Memoria del barro es un proyecto itinerante de Virginia Sotti, Ariel Guanuco y Victoria Cabezas que apunta a la divulgación científica y la democratización del patrimonio de colecciones arqueológicas de museos emplazados en las proximidades del río Paraná. En el mes de agosto, esta muestra interactiva pudo visitarse en el Museo Histórico Provincial de Rosario Dr. Julio Marc.
La propuesta fue en torno a un conjunto de cerámicas chaná-timbú que integran la colección Fernando Gaspary del museo y provienen de una de las islas frente a la ciudad. Se trata de la activación de un dispositivo para el intercambio con los visitantes. El proyecto se perfila como una búsqueda museográfica que descentra los objetos, pondera las historias y produce exposiciones que son experiencias, atravesando cuerpo y subjetividad. La propuesta deriva en torno a un conjunto de cerámicas chaná-timbú que integran la colección Fernando Gaspary del Museo Marc y provienen de una isla frente a la ciudad. Se trata de la activación de un dispositivo para el intercambio con las y los visitantes: un mueble cuyos rincones y cajones van sugiriendo un itinerario posible de acciones y actividades. Sotti, Guanuco y Cabezas dialogaron con Mirador Provincial sobre el proyecto.
-¿Por qué y de qué manera surgió este proyecto?
-Memoria del barro nació de nuestras inquietudes, nuestros quehaceres artísticos y de nuestra propia cotidianeidad. Los tres habitamos espacios ribereños, pasamos nuestros días en orillas cercanas a nuestras casas, en montecitos nativos, haciendo caminatas, navegando el río. Esta forma de estar tiene que ver con la contemplación y los momentos de descanso, pero también son para nosotros espacios de estudio y trabajo. Aprendemos de estos paisajes, nos interesan las historias que guardan, por eso buscamos información en libros, museos, documentales, nos acercamos a los museos de la zona, charlamos con los vecinos. Así hemos ido sorprendiéndonos por las capas de tiempo y las identidades que se alojan en estos territorios. De esa sorpresa han salido otros proyectos artísticos míos anteriores (Sotti). Ariel se dedicó a reconocer plantas alimenticias y medicinales silvestres, y así hoy produce diversos productos que nacen del monte ribereño y recuperan su enorme valor. De su vínculo con el río, Victoria empezó hace varios años ya a explorar las arcillas y hoy trabaja en la producción de cerámica utilitaria para la venta, además de transmitir ese quehacer en distintos talleres. El ambiente litoral es nuestra vida, nos sería muy difícil vivir lejos de estos ríos, de estos árboles, de estos yuyos.
De allí nace el proyecto, del deseo de compartir estas historias, de cimentar la memoria indígena de esta zona a través de proyectos de divulgación. Creemos necesario reivindicar eso que el colonialismo quiso borrar. Rosario raramente es asociado a un pasado indígena, pero todas la ciudades, pueblos y parajes cercanos a la cuenca del Paraná tienen rastros de esas comunidades. En Rosario es muy poquito lo que cuentan los museos sobre ese pasado local y el Marc cuenta con una colección de cerámica arqueológica que nos puede ayudar a saldar ese olvido: una serie de piezas que fue recolectada con ciertos parámetros de sistematización (que se corresponden con la especialización apenas incipiente que había para la disciplina en 1946), que ha sido investigada y que representa una muy temprana aparición de estos temas locales. Fue donada a dicha institución por Fernando Gaspary (era médico y aficionado a la arqueología). Esta colección no había sido mostrada aún de forma completa.
-¿Cómo se desarrolló el dispositivo en el Marc?
-Al dispositivo lo desarrollamos a partir de lo que nosotros disfrutamos: cuando aprendemos sobre estos temas nos gusta poder descubrir, sentir, emocionarnos, experimentar, tocar, oler, y cuando vamos a un museo de arqueología muchas veces nos queda un sabor amargo ya que la museografía tradicional tiene dificultades para provocar visitas significativas. Una muestra que se circunscribe a objetos puestos adentro de vitrinas y algún que otro texto es una estrategia de comunicación escasa, que incluso a veces aleja a los públicos de estos espacios. Nuestro horizonte desde el comienza fue hacer una exposición que sea participativa, donde la información científica se tornara accesible y atractiva, donde la belleza y la poesía fueran un modo de encantar a les visitantes, donde la ciencia se mezclara con los saberes populares.
Concebimos un espacio instalativo donde el paisaje de las islas pudiera sentirse. Armamos una exposición para devolverle el contexto a esas piezas arqueológicas: su ambiente de origen, la vida social que han tenido en su contemporaneidad de objeto utilitario y su vida hoy, como objeto patrimonial en un museo que puede narrarnos aquellas historias lejanas. Nos enfocamos en traer el tiempo del paisaje también, que nada tiene que ver con la ciudad. Memoria del barro es un lugar para andar atento y sin apuro, para observar e ir explorando, descubriendo, para abrirse a estímulos sensoriales, para dedicar tiempo a recordar. El trabajo con el Marc, a través del área de arqueología fue excelente. Fausto Batagglia -encargado de esa área- nos recibió cada vez que lo necesitamos y puso a nuestra disposición las colecciones, colaborando con nosotros en cuanto pudo. Si bien la institución no nos recibió de esa misma manera, los trabajadores nos han acompañado, aconsejándonos y facilitándonos el trabajo. Elles conocen las dinámicas de los públicos en el museo, las singularidades del espacio de las salas y nos han compartido sus saberes para tomar mejores decisiones.
-¿Qué significado adquirió la propuesta y cuáles fueron las repercusiones?
-Divulgar la historia indígena de un espacio colonizado es un gesto político. Las invasiones europeas durante los siglos XV y XVI han venido a violentar las poblaciones locales. La instauración del estado colonial en América Latina fue la organización de esas violencias. Las maneras de habitar el espacio y las formas de vincularse con el entorno aquí eran otras. La colonia inauguró el ciclo del capitalismo y trajo a estas latitudes lógicas de urbanización, de extractivismos de la naturaleza y relaciones sociales ordenadas en torno del dinero. El Estado argentino que nace después deriva de esas lógicas y está empapado de miradas antropocéntricas y europeizantes, que incluso negaron el componente social indio para consolidar su marginación. Los pueblos indígenas que aún alimentan sus memorias y continúan de pie como comunidad guardan los saberes del pasado y del futuro. Es una necesidad imperiosa escucharlos, entender sus miradas, parecernos un poco más a esas formas empáticas de estar en el mundo. Recordarlos y poner en valor sus culturas es un gesto político necesario.
Las personas que visitaron la muestra se entregaron a un tránsito paciente y curioso, que incluso para nuestra alegría propició el encuentro: hemos tenido charlas espontáneas, nos han contado anécdotas, nos han hecho preguntas. En esta primera experiencia, hemos elegido que el dispositivo esté abierto al público durante las activaciones. En esas ocasiones nosotros quisimos estar presentes para recibir a las personas y acompañar ese momento de la manera más amable y didáctica posible. Recibimos muy buenos comentarios de antropólogos y trabajadores de museos que quedaron asombrados por esa manera de contar que creamos: sencilla, accesible, bella y emotiva. De esas visitas surgieron algunas invitaciones para itinerar por otros museos de la región y que estamos organizando actualmente.