El cantautor, pianista y violinista de formación clásica, mantuvo una charla con Mirador Provincial donde habla de su último disco "Rock". Nacido en Buenos Aires en 1972. Estudia instrumentos desde los 8 años. Se graduó a los 24 en Dirección de Orquesta y Dirección de Coro. En paralelo con su formación académica siempre escribió canciones. Su idea siempre fue ser un músico popular con formación clásica.
En 2003 editó su primer disco "Pablo Grinjot" y fundó la Ludwig Van, banda acústica y orquestal. Más adelante grabó "Canciones para Criolla y Ensamble" (2007), "Rocha" (2009), "Amor" (2011), "Grinjot" (2014) y "La dueña de mi poesía" (2017).
Colaboró con Daniel Melingo, Daniel Drexler, Pablo Dacal, Me Darás Mil Hijos, Alvy Singer Big Band, Marcelo Delgado, Tomi Lebrero, Flopa Lestani, La Orquesta de Salón, Valle de Muñecas y muchos más. Con sus diferentes formaciones actuó en diferentes escenarios, por ejemplo en el Centro de Experimentaciones del Teatro Colón y en el Teatro Solís de Montevideo, a la vez que participó en el Ciclo de Música Contemporánea del Teatro San Martín y en el Festival Internacional de Buenos Aires.
Fundó e integró los grupos de música contemporánea Séptima Práctica y Ensamble Suden. Es maestro de música, de violín y de piano en la Escuela Waldorf Perito Moreno.
-En estos días de tanto movimiento político, social, la música ocupa un lugar de encuentro, de refugio. ¿Cómo canalizas tu cotidianeidad en la música?
-La música trasciende cualquier contexto social o político, es como hablar, respirar o comer. Hacer música, uno mismo o hacerla para brindarla a los demás, es una acción sanadora en todo sentido. Es un antídoto personal, para enfrentar los problemas mundanos pero sobre todo para estar bien nosotros como individuos. Si la adquirimos como don o como profesión, primero será para que nos sostenga el espíritu y las emociones. Luego, hablando de la actualidad nacional y mundial, creo que las artes deben volver a cumplir su rol fundamental de expresión y de rebeldía. Deben ser ingeniosas para abrir nuevos canales de pensamiento y de acción.
-¿Cómo es el modus operandi de la composición de las letras?
-Casi siempre empiezo una canción por el acompañamiento de guitarra. Luego deviene la melodía y en ella yo encuentro escondidas a las palabras. Hay que ser curioso para pasar un largo rato buscando palabras enredadas entre las notas. Es un buen truco primero descubrir la métrica y al mismo tiempo obsesionarse con encontrar todas las rimas. Finalmente la poesía consigue su forma final y en ella, siempre con sorpresa, me reencuentro con muchas palabras y pensamientos que pasaban por mi cabeza en los días anteriores.
-¿Cómo fue esa “crianza musical”?
-Yo era un chico que iba a clases de piano y de violín. Mi madre pianista me enseñó a leer música antes de saber hablar. Fui a una escuela dónde se cantaba y tocaba flauta de primero a séptimo, de marzo a diciembre, de lunes a viernes. Cuando estudié teoría, resulta que ya la tenía en la sangre. Cursé licenciatura de dirección orquestal y coral. Dicen que la mejor escuela es la calle, mi mejor escuela fue la playa.
-¿Qué ha significado para vos cada paso dado en el camino de la música?
-Sacar discos es como pasar de grado, sentís la satisfacción del deber cumplido y todos te felicitan. Lo siguiente serán unas merecidas vacaciones. A veces a cada paso siento un crecimiento hacia una mayor trascendencia, pero soy de tomarme estas cosas con demasiada poca ambición. El amor por la música es lo primero.
-¿Cuándo nace el interés por la música?
-Nace y renace todos los días al abrir los ojos o antes. “casei com a música e creio que não vou me separar” canta el admirable Zelito. A veces es un poco agobiante, la música es un ente muy poderoso que recorre las venas y nuestras mentes. Hay una secuencia de decisiones históricas que pude tomar a lo largo de mi vida que fue ratificando mi amor por ella y el deseo de convertirla en mi arma y mi armadura. Yo era un niñito y ya me señalaban como el músico de la familia, el músico del grado, el de la escuela, el de la barra de amigos, el del fogón, etcéteras y etcéteras.
¿En la adolescencia ya entras al mundo del rock?
-Nunca fui un cuadro rockero. Era un violinista osado y mis amigos me invitaban a darle el toque bucólico a sus discos o sus conciertos. Por eso toqué con Jaime Sin Tierra, Valle de Muñecas, Fantasmagoria, La Foca y otras bandas muy ruidosas. El Rock fue más de los discos y de las fiestas. Me gusta más bailarlo que tocarlo. Y también pincharlo cuando me toca el rol de DJ y hacer bailar a mis amigos.
-¿Qué perspectiva tiene hoy de hacia dónde se dirige la cultura?
-A la cultura la siento hoy agazapada, esperando el momento preciso para saltar sobre nosotros y clavar sus colmillos en nuestros cuellos. No la veo en un momento fértil, pero la cultura nunca nos ha defraudado. Le da sentido a nuestras vidas en las buenas y en las malas.
-¿Qué sentís cuando miras atrás y ves tu camino transitado?
-Trato de combatir la nostalgia, hay en el pasado buenos recuerdos y muchas cosas que se hicieron. Me gusta mi momento actual, me refiero principalmente a las destrezas y sabidurías que creo haber conseguido para mi acción musical, entonces veo el pasado como un trayecto necesario de siembra y cosecha. Me provoca curiosidad pensar en el camino que se hace al andar, el que viene por delante.
-Hablanos del disco "Rock", ¿cómo fue la preproducción?
-La idea nació porque mi talentoso y sofisticado amigo baterista Julián Semprini se quejó de que yo llevara mis canciones al código de la canción de autor, cuando él sostenía que las composiciones eran sustancialmente rockeras. Yo no le dí la razón, pero lo desafié a que lo demostrara, y Julián se dedicó a ganar la discusión de la manera más noble, que es tomando cartas en el asunto. Primero produjo unas cosas a modo de divertimento, pero la cosa se fue poniendo buena y cada vez más buena. Julián es un baterista de muchísimo nivel que trabaja con músicos excelentes, que se brindaron para hacer sus aportes a la producción y también pudimos invitar a Melingo, Kevin y Delfina que creyeron también que la cosa estaba bien buena. Cambarieri mezcló, Mayo masterizó, Alfonso Barbieri hizo tapa, Club del Disco publicó.
¡Y todo por ganarme una discusión!