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“The Last Dance”: ¿Es posible desmitificar la figura de Michael Jordan?

Algunas apreciaciones en torno a “The Last Dance”, un excelente documental disponible en Netflix centrado en la figura del baloncesto e icono de los Bulls de Chicago.
28-12-2021 | 21:03 |

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Un documental que se convirtió en un fenómeno sin precedentes, récord de audiencia, recomendadísimo incluso para aquellos a los que el juego nada les provoca. Foto: Netflix.


Cristian Oliva


Desde hace un tiempo las diversas plataformas de streaming suelen sugerir al espectador aquello que podría interesarle de acuerdo a sus propios consumos. Un hermetismo preciso, pero que sin embargo suele privar al público de verdaderas joyas. Muchos productos quedan fuera de ese algoritmo y lo que podríamos llamar como “citas obligadas” pasan muy por debajo del radar.

Uno de estos casos es la serie documental “The Last Dance” centrada en la figura del baloncesto Michael Jordan y sus Bulls de Chicago. Durante cinco semanas, estrenándose dos episodios cada domingo en los Estados Unidos por ESPN y el lunes siguiente a través de Netflix, muchos han disfrutado en tiempo y forma de una autentica obra maestra que se encumbrará, sin ninguna duda, entre los mejores documentales de la historia.

Una obra audiovisual que intenta con muy buenas armas dilucidar el modo de funcionamiento de la mente de uno de los competidores más feroces de la historia. Un trabajo de documentación y archivo que comprende más de 10.000 horas de filmación y más de 100 entrevistas que convergen en 10 episodios de aproximadamente 50 minutos de duración.

Sin descubrir absolutamente nada su director Jason Hehir (un veterano de la industria al frente de otras series documentales como “30 for 30” y “UFC Prime time”) enaltece la figura de Jordan y expone la dominación que sus Bulls infringieron a la NBA durante gran parte de los años noventa con la obtención de seis anillos en ocho años.

Acerca del ritmo de trabajo el director decía: “Normalmente, para hacer un documental de archivo de una hora de principio a fin, se tarda aproximadamente un año desde el inicio de la idea hasta la investigación, para hacer todo el rodaje y reunirlo todo, crear un guión gráfico, mapearlo, editarlo y conseguir notas de nuevo. Con “The Last Dance” prácticamente hicimos 10 documentales de ese tipo teniendo poco más de dos años para hacerlo, trabajamos con un ritmo cinco veces mayor que el normal”.

Lo particularmente importante es que lo consigue sin dejar de teñir de grises a su protagonista, embarrando en numerosas ocasiones la cancha. Sobre todo en este tipo de producto los condicionamientos están a la orden del día. A la incidencia de las productoras ESPN y Netflix se sumaban las de la propia NBA, los dueños actuales de los Bulls y sobre todo la del propio Michael Jordan que con su compañía productora JUMP23 podía de alguna forma incidir en el corte final.

Así y todo el producto acabado está a la altura de la leyenda presentando un excepcional trabajo de investigación que documenta el carácter competitivo de Jordan, la relación por momentos conflictiva con sus compañeros (muchos de ellos expresan abiertamente que no guardan el mejor de los recuerdos hacia la figura), sus problemas con las apuestas, la sospechosa muerte de su padre y su relación con unos medios de comunicación que enaltecieron a niveles impensados su condición de figura y a los que por momentos sentía que debía rendirles cuentas.

El documental se construye presentando una fluctuante línea de tiempo mediante la que viajamos desde el fin de los días de gloria (año 1998), al pasado, tanto del equipo como de los jugadores. Una técnica nada novedosa, pero muy efectiva para plasmar las diversas declaraciones y entrevistas. Hay anécdotas y recuerdos que son una maravilla, incluso el documental atesora quizás una de las últimas entrevistas de Kobe Bryant antes de su fallecimiento.

Grandes testimonios acompañados por una aún más inmensa edición. En ciertas ocasiones al propio MJ le acercan una tablet para que ofrezca en vivo y en directo una devolución frente a dichos o jugadas de terceros. Un muy buen acierto.

El éxito del documental también responde a su tono intimista. Las cientos de horas filmadas por un equipo que lo hizo día tras día siguiendo la campaña del último año, ceden a los espectadores la posibilidad de “casi” compartir vestuario. “The Last Dance” se compone de cuantiosos “pequeños momentos” que al fin y al cabo consiguen serlo todo: el llanto quebrado de un Michael Jordan triunfante, tirado en el suelo y abrazando el trofeo tras el asesinato de su padre es solo uno de los tantos ejemplos.

Por supuesto que hay figuras que dada su impronta tienen un peso mucho más significativo que el resto. Esto se nota particularmente en los primeros episodios con las declaraciones de sus compañeros de cancha Scottie Pippen, Dennis Rodman y el director técnico Phil Jackson. Una vez pasada la primera tanda de estos, el equipo de edición comienza a brindar espacio a historias mucho más pequeñas como las protagonizadas por jugadores algo eclipsados como Steve Kerr y Tony Kukoc; así como a la gesta deportiva tratada de manera más grupal.

Un producto necesita imperiosamente que los villanos estén a la altura del héroe. El documental cumple con la premisa avanzando significativamente hacia dos caminos. El primero de ellos tiene que ver con Jerry Krause (manager general de los Bulls) que mantuvo siempre una relación conflictiva con los jugadores al encargarse no solo de los contratos, sino del armado del grupo. Señalado por muchos como el principal culpable del desmembramiento del equipo luego de la obtención del sexto título, lo cierto es que muchas de sus decisiones no estuvieron del todo erradas porque a fin de cuentas lo económico prima la mayor parte del tiempo. Su filosofía era simple “los equipos exitosos se construyen con el trabajo de todos” y no estaba tan equivocado. Es el malvado más claro, víctima de burlas, enojos y discusiones. Por el contrario, Jerry Reinsford, dueño de los Bulls, irónicamente siempre queda bien parado.

La segunda presencia “villana” es sin dudas la del propio Jordan. Estos episodios exponen el carácter hipercompetitivo y enfermante del jugador. Muestran sin reparo alguno muchas de las actitudes, como mencionábamos unos párrafos más arriba, que lo alejaban del concepto de “líder” saludable. La idea de que el fin justifica los medios sobrevuela el documental sobre todo cuando evidencia los malos tratos y las exigencias de Jordan hacia sus compañeros y colegas. Un ser brillante, pero en demasiadas ocasiones casi tiránico. Ese carácter competitivo lo llevo a crearse acérrimos enemigos dentro del juego. Los malvados se sucedían a través de los años. Jordan no podía ser menos que nadie, y eso lo enfrentó a jugadores como Charles Barkley, Clyde Drexler, Horace Grant, Gary Payton, Reggie Miller y equipos enteros como los Detroit Pistons. Si bien hay una clara intención de encauzar el relato hacia estos enfrentamientos, lo cierto es que las situaciones reflejadas son totalmente verídicas.

“The Last Dance” propone un ejercicio divertido, el de intentar desmitificar a uno de los mejores deportistas del mundo, emblema del mejor equipo de básquet de la historia. Existe un antes y un después en el deporte tras su aparición, no solo por su condición inigualable como atleta, sino en lo económico. Todas las empresas ansiaban contar con su rostro, todos querían ser Jordan, prueba de ello son las abismales ventas de sus zapatillas Air Jordan. Sencillamente Nike no sería lo que es sin la existencia de MJ. Una figura conocida en todo el mundo en una era en la que las redes sociales no existían ni siquiera en el imaginario.

Un documental que se convirtió en un fenómeno sin precedentes, récord de audiencia, recomendadísimo incluso para aquellos a los que el juego nada les provoca.

Jordan desde la tranquilidad de su casa en la playa, acompañado por un habano y un escocés repasa la historia de su vida y por consiguiente la última edad de oro de la NBA. El material de archivo no hace sino reafirmar esa vieja frase con la que Richard Donner presentó a su Superman de 1978: “creerás que un hombre puede volar”.



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