Planeta reeditó este mes el libro “Una lección de vida” y otros cuentos, del “inefable” (no es fácil hallar un adjetivo más adecuado para caracterizarlo) Roberto “Negro” Fontanarrosa. En el cuento que da título al volumen, que tuvo su primera edición en 1999, el autor arremete contra los prejuicios, las convenciones respecto al amor y el matrimonio y los roles presuntamente asignados al varón y a la mujer. “A las mujeres les pudrió el bocho el ‘Para Tí’”, dice la primera línea del cuento. Luego, con esa labia tan características que el creador de Inodoro Pereyra sabe plasmar en el papel, deriva hacia diversas reflexiones para terminar de un modo sorprendente, que obliga al lector a repensar toda la imagen que había construido en su cabeza respecto a los personajes.
Pero en el libro, el noveno integrado por cuentos que publicara en vida Fontanarrosa, incluye además “El verde con los botones forrados”, “Toros en Rosario”, “Consejos de un padre”, “Cuestión de principios” y “Relato de un utilero”. Por las características propias del autor (un agudo observador del mundo tan dotado en tal iniciativa como los mejores exponentes del naturalismo literario) su mirada está atravesada por el humor y la sátira. De hecho, sus cuentos por lo general están construidos en torno a las ironías, contradicciones y absurdos que tiñen la vida cotidiana. Un ejemplo de esto es “Un cambio en la vida del Flaco Ariel”, centrado en un personaje “ideal para un laburo de oficina con lugar fijo, horarios fijos y preocupaciones fijas” que, producto de los descalabros económicos cíclicos de Argentina, se ve obligado a utilizar la plata de la indemnización para poner un remís, algo por completo ajeno a su idiosincracia.
Al humor (que está presente aún cuando sale del terreno que más domina, es decir las calles de Rosario y viaja en el espacio y en el tiempo hasta el siglo XIX, como en “Comandante Andino: un objetivo inexplicable) se suma como elemento otro elemento muy característico: el lenguaje coloquial, cercano que contribuye a la identificación del lector. De hecho las “malas palabras”, esas mismas que defendió con sutileza y altura en el Congreso de la Lengua de 2004, aparecen como un insumo central para la construcción de sus relatos y la caracterización de sus criaturas. Sin embargo, elude la mera pose o el exceso. Esas “palabrotas” están incluidas para terminar de otorgar al relato la profundidad que requiere o el anclaje necesario.
La esquina de Sarmiento y Santa Fe en Rosario fue bautizada Serrat y Fontanarrosa por los dos grandes artistas que fueron amigos.
Foto: Archivo.
Los personajes gestados por el Negro son tan representativos de arquetipos sociales argentinos (o incluso, rioplatenses) como entrañables. La sabiduría del autor consiste en tomar un rasgo y potenciarlo para generar el humor. En “Cuestión de principios”, lo logra particularmente en la descripción de los contendientes que sintetizan las fuerzas en pugna. De un lado, está el viejo Castilla, apegado a la tradición y chapado a la antigua, con varias décadas de trabajo en una empresa. Del otro lado, Silva, el joven profesional arrogante que viene a cambiarlo todo dentro de la empresa. Sin embargo, es la facilidad de Fontanarrosa para captar detalles deliciosos de la idiosincrasia argentina lo que aporta un marco a sus cuentos difícilmente observado en otros autores.
El fútbol, presente
En este libro que decidió reeditar Planeta, no faltan los cuentos consagrados al fútbol, una pasión que el “Negro” confesó muchas veces a lo largo de su vida. Tanto en “Relato de un utilero” como en “Entre las cañas” y “Algo le dice Falero a Saliadarré”, combina su capacidad para observar aquello que es evidentemente cómico, pero también de una desarmante profundidad emocional. Lo cual permite, como los grandes escritores de la historia, partir de lo particular (la pasión futbolística argentina) y reflexionar sobre temas universales.
Esa universalidad, el humor atemporal, el estilo ameno, los diálogos creíbles y las descripciones sagaces indican que reencontrarse con los textos de Fontanarrosa todavía es estimulante y hasta necesario, a más de 15 años de su partida.