El viernes, el encuentro abrió en el Predio de los Artesanos de Arroyo Leyes (frente a la Comuna). Aquí, la poeta Sandra Gudiño presenta "El Solo", poemario de Gustavo Tisocco. Foto: Manuel Fabatía.
Beatriz Vignoli
Hay una hora, entre el día y la noche, en pleno verano, en la zona, en que la literal voz del poeta se mezcla con los sonidos del lugar: chicharras, pájaros, quizás grillos u otros seres que el oído urbanizado de la cronista ni siquiera imagina.
Es enero, es sábado, y un círculo de personas sentadas en reposeras o lonas, o directamente sobre el pasto, escucha. Quien está de pie, tiene un libro en la mano. Si no fuera por los elementos actuales, se diría que esta es la humanidad cuando empezó a hablarse. Uno, a medias, cuenta; a medias, canta su sueño. Los otros escuchan y todos se turnan para decir lo que tengan que decir. Pero están esos objetos, los libros, que pasan de mano en mano o aguardan a la venta en una mesa redonda de piedra en la galería de la casa. Algunos tienen costuras, marcas del trabajo artesanal.
En los intervalos de silencio, la gente entra a la cocina y sale con latas de cerveza, botellas de vino o pizzas caseras. Una mujer de larga cabellera rubia va y viene con su vestido largo teñido a mano y su collar blanco.
Alguien que viene de lejos se descalza y siente la mezcla de pasto y arena bajo los pies. No olvidará esa sensación por mucho tiempo. Querrá volver.
La casa es "Lo de Pipi", en la comuna de Arroyo Leyes. Un cartel de madera en la entrada señaliza: "Reserva Poética". Pipi es Alejandra Bosch, poeta y editora santafesina, la mujer de larga cabellera, la dueña de casa, la anfitriona, atenta hasta el más mínimo detalle.
La zona
"La zona" son los pueblos de la costa, que el escritor Juan José Saer llamó así en su literatura: Rincón, Arroyo Leyes, Colastiné. En Rincón vivió, practicó y enseñó el arte de la pintura en laca sobre madera la poeta Beatriz Vallejos, quien escribió y ambientó mucho de su poesía en estas calles de arena.
La zona costera fue habitada por colonos virreinales desde hace siglos, unas de las poblaciones más viejas de los criollos; sin embargo, la naturaleza predomina sobre las construcciones artificiales, como si todo rastro humano estuviera a medio hacerse o, por decirlo con el título de un cuento de Saer: "a medio borrar".
La costa es inundable. El agua resetea la vida, década por medio: a fines de los sesenta, cuando intervino el psicólogo social Enrique Pichon Riviére con su equipo para sanar el trauma colectivo; en los ochenta, y de nuevo en 2003, tragedia de la cual la gran poeta santafesina Estela Figueroa dejó constancia.
El Salado y el Ubajay son ahora apenas unos espinazos de agua, que fluyen rápidos por sobre su lecho de barro.
La ciudad de Santa Fe capital, afectada también por aquellas inundaciones, queda, a la vez, cerca (11 km) y lejos de la zona. El espacio es otro, es más bello, es más incierto; implica al cuerpo como sólo la costa lo hace. Se va y vuelve en colectivo de día o si no en auto, que a menudo es compartido solidariamente entre quienes viajan. Ir y venir es lo de menos. Llegar, empero, desafía las más precisas indicaciones que la inteligencia artificial del GPS de Google emite en la voz de Susana Ballesteros. Es como si todos fuéramos Juan de Garay o como si el fundador Garay estuviera desembarcando con cada visitante. El auto-carabela queda varado en la arena, mientras el expedicionario o la expedicionaria de turno sale al cruce de los nativos, poetas en cueros que por suerte están munidos de teléfonos celulares. A lo de Pipi es más fácil llegar porque "Lo de Pipi" está señalizado para el satélite: ante la tranquera de la Reserva Poética, la voz de la Ballesteros anuncia el arribo a destino.
Un festival a pulmón
"Llueve, gracias a Odín", me escribe Pipi mientras escribo esto, ya en la semana, ya en la ciudad. La sequía provoca las bajantes de los ríos y traba las voces, como una arena más. Pipi Bosch, cuyo apellido significa bosque en algún dialecto, tiene de germánico hasta la mitología, además de los rasgos y de la increíble capacidad de trabajo y de organización que hace que ella y sus hijos Julián y Juan Francisco gestionen entre ellos tres el Festival de Poesía de Arroyo Leyes con más eficacia que un ministerio de cultura. Líder ácrata que fluye con la auto-organización del universo, panadera casera y recicladora ecologista, Pipi logró que el pueblo entero participe del Festival de Poesía de Arroyo Leyes, que ella fundó y lleva adelante en dos ediciones anuales (invierno y verano) desde junio de 2016.
En pandemia no paró: tuvo su edición virtual, que sigue en pie como opción para quienes no puedan llegarse al lugar. La convocatoria es abierta: los poetas y editores de poesía se autoinvitan. Avisan con tiempo, para que Pipi les encuentre alojamiento en alguna casa u hotel. Varios productores locales, de buena gana, a su pedido, aportan la harina y otros ingredientes para las pizzas que prepara la familia Bosch en la cocina. Al escucharla hablar y ver funcionar el Festival, uno se pregunta cuándo fue que llegó a realizarse la utopía sin avisarnos, y quedamos adentro de un mundo nuevo.
Cultura y naturaleza
En una de las conversaciones que tuvo en 1975 "sobre arte y locura" Enrique Pichon Riviére con Vicente Zito Lema, aquél recuerda una especie de ritual que su padre, Alfonso Pichon, más conocido como "el francés", repetía al menos una vez, por mes en medio de la selva chaqueña a donde habían ido a parar: "tenía la costumbre de tender un alambre entre dos árboles, y colgar ahí todos sus trajes". Esa performance o instalación avant la lettre parece una instantánea de la zona, de la costa. La relación entre la cultura y la naturaleza, aquí, es otra que en las ciudades. Lo que está "a la mano" (dijera Heidegger) prevalece y rige la circulación de los artefactos culturales. Los libros, aquí, son como aquellos decimonónicos trajes: asombran, se recortan sobre lo verde, parecen una misa o un prodigio.
"Mamá debajo de la capucha no entendía / dónde estaba y tampoco sabía / responder preguntas a golpes / pero pudo contar el tiempo con la leche / que le brotaba del pecho cada tres horas. / Cuando hubo silencio escuchó coyuyos / y no entendía si soñaba o era cierto, / raros coyuyos en otoño que cantaban / en una noche estrellada y mi hermanito / acunado en ese canto mientras la luna / hermosa y redonda daba la teta". Esto leyó la poeta tucumana Ohuanta Salazar en la noche del sábado en lo de Pipi, al son de coyuyos estivales. Al final de la lectura sonaron tambores.
Amplio y abierto
Entre el viernes 13 y el sábado 14 de enero de 2023 leyeron en el Festival unos veinte poetas, presentaron libros tres autores y sonaron dos propuestas musicales: la de Alfred Aceituna (cierre poético-musical del viernes) y el grupo de percusión de Alejandro Grigioni, el sábado, continuadas ambas noches con micrófono abierto. Entre otras editoriales, vendieron libros La Gota Microediciones (Santa Fe), AlfonZina editoras (Rosario) y Ediciones Arroyo, publicaciones de poesía por Pipi Bosch con material industrial reciclado, provisto por la red de recuperadores de basura plástica y cartón que armó Pipi para poder seguir cosiendo uno a uno esos libros de poesía.
"El Festival es la cara visible y el festejo de tanto trabajo hecho", resume Pipi. "Empezó como una conmemoración de la primera serie de poetas publicados de Ediciones Arroyo. Salimos con un catálogo de poetas santafesinos, en el que Fer Callero (Concordia, 1971- Santo Tomé, 2000) era el único entrerriano. Empezó a las 3 de la tarde en una cantina que hay en Arroyo Leyes y terminaron las lecturas a las 3 de la mañana. Lo hemos sostenido del mismo modo: un Festival muy amplio, muy abierto, con talleres y (en la edición de invierno, que coincide con el ciclo lectivo) con las organizaciones escolares del pueblo: las dos escuelas primarias, la escuela secundaria, y en junio de 2019 fuimos con algunos poetas hasta la Universidad Nacional del Litoral y le tomamos un aula y dimos una clase abierta", recuerda la autora de bellos y fuertes poemarios como Sabio el pájaro (2020, Editorial Deacá) y El asesino es el hermano (2022, Rosario, Baltasara Editora). "Y así siempre involucrando al pueblo, de hecho hay vecinos que alojan poetas en sus casas, pero además el hospedaje es de la Mutual Maestra, que tiene un hotel acá cerca en Rincón; el camping del Sindicato de la Televisión Argentina, que nos cede todo el camping, y digamos que se transforma en tres o cuatro días de convivencia, de los horarios de participación en las lecturas y en las mesas pero después de pileta, río, estar. Estar juntos y conocernos y pasarla bien", redondeó.
Viernes y sábado
La apertura de la edición 2023 del Festival tuvo lugar el viernes 13, día en el que los audaces se atrevieron a contravenir la superstición, no sin consecuencias: el poeta y traductor Juan Miguel Idiazábal, marplatense de quinta generación y viajero cosmopolita, batalló a través de una odisea burocrática para llegar en avión. Leyeron en el Predio de Feriantes y Artesanos (km 12, enfrente a la Comuna de Arroyo Leyes) los poetas
Patricio Bordes, Beto Elias, Paloma Raskovsky, Gonzalo Geller, Oscar Agú, Rocío Ruiz, Débora Guerrero, Néstor Fenoglio, Misael Castillo y Tin Roda, proveniente de Paraná. Geller edita La Gota. Habiendo sido el joven editor que impulsó con otros la recuperación de la Editorial Biblioteca de la Biblioteca Popular "Constancio C. Vigil" en Rosario e hizo resurgir sus colecciones, Patricio Bordes lo dejó todo por un poco de paz a orillas del Ubajay. Oscar Agú, respetado poeta de la región, participó en numerosas antologías y es uno de esos autorazos que uno se pierde de leer y conocer si no sale del propio termo local. Algo del orden de lo que Walter Benjamin, siguiendo a Henri Bergson, llamaba "experiencia" se cuece y habita junto a estos ríos, donde el fervor de la charla se recupera y las ideas circulan.
El viernes, presentaron libros Violeta Vignatti, Juan Pablo Bagnarol y Gustavo Tisocco. El sábado, en lo de Pipi, abrió la lectura Diego Suárez; le siguió Idiazábal, improvisando una amena performance interactiva para su libro Mateando con Mao, y al fin compartió textos de su libro Herbario la reconocida poeta y artista visual Celia Fontán, venida desde Rosario ese día y vinculada al campo social cultural de la zona santafesina desde antes de la dictadura. Sandra Gudiño impactó con su lectura performance, Franco Rodríguez con la alta calidad de sus poemas, y completó la mesa 2 Javier Bonatti.
Abrió la 3 Analía Giordanino, autora de Estampitas y La Ripley, quien por esas cosas del azar leyó un hermosísimo poema basado en un sueño, titulado "Mi nombre clave es Salazar"; a lo que siguió Ohuanta Salazar con imborrables estampas, familiares y políticas, de su niñez en el norte argentino en los '70.
Leyó quien suscribe y se trajo el deseo de volver: "una necesidad, más que un deseo", como dice la canción. Pero el Festival no termina. Continúa con cada viajero compartiendo en las redes, y en el muro de Pipi, las imágenes que supo pescar de aquella luz.
Hay una hora, entre el día y la noche, en pleno verano, en la zona, en que la literal voz del poeta se mezcla con los sonidos del lugar: chicharras, pájaros, quizás grillos u otros seres que el oído urbanizado de la cronista ni siquiera imagina.
Es enero, es sábado, y un círculo de personas sentadas en reposeras o lonas, o directamente sobre el pasto, escucha. Quien está de pie, tiene un libro en la mano. Si no fuera por los elementos actuales, se diría que esta es la humanidad cuando empezó a hablarse. Uno, a medias, cuenta; a medias, canta su sueño. Los otros escuchan y todos se turnan para decir lo que tengan que decir. Pero están esos objetos, los libros, que pasan de mano en mano o aguardan a la venta en una mesa redonda de piedra en la galería de la casa. Algunos tienen costuras, marcas del trabajo artesanal.
Tenés que leer
En los intervalos de silencio, la gente entra a la cocina y sale con latas de cerveza, botellas de vino o pizzas caseras. Una mujer de larga cabellera rubia va y viene con su vestido largo teñido a mano y su collar blanco.
Alguien que viene de lejos se descalza y siente la mezcla de pasto y arena bajo los pies. No olvidará esa sensación por mucho tiempo. Querrá volver.
La casa es "Lo de Pipi", en la comuna de Arroyo Leyes. Un cartel de madera en la entrada señaliza: "Reserva Poética". Pipi es Alejandra Bosch, poeta y editora santafesina, la mujer de larga cabellera, la dueña de casa, la anfitriona, atenta hasta el más mínimo detalle.
La zona
"La zona" son los pueblos de la costa, que el escritor Juan José Saer llamó así en su literatura: Rincón, Arroyo Leyes, Colastiné. En Rincón vivió, practicó y enseñó el arte de la pintura en laca sobre madera la poeta Beatriz Vallejos, quien escribió y ambientó mucho de su poesía en estas calles de arena.
La zona costera fue habitada por colonos virreinales desde hace siglos, unas de las poblaciones más viejas de los criollos; sin embargo, la naturaleza predomina sobre las construcciones artificiales, como si todo rastro humano estuviera a medio hacerse o, por decirlo con el título de un cuento de Saer: "a medio borrar".
La costa es inundable. El agua resetea la vida, década por medio: a fines de los sesenta, cuando intervino el psicólogo social Enrique Pichon Riviére con su equipo para sanar el trauma colectivo; en los ochenta, y de nuevo en 2003, tragedia de la cual la gran poeta santafesina Estela Figueroa dejó constancia.
Foto: Manuel Fabatía.
El Salado y el Ubajay son ahora apenas unos espinazos de agua, que fluyen rápidos por sobre su lecho de barro.
La ciudad de Santa Fe capital, afectada también por aquellas inundaciones, queda, a la vez, cerca (11 km) y lejos de la zona. El espacio es otro, es más bello, es más incierto; implica al cuerpo como sólo la costa lo hace. Se va y vuelve en colectivo de día o si no en auto, que a menudo es compartido solidariamente entre quienes viajan. Ir y venir es lo de menos. Llegar, empero, desafía las más precisas indicaciones que la inteligencia artificial del GPS de Google emite en la voz de Susana Ballesteros. Es como si todos fuéramos Juan de Garay o como si el fundador Garay estuviera desembarcando con cada visitante. El auto-carabela queda varado en la arena, mientras el expedicionario o la expedicionaria de turno sale al cruce de los nativos, poetas en cueros que por suerte están munidos de teléfonos celulares. A lo de Pipi es más fácil llegar porque "Lo de Pipi" está señalizado para el satélite: ante la tranquera de la Reserva Poética, la voz de la Ballesteros anuncia el arribo a destino.
Un festival a pulmón
"Llueve, gracias a Odín", me escribe Pipi mientras escribo esto, ya en la semana, ya en la ciudad. La sequía provoca las bajantes de los ríos y traba las voces, como una arena más. Pipi Bosch, cuyo apellido significa bosque en algún dialecto, tiene de germánico hasta la mitología, además de los rasgos y de la increíble capacidad de trabajo y de organización que hace que ella y sus hijos Julián y Juan Francisco gestionen entre ellos tres el Festival de Poesía de Arroyo Leyes con más eficacia que un ministerio de cultura. Líder ácrata que fluye con la auto-organización del universo, panadera casera y recicladora ecologista, Pipi logró que el pueblo entero participe del Festival de Poesía de Arroyo Leyes, que ella fundó y lleva adelante en dos ediciones anuales (invierno y verano) desde junio de 2016.
En pandemia no paró: tuvo su edición virtual, que sigue en pie como opción para quienes no puedan llegarse al lugar. La convocatoria es abierta: los poetas y editores de poesía se autoinvitan. Avisan con tiempo, para que Pipi les encuentre alojamiento en alguna casa u hotel. Varios productores locales, de buena gana, a su pedido, aportan la harina y otros ingredientes para las pizzas que prepara la familia Bosch en la cocina. Al escucharla hablar y ver funcionar el Festival, uno se pregunta cuándo fue que llegó a realizarse la utopía sin avisarnos, y quedamos adentro de un mundo nuevo.
Foto: Manuel Fabatía.
Cultura y naturaleza
En una de las conversaciones que tuvo en 1975 "sobre arte y locura" Enrique Pichon Riviére con Vicente Zito Lema, aquél recuerda una especie de ritual que su padre, Alfonso Pichon, más conocido como "el francés", repetía al menos una vez, por mes en medio de la selva chaqueña a donde habían ido a parar: "tenía la costumbre de tender un alambre entre dos árboles, y colgar ahí todos sus trajes". Esa performance o instalación avant la lettre parece una instantánea de la zona, de la costa. La relación entre la cultura y la naturaleza, aquí, es otra que en las ciudades. Lo que está "a la mano" (dijera Heidegger) prevalece y rige la circulación de los artefactos culturales. Los libros, aquí, son como aquellos decimonónicos trajes: asombran, se recortan sobre lo verde, parecen una misa o un prodigio.
"Mamá debajo de la capucha no entendía / dónde estaba y tampoco sabía / responder preguntas a golpes / pero pudo contar el tiempo con la leche / que le brotaba del pecho cada tres horas. / Cuando hubo silencio escuchó coyuyos / y no entendía si soñaba o era cierto, / raros coyuyos en otoño que cantaban / en una noche estrellada y mi hermanito / acunado en ese canto mientras la luna / hermosa y redonda daba la teta". Esto leyó la poeta tucumana Ohuanta Salazar en la noche del sábado en lo de Pipi, al son de coyuyos estivales. Al final de la lectura sonaron tambores.
Amplio y abierto
Entre el viernes 13 y el sábado 14 de enero de 2023 leyeron en el Festival unos veinte poetas, presentaron libros tres autores y sonaron dos propuestas musicales: la de Alfred Aceituna (cierre poético-musical del viernes) y el grupo de percusión de Alejandro Grigioni, el sábado, continuadas ambas noches con micrófono abierto. Entre otras editoriales, vendieron libros La Gota Microediciones (Santa Fe), AlfonZina editoras (Rosario) y Ediciones Arroyo, publicaciones de poesía por Pipi Bosch con material industrial reciclado, provisto por la red de recuperadores de basura plástica y cartón que armó Pipi para poder seguir cosiendo uno a uno esos libros de poesía.
"El Festival es la cara visible y el festejo de tanto trabajo hecho", resume Pipi. "Empezó como una conmemoración de la primera serie de poetas publicados de Ediciones Arroyo. Salimos con un catálogo de poetas santafesinos, en el que Fer Callero (Concordia, 1971- Santo Tomé, 2000) era el único entrerriano. Empezó a las 3 de la tarde en una cantina que hay en Arroyo Leyes y terminaron las lecturas a las 3 de la mañana. Lo hemos sostenido del mismo modo: un Festival muy amplio, muy abierto, con talleres y (en la edición de invierno, que coincide con el ciclo lectivo) con las organizaciones escolares del pueblo: las dos escuelas primarias, la escuela secundaria, y en junio de 2019 fuimos con algunos poetas hasta la Universidad Nacional del Litoral y le tomamos un aula y dimos una clase abierta", recuerda la autora de bellos y fuertes poemarios como Sabio el pájaro (2020, Editorial Deacá) y El asesino es el hermano (2022, Rosario, Baltasara Editora). "Y así siempre involucrando al pueblo, de hecho hay vecinos que alojan poetas en sus casas, pero además el hospedaje es de la Mutual Maestra, que tiene un hotel acá cerca en Rincón; el camping del Sindicato de la Televisión Argentina, que nos cede todo el camping, y digamos que se transforma en tres o cuatro días de convivencia, de los horarios de participación en las lecturas y en las mesas pero después de pileta, río, estar. Estar juntos y conocernos y pasarla bien", redondeó.
Viernes y sábado
La apertura de la edición 2023 del Festival tuvo lugar el viernes 13, día en el que los audaces se atrevieron a contravenir la superstición, no sin consecuencias: el poeta y traductor Juan Miguel Idiazábal, marplatense de quinta generación y viajero cosmopolita, batalló a través de una odisea burocrática para llegar en avión. Leyeron en el Predio de Feriantes y Artesanos (km 12, enfrente a la Comuna de Arroyo Leyes) los poetas
Patricio Bordes, Beto Elias, Paloma Raskovsky, Gonzalo Geller, Oscar Agú, Rocío Ruiz, Débora Guerrero, Néstor Fenoglio, Misael Castillo y Tin Roda, proveniente de Paraná. Geller edita La Gota. Habiendo sido el joven editor que impulsó con otros la recuperación de la Editorial Biblioteca de la Biblioteca Popular "Constancio C. Vigil" en Rosario e hizo resurgir sus colecciones, Patricio Bordes lo dejó todo por un poco de paz a orillas del Ubajay. Oscar Agú, respetado poeta de la región, participó en numerosas antologías y es uno de esos autorazos que uno se pierde de leer y conocer si no sale del propio termo local. Algo del orden de lo que Walter Benjamin, siguiendo a Henri Bergson, llamaba "experiencia" se cuece y habita junto a estos ríos, donde el fervor de la charla se recupera y las ideas circulan.
El viernes, presentaron libros Violeta Vignatti, Juan Pablo Bagnarol y Gustavo Tisocco. El sábado, en lo de Pipi, abrió la lectura Diego Suárez; le siguió Idiazábal, improvisando una amena performance interactiva para su libro Mateando con Mao, y al fin compartió textos de su libro Herbario la reconocida poeta y artista visual Celia Fontán, venida desde Rosario ese día y vinculada al campo social cultural de la zona santafesina desde antes de la dictadura. Sandra Gudiño impactó con su lectura performance, Franco Rodríguez con la alta calidad de sus poemas, y completó la mesa 2 Javier Bonatti.
Abrió la 3 Analía Giordanino, autora de Estampitas y La Ripley, quien por esas cosas del azar leyó un hermosísimo poema basado en un sueño, titulado "Mi nombre clave es Salazar"; a lo que siguió Ohuanta Salazar con imborrables estampas, familiares y políticas, de su niñez en el norte argentino en los '70.
Leyó quien suscribe y se trajo el deseo de volver: "una necesidad, más que un deseo", como dice la canción. Pero el Festival no termina. Continúa con cada viajero compartiendo en las redes, y en el muro de Pipi, las imágenes que supo pescar de aquella luz.
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La delegación de “La Invencible”, con 96 preseas, obtuvo el primer puesto en el medallero de la competencia interprovincial disputada en Mar del Plata. El podio lo completaron Córdoba y Río Negro. Los deportistas santafesinos, que compitieron en 36 disciplinas, habían sido elegidos tras participar de todas las etapas de Santa Fe en Movimiento.
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