David Tagger lanza su nueva canción llamada “En el fondo del mar”, un trabajo muy especial que cuenta con la colaboración del emblemático León Gieco. Tagger compuso la letra y la música de esta canción con referencia al clásico tango “Cómo dos extraños” de Roberto Goyeneche y buscando plasmar ciertos aires de esa nostalgia porteña.
“En el fondo del mar” cuenta con la colaboración en voz y armónica del gran León Gieco, quien fue a grabar a la casa del joven artista, donde tiene su home studio.
“Haber grabado con uno de mis máximos ídolos es un sueño cumplido, algo difícil de explicar en palabras. Por muchas semanas me costó dormir desde el día en que me dijo que sucedería”, expresa el multifacético artista.
Mirador Provincial entrevistó al músico para conocer este nuevo lanzamiento musical y nos adelanta que este 2023 lo espera con el lanzamiento de su álbum debut en el mes de septiembre. Este año Tagger también ganó en la convocatoria de INAMU por una beca para hacer una gira por el país llevando su música. Totalmente agradecido, este artista emergente comienza sus primeros y agigantados pasos en su carrera musical y ya es reconocido por ello.
-¿Cómo surge tu encuentro con la música?
-Mi encuentro con la música viene desde la panza. Mi vieja dice que cuando estaba ahí, ya me ponía Enya o Vangelis. Es increíble, pero al día de hoy, escucho a esos dos artistas y me lleva a un universo muy profundo. Ella es charanguista, cantante de tango y folclore, así que en casa había instrumentos como juguetes. Tenía un hermoso piano viejo y ahí saqué mi primera canción a oído con 7 años. Fue “Alpha”, de Vangelis, justamente. Me acuerdo de llamarlas a mi vieja y a mi madrina para mostrárselo en el piano y se quedaron muy sorprendidas. Nunca había estudiado música, ni mucho menos, piano. Me quedaba sacando melodías y me encantaba entrar en ese mundo por horas.
-En términos creativos, ¿cómo fue la génesis de “En el fondo del mar”? ¿Hasta dónde se puede llegar en la etapa de creación de una canción?
-Es muy loco cómo surgió. Había visto una serie que se llama “Love”. No daba ni dos pesos, pero me enganché y me encantó la música que tenía de soundtrack. Tenían una canción Folk que me había fascinado la simpleza con la que había sido grabada. Tiempo después, cuando compuse “En el fondo del mar”, sentí que quería llevarla para ese lado. Mi canción no tenía estribillo (ni tiene), entonces, me daba un poco de miedo que se oyera demasiado simple, pero me animé a hacer algo distinto, nunca había experimentado ese estilo de música. Me gustaba la melodía y la letra la escribí de una manera súper honesta. Al escucharla una y otra vez, sentía que era muy sincera. Imagínate que nunca pensé que iba a participar León. A los meses, cuando nos conocemos y él me ofrece grabar una canción juntos, llegué a casa y dije: “creo que la puedo escuchar con su voz”, y con la armónica, terminó de darle ese toque folk que la canción pedía a gritos. Una de mis partes favoritas es el “larala larala”, porque ahí quise ir un poco más y darle un giro radical. Creo que es donde logro volcar 100% mi sello, generando esa melancolía total. Suelo disfrutar de melodías melancólicas.
-¿Cómo fue trabajar con la participación de León Gieco?
-Trabajar con León fue cumplir uno de los sueños más grandes en mi vida. Él es increíble, un genio, hubo mucho ida y vuelta, traté y trato de aprender todos los días en cada charla, en cada comentario que me aporta. Pero lo más loco de todo fue notar el respeto musical que me tenía. Confió 100% en mi criterio, él me aportó mucha solidez y confianza. En lo musical, no quiso tocar nada. Lo único que me dijo, cuando le mandé la mezcla, fue: “Es tan hermosa la melodía que volvería a poner la primera estrofa, al final”. Me hizo emocionar de la felicidad, imagínate, que te lo diga un emblema de la música mundial. También, me dijo que se la quedaría para él, así que fui a registrarla al toque a SADAIC (risas). Le comenté que mi idea era generar esa sensación del estribillo de “Something” de los Beatles, que te dan ganas de volver a escucharla porque está solo una vez en la canción de Harrison y te deja con ganas de más.
-En este oficio musical, hay cierto grado de placer y responsabilidad. ¿Cómo te manejas con esto?
-Me gusta. Lo disfruto. Disfruto de hacer melodías, de grabarlas, instrumentarlas y producirlas. En ese momento, no pienso en nada más que el disfrute. Puedo quedarme horas editando y ni siquiera me acuerdo de comer. Una vez hecho eso, viene todo lo demás, la responsabilidad, el manejar todo con criterio, armar equipo, exponer tu material. Lleva tiempo, pero también me gusta. De muy chico veía documentales de los Stones y me sorprendía el manejo que tenía Jagger para estar al tanto de todo, no se le pasaba nada. Eso me hizo pensar en la importancia que tiene cuidar tu propio proyecto. La parte creativa es solo un instante, lo demás, lleva meses, años, hay que aprender a gestionarlo para llegar fuerte. Tengo un poco de alma de productor, me divierte, me hace estar activo.
-¿Qué tiempos viven los artistas en este contexto social?
-Yo creo que el contexto es el mismo para todos, no solo para los artistas. Siempre es difícil. Quizás, se cuenta con la ventaja en que, uno como artista, tiene la posibilidad de crear un mundo paralelo al momento de componer. Después, es igual, están los que se quejan y los que intentamos ir para adelante. Vengo de una familia de clase obrera, de vivir en un conventillo en donde éramos felices con nada, literalmente nada eh, polenta, una manguera para jugar en el verano, una pelota de fútbol y amigos. Así que, todo lo que venga, va a ser ganar. No tengo nada que perder. Así vivo.
-¿Quiénes son tus influencias musicales?
-Además de todo lo que se escuchaba en casa, a los 10 años me regalaron el primer disco de Gorillaz, que me partió la cabeza. Mi primera banda nacional fue Babasónicos. Después, empecé a escuchar mucho rock inglés. Además de los Beatles y Stones, me fasciné con Radiohead, Oasis y Blur. La música en otro idioma, como la francesa, hace que no me distraiga en la letra, solo escucho melodías, entonces me genera mucho disfrute. Quizás, Beck, Cerati y Air, son las influencias más fuertes en lo que hago actualmente.
-¿Qué aprendiste en el camino de la música?
-La importancia de la constancia. El disfrute de crear y conectar con personas de cualquier parte del mundo, solo por el hecho de hablar en un mismo idioma, la música. Ya con eso, es suficiente.
-¿Cómo transcurrió tu niñez?
-Por momentos, difícil. Creo que hasta la llegué a padecer. A su vez, tuvo momentos increíbles. Tuve la suerte de que en mi casa siempre hubo mucha cultura, mucha gente que venía y dejaba arte, entonces aprendí de todos, desde músicos, poetas, escritores y escritoras, pero los problemas familiares y económicos hacían difícil el día a día. Mi acercamiento a la música viene a través de la búsqueda de un escape, cuando noté que con una guitarra podía quedarme horas sin importarme lo que pasaba en casa. No tenía otra alternativa en ese momento. Era eso o quedarme con los pibes en el barrio (La Boca) en la esquina, que también lo hacía. Aprendí de eso y de la calle. Hoy en día, la miro con otros ojos, todo fue aprendizaje. Por eso digo que no tengo nada que perder y todo por ganar.
-El argentino es nostálgico por naturaleza, ¿qué se logra desprender de tu estado emocional en este trabajo musical?
-Todo. Pienso que la nostalgia me ayuda muchísimo a componer. Me recrea historias que siento que fueron de una manera y trato de jugar con eso, cosa de irme desprendiendo de esos recuerdos o al menos, cuando los escucho en mis letras, sentir que lo que digo es algo con lo que me siento identificado, me gusta. Cuando estoy contento, ni en pedo agarro la guitarra jaja creo que esa melancolía porteña del tango está en mis venas. Ese “destierro” y anhelo constante, es un gran motor para la creación.