La última edición del Premio Fray Mocho correspondió al género poesía inédita. El jurado –integrado por Claudia Masin, de Córdoba; Sonia Scarabelli, de Rosario; y Leonardo Roldán, de Buenos Aires– trabajó sobre las 54 obras poéticas admitidas. De todas ellas, fue elegida la contenida en el sobre N° 31, “El asombro de los días”, bajo el seudónimo “Yaguarí”.
“Son poemas que recorren el paisaje desde imágenes muy mínimas, como bichos, hojas, lloviznas, pájaros, hasta la profundidad más humana que es la maternidad, el amor, el tiempo”, describió la autora en diálogo con Mirador Entre Ríos.
–¿Cuándo y por qué empezaste a escribir poesía? ¿De quiénes has ido aprendiendo?
–Cuando era muy chica, en la escuela primaria. Ni bien aprendí a leer y escribir empecé a inventar. Le mostraba lo que escribía a mis maestras, a mi mamá y mi papá. Todos ellos lo recibían con amor y me alentaban a seguir haciéndolo. Cuando tenía 10 fui a aprender a tocar el piano. A pesar de los esfuerzos de mi profe no pude aprender nada. Mi profesor de piano le dijo a mi mamá “ella quiere escribir poesía, anotala en un taller de escritura”. Y entonces llegué al taller literario para jóvenes Vigilia, en la casa de Andrade. Nos coordinó la escritora Susana Lizzi, y encontré ahí lo que buscaba.
Aprendo de todo lo que leo, escucho, estudio. La poesía jamás es un saber aprendido y cerrado. Todo el tiempo se lee, se prueba, se transforma, se juega, se arriesga, y en ese vaivén el aprendizaje es hermoso y constante. Claro que tengo mis maestras y maestros en este sentido, pero son y han sido tantos y tantas... Puedo mencionar por ejemplo que mi primera maestra fue Alejandra Pizarnik. Cuando la leí, siendo adolescente, mi mirada sobre la poesía dio un vuelco definitivo. Pero aprendo sobre todo de mis amigos y amigas poetas, leerles, que me lean, compartirnos lecturas nuevas, ayudarnos en las correcciones, ese aprendizaje en un marco de amistad de muchos años, es un regalo.
REVELACIÓN
–¿Qué significa en tu vida la poesía, qué te inspira, a quiénes leés?
–La poesía es un misterio. Una magia. Ocurre y todo se vuelve más hermoso. En mi caso la escritura es como una revelación que transforma los días porque no escribo muy seguido. Paso largos meses a veces sin escribir ni una línea. Y cuando sucede es eso, como algo que se revela, que al fin nace. Y un placer tremendo en el proceso. Después viene el trabajo sobre lo escrito. En una primera instancia todo es placer y felicidad.
Lo que me conmueve me inspira. Mis hijos. El amor. La vida con sus tormentas y sus días soleados. El paisaje. El río. Los pájaros. La muerte. El dolor. La injusticia. El cuerpo. La infancia. La poesía y ese irse y estar en mí es un tema muy recurrente también.
Cuando leo para mí y no para la escuela, voy buscando recomendaciones. Así voy conociendo la infinita variedad de voces que tiene la poesía. Y entre mis lecturas más frecuentes, a las que vuelvo siempre, hay muchas mujeres Dora Hoffmann, Susana Villalba, Olga Orozco, Alejandra, Susana Thénon, Juana Bignozzi, Mary Oliver, Sonia Scarabelli, Diana Bellesi, también Juanele, claro, Gelman, y la lista sigue. Pero conocer poetas que están escribiendo hoy, con quienes soy contemporánea, me encanta. Abriría una lista nueva, siempre inconclusa, donde sólo estén poetas actuales, de quienes a veces no tengo ni libros, sólo escucha o lectura virtual, pero que representan la poesía viva en estado de nacimiento permanente.
–¿Qué tan importante es para vos y tu entorno haber obtenido el premio Fray Mocho? ¿Sabés cuántos/as gualeguaychuenses lo han ganado?
–Es un premio enorme para mí. Es un reconocimiento inesperado, pero a la vez muy ansiado. Me da mucha felicidad haberlo recibido, y sobre todo con un jurado de poetas admiradísimas como Claudia Masin y Sonia Scarabelli, y el poeta Javier Roldán.
Es el noveno Fray Mocho que traemos a Gualeguaychú. Eso me honra y me llena de orgullo. La anterior adición de poesía fue en 2018 y lo ganó Pamela De Battista, quien además de ser una poeta maravillosa y una gran trabajadora del arte, es una persona muy importante en mi vida, lo mismo que Sebastián González, ganador en el género novela en 2020. Y a ellos se suman José Luis Pereyra, Luis Castillo, María Eugenia Faué, Cristina Arrate, Claudio Lencina y Luisa Delfino.
LA OBRA GANADORA
–Contanos de la obra que presentaste para el certamen, ¿de qué se trata, cuánto tiempo trabajaste en ella, quiénes te acompañaron?
–El libro se llama “El asombro de los días”. Son poemas que recorren el paisaje desde imágenes muy mínimas, como bichos, hojas, lloviznas, pájaros, hasta la profundidad más humana que es la maternidad, el amor, el tiempo. Lo deslumbrante que es lo cotidiano, la vida doméstica, la orilla del río, una tormenta, el crecimiento de mis hijos. Son poemas que vengo escribiendo desde hace algunos años, antes de la pandemia, y que seguí escribiendo, armando y desarmando hasta antes de enviar el sobre al concurso. Me ayudaron con la corrección Martín Pucheta, Pamela De Battista y Sebastián González, con lectura y relectura, atención, afecto, opiniones certeras y sumamente respetuosas; son excelentes escritores, así que plena confianza.
–¿Dónde podemos leerte?
–Algunos ejemplares de “Cacerías” y de “Intemperie”, ambos libros de poesía, pueden conseguirse a través de la Editorial Palo Santo (se pueden comunicar por Instagram). Y además tengo un blog en el que subo muy poco, pero hay algunos textos.
https://queriasserpoeta.blogspot.com/
LA PALABRA DEL JURADO
“En ‘El asombro de los días’ encontramos una voz poética capaz de entramar el brillo desnudo de la naturaleza y el paisaje con un orden íntimo y, a la vez, común, atravesado por el tiempo personal y colectivo. Los poemas de este libro nombran lo humano sin separarlo del destino de los otros seres, con perplejidad y delicadeza, y una conciencia del misterio que no deja de hacerse notar en la manera intensa, directa y precisa que asume la lengua poética. Atenta a los matices que van de la intemperie al cobijo, de lo luminoso a lo amenazante, de la escena pequeña y casi inmóvil, a los tumultos de un cuerpo que se desbarata y se rearma con cada nacimiento, la voz de estos poemas se muestra capaz de nombrar, ‘en el filo de la palabra’, tanto la forma abierta y restallante del verano, hecho de peces y de pájaros, como ‘un instante humano/ humildísimo / de criaturas difusas y miedosas / atadas a un tiempo que apenas existe”.