Foto: Nicolás García
Y pasó el sexto partido de la Selección Argentina en el mundial de fútbol masculino. Vamos a jugar un séptimo encuentro, y por suerte lo haremos el domingo. En realidad, no fue por suerte, fue por Messi, por Julián, por el Dibu, por los supuestos 40 mil argentinos en Qatar y por los más de 47 millones que residen en nuestro país. Fue por ellos y también para ellos.
El tejido social volvió a unirse, a hacerse fuerte, como hace más de un año, en julio de 2021, cuando el Fideo corrió, se la picó al arquero brasilero y gritó uno de los goles que más fuerte sonó en todo el territorio nacional. Fue por ellos porque cada corrida, cada pase y cada grito que se multiplicó en millones fueron gracias al esfuerzo, al talento y al creer que se podía y para ellos, porque esos millones de corazones latiendo a un ritmo más acelerado de lo habitual necesitaban una alegría, algo más por lo que sonreír, salir de la rutina y hacer propia una felicidad que muchas veces parece esquiva. Este martes 13 la yeta no fue tal, la mala suerte se hizo a un lado, la euforia de un pueblo rompió con el maleficio y le hizo frente a todo.
Como en todo el país, la plaza 1 de Mayo de Paraná se hizo sede y lugar de encuentro de festejos infinitos y para compartir la felicidad con cientos y cientos de hinchas de la selección. Bombos, gorros, caretas y remeras pintaban el frente de la Catedral de celeste y blanco. De fondo, el sol atardeciendo hacía todo un poco más poético y la bandera argentina se extendía en todo el cielo. El ambiente vibraba de felicidad y euforia por estar viviendo un momento histórico del cual aún muchos no caemos, pero que el paso de los años nos va a recordar la importancia del triunfo y del compartir. Terminado el partido, comenzaron a juntarse decenas de hinchas que luego se convirtieron en cientos, como ya había pasado luego del partido por cuartos de final frente a Países Bajos en un encuentro que nos dejó con el corazón en la boca.
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar...” Y cómo no hacerlo al ver a los gurises y gurisas con una remera de Argentina gritando, saltando y moviendo las manos por un fenómeno social que no entienden pero que disfrutan. Cómo no hacerlo si al terminar el partido con otro triunfo en el bolsillo se moviliza todo un pueblo. Si la sonrisa del mejor jugador del mundo se dibuja una y otra vez en todos los argentinos y las argentinas. Ese fenómeno que trasciende una práctica deportiva y hace raíz en lo más hondo del entramado cultural, conforma las bases de la felicidad social. Por un gol de Julián, por una asistencia de Messi o por una atajada del Dibu no se soluciona la actualidad económico-política de un diciembre que se viene difícil, pero genera un alivio en todos y todas que sufren esa situación. Es hasta un poco inexplicable, pero el día a día se vuelve un poco más soportable con una Selección de fútbol victoriosa y llena el ego argentino observar a 26 tipos, que trabajan de jugar al fútbol, representar tan bien a un país. Y sobre todo entender que lo hacen desde el corazón.
Mientras pasaban las canciones que hacían recordar al Diego, al Mundial de 1986 y a muchos otros hitos históricos de la selección, los paranaenses seguían agolpándose frente a la Catedral de la capital provincial. El sol ya se escondía por el Oeste, pero no así las banderas que flameaban en lo alto. La celebración duraría muchas horas más, como también los abrazos de felicidad, porque una de las cosas que nos puede dejar como aprendizaje esta Selección Argentina de fútbol masculino es que el abrazo es una demostración posible, que el llorar es necesario y que la salud mental necesita ser cuidada.
Tal vez el premio mayor sean esos momentos aprendidos, esa demostración de felicidad entre amigos y familiares y entender que el fútbol es más que un deporte. Y como dice la canción que suena en Qatar y en toda la Argentina: “No te lo puedo explicar, porque no vas a entender…”
El tejido social volvió a unirse, a hacerse fuerte, como hace más de un año, en julio de 2021, cuando el Fideo corrió, se la picó al arquero brasilero y gritó uno de los goles que más fuerte sonó en todo el territorio nacional. Fue por ellos porque cada corrida, cada pase y cada grito que se multiplicó en millones fueron gracias al esfuerzo, al talento y al creer que se podía y para ellos, porque esos millones de corazones latiendo a un ritmo más acelerado de lo habitual necesitaban una alegría, algo más por lo que sonreír, salir de la rutina y hacer propia una felicidad que muchas veces parece esquiva. Este martes 13 la yeta no fue tal, la mala suerte se hizo a un lado, la euforia de un pueblo rompió con el maleficio y le hizo frente a todo.
Como en todo el país, la plaza 1 de Mayo de Paraná se hizo sede y lugar de encuentro de festejos infinitos y para compartir la felicidad con cientos y cientos de hinchas de la selección. Bombos, gorros, caretas y remeras pintaban el frente de la Catedral de celeste y blanco. De fondo, el sol atardeciendo hacía todo un poco más poético y la bandera argentina se extendía en todo el cielo. El ambiente vibraba de felicidad y euforia por estar viviendo un momento histórico del cual aún muchos no caemos, pero que el paso de los años nos va a recordar la importancia del triunfo y del compartir. Terminado el partido, comenzaron a juntarse decenas de hinchas que luego se convirtieron en cientos, como ya había pasado luego del partido por cuartos de final frente a Países Bajos en un encuentro que nos dejó con el corazón en la boca.
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar...” Y cómo no hacerlo al ver a los gurises y gurisas con una remera de Argentina gritando, saltando y moviendo las manos por un fenómeno social que no entienden pero que disfrutan. Cómo no hacerlo si al terminar el partido con otro triunfo en el bolsillo se moviliza todo un pueblo. Si la sonrisa del mejor jugador del mundo se dibuja una y otra vez en todos los argentinos y las argentinas. Ese fenómeno que trasciende una práctica deportiva y hace raíz en lo más hondo del entramado cultural, conforma las bases de la felicidad social. Por un gol de Julián, por una asistencia de Messi o por una atajada del Dibu no se soluciona la actualidad económico-política de un diciembre que se viene difícil, pero genera un alivio en todos y todas que sufren esa situación. Es hasta un poco inexplicable, pero el día a día se vuelve un poco más soportable con una Selección de fútbol victoriosa y llena el ego argentino observar a 26 tipos, que trabajan de jugar al fútbol, representar tan bien a un país. Y sobre todo entender que lo hacen desde el corazón.
Mientras pasaban las canciones que hacían recordar al Diego, al Mundial de 1986 y a muchos otros hitos históricos de la selección, los paranaenses seguían agolpándose frente a la Catedral de la capital provincial. El sol ya se escondía por el Oeste, pero no así las banderas que flameaban en lo alto. La celebración duraría muchas horas más, como también los abrazos de felicidad, porque una de las cosas que nos puede dejar como aprendizaje esta Selección Argentina de fútbol masculino es que el abrazo es una demostración posible, que el llorar es necesario y que la salud mental necesita ser cuidada.
Tal vez el premio mayor sean esos momentos aprendidos, esa demostración de felicidad entre amigos y familiares y entender que el fútbol es más que un deporte. Y como dice la canción que suena en Qatar y en toda la Argentina: “No te lo puedo explicar, porque no vas a entender…”
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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