Fue un partido “de campito”. O peor todavía. Por momentos, pareció que Atlético de Rafaela y Colón jugaban un partido de rugby y no uno de fútbol. Mucha pelota por arriba y poco por abajo. Mucho juego friccionado, infracciones y demasiada charla. De fútbol puro, nada. Prohibido equivocarse, mucho menos dentro del área o en las inmediaciones de la misma. Y ninguno de los dos pudo o supo aprovechar lo elemental en este tipo de canchas de dimensiones reducidas: las jugadas de pelota quieta.
El campo de juego no sólo es chico, sino que además está muy mal. Aparte, el piso es duro, seco y la pelota picaba como si tuviera un resorte. Todo esto conspiró. Y los únicos que se las ingeniaron, con poca fortuna, para mostrar algo diferente, fueron Guille en Colón y Pardo en Rafaela. Este último, justamente, fue el que tuvo la oportunidad más clara. Mejor dicho, la única ocasión de gol que se vio en ese primer tiempo muy deslucido. Se metió en el callejón que se abrió entre Goltz y Henríquez, para rematar en forma cruzada ante la salida de Vicentini. La pelota, precisamente, pasó por todo el arco y se fue cerca del segundo palo. Punto y aparte. Después, nada más frente a los arcos.
Poner la pelota contra el piso fue una misión imposible para los dos. Y salió un partido feo, francamente feo.Foto: Gustavo Conti
¿Esperábamos otra cosa?, francamente no. Es posible que si la cancha estuviese mejor, se podría pretender algo más de juego asociado. Eso no existió. Poner la pelota contra el piso fue una misión imposible para los dos. Y salió algo feo, francamente feo. Lo que no se puede determinar es si el contexto fue suficiente para que se viera un partido tan malo o si la exigencia de un equipo que debe salvarse del descenso (Rafaela) y otro que no puede levantar el nivel y necesita sumar lo que le falta para clasificar (Colón). Sea una cosa o la otra. Sea el nivel de un equipo de flojísima campaña y otro desmemoriado o las necesidades que acosan a los dos, aunque en diferentes niveles, la cuestión es que el pitazo final de Penel (que tuvo que hablar mucho y metió un par de amarillas para frenar alguna que otra acción desmedida en las pelotas divididas) se apiadó de todos luego del flojísimo primer tiempo en el que el 0 a 0 los calificó de punta a punta.
En el arranque del segundo tiempo, Colón fue más que Atlético. Se notó en sus intenciones y también en la mayor precisión que encontró en el medio. Creció Forneris, otro para rescatar luego de Guille. Pero hubo más actividad en Bernardi y Jourdan, entonces el equipo encontró las variantes suficientes, sin descollar, para ser un poco más que Atlético.
Ante una cancha en la que era difícil jugar, Osella optó por intentar ganarlo con más poderío aéreo.Foto: Gustavo Conti
Se fue armando un partido “de gol gana”. Daba la impresión que ninguno quería arriesgar más de la cuenta. Sólo suficiente. Incluso los técnicos. Había temor a que una jugada fallida o un acierto del rival termine complicando más de la cuenta. Porque un gol del rival se podía convertir en una diferencia irremontable. Osella lo manifestó cuando puso a Toledo por Rossi. No modificó la estructura. Puso a un jugador con juego aéreo para tratar de aprovecharlo con tanta pelota por arriba.
Ni el crecimiento de Forneris (de lo poco bueno que mostró Colón) ni el esfuerzo de Guille para tratar de desarticular a una defensa muy celosa en no darle espacios, alcanzó para que Colón pudiera cristalizar esa leve superioridad. Osella sobre el final (faltaban 10 minutos), puso a Prediger y Taborda por Jourdan y Bernardi. Quedó con un trío de volantes centrales, más Guille, Taborda y Toledo para buscar ese gol que abriera un partido súper cerrado.
Así se llegó al final. La más clara la tuvo Guille, con un centro bárbaro de Henríquez desde la izquierda que Guille conectó de zurda y le erró literalmente al arco, cuando era una acción concreta de gol. De hecho lo fue, aunque si hubiese acertado al arco seguramente iba a tener muchísimas posibilidades de que fuera el gol que le diera los tres puntos. Después tuvo otra Toledo, muy parecida con centro de Forneris. Los dos, Toledo y Guille, le erraron al arco. Fueron los “detalles” que Colón no pudo aprovechar para ganarlo.