El colectivo LGTTBIQ+ ha replicado a escala global sus demandas.
Guillermina Ferraris
[email protected]
A 51 años de los disturbios que iniciaron la revolución disidente a nivel internacional, decidimos hacer un repaso para comprender por qué el 28 de junio resulta un momento bisagra para la lucha por la reparación histórica de las minorías sexuales.
Como se sabe, el 28 de junio de 1969 se llevó adelante una violenta represión policial en un club nocturno y clandestino de Nueva York, conocido como Stonewall. Estaba situado en Christoper Street y contaba con una gran ventaja en comparación con los demás bares gays de la ciudad: en él se podía bailar.
A sus concurrentes se los llamaban los A-trainers, es decir “los que llegaban en el Tren A”. En su mayoría eran personas de piel marrón, en su mayoría latinos, que arribaban desde Harlem. Los blancos de clase media casi no pisaban el lugar. Stonewall era el templo de mujeres travestis, trans y drag queens. Era una de los pocos lugares que las recibía cuando en ese entonces cualquier salida podía significar un riesgo.
Efectivamente, algo que caracterizó mucho la época fue el represivo accionar por parte de las fuerzas de seguridad estatales. Por lo general era la regla y solía suceder en casi todos los bares en los que frecuentaban personas del colectivo LGTTBIQ+.
Sin embargo la noche del 28 de junio, los asistentes a Stonewell decidieron que no permitirían más abusos. Resistieron y contraatacaron con lo que tenían a su alcance. Armaron bombas molotovs con las bebidas del bar y así, soportando la violencia, establecieron el punto de partida de una revolución que se hizo conocida y motivó los frentes de liberación homosexual en cientos de países del resto del mundo.
De manera espontánea y organizada, quienes se encontraban bailando libremente en la pista se pusieron frente a las fuerzas represivas. En total, las revueltas duraron tres días y fueron el disparador para sentar las bases del Orgullo.
Al día siguiente, una multitud se volvió a congregar de manera espontánea. Aunque usualmente se daba exactamente de manera opuesta, esa noche los agentes se vieron obligados a refugiarse dentro de bar por seguridad.
Claramente el movimiento por los derechos del colectivo gay no comenzó aquella noche, pero sí pudo visibilizarse y dejar una huella en miles de personas, con lo que sucedió en las horas y días después del lanzamiento del primer vaso.
Lucha y resistencia
Para ahondar en la historia local del movimiento LGTTBIQ+ en nuestra región, dialogamos con la artista y activista travesti, Iara Aranzazú Quiroga para consultarle cuáles fueron los momentos que marcaron su historia personal de militancia disidente. Además, profundizamos en su proceso de transición de género y en el momento en que pudo divisar que existía la posibilidad de luchar de manera organizada con otres para exigir cambios reales y concretos.
“Para mí todo pasó muy rápido, pasé de una niñez a la adultez, pasando por alto la adolescencia. Siempre supe que sentía atracción por los varones y sabía que eso no era ‘normal’, sabía que me sentía diferente”, cuenta Iara.
Y continúa, “primero comencé a vivir dos vidas, porque para mi familia era una persona y con otros, era otra. Después vino una etapa en la que mi papá no quería que me vistiera de mujer, me decía que no me disfrazara y que si quería me podía ir, porque su casa no era un circo. Ahí me metí de lleno a la calle y fui pasando por un montón de experiencias que, la verdad, por suerte hoy por hoy puedo decir que me las tomé como las tenía que tomar”.
Algo llamativo que relata la activista es que “si bien me pasaron muchísimas cosas en la calle, siempre pensaba en el famoso ‘por algo será’. Por loco que parezca también era muy católica, entonces justificaba toda la violencia que el sistema generaba pensando ‘bueno, será que Dios le da las peores batallas a los mejores guerreros’. Creía mucho que Dios estaba ahí, me estaban moliendo a palos y yo pensaba que por algo era, porque Dios lo quería así”.
Luego comenzó a involucrarse con el activismo y fue cuando entendió que ese no era necesariamente su destino. Comprendió que la sociedad machista y patriarcal impone una manera de pensar determinada, binaria, heteronormada y que viene siendo así desde hace años.
Unidas
“Ahí empecé a estar más tiempo en la calle y a aprender. Ese fue mi nacimiento en el activismo, aunque no arranque por los derechos de la comunidad trans, sino por los derechos sociales en general. Ibamos a pedir y reclamar por la gente de los barrios. Durante mucho tiempo estuve así, me fui conociendo a mi y mi lado más vulnerable, también empecé a descubrirme a mí misma, porque tenía una especie de doble personalidad, para todo el mundo siempre fui Iara, pero a la tarde para ir a ver a mi mama y a mi hermano por ahí me ponía pantalón y remera ancha para no andar de pollera y remeras ajustadas como a mi me gustaba. Empecé a activar la militancia como mariquita. Después reventé, me puse las calzas y salí. Qué le guste a quien le guste.” concluyó.
Acerca del momento que marcó su militancia a nivel personal, Iara comenta que “lo primero que se me viene a la cabeza es el primer encuentro de la Red Diversa Positiva, que hizo en Paraná en el año 2015. Fue algo increíble, pudimos traer compañeres de todo el país, alojarles, darles un desayuno y poder juntarnos a charlar y conocernos. Ahí caí en la cuenta, por ejemplo de que a la jujeña le estaba pasando lo mismo que a mi pero doblemente violento. También escuché la realidad de compañeras que no podían ni siquiera ir al kiosko de noche porque la policía las atosigaba y las maltrataba”.
Iara confiesa que “todavía a mis 33 años, me estoy explorando porque me pasa que nunca me termino de encontrar. Yo se hacer un montón de cosas pero muy pocas personas valoran eso, más que nada porque somos estigmatizadas, estereotipadas, señaladas y juzgadas. En realidad no saben qué sentimos, no saben que queremos amar, que queremos vivir libremente sin molestar a nadie, y sin ser molestadas o discriminadas”.
Para cerrar concluyó “lo cierto es que me cuesta asumir que soy parte de toda esa historia que se fue gestando. Actualmente también está el proyecto Avenida a menos, que surge desde la Biblioteca Lemebel. Y la otra cuestión que es muy importante para mi, es haber tenido la oportunidad de ingresar a la facultad. Aunque ahora estoy un poquito flojita, haber llegado ahí fue como un parate en muchos aspectos de mi vida. Con el correr del tiempo fui entrando en razón con respecto a que yo no estaba equivocada, lo que vengo pensando está bien y lo que quiero también. No tengo por qué estar parada en una esquina, borracha, para poder acostarme con alguien que me de el dinero para poder comer. Va a costar el doble o el triple pero también puedo hacer otras cosas”.
[email protected]
A 51 años de los disturbios que iniciaron la revolución disidente a nivel internacional, decidimos hacer un repaso para comprender por qué el 28 de junio resulta un momento bisagra para la lucha por la reparación histórica de las minorías sexuales.
Como se sabe, el 28 de junio de 1969 se llevó adelante una violenta represión policial en un club nocturno y clandestino de Nueva York, conocido como Stonewall. Estaba situado en Christoper Street y contaba con una gran ventaja en comparación con los demás bares gays de la ciudad: en él se podía bailar.
A sus concurrentes se los llamaban los A-trainers, es decir “los que llegaban en el Tren A”. En su mayoría eran personas de piel marrón, en su mayoría latinos, que arribaban desde Harlem. Los blancos de clase media casi no pisaban el lugar. Stonewall era el templo de mujeres travestis, trans y drag queens. Era una de los pocos lugares que las recibía cuando en ese entonces cualquier salida podía significar un riesgo.
Efectivamente, algo que caracterizó mucho la época fue el represivo accionar por parte de las fuerzas de seguridad estatales. Por lo general era la regla y solía suceder en casi todos los bares en los que frecuentaban personas del colectivo LGTTBIQ+.
Sin embargo la noche del 28 de junio, los asistentes a Stonewell decidieron que no permitirían más abusos. Resistieron y contraatacaron con lo que tenían a su alcance. Armaron bombas molotovs con las bebidas del bar y así, soportando la violencia, establecieron el punto de partida de una revolución que se hizo conocida y motivó los frentes de liberación homosexual en cientos de países del resto del mundo.
De manera espontánea y organizada, quienes se encontraban bailando libremente en la pista se pusieron frente a las fuerzas represivas. En total, las revueltas duraron tres días y fueron el disparador para sentar las bases del Orgullo.
Al día siguiente, una multitud se volvió a congregar de manera espontánea. Aunque usualmente se daba exactamente de manera opuesta, esa noche los agentes se vieron obligados a refugiarse dentro de bar por seguridad.
Claramente el movimiento por los derechos del colectivo gay no comenzó aquella noche, pero sí pudo visibilizarse y dejar una huella en miles de personas, con lo que sucedió en las horas y días después del lanzamiento del primer vaso.
Lucha y resistencia
Para ahondar en la historia local del movimiento LGTTBIQ+ en nuestra región, dialogamos con la artista y activista travesti, Iara Aranzazú Quiroga para consultarle cuáles fueron los momentos que marcaron su historia personal de militancia disidente. Además, profundizamos en su proceso de transición de género y en el momento en que pudo divisar que existía la posibilidad de luchar de manera organizada con otres para exigir cambios reales y concretos.
“Para mí todo pasó muy rápido, pasé de una niñez a la adultez, pasando por alto la adolescencia. Siempre supe que sentía atracción por los varones y sabía que eso no era ‘normal’, sabía que me sentía diferente”, cuenta Iara.
Y continúa, “primero comencé a vivir dos vidas, porque para mi familia era una persona y con otros, era otra. Después vino una etapa en la que mi papá no quería que me vistiera de mujer, me decía que no me disfrazara y que si quería me podía ir, porque su casa no era un circo. Ahí me metí de lleno a la calle y fui pasando por un montón de experiencias que, la verdad, por suerte hoy por hoy puedo decir que me las tomé como las tenía que tomar”.
Algo llamativo que relata la activista es que “si bien me pasaron muchísimas cosas en la calle, siempre pensaba en el famoso ‘por algo será’. Por loco que parezca también era muy católica, entonces justificaba toda la violencia que el sistema generaba pensando ‘bueno, será que Dios le da las peores batallas a los mejores guerreros’. Creía mucho que Dios estaba ahí, me estaban moliendo a palos y yo pensaba que por algo era, porque Dios lo quería así”.
Luego comenzó a involucrarse con el activismo y fue cuando entendió que ese no era necesariamente su destino. Comprendió que la sociedad machista y patriarcal impone una manera de pensar determinada, binaria, heteronormada y que viene siendo así desde hace años.
Unidas
“Ahí empecé a estar más tiempo en la calle y a aprender. Ese fue mi nacimiento en el activismo, aunque no arranque por los derechos de la comunidad trans, sino por los derechos sociales en general. Ibamos a pedir y reclamar por la gente de los barrios. Durante mucho tiempo estuve así, me fui conociendo a mi y mi lado más vulnerable, también empecé a descubrirme a mí misma, porque tenía una especie de doble personalidad, para todo el mundo siempre fui Iara, pero a la tarde para ir a ver a mi mama y a mi hermano por ahí me ponía pantalón y remera ancha para no andar de pollera y remeras ajustadas como a mi me gustaba. Empecé a activar la militancia como mariquita. Después reventé, me puse las calzas y salí. Qué le guste a quien le guste.” concluyó.
Acerca del momento que marcó su militancia a nivel personal, Iara comenta que “lo primero que se me viene a la cabeza es el primer encuentro de la Red Diversa Positiva, que hizo en Paraná en el año 2015. Fue algo increíble, pudimos traer compañeres de todo el país, alojarles, darles un desayuno y poder juntarnos a charlar y conocernos. Ahí caí en la cuenta, por ejemplo de que a la jujeña le estaba pasando lo mismo que a mi pero doblemente violento. También escuché la realidad de compañeras que no podían ni siquiera ir al kiosko de noche porque la policía las atosigaba y las maltrataba”.
Iara confiesa que “todavía a mis 33 años, me estoy explorando porque me pasa que nunca me termino de encontrar. Yo se hacer un montón de cosas pero muy pocas personas valoran eso, más que nada porque somos estigmatizadas, estereotipadas, señaladas y juzgadas. En realidad no saben qué sentimos, no saben que queremos amar, que queremos vivir libremente sin molestar a nadie, y sin ser molestadas o discriminadas”.
Para cerrar concluyó “lo cierto es que me cuesta asumir que soy parte de toda esa historia que se fue gestando. Actualmente también está el proyecto Avenida a menos, que surge desde la Biblioteca Lemebel. Y la otra cuestión que es muy importante para mi, es haber tenido la oportunidad de ingresar a la facultad. Aunque ahora estoy un poquito flojita, haber llegado ahí fue como un parate en muchos aspectos de mi vida. Con el correr del tiempo fui entrando en razón con respecto a que yo no estaba equivocada, lo que vengo pensando está bien y lo que quiero también. No tengo por qué estar parada en una esquina, borracha, para poder acostarme con alguien que me de el dinero para poder comer. Va a costar el doble o el triple pero también puedo hacer otras cosas”.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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