Messi y el resto de los jugadores festejan con los hinchas en el estadio.
Foto:Xinhua.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Cuesta encontrar frialdad e imparcialidad luego de semejante fiesta. Creo que Qatar descubrió en la noche de sábado qué es el fútbol y cómo lo vivimos los argentinos. Esa comunión que se nota entre el equipo y la gente, con Messi -¡la rompió!- convertido en el destinatario principal de una alegría difícil de describir. Por lejos, Argentina es el equipo que tiene más hinchas “prestados”, “adoptados” o pónganle el calificativo que mejor les parezca. Es por lo que genera Messi en el mundo entero, con lo cuál se llega a la conclusión que Messi no nos pertenece, le pertenece al fútbol universal y tenemos la dicha de que nació en Argentina, ama la celeste y blanca y sabe que tiene su última oportunidad de conseguir esa gloria que tanto merece. Es difícil encontrar frialdad e imparcialidad cuando se vé a los jugadores cantando como hinchas, electrificados por ese delirio que se desató luego de que el Dibu Martínez se jugara la vida en el mano a mano que le tapó a Kuol. Terminamos apretados, pidiendo la hora y sufriendo innecesariamente. La gente se dio cuenta del peligro y el aliento llenó de estruendo esa belleza arquitectónica ubicada en el final de Doha y el comienzo del desierto. La gente también está jugando su partido y vé, en el fútbol, la esperanza que no encuentra en otros lugares. Por el fútbol mismo (nadie discute que somos un país híper futbolero) y por la necesidad de encontrar motivos para una alegría. Digno de un análisis que excede de lo que ocurre con once jugadores corriendo detrás de una pelota durante 90 minutos.
Messi jugó un partido estupendo. Se había contagiado, luego de los 20 minutos, de esa siesta en la que entró el equipo y que le permitió agrandarse a ese dignísimo rival que fue Australia. Estaba ausente, al igual que el resto. Sin embargo, decidió él mismo buscar una chance que se le dio en un área superpoblada y metiendo un pase a la red que dejó sin chances a Ryan. ¿Cómo hizo?, es casi inexplicable. Es cierto que Messi se ha cansado de convertir goles muy parecidos, hasta iguales. Pero uno no para de sorprenderse por la manera que tiene de ver lo que otros no ven. Es algo instintivo, genético y por eso inexplicable. ¿En qué momento miró el arco?, quizás en ninguno. Quizás sea su propia percepción –única y por eso es el mejor- la que lo lleve a hacer cosas que otros jugadores no pueden. Es la diferencia entre un muy buen jugador y un genio. Y Messi es un genio. Y lo demuestra en esta clase de partidos, cuando saca de la galera estas cosas y en momentos oportunos y complicados. Lo hizo con México y lo repitió el sábado.
Vayamos a los méritos de Scaloni. Llegó a Qatar con una idea que se le cayó. Tenía una base titular y de pronto se encontró con obstáculos. No le tembló el pulso. Sacó a jugadores históricos en su proceso, como Paredes o Lautaro Martínez. Encontró una gran respuesta en Enzo Fernández como volante central, sacándole una ventaja considerable no sólo a Paredes sino también a Guido Rodríguez, que era su primera alternativa. Confió en MacAllister y acertó. Pasó lo mismo con Julián Alvarez y también acertó. Vio a Cristian Romero en proceso de recuperación y le sacó la titularidad por un partido (Lisandro Martínez entra y cumple siempre) para que tome impulso y se convierta en ese jugador seguro que es. Y durante los partidos también tuvo buenas lecturas, aunque quizás la de este sábado –cuando armó línea de tres con el ingreso de Lisandro Martínez, haya sido algo apresurada. Evidentemente, veía en el contragolpe la chance cierta de aumentar el marcador, además de respetar la fortaleza física y aérea del rival.
¿Hay idea de juego?, sí, la hay. Se basa en la posesión de la pelota, en los movimientos permanentes de todos para mostrarse como receptores, en los desbordes por afuera (no abundan y debieran ser más constantes) y en la paciencia para que no pase lo que ocurrió en ese segundo tiempo para el olvido que se jugó contra los árabes. El libreto está claro y también contempla una rápida recuperación de la pelota, apretando sobre la pérdida misma del balón. Por circunstancias que no se pudieron advertir claramente, ese manejo de la pelota se perdió a partir de los 20 minutos del primer tiempo con Australia y de allí la importancia de la aparición de Messi en un momento complicado del partido. Ya en el segundo, con Messi encendido, la idea fue “rematarlo” y aquí falló Lautaro Martínez en dos mano a mano que no aprovechó. Tiene el arco cerrado y una prestación física que no emparda todo lo que brinda Julián Alvarez, en goles y en sacrificio. El Checho Batista, en la entrevista exclusiva que nos concedió aquí en Qatar, dijo que vé un proceso parecido al del 86 por la manera en que se nota la fortaleza del grupo humano y también por la forma en que Scaloni ha ido encontrando rendimientos individuales que responden y le dan confianza. Todavía hay que crecer en lo futbolístico para evitar sofocones como los del sábado y esta es la gran premisa.
Cuesta encontrar frialdad e imparcialidad luego de semejante fiesta. Creo que Qatar descubrió en la noche de sábado qué es el fútbol y cómo lo vivimos los argentinos. Esa comunión que se nota entre el equipo y la gente, con Messi -¡la rompió!- convertido en el destinatario principal de una alegría difícil de describir. Por lejos, Argentina es el equipo que tiene más hinchas “prestados”, “adoptados” o pónganle el calificativo que mejor les parezca. Es por lo que genera Messi en el mundo entero, con lo cuál se llega a la conclusión que Messi no nos pertenece, le pertenece al fútbol universal y tenemos la dicha de que nació en Argentina, ama la celeste y blanca y sabe que tiene su última oportunidad de conseguir esa gloria que tanto merece. Es difícil encontrar frialdad e imparcialidad cuando se vé a los jugadores cantando como hinchas, electrificados por ese delirio que se desató luego de que el Dibu Martínez se jugara la vida en el mano a mano que le tapó a Kuol. Terminamos apretados, pidiendo la hora y sufriendo innecesariamente. La gente se dio cuenta del peligro y el aliento llenó de estruendo esa belleza arquitectónica ubicada en el final de Doha y el comienzo del desierto. La gente también está jugando su partido y vé, en el fútbol, la esperanza que no encuentra en otros lugares. Por el fútbol mismo (nadie discute que somos un país híper futbolero) y por la necesidad de encontrar motivos para una alegría. Digno de un análisis que excede de lo que ocurre con once jugadores corriendo detrás de una pelota durante 90 minutos.
Messi jugó un partido estupendo. Se había contagiado, luego de los 20 minutos, de esa siesta en la que entró el equipo y que le permitió agrandarse a ese dignísimo rival que fue Australia. Estaba ausente, al igual que el resto. Sin embargo, decidió él mismo buscar una chance que se le dio en un área superpoblada y metiendo un pase a la red que dejó sin chances a Ryan. ¿Cómo hizo?, es casi inexplicable. Es cierto que Messi se ha cansado de convertir goles muy parecidos, hasta iguales. Pero uno no para de sorprenderse por la manera que tiene de ver lo que otros no ven. Es algo instintivo, genético y por eso inexplicable. ¿En qué momento miró el arco?, quizás en ninguno. Quizás sea su propia percepción –única y por eso es el mejor- la que lo lleve a hacer cosas que otros jugadores no pueden. Es la diferencia entre un muy buen jugador y un genio. Y Messi es un genio. Y lo demuestra en esta clase de partidos, cuando saca de la galera estas cosas y en momentos oportunos y complicados. Lo hizo con México y lo repitió el sábado.
Vayamos a los méritos de Scaloni. Llegó a Qatar con una idea que se le cayó. Tenía una base titular y de pronto se encontró con obstáculos. No le tembló el pulso. Sacó a jugadores históricos en su proceso, como Paredes o Lautaro Martínez. Encontró una gran respuesta en Enzo Fernández como volante central, sacándole una ventaja considerable no sólo a Paredes sino también a Guido Rodríguez, que era su primera alternativa. Confió en MacAllister y acertó. Pasó lo mismo con Julián Alvarez y también acertó. Vio a Cristian Romero en proceso de recuperación y le sacó la titularidad por un partido (Lisandro Martínez entra y cumple siempre) para que tome impulso y se convierta en ese jugador seguro que es. Y durante los partidos también tuvo buenas lecturas, aunque quizás la de este sábado –cuando armó línea de tres con el ingreso de Lisandro Martínez, haya sido algo apresurada. Evidentemente, veía en el contragolpe la chance cierta de aumentar el marcador, además de respetar la fortaleza física y aérea del rival.
¿Hay idea de juego?, sí, la hay. Se basa en la posesión de la pelota, en los movimientos permanentes de todos para mostrarse como receptores, en los desbordes por afuera (no abundan y debieran ser más constantes) y en la paciencia para que no pase lo que ocurrió en ese segundo tiempo para el olvido que se jugó contra los árabes. El libreto está claro y también contempla una rápida recuperación de la pelota, apretando sobre la pérdida misma del balón. Por circunstancias que no se pudieron advertir claramente, ese manejo de la pelota se perdió a partir de los 20 minutos del primer tiempo con Australia y de allí la importancia de la aparición de Messi en un momento complicado del partido. Ya en el segundo, con Messi encendido, la idea fue “rematarlo” y aquí falló Lautaro Martínez en dos mano a mano que no aprovechó. Tiene el arco cerrado y una prestación física que no emparda todo lo que brinda Julián Alvarez, en goles y en sacrificio. El Checho Batista, en la entrevista exclusiva que nos concedió aquí en Qatar, dijo que vé un proceso parecido al del 86 por la manera en que se nota la fortaleza del grupo humano y también por la forma en que Scaloni ha ido encontrando rendimientos individuales que responden y le dan confianza. Todavía hay que crecer en lo futbolístico para evitar sofocones como los del sábado y esta es la gran premisa.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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