En la esquina de calle Roque Sáenz Peña y Lamadrid, vive Humberto Ferrer hace 69 años
Belén Fedullo
[email protected]
La postal se repite en distintos barrios de Concordia. El agua del río Uruguay, curso que hermana a la ciudad con Salto, en donde se vive una situación parecida, avanza día tras día y no deja opciones a las familias que viven cerca. Algunos esperan que llegue a la vereda, otros prefieren “evacuar en seco”, mientras tanto propios y extraños tratan de entender la situación y colaborar.
Para quienes no han vivido una creciente la situación resulta desesperante, es que la escena es dura: familias deben abandonar sus hogares como si fuesen a mudarse para siempre o, en el mejor de los casos, dejando algunas cosas en una planta alta, con la esperanza de que el río perdone y no llegue a esa altura. Pero dentro de esa situación estresante, quienes ven como parte de sus vidas y como una “etapa” a este golpe de la naturaleza pueden contar con detalles cómo se siente ser un vecino inundado.
En el barrio siempre, a pesar de las crecientes
Humberto Ferrer tiene 69 años y vive en la misma casa desde que nació, el 20 de enero de 1951 -hoy cumple años-. Su vivienda está ubicada en el barrio Puerto, en calle Roque Sáenz Peña, entre Moreno y Lamadrid, lugar exacto en el que estuvieron apostados los móviles de la televisión nacional en la semana. Durante una creciente, en una pared de esa cuadra, con un clavo, marcaron cuando el río llegó a los 14,50 metros, y ningún vecino se animó a sacar ese “medidor artesanal”.
Ferrer no ve como opción irse de ese lugar. Después de tantos años, perdió la cuenta de cuántas crecidas enfrentó, aunque a las más “bravas” las recuerda con detalles. “La primera que recuerdo es la de 1959, cuando tenía 8 años, fue descomunal, gigantesca, algo asombroso. La casa estuvo en un 80% bajo agua y es una casa muy grande”, rememoró en una entrevista con Mirador Entre Ríos y detalló: “Yo iba en un bote con mi abuelo a mirar, esa creciente fue muy dañina y, según mi abuelo y las marcas de la casa, estuvo en los 18 metros”.
Después de la gran crecida, que figura en todos los archivos de inundaciones en Concordia como “la peor”, este vecino concordiense vivió varias inundaciones más. Algunas no superaron los 16 metros, otras tantas llegaron a los 15. “En una oportunidad, estábamos en la misma casa, pero viviendo solos con mi esposa y mis hijos y la galería, que es grande porque es una casa ‘chorizo’, se llenó de agua. Me quedó grabada porque teníamos 3 cm de agua y andaban las mojarritas por todos lados”, recordó el vecino.
Entre las inundaciones que más lo marcaron, Humberto recuerda varias de las que fueron noticia por la cantidad de familias que debieron ser evacuadas. Particularmente, viaja hasta 1992 y, entre las más cercanas, la de 2015, “que fue la más brava después del año ‘59, porque hizo mucho daño, no solamente por la correntada sino porque dejó daños serios en muchas casas”, sostuvo.
Al escuchar las historias, y saber que el río avanza cada tanto, es fácil preguntarse por qué esa casa está tan cerca del río. Ante la consulta, Ferrer respondió sin titubear: “Porque cuando mi abuelo compró el terreno no había crecientes de 14 metros, lo máximo que se conocía era una crecida de 12 metros”, y contó: “Él era lanchero junto con sus hijos y por años trabajaron con las lanchas hasta que se hizo la represa, que prácticamente murió el cruce por río a Salto”.
Con los anuncios de un río que pasaría los 14 metros, los vecinos de la cuadra de Ferrer, al igual que su familia, tuvieron que comenzar a sacar las cosas, a embalar, envolver, pensar en un flete o camión municipal para trasladar los muebles, mientras iban considerando a dónde ir.
Dentro de las casas, algunas ya con la luz cortada, otras con agua adentro, las personas pacientemente prepararon el operativo. Entre vecinos se ayudan, charlan, comparten mates. Como viven cerca de las vías, los trabajadores de la estación, como en otras ocasiones, les dieron vagones en los que algunos “viven” durante los días de la creciente. Desde allí, cuidan las casas del resto, que los recompensa con compañía, comida, momentos compartidos.
Desde afuera, la situación parece caótica y lleva a pensar en por qué estos vecinos, tan antiguos, tan grandes en edad, no se inscriben en los censos para irse de un barrio que saben que volverá a ser castigado por el río. Humberto resume todo en emociones: “A la casa la hizo mi abuelo, que fue la primera generación, luego se crio mi mamá, fue la segunda, luego mis hermanos y yo, la tercera; allí nacieron mis hijos, que son la cuarta generación, luego mis nietos, la quinta y tengo dos bisnietos, que son la sexta ¿cómo vas a abandonar esa casa con tanta historia?”, y agregó: “En ese hogar nacieron mis dos primeros hijos, ahí, en ese lugar los parió mi esposa. Y mis nietos conocen esa casa como ‘la de los abuelos’ y, Dios mediante, no conocerán otro lugar con ese nombre”.
La defensa central, esperanza de los que no quieren irse
Luego de la creciente de 2015, que afectó mucho a los vecinos y llevó a que el presidente Macri visitara Concordia, los vecinos decidieron seguir unidos y proponer una idea para no tener que irse.
“En esas cuadras que tienen varias historias, vecinos de varios barrios que se inundan formamos una agrupación, porque la Municipalidad propuso representantes para que se hagan cargo de las tareas para trabajar en la solución ante las crecientes, y por mi barrio me tocó a mí”, contó Ferrer.
“Empezamos a trabajar despacio, vino el ingeniero que se convirtió en nuestro amigo con el tiempo, y él reunió datos de defensas que están funcionando en Europa. Armamos una carpeta y llegamos a un detalle completo de cómo hacer la defensa”, señaló y contó: “Pedimos apoyo gubernamental y dos personas se mostraron dispuestas a ayudarnos, Alberto Rotman, que es diputado provincial y el senador provincial Ángel Giano, quienes consiguieron que este año entre en el presupuesto provincial el proyecto”.
A pesar de la ilusión que llegó con esta idea y la futura concreción, que permitirá que estos vecinos con historias tan ricas permanezcan en sus casas, ellos sabían que probablemente tendrían que vivir alguna creciente más, y es lo que sucedió.
“Sabíamos que esto pasaría, pero quizás pronto estemos a salvo ante una creciente igual”, aseveró esperanzado y explicó: “En las cuadras en donde vivimos los vecinos preocupados por esta defensa nueva hay casas de gente de clase media y son construcciones grandes, la mayoría antiguas y extraordinarias, por eso es difícil imaginarse poder irse a una casa más chica y que esté lejos del centro, ya que acá estamos a pocas cuadras de la plaza principal. Nos quedamos todos, aceptamos el desafío de buscar una solución y eso está cerca, quizás pronto podamos tener novedades”.
Mientras comentaba ilusionado detalles de la obra nueva, el vecino recordaba a esos pocos que decidieron irse. “El desarraigo que sufre la gente que decide irse es horrible, siempre vuelven aunque sea de visita, por eso a nosotros ni se nos ocurre”, dijo.
Humberto no fue elegido por sus vecinos porque sí, tomó en serio la tarea de lograr la solución, así lleve tiempo y signifique irse y volver de su casa varias veces. La creciente que llegó para quedarse por varios días, acompañada por una lluvia que, en los últimos días, hizo pensar en un panorama distinto, es una más para vecinos como Ferrer, que viven hace tantos años en ese lugar y que confían en que pronto podrán estar allí sin tener que irse cada tanto, cuando el río así lo decide.
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La postal se repite en distintos barrios de Concordia. El agua del río Uruguay, curso que hermana a la ciudad con Salto, en donde se vive una situación parecida, avanza día tras día y no deja opciones a las familias que viven cerca. Algunos esperan que llegue a la vereda, otros prefieren “evacuar en seco”, mientras tanto propios y extraños tratan de entender la situación y colaborar.
Para quienes no han vivido una creciente la situación resulta desesperante, es que la escena es dura: familias deben abandonar sus hogares como si fuesen a mudarse para siempre o, en el mejor de los casos, dejando algunas cosas en una planta alta, con la esperanza de que el río perdone y no llegue a esa altura. Pero dentro de esa situación estresante, quienes ven como parte de sus vidas y como una “etapa” a este golpe de la naturaleza pueden contar con detalles cómo se siente ser un vecino inundado.
En el barrio siempre, a pesar de las crecientes
Humberto Ferrer tiene 69 años y vive en la misma casa desde que nació, el 20 de enero de 1951 -hoy cumple años-. Su vivienda está ubicada en el barrio Puerto, en calle Roque Sáenz Peña, entre Moreno y Lamadrid, lugar exacto en el que estuvieron apostados los móviles de la televisión nacional en la semana. Durante una creciente, en una pared de esa cuadra, con un clavo, marcaron cuando el río llegó a los 14,50 metros, y ningún vecino se animó a sacar ese “medidor artesanal”.
Ferrer no ve como opción irse de ese lugar. Después de tantos años, perdió la cuenta de cuántas crecidas enfrentó, aunque a las más “bravas” las recuerda con detalles. “La primera que recuerdo es la de 1959, cuando tenía 8 años, fue descomunal, gigantesca, algo asombroso. La casa estuvo en un 80% bajo agua y es una casa muy grande”, rememoró en una entrevista con Mirador Entre Ríos y detalló: “Yo iba en un bote con mi abuelo a mirar, esa creciente fue muy dañina y, según mi abuelo y las marcas de la casa, estuvo en los 18 metros”.
Después de la gran crecida, que figura en todos los archivos de inundaciones en Concordia como “la peor”, este vecino concordiense vivió varias inundaciones más. Algunas no superaron los 16 metros, otras tantas llegaron a los 15. “En una oportunidad, estábamos en la misma casa, pero viviendo solos con mi esposa y mis hijos y la galería, que es grande porque es una casa ‘chorizo’, se llenó de agua. Me quedó grabada porque teníamos 3 cm de agua y andaban las mojarritas por todos lados”, recordó el vecino.
Entre las inundaciones que más lo marcaron, Humberto recuerda varias de las que fueron noticia por la cantidad de familias que debieron ser evacuadas. Particularmente, viaja hasta 1992 y, entre las más cercanas, la de 2015, “que fue la más brava después del año ‘59, porque hizo mucho daño, no solamente por la correntada sino porque dejó daños serios en muchas casas”, sostuvo.
Al escuchar las historias, y saber que el río avanza cada tanto, es fácil preguntarse por qué esa casa está tan cerca del río. Ante la consulta, Ferrer respondió sin titubear: “Porque cuando mi abuelo compró el terreno no había crecientes de 14 metros, lo máximo que se conocía era una crecida de 12 metros”, y contó: “Él era lanchero junto con sus hijos y por años trabajaron con las lanchas hasta que se hizo la represa, que prácticamente murió el cruce por río a Salto”.
Con los anuncios de un río que pasaría los 14 metros, los vecinos de la cuadra de Ferrer, al igual que su familia, tuvieron que comenzar a sacar las cosas, a embalar, envolver, pensar en un flete o camión municipal para trasladar los muebles, mientras iban considerando a dónde ir.
Dentro de las casas, algunas ya con la luz cortada, otras con agua adentro, las personas pacientemente prepararon el operativo. Entre vecinos se ayudan, charlan, comparten mates. Como viven cerca de las vías, los trabajadores de la estación, como en otras ocasiones, les dieron vagones en los que algunos “viven” durante los días de la creciente. Desde allí, cuidan las casas del resto, que los recompensa con compañía, comida, momentos compartidos.
Desde afuera, la situación parece caótica y lleva a pensar en por qué estos vecinos, tan antiguos, tan grandes en edad, no se inscriben en los censos para irse de un barrio que saben que volverá a ser castigado por el río. Humberto resume todo en emociones: “A la casa la hizo mi abuelo, que fue la primera generación, luego se crio mi mamá, fue la segunda, luego mis hermanos y yo, la tercera; allí nacieron mis hijos, que son la cuarta generación, luego mis nietos, la quinta y tengo dos bisnietos, que son la sexta ¿cómo vas a abandonar esa casa con tanta historia?”, y agregó: “En ese hogar nacieron mis dos primeros hijos, ahí, en ese lugar los parió mi esposa. Y mis nietos conocen esa casa como ‘la de los abuelos’ y, Dios mediante, no conocerán otro lugar con ese nombre”.
La defensa central, esperanza de los que no quieren irse
Luego de la creciente de 2015, que afectó mucho a los vecinos y llevó a que el presidente Macri visitara Concordia, los vecinos decidieron seguir unidos y proponer una idea para no tener que irse.
“En esas cuadras que tienen varias historias, vecinos de varios barrios que se inundan formamos una agrupación, porque la Municipalidad propuso representantes para que se hagan cargo de las tareas para trabajar en la solución ante las crecientes, y por mi barrio me tocó a mí”, contó Ferrer.
“Empezamos a trabajar despacio, vino el ingeniero que se convirtió en nuestro amigo con el tiempo, y él reunió datos de defensas que están funcionando en Europa. Armamos una carpeta y llegamos a un detalle completo de cómo hacer la defensa”, señaló y contó: “Pedimos apoyo gubernamental y dos personas se mostraron dispuestas a ayudarnos, Alberto Rotman, que es diputado provincial y el senador provincial Ángel Giano, quienes consiguieron que este año entre en el presupuesto provincial el proyecto”.
A pesar de la ilusión que llegó con esta idea y la futura concreción, que permitirá que estos vecinos con historias tan ricas permanezcan en sus casas, ellos sabían que probablemente tendrían que vivir alguna creciente más, y es lo que sucedió.
“Sabíamos que esto pasaría, pero quizás pronto estemos a salvo ante una creciente igual”, aseveró esperanzado y explicó: “En las cuadras en donde vivimos los vecinos preocupados por esta defensa nueva hay casas de gente de clase media y son construcciones grandes, la mayoría antiguas y extraordinarias, por eso es difícil imaginarse poder irse a una casa más chica y que esté lejos del centro, ya que acá estamos a pocas cuadras de la plaza principal. Nos quedamos todos, aceptamos el desafío de buscar una solución y eso está cerca, quizás pronto podamos tener novedades”.
Mientras comentaba ilusionado detalles de la obra nueva, el vecino recordaba a esos pocos que decidieron irse. “El desarraigo que sufre la gente que decide irse es horrible, siempre vuelven aunque sea de visita, por eso a nosotros ni se nos ocurre”, dijo.
Humberto no fue elegido por sus vecinos porque sí, tomó en serio la tarea de lograr la solución, así lleve tiempo y signifique irse y volver de su casa varias veces. La creciente que llegó para quedarse por varios días, acompañada por una lluvia que, en los últimos días, hizo pensar en un panorama distinto, es una más para vecinos como Ferrer, que viven hace tantos años en ese lugar y que confían en que pronto podrán estar allí sin tener que irse cada tanto, cuando el río así lo decide.
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