Paula Galansky es sin duda una de las plumas emergentes de la literatura rosarina y santafesina. Aunque su D.N.I marca que nació en 1991 en la ciudad de Concordia, Entre Ríos y sus emociones y recuerdos avistan que nunca olvidó sus raíces, es formada íntegramente en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, ciudad donde trabaja como profesora y correctora.
En el año 2021 obtuvo el primer premio en el Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto por su libro de cuentos El lugar en el que estoy cayendo. Para aquél entonces ya tenía publicado algunas participaciones en antologías y el fanzine Dos noches (Menta Zines, Rosario, 2018) junto a su primer libro de cuentos, Inventario (Ediciones Danke, Rosario, 2020) que en abril tendrá su segunda edición. Lispector, Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Puig, Storni, Melville, Carver, Le Guin, Bradbury, Ginzburg, Woolf, Munro, son algunas de las lecturas que marcan su extenso bagaje aunque siempre lee a sus amigas y amigos sin olvidar aquella marca en lo que escribe a diario. Mirador provincial dialogó con la joven autora.
Paula Galansky en primera persona
El lugar en el que estoy cayendo. Cinco cuentos de Paula
-Narrativa legible, de naturaleza genial, prosa económica y elíptica han sido algunos de los calificativos utilizados por Beatriz Vignoli para definir los cinco cuentos que componen tu último libro, El lugar en el que estoy cayendo. Un libro que te llevó a ganar el primer premio en el Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto 2021. ¿Cuándo nacen estos textos?
-Para mí un cuento siempre tiene muchas versiones, así que no estoy muy segura de cuándo nacieron, porque no escribo linealmente ni de una sentada. En particular con los de este libro, en su mayoría son cuentos que escribí durante el 2021 en un periodo de mucha intensidad, pero hay versiones viejas de esos mismos cuentos, o ideas dando vueltas en cuadernos y notas desde hace mucho.
-El cuento que bautiza al libro habla sobre una catástrofe mundial. ¿Hay en él un intento de exorcizar los padecimientos sufridos en los tiempos de pandemia?
-No, para nada. Nunca intento exorcizar nada cuando escribo. Diría que más bien al contrario, me gusta que lo que escribo se vaya quedando conmigo en algún lado. Tampoco pensaba en el fin del mundo literal, en la pandemia ni en nada de eso. No me gusta la narrativa del fin del mundo como algo espectacular, la versión hollywoodense, cinematográfica del tema, digamos. Para mí este cuento no habla sobre una catástrofe, o si la toca lo hace muy lateralmente. Desde mi punto de vista es un relato sobre un final, una voz con la que me entusiasmé. Una voz sobre el final, podría decir, pero es un final más bien personal e introspectivo.
-¿Cuál es tu búsqueda como autora en el resto de las historias?
-Cómo te decía, son cuentos que escribí más o menos durante el mismo periodo y que me parece a mí que forman un mundo, por eso los incluí en el libro. No tengo una búsqueda precisa en relación a lo temático, más bien me interesaba cómo sonaban, el tono, la luz y los colores de cada cuento, la forma que iba encontrando de escribirlos. Recuerdo que, en ese momento, me importaba la manera en la que algo de la ternura entraba en los relatos. Digo ternura porque no se me ocurre otra palabra, pero es algo que tiene que ver con cierta fragilidad o inestabilidad. Con una manera medio oblicua, nublada de mirar. Mucho de lo que leo o veo que se lee hoy en día tiene que ver con lo siniestro, lo deliberadamente inquietante o abyecto. Yo quería investigar un poco la dirección contraria porque me parece que hay una potencia ahí, algo mucho menos definido. Además porque es lo que me sale hacer, no todas las decisiones fueron super conscientes tampoco. Después, con cada historia lo que intento es ir escuchando y haciendo crecer una especie de dibujo o silueta, algo que sea particular de esa historia y de ninguna otra. Cuando encuentro esa forma, siento que encontré el relato o el cuento.
Sobre Inventario
-Hay un libro anterior al premiado, Inventario (Ediciones Danke, Rosario, 2020) que va a ser reeditado en abril. Nueve relatos que por medio de objetos narran la vida de Sofía. ¿Qué te llevó a historizar a través de los objetos?
-Cuando empecé Inventario lo que intentaba era escribir sobre algunas cosas que sé o supongo sobre la vida de Sofía, mi abuela, y un poco sobre la vida de un personaje que inventé. El hecho de que sea un inventario de objetos tiene que ver con la forma del relato que fue apareciendo, su dibujo particular. No con que haya querido narrar a partir de objetos de antemano. Lo que yo buscaba era una forma de contar una vida, y fue apareciendo alrededor de esos objetos en la ficción. Supongo entonces, para contestar a la pregunta, que lo que me llevó a escribir alrededor de ciertos objetos fue la búsqueda de una forma para el relato de la vida de Sofía.
-¿Qué lugar tiene tu novela familiar en estos relatos? Entre Ríos, tu provincia natal, los pueblos como Viale…
-Bueno, esos lugares están en mí imaginación siempre. Son la base de la que parto, una forma de pensar o de sentir, un estado de ánimo, no sé bien. A Viale fui como mucho dos veces en mí vida, creo. Lo que tengo de Viale son relatos, historias. Y con mi historia familiar me pasa lo mismo. Está ahí siempre, es una parte de lo que soy. A mí me fascinan mucho las historias en general, siempre quiero saber qué pasó, cómo pasó, todo. Me paso mucho tiempo dándole vueltas a eso, me divierte imaginar las miles de maneras en las que una historia aparece, se expande. Y las historias familiares son algo que está a mano, que escuché muchas veces y quizás fue sedimentando en algún lado. Como ponerse unos lentes especiales para mirar al resto del mundo, algo así.
-¿Cómo fue el trabajo creativo de los textos? Ese viaje a un pasado que se presenta con la ambivalencia de ser tan remoto como cercano…
-En relación al tiempo en los relatos de Inventario en particular, me gustó poder ir y venir de un pasado que no es nunca remoto y un futuro que parece que ya pasó. Sobre esa posibilidad o juego sobre lo temporal fui escribiendo las historias. Yo tenía algunos objetos, la mayoría cosas como fotos viejas, papeles descartados, invitaciones a casamientos de los 50, frasquitos de perfumes vacíos. Cosas que se ve que cuando murió mi abuela hace muchos años, nadie quiso y me las dieron para jugar. Fui imaginando y escribiendo rodeada de todo eso. Es un relato que disfruté mucho escribir y que terminé muy rápido teniendo en cuenta que yo siempre tardo mucho para todo. Tenía la idea muy difusa de hacerlo y Julia Enriquez, la editora de Ediciones Danke, me invitó a mandarle algo. Así que en dos o tres meses, más o menos, me senté y lo escribí.
Sus lecturas, influencias y más
-Hablanos de tus influencias literarias, ¿cuáles son las lecturas que considerás marcan y marcaron tus procesos creativos?
-Hubo muchas lecturas importantes, en muchos momentos distintos. No sé si llamarlas influencias o no, mucho menos sé si marcaron en algo lo que escribo. Para mí nunca está muy claro eso. Cuando era adolescente leía muchísimas sagas, por ejemplo, y yo creo que leyendo sagas me di cuenta de que la literatura era un lugar en el que se podía vivir. También empecé el hábito de releer mucho todo lo que me gusta. Me acuerdo, en esa época, de leer a Angela Carter porque me habían regalado un libro de cuentos de ella y no poder creerlo. Eran unos cuentos-poema bastante cortos, en Inglés particular nos aprendíamos algunos medio de memoria, no me acuerdo para qué. A ese libro lo leí tantas veces que lo terminé destruyendo. Después hubieron muchas lecturas que para mí fueron y son importantes: Lispector, Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Puig, Storni, Melville, Carver, Le Guin, Bradbury, Ginzburg, Woolf, Munro. Son los que se me vienen a la cabeza ahora. Creo que las últimas lecturas que viví con mucha intensidad fueron las de libros de Annie Ernaux y Amelie Nothomb. Por otro lado siempre leo a mis amigas y amigos, a mis contemporáneos. Tengo la sensación de que en lo que escribo hay una marca muy grande de esas lecturas.
-Sos docente y tallerista, ¿tenés algún consejo o recomendación para aquellas personas que quieren incursionar en la escritura?
-La verdad es que no tengo ninguna fórmula que use o repita en mi propio proceso de escritura, ni conozco ningún consejo que sea válido para todo el mundo. Supongo que a escribir se empieza (y se continúa) escribiendo y leyendo mucho. Sobre todo leyendo cosas que nos gusten, que nos entusiasmen. Esos libros que parece que los escribieron especialmente para nosotros y que nos dan ganas de ir corriendo a escribir nuestra propia versión.
-¿Estás trabajando en algún próximo libro a publicar aparte de la reedición de Inventario?
-Estoy escribiendo, sí. Si será o no un libro, habrá que verlo más adelante. Soy muy cautelosa con lo que todavía está en proceso, porque nunca sé qué puede pasar ni adónde me va a llevar.
-¿Cuáles son tus lecturas actuales?
-Hace poco terminé Hamnet, de Maggie O Farell. Un libro hermoso. Ahora estoy leyendo Animalia, de Silvia Molloy y Destellos de Belleza, de Jonas Mekas. Y me están gustando mucho los dos.
Bio
Paula Galansky nació en 1991 en Concordia, Entre Ríos. Estudió Letras en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). Vive en Rosario, donde trabaja como profesora y correctora. En 2019 recibió la beca Creación del Fondo Nacional de las Artes y la beca Elipsis del British Council Colombia. Fue seleccionada en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires 2019. Integra la antología Divino tesoro (Mardulce, Buenos Aires, 2019). También forma parte de la antología de narradores santafesinos Nueve Nueves (Serapis 2022), de la antología Elipsis 2020 y de la Antología Federal Itaú 2022. Publicó el fanzine Dos noches (Menta Zines, Rosario, 2018) e Inventario (Ediciones Danke, Rosario, 2020). El lugar en el que estoy cayendo obtuvo el primer premio en el Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto 2021, cuyo jurado estuvo integrado por Francisco Bitar, Matías Capelli y Marina Closs.