Con un recorrido de casi 24 años, el Teatro del Bardo es toda una institución al hablar de cultura en Paraná y en la provincia. Fundado en 1999, el grupo casi siempre fue nómade, a excepción de algunos años en los que funcionaron en distintos espacios culturales de la ciudad. Los lugares más transitados fueron y son escuelas de nivel primario y secundario, ya que entienden que el teatro es una herramienta poderosa a la hora de generar preguntas, inquietudes e incitar a niños, niñas y adolescentes a explorar nuevos conocimientos.
Con el objetivo de establecerse y asentarse en un lugar que les permita ensayar a cualquier hora del día y poder depositar los objetos necesarios para las escenografías es que en 2019 fundaron la Escuela del Bardo, que definieron como un espacio integral de formación actoral. Ubicada en calle Gualeguaychú Nº 104 Bis, actualmente se realizan seis cursos en los que los interesados se pueden formar en distintas alternativas del teatro. Sin embargo, luego de atravesar la pandemia de Covid-19, hoy en día la escuela corre el riesgo de cierre debido a la falta del recurso económico para sostener el alquiler del lugar.
Una voz bardera
En diálogo con Mirador Entre Ríos, Valeria Folini, integrante fundadora del Teatro del Bardo, comentó sobre la situación actual, las premisas del grupo, los objetivos y más. Folini se autodefine actriz, directora, docente, dramaturga, gestora e investigadora. Entiende al teatro como una manera de filosofar en el espacio con todo el cuerpo y de poner en acción ideas que generen preguntas que de otra manera no se podrían racionalizar.
-¿Qué es el Teatro del Bardo?
-Nos conformamos como un grupo de actores donde intentamos trabajar de manera horizontal. Hace 24 años que tratamos de hacer un experimento sociológico sobre la organización, por fuera de lo tradicional y ver cómo funciona. Durante mucho tiempo no tuvimos sala. Nuestra actividad principal siempre fue hacer funciones en las escuelas primarias y secundarias a través de nuestro equipo Educación por el arte, que es de lo que vivimos. Intentamos siempre que nuestros ingresos sean por la actividad teatral, más allá de que algunos demos clases de teatro o seamos docentes en escuelas o en universidades.
-¿Cuáles son los objetivos del grupo?
-El objetivo siempre fue la profesionalización de los integrantes, que todos los que sean barderos vivan de hacer teatro. Buscamos estrategias distintas y no siempre hacemos lo mismo para conseguir el objetivo. No solo para ganar dinero sino también encontrar para qué podemos ser una herramienta. La respuesta a eso la vemos en la relación entre el teatro y la educación, porque lo entendemos como una herramienta poderosa para incitar a niños, niñas y adolescentes a generarse preguntas, inquietudes y buscar conocimiento sobre determinadas temáticas. En esa idea es que trabajamos en articulación con muchas instituciones educativas.
-¿Cómo surge la Escuela del Bardo?
-En el 2019 nos agarró el berretín de poner una escuela, que en realidad era un espacio para ensayar y guardar todas las escenografías que tenemos, más parecido a un taller. Alquilamos este lugar, que en principio era solo la parte de adelante, porque la parte de atrás estaba inhabitable y el techo estaba caído. En estos casi cinco años fuimos expandiendonos en el edificio, que es enorme, al mismo tiempo que arreglábamos el lugar, lo que nos demandaba mucho dinero propio solo para tener la posibilidad de utilizar este espacio. La escuela nunca se mantuvo con la entrada que genera, porque nosotros no tenemos ambición comercial, entonces las cuotas son baratas, hay muchos becados, los espectáculos son con entradas muy accesibles o a la gorra. El espacio se mantuvo con subsidios del Instituto Nacional de Teatro (INT) y con dinero que sale de nuestra actividad como grupo. En el 2019, ganamos un premio económico a la trayectoria por parte del INT y lo pusimos en la reparación del edificio. Siempre lo hicimos porque lo quisimos hacer. Lo que pasa es que ahora la situación económica, como cualquier trabajador, se nos complicó gravemente.
Escuela en emergencia
En el último tiempo se hizo pública la situación crítica que atraviesa esta institución debido a la falta de aportes y subsidios. La comunidad teatral y la sociedad en general se hizo eco del reclamo y la difusión fue llegando a distintos espacios gubernamentales. En un momento económico difícil los y las integrantes del grupo ya no pueden sostener el costo del alquiler y cada vez se complica más.
-¿Por qué la Escuela del Bardo está en Emergencia?
-Más que nada porque nuestro alquiler pasó de .000 a 5.000, un aumento del 90%. Nosotros no podemos subir las entradas o las cuotas a ese mismo nivel. Esto se suma a que el INT, que siempre nos apoyó, desde el 2021 no está bajando la plata para las salas. Hace muchos meses que no recibimos ese aporte anual, que en nuestro caso nos cubre cuatro meses de actividad. Ni siquiera aquello que era previsible y con lo que contás llega. Nuestras economías tampoco aguantan y ya no tenemos ese excedente personal para poner en el espacio. Eso hizo que entráramos en este cuello de botella que tuvimos que salir a hacer público. No vemos la salida de la situación. Por eso salimos a mover el avispero, porque si no pasa algo vamos a cerrar. Estamos ganando tiempo para ver si de algún lado alguien reacciona. Podemos hablar de nuestra situación pero sabemos que hay muchas salas que están en la misma situación. Y si no reaccionan las instancias gubernamentales que pueden hacerlo, vamos a ir cayendo. Necesitamos un apoyo sostenido y previsible.
-¿Tuvieron alguna respuesta desde que hicieron pública la situación ?
-Sí, tanto la comunidad teatral como la comunidad en general respondieron, nos llamaron, quienes tenían plata colaboraron, los que no tenían nos ofrecieron otras cosas, mucha gente posteó en sus redes, que también nos sirve para la difusión. Desde la Secretaría de Cultura de la Provincia se mostraron muy apenados por la situación y consultaron sobre qué podían hacer, aunque aún no hay nada concreto. Hace unos años nos organizamos en una red de salas de toda la provincia que se llamá Oté danan, que quiere decir construir la casa en lengua chaná, con el objetivo de hacer fuerza en conjunto. Con ellos nos pudimos reunir con el representante del INT y se comprometió en ver si podía agilizar los pagos. Es importante que las autoridades entiendan que no es en contra de nadie, sino que salimos a hacer pública esta situación porque ya es insostenible. Creemos que el hecho de que un teatro cierre es una herida para toda la sociedad.
La Escuela del Bardo: un espacio para la comunidad
Ante la falta de espacios públicos que alberguen a la gran oferta artística que hay en la capital provincial, la sede del Teatro del Bardo donde funciona la escuela se fue convirtiendo en un lugar más bien comunitario. Allí distintos grupos se encuentran para ensayar y formarse en el arte teatral. Folini nos habla sobre la importancia de la institución para Paraná y para el grupo en particular.
-¿Qué impacto tuvo la fundación de la Escuela del Bardo?
-Creemos que para la comunidad teatral fue muy importante la creación de un nuevo espacio donde poder expresarse. Acá los espectáculos culturales son muy accesibles. Entendemos que estos lugares son necesarios porque en lo público los espacios no son suficientes para la oferta que existe. Brindamos un servicio para la comunidad por el cual no solo no recibimos ningún sueldo sino que muchas veces ponemos plata generada por la actividad grupal.
-¿En lo grupal qué cambios sintieron?
-Nos cambió la calidad de la producción, porque ensayamos con los objetos y ahora ya no tenemos que moverlos a otro lugar. Antes perdíamos mucho tiempo en gestionar espacios y teníamos un gran desgaste físico. Tener un lugar propio es ganar vida y tiempo de trabajo creativo. Al ser un grupo de muchas personas que siempre trabajamos en proyectos pequeños, de pocos integrantes, muchas veces no coincidíamos y este lugar nos permitió hacer espectáculos todos juntos. Hay una circulación de los saberes en constante construcción.
-¿Qué cursos se realizan?
-En este momento tenemos seis cursos funcionando, de lunes a jueves. Tienen distintas propuestas y somos ocho docentes en total. Una de las características que nos permite seguir viajando y haciendo funciones es que si el docente que lleva ese curso no está otro puede dar la clase. Hay gente que hace cuatro años que está formándose con nosotros y va rotando en los talleres. Eso es rico para la persona que viene.