Parque Urquiza

Paisaje de la Paraná de ayer y de hoy

Ubicado al borde del río, cuenta con más de 100 años y la mayoría de los terrenos pertenecían al General Justo José de Urquiza. Es el lugar de encuentro preferido por distintas generaciones debido a su extensión, vista y atractivos. Posee una gran cantidad de monumentos, edificios y obras arquitectónicas del siglo pasado que hasta la actualidadson valoradas por los paranaenses y visitantes.
13-10-2022 | 22:22 |

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Los lapachos son típicos en la ciudad y le dan un color distinto al parque. Foto: Nicolás García


Nicolás García
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Bañado por las aguas del río Paraná y abrigado por una capa verde de vegetación, árboles y flores varias, el Parque Urquiza es uno de los mayores atractivos de la ciudad de Paraná. Por él atraviesan innumerables calles, veredas, escaleras y pasadizos que hacen del lugar un laberinto de nunca acabar, imposible de conocer en un solo día y tan distinto en su conformación total que posibilita miradas del Paraná desde distintos ángulos y alturas.

Compuesto por tres niveles conocidos como costanera alta, media y baja, es recorrido por cientos de paranaenses día a día y los fines de semana se convierte en lugar de encuentro y recreación para miles. Desde los miradores de la parte más alta se pueden ver a quienes transitan por la zona baja, compuesta por las playas y veredas peatonales, quienes parecen ser hormiguitas deambulando por un vasto paisaje de agua, arena y cemento.

Fundado hace más de un siglo pero sin una fecha exacta de inauguración, los terrenos que conforman el parque son en su mayoría donados por Dolores Costa, viuda del General Justo José de Urquiza, cuando cursaba el año 1893. La herencia del Supremo entrerriano son 38 hectáreas a las que con el correr de los años se le fueron anexando aún más espacio hasta llegar a las 44 hectáreas actuales con la donación de distintos vecinos de la capital provincial. El diseño arquitectónico que hasta hoy en día es característico del lugar es obra del arquitecto y paisajista francés Carlos Thays y se realizó durante la intendencia de Francisco Bertozzi en las primeras décadas del siglo XX. Por otro lado, la selección de plantas y árboles estuvo a cargo de Julio Kumagae y hasta hoy en día se pueden observar los florecidos lapachos, los enormes palos borrachos, los jacarandaes y ceibos que nutren de color esta zona.

Inspirador de poesías, creador de historias, espectador de primeras citas que luego fueron amores, paisaje para fotos de atardeceres y río, lugar de amistades y familias y constructor de la identidad paranaense, el parque es un privilegio para propios y ajenos. Su recorrido permite despejarse de lo cotidiano, estar a otro ritmo, escuchar otros sonidos y sentir otros olores. Las escaleritas que lo surcan parecen no tener ninguna planificación, pero al contrario, te llevan por lugares extraordinarios y te dejan ver detalles que no habías visto antes. Nunca dejás de asombrarte, siempre encontrás algo nuevo. Las calles son como caminos sin rumbo con cuesta arriba y cuesta abajo, curvas y contracurvas y distintos paisajes, desde el rosedal hasta los adoquines de la Bajada de los vascos o calle Güemes.

De monumentos y obras de arte


Entre sus vastos espacios verdes se emplazan variadas obras arquitectónicas y artísticas que le dan un sentido único al parque. Si llegamos por Alameda de la Federación, entre los lapachos podemos ver el monumento a Justo José de Urquiza que se impone con sus 17 metros de altura en el que se puede ver en lo alto al Supremo entrerriano sobre un caballo. Construido en mármol y bronce, fue realizado en España y luego emplazado en 1920. En sus cuatro caras muestra detalles que marcaron la vida de Urquiza, como la Batalla de Caseros, el Acuerdo de San Nicolás, su Pronunciamiento y la Constitución Nacional.

Otra de las obras que podemos encontrar es el Puente de los Suspiros, oficialmente llamado Francisco Martínez Segovia. Emplazado en una zona poco conocida del parque, atraviesa por encima a la calle Jones Melvin y cuenta con un diseño arquitectónico que se replica en toda la zona y que juega con la época medieval y detalles de castillos de antaño. En un principio era una de las puertas hacia el centro de la ciudad desde la zona de Puerto Viejo y era recorrido por un tranvía.

Por otro lado también existen monumentos más pequeños como la Venus salida del baño, que se encuentra en el Rosedal, y La Danza de la flecha ubicada en la rotonda frente al monumento a Urquiza. Ambas datan de la década de 1930, aunque la primera fue restaurada por Amanda Mayor en 1990. Si seguimos recorriendo la zona del Rosedal, entre flores y enormes árboles, nos podemos encontrar a la Columna del Libertador, construida en la década de 1950 que homenajea a José de San Martín y contiene los escudos de Perú, Chile y Argentina y un cóndor gigante en la cima, aludiendo a uno de los animales más emblemático de la zona cordillerana.

En la costanera media nos encontramos la típica figura del Yaguareté que con el correr de los años se transformó en síntesis visual del parque. Es una obra de Emilio Serniguet, donada por Leopoldo Melo, emplazada en 1935 y restaurada en 2014 por Raúl González. Si seguimos el recorrido podemos llegar al Anfiteatro Héctor Santángelo, ubicado en la conocida Boca del Tigre, una depresión del terreno que cuenta con una resonancia natural ideal para realizar obras de teatro y espectáculos musicales. Este mítico lugar fue inaugurado en 1985, poco más de dos años después del comienzo de la obra, y albergó artistas de la talla de León Gieco y Rubén Rada y tiene una capacidad para dos mil espectadores.

Paisaje protegido


En octubre de 1997 se promulgó la Ordenanza Municipal N° 7.961/97 por la cual se sumó al Parque Urquiza como Paisaje Protegido, instituido por el Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas, con el objetivo de resguardar la zona y su vegetación centenaria. La ley provincial que regula estas zonas es la N° 8.967 y determina diferentes jerarquías de conservación. Una de esas categorías es la de Paisaje protegido, la que se le otorgó al parque, y define que: “Serán consideradas paisaje protegido aquellas zonas naturales o modificadas que presenten panoramas atractivos, aprovechados para el esparcimiento y el turismo o aquellos paisajes que por ser el resultado de la interacción del hombre y la naturaleza reflejan manifestaciones culturales específicas”.

Otros de los lugares que se constituyeron mediante esa misma ordenanza como paisaje protegido son el Parque Gazzano, el Parque Berduc, el Balneario Thompson y el Camping Toma Vieja. Mediante la Ley provincial Nº 10920 el 4 de septiembre de todos los años se instituyó como el Día provincial de las áreas naturales protegidas de Entre Ríos ya que en esa fecha pero de 1924 se redactó el testamento que plasmó la voluntad de Enrique Berduc de crear el Parque General San Martín. Esta legislación tiene como objetivo “promover acciones de sensibilización sobre el cuidado y disfrute de nuestro patrimonio natural, la conservación de la biodiversidad y el conocimiento de las diferentes áreas y reservas naturales del territorio entrerriano”.
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