrario fue el segundo tiempo. No porque el partido haya mejorado futbolísticamente, sino porque creció en tensión y también en excesos que llevaron al malo de Lobo Medina a expulsar tres jugadores, dos bien (Balboa y Ramis) y uno mal (Bruno Pittón, porque la segunda amarilla fue excesiva e injusta).
La falta de mejoría futbolística dio paso a las emociones y vaivenes. En Unión, el Kily decidió sacar a Mosqueira (amonestado) para colocar a Del Blanco, con lo cuál pasó Mauro Pittón (de lo mejorcito de Unión) al medio y Rivero fue a jugar a la derecha. Creció el mediocampo de Unión y fue, justamente, Simón Rivero el que metió un pase filtrado y milimétrico para dejar solo a Balboa, quien fue tocado abajo por un defensor, trastabilló, cayó y el árbitro sancionó el penal que el propio Balboa se encargó de convertir.
Esos vaivenes del partido se vieron reflejados en las expulsiones, porque Lobo Medina lo echó a Ramis por una patada artera en perjuicio de Bruno Pittón, por la que debió recurrir inexplicablemente al VAR, que le mostró su error (la había penado con amarilla solamente). Y enseguida, Unión tuvo la chance de liquidar el partido con un mano a mano de Orsini que definió con un remate que se le fue por encima del travesaño.
Enseguida, Bruno Pittón -que estaba amonestado- no pudo frenarse y se lo “llevó puesto” a un rival. El árbitro, con esa intención equivocada de los árbitros de tratar de compensar, no entendió que había sido totalmente casual la acción y le mostró la segunda amarilla. Quedaron 10 contra 10 y se empezó a recuperar Independiente Rivadavia. Ya el Kily había metido a Roldán, enseguida lo cambió a Gamba por Orsini para apostar al contragolpe y luego llegó la inexplicable -y criticable- acción de Balboa, que de una manera poco entendible le colocó la mano en la cara a un jugador local y el árbitro, esta vez en forma correcta, lo echó de la cancha, dejando a Unión con 10 cuando quedaba todavía un ratito para jugar (5 minutos más los 6 adicionados).
Con temple, sacrificio y cerrándose atrás, Unión logró mantener la ventaja y terminó ganando un partido en el que se peleó más de lo que se jugó. Sin repetir el buen partido que hizo con Barracas Central, pero con síntomas de ser práctico y efectivo en estos partidos en los que no abundan las situaciones, como en buena cantidad las había tenido frente a Barracas Central. Ganó bien, tuvo solidez defensiva, personalidad y en ese marco de partido luchado y sin espacios, se metió en el barro y lo terminó ganando bien.
Este buen inicio del campeonato no sólo le permite a Unión meterse en el lote de los que puntean el torneo, sino también entre los clasificados para la Sudamericana. Es tranquilizador y permite manejar con serenidad el mercado de pases más allá de que todavía le queda jugar el partido de local con San Lorenzo. Unión tiene una base y un estilo que ha sido depurado por su entrenador, pero con más razón debe pensar en darle esa jerarquía que está necesitando para pegar el salto de calidad que le permita apuntalar este mejoramiento progresivo que viene teniendo, sobre todo en los resultados.