La devaluación del 22% del lunes último, decidida por el Gobierno nacional en acuerdo con el FMI, sacudió una economía que ya venía maltrecha, con dólar paralelo e inflación en alza, y el efecto dominó fue inmediato en la mayoría de las actividades del comercio, la producción y los servicios, que oscilan entre la fuerte remarcación y el incipiente desabastecimiento.
En Venado Tuerto, El Litoral consultó al empresariado de distintos rubros para evaluar el estado de una situación caótica, y en plena efervescencia, entre ellos, Martín Bonadeo, uno de los referentes del Autoservicio Muy Barato, dedicado a la venta de alimentos, bebidas y artículos de limpieza.
“Con la devaluación hubo momentos de alta incertidumbre, en mayor medida el mismo lunes; luego, entra martes y miércoles a la mañana fuimos recibiendo las nuevas listas de precios. Nuestra política fue, el lunes, no vender por bulto, sino por unidad, y a medida que nos notificaban de los aumentos, los fuimos trasladando a los productos del supermercado”, describió Bonadeo con realismo.
“Por supuesto que las listas de precios llegan con incrementos muy disímiles, donde los mayores porcentajes impactan en los productos importados, como atún y derivados del café, con subas de más del 20%, al igual que algunos productos de limpieza”, detalló. Y en cuanto a los derivados de la harina, “hubo subas del 15%, por ejemplo”, dependiendo de cómo se venían ajustando los precios en la etapa previa a la devaluación.
En síntesis, “los precios aumentaron entre un 10 y un 25%”, dijo Bonadeo.
Respecto de los lógicos temores de escasez de productos, el empresario admitió que, en esta etapa, la provisión de mercadería "está restringida", porque según alegan, “no hay precio”, pero aclaró que “no hay desabastecimiento”. En este sentido, puntualizó que los faltantes en las entregas los están compensando con stock y, además, "no se está viendo una corrida de consumo, seguramente porque la gente no tiene el dinero en el bolsillo para ese resguardo", reflexionó el comerciante.