Un polaco recorre la Argentina para tratar de descifrar nuestra identidad
Viaja en bicicleta
Un polaco recorre la Argentina para tratar de descifrar nuestra identidad
Se llama Wojciech Ganczarek y anda por Latinoamérica desde 2013. La idea de realizar la película "¿Por qué el argentino viaja?" le surgió cuando atravesaba las colonias de inmigrantes santafesinas. Antes, realizó la película "Soy paraguayo", publicó un libro y crónicas periodísticas. La guerra en Ucrania le despertó el deseo de volver a su tierra natal.
El polaco Wojciech Ganczarek hace casi una década que vive en Latinoamérica y pasó los últimos tiempos de su viaje en bicicleta -que parece no tener final- en Argentina. Para este joven trashumante matemático de 34 años viajar es un modo de vida, sin destino final a donde llegar.
Tras obtener su título universitario abandonó los números y se fue de viaje. Identificado con el estilo narrativo de su compatriota, el gran maestro de periodismo Ryszard Kapuściński, comenzó a escribir crónicas que se publicaron en Polonia, un libro y empezó a grabar películas que terminaron en festivales internacionales, como ocurrió con "Soy paraguayo".
Ahora Wojciech -al que todos llaman "Polaco"- contesta los mensajes de la redacción de El Litoral desde Perito Moreno, en Santa Cruz, bien al sur de la Patagonia. Antes recorrió gran parte de nuestro país. Y a mediados de agosto de 2019 pasó por Santa Fe, a donde se le ocurrió la idea de realizar otra película que indague sobre la identidad argentina. Las apenas dos semanas por estos pagos le encendieron la chispa para su nuevo trabajo. En eso anda ahora, entre otros proyectos y sueños por cumplir. Y por vivir.
Foto: Gentileza Agustín Binetti
-Polaco, arranquemos desde el principio, ¿cuál es tu origen?
-¡Vamos, que empiezas con cuestiones profundas! Mejor volvamos a esta pregunta al final de la conversación, cuando estemos hablando del proyecto "¿Por qué el argentino viaja?". Pero te anticipo que técnicamente soy de Jelcz-Laskowice, un pueblo pequeño en el sur-oeste de Polonia -contesta, mientras se ceba un mate a la distancia junto al gato gris que lo acompaña en esa remota geografía argentina de sombras largas; y envía el retrato tomado con su celular.
-¿Qué te llevó a emprender este viaje?
-La idea del viaje nació a finales de 2012. Yo terminaba mis dos carreras universitarias —Física Teórica y Matemática Aplicada— y traía ya cierto cansancio relacionado al trabajo de investigación. Mejor dicho, dudaba si valía la pena pasarme la vida entre los números. Pensé: me tomo unas vacaciones, hago un viaje largo, de un año tal vez, por ahí se me aclaran algunas cuestiones.
El viaje comenzó en octubre de 2013 y no terminó más. Aunque confieso que ando con ganas de ir a Polonia en los próximos meses. La difícil situación en Ucrania, un país vecino, muy relacionado social e históricamente con Polonia, y donde también nació mi abuela, reforzó las determinación de visitar a mi familia que quedó del otro lado del charco.
-¿Cómo viajás?
-Viajo en bicicleta. Y vale agregar —ya que a muchos les resulta llamativo— que es una bicicleta joven, de 33 años (y digo "joven" porque yo soy joven y tengo 34). Muchos se imaginan que para hacer un viaje —y más un viaje largo— se precisa una bicicleta de las llamadas de "alta gama", o "de marca", cara y muy especializada. Y no, nada de eso. Hace falta que tenga dos ruedas y que se la trate con cariño, más nada.
Foto: Gentileza
-¿Viajás solo?
-Viajo mayormente solo, aunque he tenido episodios cortos de viajar en compañía. Pero eso apenas dos o tres veces y por lapsos de tiempo no muy largos. El viaje en compañía es diferente. Es lindo también, claro está. Pero viajar solo te permite dedicarte plenamente a relacionarte con el otro, con el paisaje, con lo que estás conociendo.
Foto: Gentileza
-¿No volviste a Polonia?
-A Polonia volví una sola vez, en el año 2018. En realidad, pasé más tiempo -6 semanas- en el país vecino, Eslovaquia, a donde tuve una beca del Fondo de Visegrad, justamente para escribir el libro "Se vende un país. Relatos de Paraguay". Así fue que unos cuantos capítulos de esta obra fueron escritos en Bratislava.
-¿Cómo se puede obtener el libro?
-En Argentina, el libro está disponible a través de MercadoLibre. Se lo puede conseguir también comunicándose directamente conmigo, que sale algo más económico (@porqueelargentinoviaja, [email protected]).
-¿Cómo sustentás tu viaje?
-Esto ha ido variando. Los primeros meses del viaje —cuando aún creía que esta aventura iba a durar algo así como un año— me basaba principalmente en los ahorros. Con tiempo, empecé a desarrollar maneras propias de autogestionarme. Intenté de todo, ya que también es parte de la aventura: hice música en las calles y en los colectivos, brevemente fui cocinero en una finca en la selva colombiana, reparé un buen par de bicicletas en Santa Cruz de la Sierra, dí conciertos, vendí postales. Pero mi sostén más seguro resultaron ser mis textos en la prensa polaca: en las revistas de viaje, por un lado, y por el otro en semanarios y revistas más enfocadas en lo social, donde publico crónicas periodísticas de vez en cuando. No es mucho el dinero, pero me da para comer en el camino.
Y ahí no termina, pues durante los 8 meses del encierro impuesto por la cuarentena (pandemia), los que pasé en Junín de los Andes, Neuquén, me desempeñé como profesor de idiomas, por internet. Y tras cierto éxito de mi primer documental de largometraje, definí cual sería el próximo proyecto audiovisual y con este propósito abrí una cuenta en la plataforma polaca de micromecenazgo Patronite (parecida al Patreon estadounidense o al Cafecito en Argentina) donde la gente interesada en mis actividades apoya económicamente lo que estoy haciendo.
-¿Qué te llevó a realizar esta serie de registros audiovisuales?
-Como conté anteriormente, me gané cierta experiencia en lo que es la crónica periodística escrita. Publiqué también un libro sobre el viaje y la crisis en Venezuela. Luego ocurrió algo banal: en Caracas me compré una lente de 50 mm bastante antigua, de los años 60. más o menos, y me enamoré de las imágenes que captaba. Empecé a filmar, primero situaciones cotidianas del viaje. Me di cuenta de que a pesar de no poseer un equipo profesional de filmación, con lo que tenía llegaba a sacar imágenes bastante satisfactorias.
Luego entré a Paraguay y tras pasar las primeras semanas en este país me di cuenta de la estructura muy particular de su sociedad: en el mar de la paraguaidad criolla viven suspendidos, cual si fueran islas, pequeños mundos de colonias extranjeras, formadas a principios del siglo XX. A eso se agrega un ingrediente muy fuerte y nuevo: las extensas zonas sojeras en el oriente, "controladas" por brasileños y descendientes de brasileños llegados al país muy recientemente, en la década de los 70. Observé que a veces entre estos mundos no existía mucha comunicación: cada comunidad vive encerrada en su burbuja. Y es algo bastante peligroso, ya que la falta de comunicación fomenta situaciones conflictivas: ¡tanto en una pareja como en un país! Encontré que el recurso audiovisual sería tal vez el más indicado para catalizar un encuentro entre los paraguayos de diferentes ámbitos sociales. Así fue que empecé a grabar entrevistas que luego le dieron origen a la película "Soy paraguayo".
-¿Sos un hombre de ciencia?
-Me formé en la Universidad Jagiellónica de Cracovia, la segunda ciudad más grande de Polonia. Digamos, una Córdoba polaca. De profesión soy matemático aplicado y físico teórico. Da la casualidad que mi tesis en matemática (publicada en 2013) trataba sobre los modelos de la expansión de epidemias, que es una rama bastante amplia de la matemática aplicada. Mi tesis consistió en proponer un nuevo modelo (uno de muchos) y presentar para el algunas soluciones teóricas y simulaciones informáticas. Durante la pandemia me pasó pensar si no debí quedarme en la ciencia. Tal vez hubiera podido aportar algo constructivo a esta gran crisis. Sin embargo, mis reflexiones sobre la ciencia últimamente terminan en la conclusión que en un mundo tan desigual no es el desarrollo científico lo más urgente en este planeta. ¿Trabajar para que unos pocos estén aun más avanzados frente a una gran mayoría que sigue quedando en el olvido? No me parece.
-Y ¿cómo te formaste para escribir y realizar películas?
-No tuve una educación formal en lo que es la escritura o el cine. Siempre lo he hecho a base de la práctica y tomando buenos ejemplos de lo que leía o miraba. En particular, quien tuvo una gran influencia a mi mirada como autor fue el reportajista polaco Ryszard Kapuscinski: me he leído todo de él y lo recomiendo mucho. Gran parte de su obra fue traducida a español y es de fácil acceso en Argentina.
-¿Qué impresión te llevaste en tu paso por Santa Fe?
-A la provincia de Santa Fe llegué de lado de Córdoba, la primera localidad fue Rafaela. Luego, siguiendo los caminos de tierra, pasé por Susana, Aurelia, Pilar y Franck, entrando por fin a la ciudad capital. Siendo Santa Fe una zona de intensas inmigraciones en su momento, encontré ahí varios personajes para mi próximo proyecto documental, relacionado a la cuestión identitaria en Argentina. Y es también una provincia que siempre volvía a mi: fue la protagonista de algunos textos de mi autoría en la prensa de Polonia cuando hablaba de los incendios, la ganadería o la soja. Y dejé algunos amigos en esta zona, así que con gusto volvería a visitarlos y pasear por esta ciudad elegante y plana, ¡tan fácil para andar en bicicleta! Me acuerdo que más adelante, cuando pasé a Paraná y Entre Ríos, sufrí bastante por culpa de sus subidas y bajadas constantes.
-¿Con que realidad te encontraste al realizar el documental "Soy paraguayo"?
-En el documental "Soy paraguayo" y tal vez con más claridad en el libro "Se vende un país. Relatos de Paraguay" podemos apreciar cómo el mercado global no solamente influye sino hasta se podría decir que define los problemas sociales y la situación del medio ambiente en un país exportador de recursos. La tierra y su uso son las piezas claves de esta dependencia. Así entonces vemos como en los últimos 150 años el Estado paraguayo, influenciado por supuesto por actores nacionales e internacionales, ha ido despojando a los paraguayos de sus tierras, las que a su vez están cayendo en manos de los medianos y grandes exportadores de granos y carnes. Por supuesto, ha sido un proceso complejo, no es algo que pasa de un día para el otro, pero bueno, tal vez por eso el libro tiene más de 400 páginas.
-Pudiste penetrar allí también sobre la identidad y la realidad del vecino país...
-Lo particularmente simbólico en el caso de Paraguay es lo siguiente. Fijate que el país está dividido por el río del mismo nombre. En su costa oriental crecía —hasta principios de los '90— el Bosque Atlántico, la parte sur de lo que anteriormente era la segunda formación boscosa en el continente, que atravesaba Brasil, el oriente paraguayo y el extremo nororiental de Argentina. Hoy el Bosque Atlántico simplemente no existe más. Ahora el segundo bosque más grande del continente es el Gran Chaco Americano, que empieza en el oriente boliviano, constituye la parte occidental de Paraguay y en Argentina llega hasta Córdoba y San Luis. Y este bosque también esta desapareciendo a pasos gigantescos. Más exactamente, la deforestación del Chaco paraguayo es considerada hoy como la más rápida del mundo: se "limpia" -como dicen quienes lo hacen- entre 600 y 1000 hectáreas por día. Este proceso está siendo llevado a cabo exclusivamente por grandes terratenientes y empresas multinacionales del sector agrícola, financiadas por los mayores bancos de inversión a nivel mundial, como el JP Morgan o Banco Santander. Pues la deforestación a gran escala es un negocio de "peces gordos". Y la causa es la codicia pura y dura. Es gente que quiere exportar más, al costo que sea. A costa de la naturaleza, a costa de la creciente desigualdad social, a costa de las catorce etnias originarias que habitan el Chaco. Entre ellas están los ayoreos, la única etnia incomunicada fuera del Amazonas. En el Chaco paraguayo estamos presenciando -ahora, hoy, en estos precisos momentos- un desastre en todos los ámbitos y a escala inimaginable. Y todo por ganar más plata. Solamente por eso, que quede claro.
-¿Tus trabajos tienen un carácter de denuncia?
-Creo que "denuncia" no sería la palabra más acertada ni para la película "Soy paraguayo" ni para el libro "Se vende un país. Relatos de Paraguay". Si bien aporto información y datos concretos relacionados a la deforestación, la tenencia de la tierra o las influencias nocivas de los agroquímicos a la salud humana (hablo brevemente también con Damián Verzeñassi, de la UNR), mi enfoque son las historias personales. Estoy convencido que son las historias lo que nos permite entendernos mejor como sociedad. En mi opinión no sirve de mucho, por ejemplo, demonizar a los sojeros, pues ellos tienen sus trayectorias familiares que los llevaron a hacer lo que están haciendo y me parece clave entenderlos. Sin entender al otro, o más exactamente: sin que se entiendan mutuamente todos los actores de un problema social dado, no se avanza. No vamos a encontrar una solución sostenible para el mundo, si fomentamos el odio entre diversos bandos, ¿no te parece? Las soluciones se encuentran en un ambiente de conciliación y de asumirnos como unidad: nosotros, la sociedad, y no: nosotros - los buenos, y ellos - los malos. Todos somos buenos pero también todos cometemos errores. O nos encerramos en nuestras burbujas, cosa que -por un lado- no nos permite reconocer nuestros errores y -por el otro- nos hace imposible comprenderlo al Otro. Por eso me enfoco en las historias: de los sojeros y de los campesinos sin tierra, de los médicos rurales y de los vendedores de la maquinaria agrícola, de los colonos y de los criollos, de los menonitas del Chaco central y del pueblo originario nivaclé; de quienes hoy tienen tierra y de quienes luchan por recuperarla. Estoy convencido de que el diálogo es el único camino.
Y parece que este enfoque funcionó. Pese a no contar con equipos profesionales o un amplio grupo de trabajo, logré -gracias a mis entrevistados- dibujar en "Soy paraguayo" y "El grano que divide" una radiografía social del Paraguay que mereció participar en festivales de cine en todo el continente y también fuera de él. Esto, la verdad, me dio mucha alegría, pero primero me sorprendió. No esperaba semejante éxito. Pero es que al final de cuentas, los discursos pueden ser lindos; los trabajos científicos, interesantes; las palabras rebuscadas, sabias; pero lo que verdaderamente atrapa y nos acerca son las historias.
-¿Cómo continúa tu viaje ahora? ¿En qué proyectos andás?
-Ahora mismo ando por la Patagonia. Fue en esta región donde me agarró la cuarentena. Durante mi prolongada estadía por estos lados pude ver de cerca un problema que si bien existe en todo el continente, acá es simplemente más absurdo: el difícil acceso a la tierra. En una zona con la densidad poblacional por debajo de dos personas por kilómetro cuadrado, te dicen que no hay lugar, no hay espacio para la gente que quiera vivir y establecerse acá. Así nace la idea de otro proyecto audiovisual más, que actualmente estoy por terminar. Al mismo tiempo, el ya mencionado proyecto "¿Por qué el argentino viaja?" espera para ser editado. En otras palabras, tengo mucho trabajo por delante. Sobre todas mis actividades documentales puede leerse aquí: https://www.es.wojciechganczarek.pl/cine-documental .
-¿Con qué te encontraste al indagar sobre la identidad argentina?
-Yo mismo provengo de una zona de Polonia muy particular. Una región que después de la segunda guerra mundial fue poblada por personas que tras el conflicto tal vez hayan perdido todo y deambulaban por el país buscando su nuevo lugar para vivir. Mis dos abuelos y una abuela provienen de tres rincones diferentes de Polonia. Mi abuela paterna nació en Ucrania. Así también se dice que mi región es la única que no tiene un acento propio, pues existe una mezcla de acentos que con el correr del tiempo terminó siendo un polaco a secas, sin acento particular, "el polaco de televisión". Lo propio pasa con el asunto identitario en mi región: no está muy claro quienes somos.
En Argentina observé este problema pero ampliado a nivel de un país entero. Y estoy viendo un vivo interés en resolver la pregunta por la identidad propia en muchas personas, no sólo en los jóvenes. Esto tiene muchas veces que ver con el viaje. Hay quienes se van a Italia a buscar la casa natal del abuelo, hay quienes viajan a Jujuy o Bolivia buscando la conexión con el ingrediente originario en su sangre. Lo propio pasa con los pueblos originarios, justamente quienes -bajo la presión de los colonos o del ejército de Roca en la Patagonia- se vieron obligados a huir a distintas partes de Argentina y ahora, de a poco, están tratando de recuperar su identidad. De ahí es que relaciono el viaje o la migración con el asunto identitario. Y el tema del acceso a la tierra se relaciona con la identidad también, pues como canta uno de los entrevistados -santafesino de Venado Tuerto- y siguiendo a don Atahualpa Yupanqui: "Preguntan de donde soy / Y no sé que responder / De tanto no tener nada / No tengo de adonde ser".
¡He hecho tantas entrevistas ya, que me da hasta miedo comenzar el trabajo de la edición! Será un trabajo muy largo, sin duda, pero también apasionante, pues esta temática es profundísima y toca los cimientos mismos de nuestro ser. Espero que para el año que viene este trabajo sea disponible para los espectadores.
-¿Pensás volver a Santa Fe?
-Espero que sea posible. ¡Está en mi lista de visitas cortas antes de despegar a Polonia!
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