La escritora Melina Torres -que nació en Santa Fe en 1976 y vive en Rosario- se ha ganado un lugar destacado dentro de la literatura policial argentina. Es licenciada en Comunicación Social por la UNR, especializada en Políticas Culturales por la Universidad de Barcelona, y en 2016 publicó el libro de cuentos Ninfas de otro mundo en la editorial rosarina Ivan Rosado.
En ese libro se incluían las historias iniciales de la jefa del Departamento de Criminología de Rosario, Silvana Aguirre, carismático personaje que adquiriría gran repercusión y sumaría numerosos fans, trascendiendo la letra escrita (algo que no sucede con frecuencia) para adquirir la potencia de lo vivo.
En 2021, Suma de letras, del grupo Penguin Random House, publicó Pobres corazones, su primera novela también protagonizada por Aguirre. La autora dialogó con Mirador Provincial sobre su obra y el complejo entramado argumental que aborda, que se desarrolla en Rosario.
Melina Torres y su “andar lo desconocido”
-Te referiste en muchas oportunidades al origen de tu incursión en el policial y, en particular, al del personaje de Aguirre. ¿Podés volver a contarnos cómo surgió?
-El personaje de Silvana Aguirre surgió como brota una planta silvestre: sin ser buscada. Como la flor del diente de león, que crece entre la maleza y tiene propiedades medicinales o como la flor del panadero que tiene fortalezas mágicas. Me gusta mucho narrar el carácter inesperado de este personaje que ya tiene tres libros porque de alguna manera condensa lo que pienso que es escribir: andar lo desconocido.
Hace muchos años, más de diez, yo viajaba a Buenos Aires de manera semanal, iba y volvía en el día, lo que duraba el taller que dictaba Maxi Tomas en su casa. Todas las semanas hacer ese viaje en colectivo, dormir ovillada con la cabeza en la ventanilla, corregir mi texto en el trayecto, comer algo a las apuradas, lavarme los dientes y enjuagarme la cara en Retiro, llegar al taller, leer y escuchar a mis compañeros, abrir un mundo, secarme las heridas, tratar de no perder el colectivo de vuelta, caer desmayada sobre el asiento y volver a Rosario respondían únicamente a la felicidad de trabajar un texto de ficción, pero no tenían la finalidad de la publicación. Eso vino después y también casi sin buscarlo. En uno de los tantos encuentros, Maxi propuso una consigna de escritura: escribir un cuento policial. Y así de golpe y porrazo, vino a mi vida Silvana Aguirre. Como una presencia que estuvo ahí, esperando a encontrarme, con unas características muy suyas, lesbiana, futbolera y malhablada.
-Presentaste recientemente la novela Zona liberada y los lectores tenemos presente la anterior, Pobres corazones. ¿Cuál es el punto de partida de la historia actual y qué continuidad hay entre ambas?
-Zona liberada tiene algunas huellas de Pobres corazones, digamos a modo de vínculos, porque los dos libros abren una saga que, espero, sea larga. Entonces están Aguirre y compañía, como me gusta llamar a este micromundo de las novelas. Zona liberada se abre con una imagen calurosa y bochornosa. Nada que alguien que pise estas tierras no sepa: la temperatura de locos que hace en enero.
“Parada junto al río con la mano derecha en la cabeza como visera, Aguirre se pisaba el malhumor. Tenía no pocos motivos, pero quizás el más importante era un chajá perdiendo la vida en la parte trasera de su auto, gracias a la llamada absurda del intendente para ver qué había pasado ahí enfrente. Por enfrente él se había referido a lo que ocurría en la isla, al otro lado de la costa rosarina, apenas cruzando el Paraná”. La cuestión es que murió asesinado un artista plástico, no cualquiera, quizás uno de los más importantes del país y Aguirre debe buscar los hilos que lo llevaron a esa situación.
Si Pobres Corazones es una novela negra en la que la ciudad, el narcotráfico y las redes que lo hacen posible tenían un papel fundamental, en Zona Liberada encontramos una aventura muy diferente: el mundo del arte, los números exorbitantes que se manejan a su alrededor y las falsificaciones. Pero si de verdad me preguntás de qué se trata, lo primero que me surge decirte es de amistad, de esos vínculos que nos sostienen en el cotidiano y que hacen que los días, las horas y los atardeceres valgan la pena.
Gentileza: Lucrecia Ricciardi.
-Pobres corazones tuvo muchas repercusiones, por ejemplo, fue finalista del premio Sara Gallardo de Novela y se llevará al cine. ¿Qué expectativas tenés sobre Zona liberada?
-Las expectativas sobre el libro son tan sencillas como complejas, que encuentre su vida, sus lectores y se hamaque en las recomendaciones sinceras y en el boca en boca. Que sostenga un sueño, que aguante una pena y que se pierda en una sonrisa. Depende de cómo lo veas, es un montón y no es tanto. Lo demás: premio, ventas y críticas es parte de la vestimenta, pero no hace a lo fundamental.
-Sos comunicadora social, ¿esta formación influyó en tu trabajo creativo como escritora?
-Yo nunca termino de darme cuenta si me ayudó o no. Como todo, supongo que sí. Que los caminos andados en algún momento confluyen. Mirá, también estudié Crítica de arte, Gestión cultural, tomé clases de danza contemporánea y todo eso debe estar en la caja de herramientas a la que una recurre. Pero también está el terreno de la infancia, los recuerdos, algunos decires. Me gusta un verso de una poeta entrerriana Belén Zavallo: “Tengo una lengua montaraz guardada, desenfundo la vaina cuando el grillo empieza el canto”.