En 1978 Rensenbrick pega un tiro en el palo y Argentina se salva de perder la final ante Holanda. Sufrimos. Luego en el suplementario metimos 2 y salimos campeones.
En 1986 ganábamos bien, pero Alemania lo empata. Y en una corrida fantástica Burruchaga, entrerriano él, pone el tercero. Y salimos campeones. Con Diego. Maradó. Sufrimos.
Hace unas horas ganábamos bien, apareció la furia de Mbappé y casi perdemos todo. Pero los penales pusieron justicia. Campeones. Y sufrimos.
Y así como sufrimos, festejamos. Explotamos en una plaza, cantamos y exteriorizamos.
En 1978 tenía 7 años, vivía en el pueblo de Castellanos y la final la vi en la casa de la Tía Flora, yendo y viniendo a la mía para ver que hacía la vieja. Ya era un futbolerito de ley.
En el 86 lo vi con mi amigo Gabriel, en Rafaela. Terminamos festejando arriba de un camión cargado de piedras, bajo la lluvia y dando la vuelta por el boulevard Santa Fe. El boulevard de los recuerdos lindos y al que volví a pasar ayer para tener una foto de cábala. Porque, en cierta medida, también soy cabulero.
En el 2022 lo vi solo, y llorando arrodillado. Sentado en el mismo sillón donde vi la eliminación del 2018 ante el mismo rival. Desafié todo, porque todo indicaba que nos iba a ir bien hoy. Porque veía y leía algunas coincidencias dadas del último Mundial ganado a este. Y yo también tenía la carta marcada a favor. Hace dos años publicaba en face, una foto de un mural de Diego pintado en una pared de un barrio de Paraná y que lo recuerda como yo: para siempre.
Yo quería ser campeón del Mundo. Desde el puesto de argentino, hincha y persona que utiliza las letras como medio de vida. Pero ya estaban disculpados. Porque me hicieron feliz en todo el viaje, en todo el torneo. Unieron al país, está dicho. Mostraron que con actitud se pueden cumplir sueños, está dicho. Lo que no estaba escrito era lo que íbamos a sentir en este partido ante Francia.
Buen primer tiempo con explosión ofensiva, quedo en el segundo hasta que Messi y algunas variantes tácticas empardaron la situación. Y el equipo no se cayó a pesar que por momentos la pasó mal. Bailó en su propio tambaleo. En su propio laberinto. Entre sus miedos, pero sin perder el horizonte del objetivo de ser los mejores en Qatar.
Caminó con hidalguía a pesar de lo sinuoso que se había tornado el camino. Messi puso el tercero. Luego vino el empate y el Dibu que nos salvó a todos con una tapada fenomenal. Me acordé de Rensenbrinck, el holandés.
Y luego los penales. Somos buenos pateando. Y Martínez gigante atajando. La fórmula cerró perfecta. Campeones.
Mis pasos en esta vida definitivamente son de fútbol. Y mis votos se renuevan cada cuatro años con el Mundial. Pero este quedará en la historia. Lógico porque Messi levantó la Copa. Pero este mes fue inolvidable. El mejor de mi vida. Así es. Así lo siento. En un mes sufrí con este equipo, en ese mes viajé con mis hijos, en ese mes volví a las canchas locales donde está la primera expresión del fútbol de potrero. En este mes reivindicamos a los pibes de Malvinas. Duele decir pibes. Fueron a la guerra con solamente 18 años. Pero el fútbol los recordó como nadie. En este mes lloré de emoción y sentí ganas de salir a hacer tantas cosas por la vida. Una motivación particular.
En este mes miré miles de veces los videos que hablan de Diego, Leo y los pibes de Malvinas. En este mes me abracé a la almohada buscando conciliar el sueño, pero allá lejos en la noche estrellada me encontraba con los muchachos que me hicieron ilusionar. Y pasé del sueño a la realidad.
Honestamente, los voy a extrañar. Por suerte estarán los videos que, a cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier lugar, me hará volver por esos pasos bien vividos.
El fútbol es un hermoso capítulo de mi vida. Y traigo estas palabras prestadas: “A las puertas del cielo llegaron cinco viajeras. ¿Quiénes son ustedes?, le preguntó el maestro de la eternidad. Somos la religión, dijo la primera. La juventud, la segunda. La comprensión, la tercera. La inteligencia, dijo la siguiente. La sabiduría dijo la última. Identifíquense, ordenó. Entonces, la religión se arrodilló y oró. La juventud se rió y cantó. La comprensión se sentó y escuchó. La inteligencia analizó y opinó. Y la sabiduría. La sabiduría contó un cuento”. Y este fue de fútbol. De los lindos, con lágrimas y final feliz.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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