En su travesía Leandro cruzó por Aldea San Antonio, Villa Mantero, Colonia Elía y Caseros.
Sabina Melchiori
[email protected]
"Son experiencias únicas, retos con uno mismo. Suponen esfuerzo, incomodidades y sacrificio, pero al superarlos la sensación es tremenda", así, lleno de entusiasmo, define la experiencia de viajar en bicicleta el ciclista Leandro Carrazza. Algo que solo compara con un viaje de mochilero que hizo junto a su hermano en San Luis hace muchos años.
Carrazza nació en Gualeguaychú en 1979. De chico solía pasar más horas en la calle arriba de una bici, que dentro de su casa. Hoy, que es papá, lamenta que en gran parte de la ciudad esa costumbre se haya perdido. "Gualeguaychú está lejos de ser una ciudad cicloamigable.
Necesitamos volver a apropiarnos de las calles, que nuestros niños vuelvan a jugar en las calles, que nuestros ancianos y los cochecitos de bebés puedan circular por las veredas. Que las personas discapacitadas no encuentren obstáculos cada dos metros. Necesitamos igualdad en el espacio público", manifestó a Mirador Entre Ríos.
Tras ese objetivo trabaja la ONG "Gualeguaychú en bici" que Leandro Carrazza integra con el propósito de reunir a la gente que ve en la bicicleta un medio movilizador de cambios sociales: "Hoy, quienes más posibilidades tienen de acceder a bienes y servicios como ir al banco, a la farmacia o al hospital, son quienes tienen auto o moto. No hay una infraestructura segura, no hay bicisendas o espacios seguros para transitar. Hoy los gualeguaychuenses consideramos como espacio propio a nuestra casa y algunos pocos espacios públicos como el parque, pero no consideramos a la calle como un lugar que podemos disfrutar, la vemos como un lugar de tránsito para los automovilistas y nosotros somos invitados de piedra, junto con los peatones", criticó.
Travesía por el sur entrerriano
Hace un par de domingos, Leandro salió de su casa en Gualeguaychú a las 8 de la mañana, en bicicleta. Tomó la ruta provincial 20 hasta una capilla que es punto de referencia para gente de la zona y viajeros. Tomó un camino rural a su derecha y llegó a Aldea San Antonio, un pequeño y hermoso pueblo habitado mayoritariamente por descendientes de alemanes del Volga. En un boliche del lugar almorzó copiosamente -por apenas $ 150- mientras unos pocos lugareños bebían una copa y conversaban de temas cotidianos.
Tras ese descanso, volvió a la bici y tomó un camino rural hacia Villa Mantero, en el Departamento Uruguay. Ese fue el tramo más difícil, no solo porque en su mayoría es cuesta arriba, sino porque lo recorrió con viento en contra, lo cual, según Leandro, es de las condiciones más desfavorables para un cicloviajero.
A Mantero, como se le dice al pueblo, llegó exhausto, por lo que no hizo más que pedir agua ("eso es algo que hacemos siempre quienes viajamos en bici, porque nunca sabés cuándo se te va a acabar", aclaró) y observar con ojos maravillados el alumbrado público: "Eran faros antiguos muy bien decorados".
Tras descansar unos minutos, como todavía el sol acompañaba la tarde, partió rumbo al Palacio San José. Su idea era conseguir allí electricidad para cargar su celular y un lugar donde armar la carpa. Sin embargo, el sitio estaba cerrado y no encontró a nadie que lo ayudara. Regresó a la ruta y fue hasta Caseros. Allí ingresó a una estación de servicios, enchufó su celular, lo dejó cargándose bajo la custodia de una empleada y salió a buscar un lugar donde pasar la noche. A pocas cuadras se encontró con el control sanitario donde un oficial de policía le ofreció acampar detrás del puesto, ofreciéndole además el baño químico, luz eléctrica y agua.
Cuando amaneció, desarmó la carpa, regresó a la estación de servicio para desayunar un café y alfajores y salió otra vez. Ahora, el destino era un cruce conocido como "la jota", el acceso a Colonia Elía. "Ese camino fue muy lindo, encontré algunas casas y bares en el medio de la nada que me resultaron muy pintorescos y, además, la sensación que se vive al andar pedaleando en medio de la nada con viento a favor es realmente maravillosa, te dan ganas de gritar (y a veces lo hago) por la sensación de la libertad de esos momentos".
En Colonia Elía comió algo y al terminar, regresó a Gualeguaychú. Eran las 2 y media de la tarde cuando entró a su casa renovado tras una experiencia más a su favor. En total fueron 12 horas de pedaleo. Siete horas y media el domingo y cuatro horas y media el lunes.
Por qué viajar en bici
"No me gusta quedarme quieto en un lugar, me gusta conocer paisajes, costumbres, tradiciones, particularidades de los pueblos. Y la bici te ofrece una velocidad y una perspectiva especial", aseguró Carrazza, quien ante las vicisitudes de la vida siente la "imperiosa necesidad" de conectarse con la naturaleza. "Salir con la bici es mi cable a tierra, a veces con destino incierto y otras planeado, pero dejándome sorprender por el camino, por los lugares que te sacan de la rutina diaria y los problemas que nos aquejan y me devuelven al estado de paz y de equilibrio con el mundo".
Su primer viaje en bicicleta fue el año pasado, tras su separación. Se tomó dos semanas de vacaciones y las aprovechó para recorrer en bicicleta desde Montevideo hasta el Chui. Antes, miró cientos de tutoriales en YouTube sobre qué llevar y qué no, cómo conducir en la ruta, qué hacer si se necesita algo, cómo relacionarse, dónde acampar, etc.
En viajes como este se viven situaciones muchas veces críticas, pero que al superarlas se las empieza a recordar con cierta nostalgia. "Me costaría recordar un día de vacaciones en un spa de un hotel 5 estrellas, no creo que eso me genere añoranzas", aseguró Leandro.
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"Son experiencias únicas, retos con uno mismo. Suponen esfuerzo, incomodidades y sacrificio, pero al superarlos la sensación es tremenda", así, lleno de entusiasmo, define la experiencia de viajar en bicicleta el ciclista Leandro Carrazza. Algo que solo compara con un viaje de mochilero que hizo junto a su hermano en San Luis hace muchos años.
Carrazza nació en Gualeguaychú en 1979. De chico solía pasar más horas en la calle arriba de una bici, que dentro de su casa. Hoy, que es papá, lamenta que en gran parte de la ciudad esa costumbre se haya perdido. "Gualeguaychú está lejos de ser una ciudad cicloamigable.
Necesitamos volver a apropiarnos de las calles, que nuestros niños vuelvan a jugar en las calles, que nuestros ancianos y los cochecitos de bebés puedan circular por las veredas. Que las personas discapacitadas no encuentren obstáculos cada dos metros. Necesitamos igualdad en el espacio público", manifestó a Mirador Entre Ríos.
Tras ese objetivo trabaja la ONG "Gualeguaychú en bici" que Leandro Carrazza integra con el propósito de reunir a la gente que ve en la bicicleta un medio movilizador de cambios sociales: "Hoy, quienes más posibilidades tienen de acceder a bienes y servicios como ir al banco, a la farmacia o al hospital, son quienes tienen auto o moto. No hay una infraestructura segura, no hay bicisendas o espacios seguros para transitar. Hoy los gualeguaychuenses consideramos como espacio propio a nuestra casa y algunos pocos espacios públicos como el parque, pero no consideramos a la calle como un lugar que podemos disfrutar, la vemos como un lugar de tránsito para los automovilistas y nosotros somos invitados de piedra, junto con los peatones", criticó.
Travesía por el sur entrerriano
Hace un par de domingos, Leandro salió de su casa en Gualeguaychú a las 8 de la mañana, en bicicleta. Tomó la ruta provincial 20 hasta una capilla que es punto de referencia para gente de la zona y viajeros. Tomó un camino rural a su derecha y llegó a Aldea San Antonio, un pequeño y hermoso pueblo habitado mayoritariamente por descendientes de alemanes del Volga. En un boliche del lugar almorzó copiosamente -por apenas $ 150- mientras unos pocos lugareños bebían una copa y conversaban de temas cotidianos.
Tras ese descanso, volvió a la bici y tomó un camino rural hacia Villa Mantero, en el Departamento Uruguay. Ese fue el tramo más difícil, no solo porque en su mayoría es cuesta arriba, sino porque lo recorrió con viento en contra, lo cual, según Leandro, es de las condiciones más desfavorables para un cicloviajero.
A Mantero, como se le dice al pueblo, llegó exhausto, por lo que no hizo más que pedir agua ("eso es algo que hacemos siempre quienes viajamos en bici, porque nunca sabés cuándo se te va a acabar", aclaró) y observar con ojos maravillados el alumbrado público: "Eran faros antiguos muy bien decorados".
Tras descansar unos minutos, como todavía el sol acompañaba la tarde, partió rumbo al Palacio San José. Su idea era conseguir allí electricidad para cargar su celular y un lugar donde armar la carpa. Sin embargo, el sitio estaba cerrado y no encontró a nadie que lo ayudara. Regresó a la ruta y fue hasta Caseros. Allí ingresó a una estación de servicios, enchufó su celular, lo dejó cargándose bajo la custodia de una empleada y salió a buscar un lugar donde pasar la noche. A pocas cuadras se encontró con el control sanitario donde un oficial de policía le ofreció acampar detrás del puesto, ofreciéndole además el baño químico, luz eléctrica y agua.
Cuando amaneció, desarmó la carpa, regresó a la estación de servicio para desayunar un café y alfajores y salió otra vez. Ahora, el destino era un cruce conocido como "la jota", el acceso a Colonia Elía. "Ese camino fue muy lindo, encontré algunas casas y bares en el medio de la nada que me resultaron muy pintorescos y, además, la sensación que se vive al andar pedaleando en medio de la nada con viento a favor es realmente maravillosa, te dan ganas de gritar (y a veces lo hago) por la sensación de la libertad de esos momentos".
En Colonia Elía comió algo y al terminar, regresó a Gualeguaychú. Eran las 2 y media de la tarde cuando entró a su casa renovado tras una experiencia más a su favor. En total fueron 12 horas de pedaleo. Siete horas y media el domingo y cuatro horas y media el lunes.
Por qué viajar en bici
"No me gusta quedarme quieto en un lugar, me gusta conocer paisajes, costumbres, tradiciones, particularidades de los pueblos. Y la bici te ofrece una velocidad y una perspectiva especial", aseguró Carrazza, quien ante las vicisitudes de la vida siente la "imperiosa necesidad" de conectarse con la naturaleza. "Salir con la bici es mi cable a tierra, a veces con destino incierto y otras planeado, pero dejándome sorprender por el camino, por los lugares que te sacan de la rutina diaria y los problemas que nos aquejan y me devuelven al estado de paz y de equilibrio con el mundo".
Su primer viaje en bicicleta fue el año pasado, tras su separación. Se tomó dos semanas de vacaciones y las aprovechó para recorrer en bicicleta desde Montevideo hasta el Chui. Antes, miró cientos de tutoriales en YouTube sobre qué llevar y qué no, cómo conducir en la ruta, qué hacer si se necesita algo, cómo relacionarse, dónde acampar, etc.
En viajes como este se viven situaciones muchas veces críticas, pero que al superarlas se las empieza a recordar con cierta nostalgia. "Me costaría recordar un día de vacaciones en un spa de un hotel 5 estrellas, no creo que eso me genere añoranzas", aseguró Leandro.
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